ACECHAR CON EL DOBLE
—Vas a quedarte conmigo por un tiempo, y voy a enseñarte cómo acechar con el cuerpo de ensueño, —dijo. —Pero aún no he terminado de recapitular, —dije—. ¿No debería continuar con eso? —Recapitular es importante, pero también lo es ensoñar. Tengo que prepararte de la manera adecuada ahora porque hay muy poco tiempo. Luego puedes practicar pot tu cuenta. Sin embargo, mientras estés aquí, debes seguir mis instrucciones. ¿De acuerdo?
—Ensoñar y observar van de la mano, —comenzó Zuleica—. Ya entendiste eso cuando observaste las ondas en el estanque. Ahora deja que el sonido del agua te lleve. Así es como comienzas. Encuentras algo en el mundo que brilla o resplandece y lo miras fijamente. Luego, encuentras un sonido, como lluvia, agua de un arroyo, incluso el ruido de la ciudad. Y sigues los sonidos. Luego lo transfieres a tus ensueños obrservándolo en los ensueños o escuchando ese sonido mientras duermes.
Sabía a qué se refería. Una vez tuve un pulidor de rocas que hacía un ruido terrible. Como tenía que mantenerlo encendido las 24 horas del día para que las piedras se pulieran mientras chocaban entre sí en el pulidor, pude escuchar ese ruido mientras dormía. Recuerdo que el ruido me llevaría a lugares a los que no quería ir. Así que finalmente tuve que apagar la máquina por la noche. —Hay ejercicios que puedes hacer para mover tu conciencia al otro lado, —dijo Zuleica. —¿El otro lado? —A tu cuerpo de ensueño.
—Cuando duermas, debes permitir que el cuerpo de ensueño se vuelva consciente, consciente de sí mismo. Tú haces esto al principio mirando tus manos y luego levantándote de la cama para moverte alrededor. O puedes encontrar cualquier otra cosa que quieras, tal como el objeto que observas durante el día. O algo en particular que quieres encontrar. En otras palabras, el cuerpo de ensueño debe responder a tus órdenes. Acechar con el doble es controlar tus movimientos en un esfuerzo específico y no gastar tu energía en un arrebato loco.
—¿Cómo se gasta la energía? —pregunté. —Poco a poco, armoniosamente. Trata de prolongar el esfuerzo de tus ensueños el mayor tiempo posible, pero siempre reserva energía para que puedas despertarte y no perderte en lugares de los que no podrás volver.
Colocó un cojín en el suelo frente a una mesa baja de hierro forjado y me dijo que me sentara cómodamente, cruzando las piernas si lo deseaba. En el centro de la mesa colocó una pequeña vela azul y la encendió. Después de parpadear por un momento, la llama amarilla formó un óvalo perfecto e inquebrantable. Zuleica sopló suavemente sobre la llama, haciendo que saltara de lado por un instante. Cuando pasó la corriente de aire, la llama se enderezó y volvió a la calma. Observé a Zuleica con atención porque sabía que había una lección sobre lo que estaba haciendo. —Hay dos lados para todo, —dijo sentada en una silla de caña con respaldo alto—. Y eso incluye la mente. Por un lado, puede pensar, razonar y reflexionar sobre sí misma para crear y sacar conclusiones. La otra cualidad de la mente es estar en silencio, inactiva y sin pensar. Todos sabemos cómo razonar y reflexionar sobre nosotros mismos, pero lograr silencio es más difícil.
Sin levantarse, volvió a soplar la llama. Me sorprendió ver que la llama saltó como lo había hecho antes. —La mente es como esta llama. Salta con la más mínima perturbación y se agita en el momento en que una brisa la toca, —dijo—. Los pensamientos y los deseos son como ráfagas de aire; activan la mente y la hacen revolotear.
En un tono claro, explicó que hay dos enfoques para lograr el silencio mental. Se puso de pie y colocó su mano alrededor de la llama para formar un escudo parcial, luego sopló de nuevo. Esta vez, la llama, protegida por su mano, no parpadeó. —Una aproximación al silencio y el sosiego es proteger la mente de las perturbaciones externas que pueden inquietarla. Tú haces eso alejándote de las fuerzas disruptivas o perjudiciales que amenazan tu bienestar. En otras palabras, te retiras y te escondes en tus profundidades.
El segundo método, dijo Zuleica que era más difícil de lograr porque involucraba una delicada maniobra de proteger la mente no de la influencia externa sino de su propia influencia. En este caso, dado que los estímulos perturbadores provienen del interior, no hay forma de correr o retirarse al yo, ya que la mente misma está agitada y corriendo. Por lo tanto, uno tiene que detener la agitación fijando la mente en algún punto, como una imagen, idea o sonido, y de esta manera hacerla inmóvil.
—La quietud es el producto de la disciplina y el entrenamiento, — dijo Zuleica—. Eso implica detener el diálogo interno enfocándose en un solo punto, o expandiendo la conciencia para fusionarse con el gran silencio que existe más allá de los límites del pensamiento. Mientras escuchaba su charla, sentí una quietud asentarse en mí como si no viniera de sus palabras sino de su propio ser. —No ser perturbado significa que nada puede desviar tu atención de su centro, —dijo ella sintiendo mi estado de ánimo—. Uno de los mejores métodos para lograr esto es observar un objeto encendido o luminoso.
Me preguntó si había entendido las dos aproximaciones para silenciar la mente, que según ella eran realmente métodos de observar. Cuando dudaba, ella los repetía. En primera instancia, el cuerpo y la mente son removidos de los estímulos perturbadores, retirándose o alejándose de ellos. Esto puede lograrse porque las fuerzas disruptivas provienen del exterior. En segunda instancia, el cuerpo y la mente son mantenidos firmes, porque las perturbaciones surgen dentro del propio ser. —Es mejor usar una combinación de ambos métodos; retirada y fijación, —dijo—. Es por eso que estás aquí en esta casa tranquila donde nadie te moleste. Mientras aprendes estas técnicas de observación, debes retirarte del mundo exterior. Pero también debes retirarte del mundo que llevas dentro de ti fijando tu mente a través de las practicas de observación.
—¿Qué hace realmente fijar la mente? —pregunté. —Solo una mente fija o centrada te permite la libertad de venir e ir cuando quieras. Le dije que no entendía cómo una mente fija podía permitir que uno se moviera. Parecía ser una contradicción. Zuleica levantó cuidadosamente la vela y la movió lentamente de un lado a otro para que la llama no temblara, pero que fueran iluminadas diferentes áreas de la mesa. —Observa que la llama no parpadea y, sin embargo, se mueve. Una conciencia fija y constante le permite ver cualquier cosa, moverse en cualquier dirección sin volverse agitada por lo que ve o hace. Por lo tanto, puedes ir y venir a cualquier parte y sin embargo estar en control.
Zuleica puso la vela en la mesa para que la llama quedara justo al nivel de mis ojos. —Si tu mente no está fija, y tus pensamientos saltan por todos los lados, lo que sea que veas te atraerá y afectará tu conciencia. Entonces tendrás que luchar para liberarte antes de que seas libre para moverte a otra cosa. Y al poco tiempo tendrás tantos lazos que no podrás moverte en absoluto. —¿Qué ocurrirá entonces? —Tendrás que recapitular tus actos para liberar tu energía, —dijo—. Esto es porqué recomendamos que uno siempre recapitule los eventos del día de modo que uno sea libre de su influencia, y uno no construye lazos energéticos.
Zuleica enfatizó que recordar los eventos de mi vida combinado con la respiración que aprendí no solo puede limpiar los lazos del pasado, sino también mantener la conciencia en una condición fluida en todo momento del día. Una vez liberada, la conciencia puede enfocarse y usarse al servicio del intento, o el espíritu que nos gobierna y nos da vida. —Debemos usar nuestra conciencia para liberar la conciencia, — dijo—. Así como usamos una aguja para sacar una astilla en un dedo. Ahora, basta de explicación. Pongámonos a practicar. Zuleica me ordenó observar la vela por un momento y luego colocar las palmas de mis manos sobre mis ojos y visualizar la llama. Por un momento miré la llama, luego cerré los ojos y los cubrí con las palmas. Pude ver un círculo verde amarillento, luego apareció una llama dorada que se convirtió en un brillante resplandor rojo anaranjado. Pronto la llama fue reemplazada por una pequeña abertura negra que se formó frente a mis ojos.
Zuleica me dijo que repitiera el ejercicio de observar la llama y luego cubrirme los ojos con las palmas. Esta vez, la luz rojiza parecía moverse hacia mi derecha, y era difícil mantenerla centrada en mi nivel de visión interior. Ella dijo que debería tratar de mover la imagen de la llama más cerca y más lejos de mí, mientras mantenía mis ojos cubiertos con mis palmas. Después de un tiempo pude sostener la imagen de la llama y alejarla o acercarla usando la fuerza de mi mente. —Esta práctica de observación te ayudará a desarrollar tu capacidad de concentración, —dijo Zuleica cuando abrí los ojos nuevamente—. Del mismo modo que los pases de brujería fortalecen tu cuerpo energético, tu control mental puede agudizarse mediante las técnicas de observación.
Agregó que visualizar una luz no solo calma los pensamientos, sino que también activa un centro de energía fundamental en la parte posterior de la cabeza, vigorizando todo el cuerpo. Ella remarcó que con la práctica continua, ya no necesitaría mirar una vela, sino que podría ver la llama simplemente cerrando los ojos. La luz, una vez fijada, me ayudaría a concentrarme en un solo punto, excluyendo todas las demás influencias. —Esta es una forma de silenciar la mente, —dijo Zuleica—. Aunque te estás concentrando activamente, tu mente está en reposo porque no está dispersa en mil direcciones. La forma de descanso más estimulante, explicó, no es el sueño pasivo en el que una persona está a merced de sueños perturbadores, sino una concentración activa y controlada, en la que uno atiende solo a la luz vigorizante frente a los ojos.
Me recomendó que me pusiera de pie y caminara un rato para aflojar mis extremidades antes de continuar con el segundo ejercicio de observación. Cuando volví a sentarme en el cojín, vi que Zuleica había colocado una gran pluma de cuervo negro sobre la mesa.
—Hora, te mostraré otra forma de silenciar la mente, —dijo—. Siéntate en silencio, respira naturalmente y sin pensar, mira la pluma. Ella dijo que debía centrar mi atención en la pluma hasta que me fusionase a ella. Ella dijo que era posible fusionarse con cualquier objeto que uno estuviera observando de modo que ya no era una entidad separada, sino algo vivo y parte del propio ser energético —¿Cómo es eso posible? —pregunté—. ¿Todos saben que el mundo está hecho de objetos separados? Zuleica arqueó una ceja. —¿Lo es realmente? —preguntó—. Los objetos solo están separados cuando pensamos en ellos. Cuando los observamos, se fusionan en un solo campo de energía que también incluye nuestros cuerpos energéticos. Me miró para ver si comprendía lo que decía. Debo haberle dado una mirada tonta porque ella agregó: —Acabo de revelarte un secreto de brujería e insistes en tomarlo como una declaración ordinaria. Piensa en lo que dije. Estuve en silencio por un momento. —Todavía me parece una pluma ordinaria, —dije tercamente. Zuleica sacudió la cabeza. —El aquí y el allá son uno. El allá y el aquí son uno. Nada está separado de nada.
Mientras observaba la pluma, noté que mi respiración se volvía más lenta, más rítmica. Se había bajado a mi abdomen. Mis pensamientos se desvanecieron y me sumergí en un profundo silencio. Parecía que Zuleica tenía razón. En un momento la pluma era consciente y me observaba; irradiaba energía hacia mí como si fuera consciente de que la estaba mirando. Tenía la clara certeza de que, si lo intentaba, yo podría hacer que la pluma se soltase de la mesa y flotara en el aire, para que estuviéramos unidas energéticamente. Después de un rato, Zuleica me dijo que moviera la cabeza en pequeños círculos para descansar los ojos; habían comenzado a llorar por la tensión de mirar a la pluma. Explicó que el objetivo de la observación no era mirar fijamente un objeto, sino dejar que los ojos acariciaran suavemente el objeto, de modo que respondiendo a los sentimientos de uno, se abriese y emanara su propio sentimiento y conocimiento —Es una fusión de ambos sentimientos, desde el observador y el objeto, lo que resulta en una combinación común de conciencia y una sensación de confianza y afecto mutuos, —dijo Zuleica.
Además, explicó que esta sensación de apertura y empatía es el resultado de detener el diálogo interno y permitir que la sensibilidad interna de uno se derrame y se fusione con lo que sea que uno está observando. —Elige cualquier objeto que te agrade, —dijo Zuleica—. Nunca mires nada que sea desagradable o aterrador. —¿Porqué es eso? —Porque a través de una observación fija, abres centros en tu cuerpo energético y la energía del objeto entrará dentro de ti. Del mismo modo, si no estás de buen humor, no debes infligir tus sentimientos negativos en los objetos que te rodean concentrándote en ellos, independientemente de si son rocas, plumas de personas. Descansé los ojos haciendo círculos con la nariz primero en sentido horario y luego en sentido antihorario. Cuando me relajé de nuevo, Zuleica me dio un tercer ejercicio para fijar la mente, uno que consistía en visualizar una figura o forma.
—¿Qué tipo de forma debo visualizar? —pregunté. —Cualquier forma agradable servirá, —respondió. Cogió mi cuaderno de dibujo e grabó un círculo. En su centro, dibujó un círculo más pequeño y lo sombreó de negro. Ella dijo que siempre era agradable visualizar un círculo porque representaba la integridad del universo del cual no se podía agregar ni quitar nada. Visualizar un círculo, dijo que llenaba de una sensación de plenitud y bienestar que se necesitaba para un viaje alegre. Zuleica me dijo que cerrara los ojos y, moviéndolos en el sentido de las agujas del reloj, dibujase un círculo lenta y suavemente con mi mente. Entonces mi sentimiento interno fue saltar al centro del círculo y pararme momentáneamente allí. Luego debía fijar mi atención en la parte superior y comenzar a inscribir nuevamente el círculo y repetir el procedimiento de empujar a través del centro. Zuleica explicó que el movimiento circular de los ojos y el salto mental hacia el centro del círculo deberían repetirse hasta que pudiera hacerlo con gran concentración. Este ejercicio me pareció más difícil que el anterior. Me dio sueño. Comencé a bostezar y a agitarme. —Cuando observamos hacia adentro nuestra forma externa,
uno no debe agitarse ni dejar que sus pensamientos vaguen, —advirtió Zuleica—. Si lo hacen, inmediatamente trae tu atención a tu tarea. Explicó que saltar al centro del círculo tenía un efecto muy poderoso en los puntos de energía ubicados detrás de los ojos. Empujar hacia el centro del círculo ayudaba a abrir el pasillo o la puerta al otro mundo. —¡¿Qué hay del otro lado ?! —Quise saber. Zuleica vaciló. —Quizás todo, quizás nada. Pronto lo verás por ti misma. Ella sugirió que continuara grabando círculos para calmar y fortalecer la mente. Ella me aseguró que empujando suavemente pero con firmeza hacia el centro, desarrollaría una firmeza e imperturbabilidad que eran indispensables para viajar con el cuerpo energético. Después de practicar la técnica varias veces más, Zuleica se puso de pie y me dijo que seleccionara una de las tres técnicas que me había enseñado y que la practicara mientras atendía a algunos asuntos. Decidí observar la vela encendida; de alguna manera encontré atractiva la suave llama amarilla. Cuando cerré los ojos, todavía podía ver la llama y practiqué moverla de un lado a otro. Parecía que solo habían pasado momentos, cuando Zuleica regresó y me dijo que apagara la vela.
—Siempre que la mente esté agitada o inquieta, asegúrate de hacer uno de estos ejercicios, —aconsejó—. La llama dorada, una vez fijada en tu mente, brillará a través de la niebla como un faro del otro lado. Una vez fijada, incluso si tus ojos están cerrados, estará allí frente a ti para calmar tu corazón. Nos sentamos en una oscuridad casi total porque el sol ya se había puesto, y ella aún no había encendido los faroles exteriores. —¿Por qué es importante aquietar la mente?, —pregunté. —Si vinculas tus acciones al nivel de silencio profundo, —dijo Zuleica—, habrás logrado una hazaña delicada: la de la inacción completa o no-hacer. Una vez que uno aprende a aprovechar la energía del no-hacer, uno puede llegar a ser verdaderamente poderoso. Explicó además que para lograr cualquier cosa, necesitábamos un intento inflexible que le diera a los actos dirección y propósito, así
como una conciencia refinada y sutil que le diera poder a los actos de uno. Ella enfatizó que solo una conciencia refinada y sutil nos permitirá llegar más allá del mundo de la forma y entrar en las capas de energía de los otros reinos. Se inclinó más sobre su silla y dijo en voz baja: —Ahora voy a revelar el segundo de los secretos de los brujos. Cuando practicas la observación, realmente estás practicando ensoñar mientras estás despierta. Nuevamente me miró para ver si entendía su significado. —Estás enfocando la energía del intento, que es la abstracción en sí misma y te alejas del nivel físico hacia el reino de la energía pura. Explicó que el intento es la fuerza que mantiene unidas las cosas, les da orden y poder. Observar despierta la conciencia subyacente que los brujos llaman intento, esa fuerza que nos permite percibir, y une nuestro cuerpo directamente a ella. También es esta fuerza firme e inflexible llamada intento, la que distingue los actos de poder de los actos superficiales y arbitrarios de la vida cotidiana.
—A través del observar, tu cuerpo físico se transforma gradualmente para que coincida con tu vitalidad mental. Finalmente, el cuerpo se vuelve tan ligero que se convierte en energía pura. Cuando esto sucede, uno está soñando con la totalidad de uno mismo. Todo lo que uno tiene que hacer es intentar algo y el cuerpo lo percibirá. Esto sucede porque uno se ha vinculado al intento y está ensoñando con el poder de la creación misma. Las técnicas de observación fueron diseñadas por brujos de la antigüedad para llegar a esta sutil manipulación de la percepción. Zuleica recogió la pluma y la dejó caer suavemente sobre la mesa. —Practica el observar y eventualmente purificarás tu cuerpo para que se vuelva tan ligero como esta pluma, —dijo—. Cuando tu cuerpo se transforma en energía pura como tu mente, no habrá diferencia entre lo que piensas y lo que eres. El aquí y el allá del espacio y el tiempo se fusionarán en una conciencia única de ahora, y tu mente y tu cuerpo ya no estarán separados, sino será una sola unidad energética de ser aquí.
TEXTOS INÉDITOS
THAISA ABELAR
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