TÉCNICAS DE PSICOMAGIA VII

20 06 2024

                                          LA VINCULACIÓN Y EL SUFRIMIENTO

La empatía es la llave que nos abre las puertas a la dimensión de la consciencia donde los demás dejan de ser objetos de un decorado que vemos sin ver, oímos sin escuchar y palpamos sin sentir la menor conexión. Sin empatía nos podemos convertir en psicópatas, sociópatas, asesinos en serie, asesinos múltiples, verdugos, torturadores, genocidas, seres miserables que solo se sienten así mismos y eso de forma muy rudimentaria. Pero incluso estos monstruos que parecen haber renunciado a la vinculación, a la bondad, no pueden desvincularse por completo de sí mismos, es decir de su cuerpo físico, de su mente, de su psiquismo, del círculo individual de su propia consciencia.

Estamos tan acostumbrados a sentir nuestro cuerpo físico como formando parte de nosotros que no somos conscientes de que es todo un universo. En nuestro cuerpo millones y millones de células diversas conforman un infinito universo del que nosotros somos los dioses. Nuestro cuerpo funciona porque existe vinculación entre todas esas células que siguen la directriz de su dios cosmológico particular. Somos dioses de un universo y ni siquiera lo sabemos. Aspiramos a transformarnos en dioses y tener poder omnímodo sobre todas nuestras criaturas. Y sin embargo ya lo somos sin ser conscientes de ello. Como es arriba es abajo y como es abajo es arriba. Si nos ponemos a pensar un poco en la divinidad absoluta, en la que creemos o no, pero que es una idea que todos llevamos en nuestras mentes, nos daremos cuenta de que este famoso principio del Kybalión es uno de los principios básicos de la sabiduría. Nos preguntamos cómo puede ser ese Dios, con mayúscula, y pensamos que su naturaleza tiene que ser insondable, es una entidad incognoscible, tenemos que aceptar nuestra impotencia para conocerlo. Si aplicamos ese principio del Kybalión nos daremos cuenta de lo equivocados que estamos. Si vamos desde el mundo microscópico al macroscópico y de ahí al infinito nos encontraremos que todo funciona de la misma manera y solo el supuesto tamaño o complejidad diferencia a una hormiga de un ser humano.

Nuestro cuerpo físico es limitado como lo es un sistema solar, una galaxia o un universo o hasta un multiverso. Todo es limitado porque hay algo fuera de él que no le pertenece. Sin embargo, si pensamos en el Todo infinito, absoluto, nos daremos cuenta de que la limitación deja de existir puesto que, si es el Todo total, absoluto, no puede haber nada fuera de él. Si lo hubiera entraríamos en contradicción ya que o es absoluto e infinito o no lo es, si lo es tiene que abarcar todo y si no lo abarca no es absoluto e infinito. Si en todo lo existente hay una vinculación y una consciencia rectora, en el Todo absoluto también tiene que haberla. Y si la consciencia de las partes es limitada, la consciencia del Todo absoluto no puede serlo, porque sería entonces consciencia de parte y no del todo.

Solo tenemos que visualizar cómo funciona la consciencia que rige nuestro cuerpo físico para darnos cuenta de cómo funcionará la consciencia del Todo absoluto. Por mucho que nos empeñemos en que unas determinadas células no forman parte de nuestro cuerpo seguirán formando parte de él y si esa consciencia deja de regirlas, ellas dejarán de creerse parte de ese universo y comenzarán a funcionar por su cuenta. Nos encontramos ante lo que es en realidad el cáncer. Unas células que forman parte de un cuerpo físico y sin embargo comienzan a comportarse como si no lo fueran, como si fueran libres, independientes, como si hubieran generado su propio universo y dictado sus propias directrices. Ahora tienen que alimentarse de lo que consideran exterior a sí mismas y multiplicarse para expandir su propio y particular universo. Estamos ante la enfermedad, que no es otra cosa que la separación de las partes del Todo y ante el nacimiento del dolor. El sufrimiento, el dolor, está causado porque actuamos como si no estuviéramos vinculados a todo lo existente, nos creemos independientes, como las células y empezamos a funcionar como un auténtico cáncer. Nos comemos a lo que está fuera de nosotros para dar energía a las células que forman nuestro universo individual y nos reproducimos para expandir nuestro universo. Pero aquí nos encontramos con uno de los misterios de la existencia y no precisamente el menos importante de todos. Las células que forman parte de nuestro cuerpo físico se reproducen sin que nosotros, nuestra consciencia se de cuenta de ello. Mueren millones de células y nacen millones de células. Todas ellas siguen formando parte de nuestro universo, de nuestro cuerpo físico, y sin embargo no somos conscientes de ese proceso. Cuando llega la enfermedad es porque alguna célula de ha desvinculado del todo que es nuestro cuerpo, eso supone que ya no sigue las directrices de nuestra consciencia, de nuestro cerebro, de la jerarquía suprema que dirige ese universo desde su trono en nuestro cerebro. Si no existiera vinculación no existiría dolor puesto que al parecer no sufrimos por quienes no forman parte de nosotros, de nuestro universo particular. No sufrimos porque las células de otro cuerpo físico, de otro universo, estén sufriendo el caos de la rebelión de unas células que se han convertido en cancerosas. El cáncer lo tiene el otro, no lo tenemos nosotros. El otro sufre, nosotros no, salvo que la capacidad de empatía, ese maravilloso don divino, nos permita vincularnos a un nivel no muy profundo (de otra manera esos dos universos, esos dos cuerpos, esas dos individualidades se fusionarían). Cuando la vinculación se intensifica a través del amor, cuando amamos a otro, desde una intensidad estándar a otra casi absoluta, el amor de pareja, por ejemplo, o el amor paterno-filial, o el amor fraternal o el amor amistoso, cuando amamos de formas que permiten la expansión hasta el infinito, entonces es cuando, si se produce la desvinculación, la ruptura, el sufrimiento puede ser tan infinito como lo fue el amor. Es como cuando un cántaro está repleto de líquido y luego, al vaciarse, queda tan vacío como antes estuvo lleno. Si el cántaro es infinito y estuvo repleto de un líquido sin límites, infinito, al vaciarse el cántaro se sentirá infinitamente vacío. Si en ese cántaro hubiera consciencia, así se sentiría.

Eso mismo sucede con la vinculación entre las células de nuestro organismo. Creemos que entre ellas no puede haber la misma vinculación que hay entre nuestra consciencia y nuestro cuerpo. Si nos amputan un miembro el sufrimiento es atroz porque ese miembro tenía una vinculación profunda con nuestro cuerpo. Si vamos ascendiendo en la escala jerárquica de la consciencia, nos podemos imaginar cómo puede ser la consciencia de ese Todo absoluto. Por un lado, sufre como sufrimos nosotros cuando nos amputan un miembro, pero por otro lado no parece que sea consciente de cada una de las células que conforman su cuerpo como nosotros no lo somos de las que forman parte del nuestro. Es algo curioso, intrigante, es un misterio solo comprensible cuando somos conscientes de esa vinculación. Cuando una célula se separa de nuestro cuerpo físico y comienza a actuar como si realmente estuviera separada, algo que no ha ocurrido, se produce la enfermedad, el cáncer, el dolor, el sufrimiento. Cuando las células cancerosas van depredando nuestro cuerpo y sentimos el dolor atroz que genera este proceso, entonces no podríamos decir que esas células, de las que antes no éramos conscientes, en realidad ya no forman parte de nuestro cuerpo, porque se han separado de él, formando universo propio, ya no siguen las directrices del dios que sentado en el trono cósmico de ese universo imparte instrucciones para todos sus súbditos. El dolor no admite componendas. Podemos imaginar que no vemos a alguien que está frente a nosotros, con su nariz casi pegada a la nuestra, pero si nos da un buen garrotazo dejaremos de imaginar nada, ese otro es real, está ahí y nos acaba de dar un garrotazo. Se podría decir que el dolor nos saca del abotargamiento, del coma, del sueño de la carne. Por mucho que nos emperremos en no formar parte del Todo absoluto, de que no estamos vinculados con los demás, solo con las células de nuestro cuerpo físico y que nuestra consciencia solo abarca la extensión que ya conocemos, los límites que hemos aceptado, la vinculación nos volverá una y otra vez a la realidad, como unas células cancerosas nos devuelven a la realidad de que forman parte de nuestro cuerpo físico.

Al expandir nuestra consciencia nos encontramos con un problema. A menudo confundimos la consciencia con la mente y si es cierto que la mente forma parte de nuestra consciencia no lo es menos que no es toda ella, especialmente la mente objetiva. Hemos comprobado multitud de veces que cuando hemos intentado con nuestra mente ponernos en la piel del otro, ser empáticos, a menudo nos confundimos y equivocados. Pensamos, por ejemplo, que alguien nos quiere y que estará sufriendo por nosotros porque hemos hecho esto o aquello, luego resulta que la conducta del otro nos acaba indicando que no nos quiere tanto como pensábamos y que no solo no ha sufrido por lo que hemos hecho o dejado de hacer, sino que ni siquiera se ha dado cuenta. La expansión de la consciencia no es lo mismo que fantasear con nuestra mente imaginando que nos ponemos en la piel del otro y creer que de esta manera todo lo que estamos sintiendo nosotros ahora es lo que realmente siente el otro. De ahí la multitud de equivocaciones que nos hacen descorazonarnos y renunciar a la presunta empatía. ¿Para qué vamos a hacer estos ejercicios si no funcionan y nos confunden y equivocan, a veces tan gravemente que pagamos carísimos estos errores? Hay una infinita diferencia entre imaginar que nos ponemos en la piel del otro y que realmente esto sea así. Nos da miedo la sugestión. Uno puede sugestionarse fácilmente, lo sabemos, y si bien algunas sugestiones son positivas y nos ayudan en la relación con los demás, otras son nefastas, tóxicas, nos envenenan la mente y nos hacen creer que estamos en el meollo de la realidad cuando solo hemos pisado mundos imaginarios.

La sugestión es la gran enemiga de la consciencia. Sugestionarnos con que hemos ampliado el círculo de nuestra consciencia y que aquello que creemos haber anexionado ya forma parte de nosotros, puede ser muy negativo. Así por ejemplo nos podemos sugestionar con que estamos sintiendo el dolor del otro hasta llegar a sentirlo realmente, pero solo cuando ese dolor que sentimos nos impulsa a hacer algo por el que está sufriendo, incluso nos hace llegar a comportamientos heroicos, entonces realmente estamos siendo empáticos y no solo actuamos sugestionados. Porque la sugestión tiene un límite claro, el que marca el compromiso con la realidad. Es fácil jugar con la mente y fantasear, pero solo cuando esto se convierte en acción sabemos que hay mucho más que sugestión en lo que estamos sintiendo, porque la verdadera consciencia está en la realidad. El ejemplo más claro es siempre el del sufrimiento. Llegar a causarnos dolor a través de la sugestión no es nada fácil, lo mismo que tampoco lo es sugestionarse con que no estamos sintiendo dolor físico cuando nos lo están causando gravemente. Una sugestión así sería tan sumamente poderosa como para crear realidades.

Como iremos viendo nuestra consciencia se puede ir ampliando y todo lo que añadimos al círculo de la consciencia nos está influyendo realmente, genera cambios reales en nosotros. Pero hay una diferencia muy importante entre ampliar el círculo de la consciencia e introducir en ella entidades que nos influyen y vincularse con estas entidades conscientes. Los científicos están descubriendo que las partículas se pueden vincular, estén donde estén, ya una ocupe un espacio en una punta del universo y la otra en el otro extremo. Las partículas se pueden vincular y desvincular. Y esto es muy importante en el estudio de lo que es la expansión de la consciencia.

Voy a poner un ejemplo que creo nos permitirá visualizar la diferencia entre sugestión y vinculación al expandir la consciencia. Una persona puede tener una fantasía erótica sobre otra hasta el punto de alcanzar un orgasmo, estamos en plena sugestión, una sugestión poderosa que nos permite llegar a una meta física solo con la sugestión de la mente. Primero hemos expandido la consciencia hasta conocer y aceptar que la otra persona existe y ya forma parte de nuestra consciencia, luego hemos introducido a esa persona en nuestro mundo mental a través de la sugestión, pero aún no hemos llegado a la vinculación. Si hubiera vinculación de consciencias el otro hubiera percibido nuestra fantasía erótica sobre él, habría participado y habría llegado al orgasmo como nosotros. Es decir, que en la vinculación hay respuesta de las entidades conscientes a las que hemos añadido al círculo de nuestra consciencia y en la sugestión no existe esa respuesta, es como si hubiéramos grabado a los demás en una película, su entidad real está clara, pero si somos nosotros los que ponemos el guion y los demás no participan en realidad solo forman parte del decorado de nuestra película. Si la persona con la que hemos tenido una fantasía erótica nos dijera al día siguiente, cuando nos viéramos, que en el mismo momento en que nosotros fantaseábamos con ella, sin saber por qué ella se dejó llevar y sintió como si nosotros estuviéramos presentes y la abrazábamos y hacíamos el amor y hasta creía sentir nuestro cuerpo físico. En este caso estaríamos hablando de vinculación de consciencias y no únicamente de sugestión. Seguiremos profundizando en este tema en el capítulo siguiente porque nos ayudará a comprender cómo se expande el círculo de la consciencia y cómo a través de la vinculación puede llegar a crearse auténtica magia. Recuerden que esta es una técnica de psicomagia. La magia la pone la vinculación.


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