DIARIO DE UN ENFERMO MENTAL LVI
OTRA VEZ NAVIDAD
La tercera que paso en esta casa de Soria y la última, ya es definitivo. Este verano visité varias zonas, algunas me gustaron, otras fueron descartadas, y teniendo en cuenta las posibles casas para alquilar ya barrunto hacia dónde pueden encaminarse mis pasos. El último viaje fue a Segovia, con motivo de ver a Sara que había venido unos días a España. Me gustó la zona de la estación de esquí de la Pinilla. Me alojé en un hostal en un pueblecito de la zona, una casa rural de piedra y madera, donde estuve muy a gusto. No perdí el tiempo, me hice muchos kilómetros y creo que en este momento es la zona que tiene más posibilidades de encontrar una casa que me guste. No es alta montaña, pero sí hay montaña suficiente para que no me sienta a disgusto. Decidí acercarme hasta Ávila, concretamente la zona de Barco de Ávila. También me gustó lo suficiente como para visitar cualquier casa que se alquile. Estuve un día entero, hasta me perdí, lo que es muy habitual en cualquier zona que visite por primera vez.
Tras reflexionar he decidido suprimir directamente de este diario la mención a cualquier persona que no sea yo. La discreción es imprescindible, pero como tampoco quiero obviar las experiencias que afecten intensamente mi vida, lo que voy a hacer es referirme a las relaciones con otras personas en diferentes apartados en los que analizaré las lecciones que he aprendido. Me referiré a las experiencias con personas que sigo considerando de primer círculo como lecciones del primer círculo; a mi relación con otras personas con enfermedad mental como lecciones sobre la enfermedad mental; a las experiencias que me traiga el discurrir de la vida como el aprendizaje de un guerrero y a todos aquellos eventos que afecten mi imagen en un espejo como Perdiendo la importancia personal.
Recapitulando lo que ha sido el verano debo decir que los viajes, sin ser numerosos y agobiantes, sí me cansaron mucho, me agotaron. Y aquí entra otra de las facetas que voy a analizar en otro apartado de este diario, mi salud, física, psíquica y mis mundos mentales. Con mejor forma física los viajes hubieran sido menos agotadores y hubiera disfrutado bastante más. Tengo cuentas pendientes con mi salud, cada vez más. No fue un mal verano, aunque tampoco tan bueno como me hubiera gustado. Llegó el otoño, llegó el invierno y mi interés está en despedirme de Soria disfrutando todo lo que pueda de mis últimos meses.
LECCIONES DEL PRIMER CÍRCULO
No voy a hablar sobre Sara pero sí mencionaré las lecciones que estoy aprendiendo sobre las relaciones del primer círculo.
-En una metáfora que me gusta mucho, debo decir que cuando se rompe una relación de primer círculo, bien porque hemos expulsado a alguien de este círculo o hemos sido expulsados por el otro, es como un precioso jarrón chino que se ha roto. No importan las causas, alguien lo empujó para que cayera, todos los empujaron, las circunstancias produjeron el accidente, no importa cómo se rompe el jarrón, el hecho es que el jarrón está roto y ahora solo queda ver qué hacemos.
-Puede ocurrir que a nadie le interese reconstruir el jarrón, con lo que éste quedará roto para siempre y cada uno hará con los trozos que han quedado en su terreno lo que quiera, tirarlos a la basura, esconderlos…
-Cuando uno se pone a reconstruir el jarrón se encuentra con que nada será nunca igual que antes, por mucho que se utilice el mejor pegamento del mercado y se dediquen horas y horas a ir pegando los trocitos, como en un puzle diabólico, por mucho cuidado, concentración, imaginación que se ponga, cualquiera puede ver que el jarrón se rompió y ha sido reconstruido, puede que visto desde lejos pueda dar el pego durante un momento, pero de cerca está claro, el precioso jarrón se ha convertido en un increíble y patoso trabajo de zurcido. Rememorar con melancolía la hermosura de aquel jarrón, aunque nunca fue tan hermoso como lo imaginamos, no sirve para nada. Y tampoco se puede dar por supuesto que vamos a vivir experiencias parecidas a las anteriores, todo es nuevo y dificultoso.
-Cuando se rompe un jarrón ya nunca se recupera del todo la confianza. Desconfiamos de que la relación de primer círculo pueda llegar a ser tan afectiva y duradera como pensábamos antes. Aunque nos esforcemos al máximo, ya no confiamos de la misma manera en la otra u otras personas. Y por supuesto, tampoco confiamos en nosotros, en nuestra capacidad para trabajar en una relación de primer círculo con una mínima garantía de que las cosas irán aceptablemente bien. Es preciso aceptar que la relación de primer círculo, reconstruida, será un trabajo endiablado, siempre tendremos la sensación de que el afecto ya no es lo que era y nunca lo será, y cada día de esa relación estaremos temiendo que el jarrón vuelva a romperse, ahora con mayor probabilidad, dado que todos los trozos han sido pegados y son más débiles. Es un camino sobre el alambre de un funambulista que está aprendiendo el oficio. Solo queda concentrarse, poner el máximo esfuerzo y tener mucha paciencia, esperar que el jarrón aguante y que no suframos con tanta intensidad como sufrimos cuando el jarrón se rompió por primera vez.
-Mi lección aprendida es que siempre merece la pena la reconstrucción del jarrón, salvo que el otro haya tirado a la basura los trozos que quedaron en su terreno y la reconstrucción ya no sea posible. Las dificultades no importan si deseamos en profundidad, sin paliativos, volver a tener el jarrón en nuestras manos. No se trata de plantearnos si la otra persona merece o no la pena. Si durante muchos años ha formado parte de nuestro primer círculo, se ha creado un sólido vínculo afectivo que no ha sido afectado por un análisis frío, objetivo, impersonal de la otra persona. No queremos porque el otro sea perfecto y no podamos evitarlo, queremos porque así lo hemos decidido, porque ese camino se ha formado paso tras paso, porque la vinculación se ha ido haciendo cada vez más fuerte, porque hemos intercambiado electrones, por así decir, y ahora parte de nosotros son los “electrones” del otro y parte del otro son nuestros “electrones”. La molécula así formada es sólida, lo queramos o no, y toda ruptura implica una terrible pérdida de energía, convertirnos en un colador lleno de agujeros, incluso puede llegar a ser una pequeña explosión nuclear que acaba con nuestra personalidad y nuestra vida. El jarrón no es un adorno que pueda ser reemplazado, es una vinculación en la que hay mucho de nosotros y mucho de la otra persona. No se trata de “pegar” los trozos rotos, de recuperar lo que fue, se trata de decidir, de una vez por todas, si deseamos al otro en nuestro primer círculo, formando parte de nuestra vida, y de a su vez formar parte de su primer círculo, de su vida, o no. Si la respuesta es negativa, solo queda aceptar que el jarrón está roto y lo mejor que se puede hacer con él es expulsarlo definitivamente de nuestra vida. Y por el contrario, si la respuesta es positiva, uno debe asumir que un jarrón pegado no es lo mismo que un jarrón “creado” y que la paciencia y el sufrimiento, el largo camino para recobrar la confianza, merecen la pena, sino no lo haríamos.
-Otra lección importante es la de que una vez que has vaciado tu primer círculo, plantearte volver a llenarlo, plantearte volver a tener un nuevo primer círculo, es un trabajo endiabladamente doloroso que puede no compensar. No hay que forzar las cosas, puede que vivir sin un primer círculo no sea la mejor de las vidas posibles, pero no es peor que intentar comprimir piedras dentro de una vasija vacía. Salvo que se produzca un milagro y las piedras encajen a la perfección como en ese juego que todos conocemos, la vasija, nuestra personalidad, acabará estallando en mil pedazos. Otra cosa muy diferente es no intentar aprovechar las ocasiones que la vida ponga a tu alcance, es como perder el dedalito de suerte que tiene un guerrero por no estar atento. Imperdonable. Pero si tienes que vivir sin un primer círculo, pues vives.
LA MEMORIA EN LAS PERSONAS CON ENFERMEDAD MENTAL
Como enfermo mental he aprendido muchas lecciones de mí mismo, recapitulando lo que ha sido mi vida, pero también estoy aprendiendo mucho de mi relación con otras personas con enfermedad mental. Una de ellas, sobre la que he reflexionado últimamente, es cómo funciona la memoria en un enfermo mental y hasta qué punto pueden ser atribuidos algunos comportamientos a esa falta de memoria.
Es cierto que la medicación influye mucho, lo sé porque puedo recordar cómo influyó en mi memoria, pero hay determinadas conductas que ahora me resultan graciosas, aunque comprendo muy bien por qué no lo son tanto para los “no enfermos”. De nuevo lo que yo llamo bula papal, resulta ser determinante. Lo mismo que una persona con enfermedad mental considera que puede hacer lo que quiera y permitirse comportamientos que sabe no se le permitirían a nadie que no sufriera enfermedad mental, también influye decisivamente en la memoria o supuesta falta de memoria.
Analizando con objetividad ciertos comportamientos de personas con enfermedad mental con las que me relaciono, debo decir que no me creo, bajo ningún concepto, ciertas supuestas pérdidas de memoria. No me creo que alguien me cuente ciertos episodios de su vida, habitualmente dramáticos y oscuros, una y otra vez, y que no sea consciente de que ya me lo ha contado. No me lo creo, y tengo mis motivos. Esas mismas personas sí son capaces de admitir que algo, sin la oscuridad y el dramatismo de otros episodios, ya me lo han contado. Lo aceptan con naturalidad cuando se lo digo. No me creo tanta selectividad, es como si alguien me contara de pé a pá lo que ha hecho durante el día, con una memoria prodigiosa, superior a la mía, y no fuera capaz de recordar que ciertos episodios nocturnos me los ha contado miles de veces. No encaja, es cierto que la memoria es selectiva, pero no tanto.
¿Están mintiendo? Sí, por supuesto, eso ya lo he analizado en otros textos sobre enfermedad mental. Mentimos para defendernos y no nos sentimos culpables por hacerlo. Pero lo que resulta llamativo es que se pueda hacer con tal “desvergüenza”. En este comportamiento no solo resulta decisiva la bula papal sino la necesidad de aliviar las emociones más intensas y negativas con algún tipo de estrategia. Una de ellas es negarse a hablar de ciertos temas que generan esas emociones, otra, igualmente efectiva, es hablar de esos acontecimientos a otro, una y otra vez, como si contar lo mismo miles de veces pudiera descomprimir esa presión emocional, y así es, es como hacer miles de agujeros en un cántaro que está a punto de reventar por el exceso de presión de su contenido. Me está ocurriendo con una persona enferma mental y hace ya tiempo que decidí que eso no es admisible. Mi estrategia es tomarlo con humor, decir claramente las veces que me ha contado lo mismo, hablar de las técnicas mentales que ayudan a controlar un poco esas ideas obsesivo-compulsivas y decirle sin ambages que el cántaro tiene ya tantos agujeros que la presión ha tenido que ser liberada, ya no sirve esa estrategia, es retroalimentar ideas obsesivas que no se aliviarán porque se hable de ellas un millón de veces, es como subirse a un tiovivo infernal y dar vueltas y más vueltas, solo si te bajas de él caminarás un paso hacia adelante, sino lo haces podrás estar dando vueltas durante toda la eternidad y no habrás avanzado un solo paso.
LECCIONES DE GUERRERO
Una de las decepciones más tristes para mí, en mi aspiración a convertirme en un guerrero impecable, es la constatación de que ciertas conductas, impropias de un guerrero, se siguen repitiendo, a pesar de mi concentración y de mis esfuerzos, a veces denonados. Es un poco como la frase de San Pablo de que para ser un hombre nuevo, hay que matar al viejo. Me cuesta acabar con él, han sido demasiados años en su piel. El apego a ciertos pensamientos, ciertas emociones, ciertas conductas, ciertas debilidades que me permito porque de alguna manera sigo siendo un enfermo mental que no ha quemado su bula papal, me hacen sentir muy mal. Por suerte lo básico de la filosofía del guerrero impecable, sigue funcionando, no importa cómo me sienta, lo que piense, los remordimientos ante ciertas conductas, sigo haciendo lo que debo de hacer cuando tengo que hacerlo, y si debo dejar pasar el tiempo para que la intensidad emocional disminuya, para que las ideas obsesivas se agoten, para dejar de sentirme culpable por algo que ya hice y que no se puede cambiar, lo hago sin la menor duda. Si debo asumir que aún me queda mucho para ser un verdadero guerrero impecable, lo asumo, y sigo adelante.
LECCIONES NO APRENDIDAS SOBRE MI SALUD
Son muchas, tantas que me pregunto si he aprendido en realidad alguna. Cuando imaginaba mi vejez lo único que no podía soportar era la posibilidad de que mi mente se trastocara, que perdiera la memoria por el Alzheimer o la demencia senil, que dejara de ser creativo, que no fuera capaz de hilvanar ni los pensamientos más elementales. De hecho tuve algún sueño en el que padecía Alzheimer hace algunos años, que luego utilizaría como contrapunto a las historias infantiles de mi novela Los pequeños humillados. Gracias a Dios mi mente sigue bastante lúcida y eso ayuda a contrapesar los achaques físicos que cada vez son mayores. El deterioro físico es ya importante.
Hace un par de meses, a raíz de un agotamiento físico inesperado y terrible, sin haber hecho nada que lo causara, me planteé la imperiosa necesidad de bajar de peso, por fin. Con un poco más de atención a mi dieta logré bajar unos cuatro kilos, lo que no es nada, pero sí un comienzo. Consciente de mi dificultad deambulatoria me propuse salir a caminar todos los días. Mi férrea voluntad hace que cuando tomo realmente una decisión, la lleve a cabo, aunque sea solo por un breve tiempo. El problema es que soy absolutamente incapaz de caminar por las mañanas, no soy yo mismo, por lo que mi única opción es la de dejar pasar el tiempo hasta que me encuentro. Tampoco puedo caminar después de comer, la siesta es sagrada, o al menos la sentada en el sofá durante un par de horas, aunque no me duerma, lo que ocurre raras veces. Me quedaba un horario bastante restringido, entre las seis y las ocho de la tarde, horario que se restringió aún más cuando los días se acortaron. Comencé sin prisas y muy gradualmente. Un cuarto de hora de ida y otra de vuelta, que fui ascendiendo poco a poco hasta llegar hasta casi una hora de ida y otra de vuelta. Otro problema es que no me gustan demasiado, casi nada, las posibles caminatas desde la casa. No me gusta caminar por la carretera, no me gustan los caminos de tierra con poco arbolado, erizados de obstáculos, con un paisaje poco atractivo. Podría haber salido en coche hasta alguna de las rutas de senderismo cercanas, que no parecen estar mal, pero sacar el coche todos los días no me atraía lo más mínimo. Así que decidí caminar por la carretera con muy poco tráfico que llega hasta el pueblo más cercano, terminando allí y dando la vuelta por el otro lado. Nunca llegué hasta el pueblo, pero la caminata no era muy molesta, mientras no haya coches lo voy llevando. Unos caballos en una finca cercana me animaron un poco, me gusta hablar con los animales, sé que no entienden el significado de las palabras pero sí entienden a las mil maravillas el tono con el que les hablamos, saben si somos cariñosos con ellos, si estamos enfadados, si les respetamos o no, si les tenemos miedo, si nos caen mal… Un caballo se acercó sin miedo y dejó que le hablara un rato, creo que aquel fue un inicio de una hermosa amistad. También es cierto que no todos los animales, reaccionan igual, cada uno tiene su propia personalidad. Me hacía ilusión caminar sabiendo que al llegar al prado el caballo se acercaría, me miraría y me dejaría hablarle. Otra experiencia, más negativa, fue la de un gran mastín. Cerca una casa aislada escuchaba la voz de una mujer llamando por el nombre a lo que me pareció un perro, porque no había visto nada. Una tarde el perrazo comenzó a ladrar y noté que los ladridos se acercaban. Estuve atento y lo vi salir a la carretera, corriendo hacia mí, una carrera no muy veloz, dada su envergadura. Me dije que allí moriría por Dios o utilizaría mis dotes de guerrero. Así que decidí que el miedo era mi peor opción y me volví. Me quedé quieto, mirándole con simpatía. Ni el menor asomo de miedo o de agresividad. Si el perro me atacaba era porque era un mal perro, agresivo, violento, lo mismo que ocurre con las personas, también puede haber malos perros, aunque la culpa la tengan en buena parte los amos. Se acercó, me olió bien olido, dio un par de vueltas a mi alrededor y decidió que no podía considerarme un enemigo, aunque tampoco un amigo, aún, porque no me lamió la mano, lo que me hubiera animado a acariciar su cabezota con cuidado. No volvió a molestarme.
Me acostumbré a llevar una linterna, por si se hacía de noche, lo que ocurrió en alguna ocasión. Me vino muy bien porque aunque muy pocos, siempre pasa algún coche y la carretera es muy estrecha y sin arcén. Encendía la linterna caminando por el lado correcto de la carretera y no tuve el menor problema. Pero dejé de hacerlo, los días se acortaron y también hubo algún problema con perrazos, algo de lo que no voy a hablar por discreción. En resumen, que dejé de caminar sin sentirme demasiado culpable, todo sea dicho.
Anoto en el móvil los alimentos que me hacen daño y si veo que no es cuestión de un mal día, sino que cada vez que los ingiero tengo problemas, los descarto. Anoto todo aquello que parece influir negativamente en mi salud. Es una forma de cuidarse, pobre, pero algo es algo. Como guerrero pienso que hablar de los achaques físicos, con naturalidad, con humor, es una bonita estrategia para perder importancia personal, algo que siempre le sobra a un guerrero. Es por ello que voy a probarlo por primera vez en este capítulo de este diario.
Los vómitos estando dormido han sido una de mis mayores preocupaciones los últimos meses. Ocurrió la primera vez y me asusté mucho, por un momento creí que me ahogaba. Mientras en el servicio intentaba respirar a grandes bocanadas, evitando que el vómito fuera por las vías respiratorias, me dije: Aquí muera Sansón con todos los filisteos. Pero por suerte ni murió Sansón ni ningún filisteo. Decidí programarme para despertarme ipso facto en cuanto el vómito fuera subiendo, y por suerte la programación funcionó muy bien, antes de que llegara a la garganta ya estaba yo en pie, despierto, corriendo hacia el servicio, unos traguitos de agua, recuperación de la respiración, tomarme un protector de estómago, caminar por el salón, regresar a la cama e intentar dormir de nuevo. Ha funcionado y muy bien. Aquello pasó y cuando creí que ya estaba superado ha vuelto a ocurrir antes de estas navidades. Preocupante. Pero ha vuelto a pasar. Exquisito cuidado con lo que ceno, anotación de lo que he cenado o incluso comido cuando tengo un vómito en sueños, muy atento a todo lo que pueda causarme problemas estomacales o intestinales. La diarrea explosiva, como la he terminado llamando, también es un problema, puede que sea algún virus o bacteria que ande por ahí y que haya llegado a mí por el aire, porque con el contacto que tengo con la gente, no es muy verosímil. He ido descartando algunos alimentos o salsas, me observo con la meticulosidad de un hipocondríaco. Algo que puede que ya sea un poco, porque no en vano soy un abuelete y mi salud no es un hermoso día resplandeciente.
Una preocupación extra fue el dolor agudo, aunque intermitente, que me asaltó hace unos días, justo en la misma zona donde se produjo la úlcera hace ya algunos años. Enseguida me puse sobreaviso, aunque supuse que bien podría tratarse de la típica hipocondría de un abuelete con mala salud, como así fue. Tocándome la zona con los dedos el dolor se manifestaba, lo mismo que con los esfuerzos para arrancar las flemas del pecho, el maldito tabacazo. Lo más preocupante fue la posibilidad de sufrir una hemorragia y tener que ser internado y operado. De haber vivido solo eso no hubiera supuesto una preocupación extraordinaria, llamar al 112, que vengan y me lleven en ambulancia. Pero cuando tienes una mascota las complicaciones son importantes. Zapi podría alimentarse cazando, aunque supongo que cuando tienes la comida en el plato todos los días eso cuesta un poco, pero estar fuera de casa y dormir fuera por la noche es un riesgo teniendo a los perrazos sueltos. Lo peor sería que llegara a pensar que su amo lo ha abandonado y se asilvestrara y no le volviera a ver el pelo. Es preocupante, pero poco puedo hacer al respecto. He improvisado un protocolo de emergencia. En caso de un dolor intenso que pueda hacerme perder la consciencia, debo moverme con rapidez, aunque sea arrastrándome, hasta la puerta o ventana más cercana y dejarla entreabierta. Sería terrible que Zapi quedara encerrado, que se acabara la comida y la bebida y se muriera de inanición antes de que alguien se preocupara y viniera hasta la casa por si me había pasado algo. Durante el día tengo la llave en la puerta, por lo que cualquiera podría acceder a la vivienda si no contesto. Por la noche es esencial mantenerme consciente hasta que logre entreabrir una puerta o ventana. Hace ya mucho tiempo que llevo una copia de la llave colgada al cuello, como si fuera una cruz o una medalla, para el caso de tener que salir deprisa y corriendo por alguna emergencia. Eso me evitaría quedarme fuera sin llave. Cuando vives solo estos pequeños detalles son importantes. No me fio nada de una copia de la llave escondida fuera de casa, si tú piensas en un buen lugar para esconderla los demás también pueden hacerlo si están interesados en acceder al interior cuando tú no estés.
Creo que, visto lo visto, voy a hacer un inventario de mis achaques en este capítulo para no volver a hacerlo nunca más, salvo pequeñas menciones a algún deterioro grave o también, por qué no, a una mejora importante de salud. Tenemos los problemas estomacales, con el vómito nocturno, la posibilidad de que se vuelva a abrir la úlcera y se produzca alguna hemorragia. Los problemas intestinales y las diarreas explosivas, algo insólito y que no he descubierto de dónde vienen, no son determinados alimentos, puesto que en otras ocasiones me sientan muy bien, no parece ser el agua del grifo, tampoco está claro que sea el kéfir de agua cuando me olvido y lo cambio pasados unos días. Tengo un intestino delicado, eso es cierto, y mi padre tuvo cáncer de intestino, algo a tener en cuenta, la genética siempre tiene su importancia. El consumo de tabaco, a pesar de que ha decrecido y casi nunca supero mi propia línea roja, también es algo a tener en cuenta. Durante periodos más o menos largos sufro de las consecuencias de una bronquitis crónica, al despertar y a veces por la noche, noto el pecho obstruido e intento arrancar las flemas que tanto me molestan. He decidido darme vicks vaporub en el pecho, garganta y fosas nasales. Parece que tiene una cierta efectividad. No hay nada más, de momento, y parece bastante. Estómago, intestino, pulmones… La mente sigue estando lúcida, aunque tengo despistes, pequeños fallos de memoria, la mejor estrategia es trabajar la mente, escribir, leer, pensar y eso es algo que hago todos los días y con gran intensidad. De momento no pienso que mi estado de salud sea grave y preocupante. Me vendría bien adelgazar un poco y mejorar la alimentación.
Otra cuestión, bastante graciosa, es la de mi querida próstata, a quien Dios conserve muchos años. Da igual que beba poco o mucho o nada antes de irme a dormir, a las dos o tres horas, como mucho, tengo que levantarme al servicio, si estoy despierto “no problem” , pero si estoy dormido es bastante molesto. Primero debo procurar no despertar a Zapi que desde que terminó el verano no duerme fuera de casa ni un solo día. Acostumbra a dejarme leer en el libro electrónico y no me molesta, pero cuando su invisible reloj de pata gatuna le dice que voy a apagar la luz, viene a la cama, le acaricio, me lame la mano, se tumba sobre ella y me obliga a leer con una sola mano, lo que es bastante molesto, así que apago el libro y apago la luz. Entonces busca su lugar favorito, en el círculo que forman mis piernas cuando me coloco de costado y la pierna de arriba va para adelante y la de abajo para atrás. Es un hueco que le encanta y a mí no me disgusta porque es una maravillosa estufita. Cuando me despierto intento por todos los medios sacar las piernas sin tocarle, para no despertarle, no siempre lo consigo. Tendría que verme levantándome medio dormido, a oscuras, palpando con las manos las paredes, en cuanto llego al baño enciendo la luz, entorno la puerta y me siento. Y aquí viene un método fantástico para prostáticos que no han descubierto otro mejor. Cuento hasta cien. Parece una tontería, pero es importante, porque las vías urinarias se ocluyen y cuando piensas que has vaciado la vejiga y te vuelves a la cama, a los cinco minutos te vuelven las ganas. Así que para evitar un falso vaciamiento por oclusión, voy contando hasta cien, sin prisas. Sé que la vía se ocluirá, pero luego se desocluirá, aunque no exista esa palabra, me la invento. Con lo que las fases de la micción serían las siguientes: chorro fuerte y abundante, oclusión, espera contando sin impaciencia, relajado, se desocluye, chorrito suave pero persistente, sigo contando. Nueva oclusión. Ejercicio de músculos del aparato mingitorio, fueren los que fueren. Y cuando llego a cien, a veces sobrepaso este límite, sacudimiento cuidadoso. Pequeña espera prudente y regreso a la cama. Si estoy muy dormido estos procesos son muy molestos, pero los he automatizado. Podría ser una gran suerte si recordara los sueños al despertarme acuciado por necesidades mingitorias, incluso podría anotarlos ipso facto si fueran muy interesantes, pero no los recuerdo. Si estoy más despierto hasta puedo permitirme el lujo de llevarme el libro electrónico, encenderlo, leer un poco o un mucho, con calma de buda y cuando la sensación de vacío en la vejiga y vías mingitorias es total, vuelvo a apagar el libro y regreso a la cama. Y ahí viene lo complicado. No quiero despertar a Zapi, así que me voy al otro extremo de la cama de dos metros y me cuelo bajo las sábanas. A veces se despierta, se estira, se encoge, hace estiramientos, come un poco de pienso, bebe un poco de agua, va al arenero y produce un ruidito agradable. Cuando regresa tengo la luz de la lamparita que me regaló Sara y que es muy práctica y le canto algunos ripios muy divertidos que dejaré para otra ocasión, me lame la mano, busca y rebusca la mejor postura, se tumba encima de mi mano, apago la luz como puedo e intentamos dormirnos. Y así hasta la próxima, dos o tres horas más tarde. Todas las noches son entretenidas, unas más que otras. Zapi es un angelote del cielo, lo aguanta casi todo, hasta las explosiones volcánicas de gases azufrosos. Cuando se le agota su paciencia, porque hasta a los angelotes se les agota, no me abronca con maullidos enfadados, se limita a saltar de la cama, se va hasta el armario del dormitorio que siempre tiene una puerta entornada, la abre un poco más con su patita, se cuela dentro y la cierra con la patita. Lo imagino estirándose y encogiéndose como un chicle, dando vueltas sobre sí mismo hasta encontrar la postura, se coloca en posición fetal gatuna y si te he visto no me acuerdo. Yo me quedo en la cama dando vueltas, me tumbo sobre el costado derecho, luego sobre el izquierdo, luego boca arriba, boca abajo, boca abierta y boca cerrada. La respiración doble es muy efectiva, y muy sencilla, inspirar, 1-2, expirar 1-2, 1-2/3-4. Una pausa más o menos breve y a repetir, 1-2/3-4. Ya está automatizada, puedo estar así minutos y minutos. Me ayuda cuando tengo dificultades respiratorias y también me sirve para calmar la mente. Ya casi no existen las circunstancias que me desequilibraban tanto emocional y mentalmente. Apenas me relaciono, no conozco personas a las que nunca he visto y que me producen un malestar cercano a la fobia social, porque pienso que están pensando o teniendo hacia mi pensamientos o sentimientos negativos, lo cual no siempre es así, aunque puede que con el tiempo sus palabras o conductas ratifiquen lo que yo había creído intuir, pero siempre hay circunstancias, estímulos, que son inevitables. Me crispan los nervios ciertas manifestaciones de políticos en los telediarios, como si continuaran viviendo en las cavernas y nunca hubieran salido de ellas. Las mujeres son sus esclavas, todo el mundo es su enemigo, hasta los propios colegas de caverna, porque ellos son los amos, los jefes, nadie les tose. Y no digamos las tribus vecinas, porque tienen el color de la piel diferente, porque su lenguaje de gruñidos es distinto al suyo, porque están en su territorio de caza, que es suyo y solo suyo. Porque sus dioses son los únicos dioses verdaderos, los dioses de los demás son inventados, sus mensajes son los únicos verdaderos y deben ser impuestos a los demás, en su propia tribu o en tribus ajenas. Actúan como si la democracia no hubiera sido aún inventada, como si fueran el pueblo elegido de sus dioses y todos los demás son inferiores, por esto o por aquello. Las mujeres no tienen alma, son inferiores, son sus esclavas y ug ug de pronto se convierten en iguales cuando les interesa a ellos, da lo mismo que haya mil mujeres asesinadas por un hombre, ahora son iguales y no deben de ser protegidas por la tribu, como todos los demás, deben defenderse a garrotazos cuando son asaltadas y violadas, son mentirosas y trapaceras, manipuladoras, los hombres no, veis cómo los hombres no necesitan ser protegidos por la tribu, andan solos por ahí y ninguna manada de mujeres intenta violarlos. Sus dioses les dicen que la simiente está para generar cuantos hijos quieran ellos, los dioses, y por lo tanto si algún listillo inventó la contracepción va contra el deseo de los dioses, y no se puede abortar, nunca, bajo ningún concepto, hasta llegan a considerar pecado contra los dioses el que los hombres echen su semilla en tierra porque el deseo carnal y pecaminoso es nefando y si te masturbas y arrojas tu semilla al suelo, sin posibilidad de fecundar, vas contra el mandato de los dioses. Y… Todas estas cosas desequilibran mi mente y muchas más que sería prolijo detallar. Por eso cuando llego a la cama debo calmar mi mente. A eso me ayuda la respiración doble. Ya no es como antes, que me pasaba horas y horas dando vueltas en la cabeza a las mismas ideas, sin poder librarme de ellas, o intentando calmar emociones generadas por las más diversas circunstancias. Sentía pánico por relacionarme, por conocer personas nuevas, por ser insultado o tratado como una basura cuando no podía controlar mis conductas patológicas debidas a mi enfermedad mental. Sabía que todas estas circunstancias me pasaban una factura muy alta, horas y horas intentando librarme de ideas y emociones, intentando calmarme. Sabía que me iba a costar dormir, si es que lo conseguía. Utilizaba la fantasía, especialmente la erótica, como una forma de aliviar esas horas terribles. Tuve suerte en ser escritor y poder utilizarlas luego para mis historias; en tener una sexualidad tan viva, porque eso me permitía pasar con facilidad de un bucle infernal a otro mucho más satisfactorio. Ahora aquella etapa ha pasado y puedo controlarme mucho mejor, incluso cuando los políticos de las cavernas dicen ug ug y te dan ganas de vomitar.
Hago mis cómodos ejercicios de equilibrio de energía y si nada de esto da resultado, me levanto y me tomo dos pastillas de valeriana o una infusión relajante para dormir, y si aún esto no da resultado, enciendo la lamparita de Sara, enciendo el libro electrónico y sigo leyendo. También es graciosa mi lucha con las almohadas. Doblo la grande, encima la pequeña y a veces también la doblo. Cuanto más alta esté la cabeza, mejor, por si hay vómito estando dormido. Durante la noche cambio la posición de las almohadas, me molesta mucho en el oído y en la zona de la cabeza que está apoyada en ellas. Tal vez sea que mi cabeza pesa mucho o que la tela se arruga y resulta molesta o que empiece a tener problemas con los oídos, de momento no creo porque oigo como antes y los picores o pequeñas molestias desaparecen enseguida. Mis noches son de lo más variado y entretenido, a pesar de ello rara vez tengo problemas de insomnio, acabo durmiendo las horas necesarias, aunque sea a trompicones, o puedo dormir la mañana o una buena siesta. A pesar de mi última racha de pesadillas los sueños no son desagradables, algunos interesantes, y siempre recuerdo alguno para anotarlo por la mañana. Como dijo Buñuel si los sueños pudieran ser controlados no volvería a despertarme
¡Ah!, por cierto me olvidaba de otros pequeños achaques. Por ejemplo, la dentadura. Hace más de treinta años un dentista me echó una terrible bronca. Con la dentadura que tú tienes es una pena que no la cuides, se te acabarán cayendo los dientes, acabarás con dentadura postiza… No ha ocurrido, gracias a Dios, pero sí tengo algunos problemas. Estuve una temporadita comiendo cosas blandas porque no podía masticar con fuerza. Dos muelas, una a cada lado de la boca, estaban tan mal que masticar alimentos duros me producía dolor. Me cuidé un poco más, dos limpiezas de dientes con el cepillo eléctrico que me regalé hace un año, antes solo lo hacía por la noche, enjuague con colutorio, limpieza con palillo de los restos de comida entre los dientes… Pasó un tiempo y ahora estoy mejor, puedo masticar con fuerza con la parte izquierda de la boca, aunque siga sin poder hacerlo con el lado derecho. Hace más de ocho años que no piso un dentista. Es posible que esto empeore y cuando vaya me tenga que poner fundas en varios dientes o me pongan un par de dientes de oro, qué lujo, o incluso tenga que aceptar que tomen conmigo medidas más graves. La verdad es que no me preocupa mucho, comer purés y cremitas no me asusta, he ido perdiendo la gula, no disfruto tanto de las comidas, y además el tener que dejar de comer ciertos alimentos hasta es posible que me adelgace, y bastante. Me temo que en este caso la línea roja no sea demasiado estricta, puede que la haya puesto demasiado lejos.
También está ese picor insoportable, granitos que me salen en la cara, en la cabeza, que ahora se han extendido un poco más, brazos, piernas… Llevo muchos años así. Tiene que resultar muy molesto, a una persona que convive contigo, ver cómo te rascas constantemente. El proceso es muy sencillo, brota un granito, se forma una postilla, te pica tanto que no puedes evitar rascarte con las uñas, se infecta. Acabas hecho un cromo. Y cuando unos granos desaparecen, aparecen otros. Nunca me preocupé por saber la causa, puede que influya el colesterol, el exceso de grasa, hasta puede que tenga el azúcar muy alto y eso haga que las heridas tarden en cicatrizar, o puede ser alergia o herpes, o… Es muy molesto, es insufrible para las personas que te ven rascarte, es un claro signo de deterioro, es… la repera. Curiosamente a veces rascarte, arrancarte la postillita, resulta agradable, el picor se atenúa, es como comer pipas, te pasas un buen rato ocupado. No es comparable al acicalamiento de los gatitos que se pueden pasar minutos y minutos pasándose la lenguita por todo el cuerpo. Se lo veo hacer a Zapi, que pone un entusiasmo enternecedor. Pero no es lo mismo, en su caso es instinto y tal vez necesidad de mantener su pelo impoluto. Podría intentar poner remedio, que me diagnostiquen y tomar medicación y hacer todo lo que tenga que hacer, pero me temo que entre las cosas que habría que hacer estaría ponerse a dieta, cuidar el colesterol, aguantarte aunque el picor sea insoportable… No pongo remedio porque según mi criterio, bastante laxo, aún no he pasado la línea roja. Es cierto que podría hacerlo por mí mismo, por estar mejor, por tener una calidad de vida mucho mayor y una salud incomparable, pero no tengo muchos alicientes. Cuando me decían que tenía que hacerlo por mí mismo, no por los demás, yo pensaba que eso era como intentar convencerme de que no soy un ser social, de que no necesito a los demás para nada, que podría irme a vivir en solitario, que no necesito relacionarme, ni hablar, ni recibir cariño… Y aquí entra mi famosa frase de la que muchos ya deben de estar hasta el moño, si no consigues algo con cariño no lo conseguirás de ninguna otra forma. Y esto se aplica a las personas con enfermedad mental y a los que como yo nos deslizamos por el tobogán del deterioro sin poner remedio. ¡Oh el cariño! Elixir mágico que lo puede curar todo. No sirve eso de que lo tienes que hacer por ti mismo. Es como si te dijeran que no eres social, que puedes vivir en plena naturaleza, solo, y que tu calidad de vida será la misma y que no echarás de menos relacionarte con nadie. No es cierto. No podemos convencer a una parte de nosotros mismos de que no necesitamos relacionarnos, ni cariño, de que tienes que bajar treinta kilos para que cuando te veas en el espejo te piropees y te digas lo guapo que estás y qué ganas de dar un beso al espejo… El esfuerzo no te compensa, porque lo único que compensa en estos casos es hacer las cosas a cambio de cariño. Es algo que las personas con enfermedad mental tienen muy asumido. Me temo que sin cariño no hay nada que hacer. Bueno, pero primero que den ellos cariño. ¡Ya estamos! De nuevo tengo que repetir, no puedes pedirle a un cojo de nacimiento que se entrene para los cien metros olímpicos y encima los gane. Luego cuando le pongan la medalla de oro, vas y le abrazas y le das cariño hasta “jartarse”. Es ridículo. A la persona con enfermedad mental hay que darle cariño, siempre, y esperar con paciencia a que un día te lo devuelva. Lo mismo ocurre con el deterioro, no le pidas a alguien que vive solo y con pocos alicientes, que se cuide mucho. Si su soledad disminuye, al tiempo que aumenta el cariño, su deterioro irá disminuyendo y se cuidará más. No le pidas que lo haga por sí mismo, porque él se importa un comino, solo cuando el deterioro sea terrible tendrá que decidir si quiere seguir viviendo o no, y es posible, si la dosis de cariño no es suficiente, que piense que no, que no quiere seguir viviendo.
Después de todo pienso que es una suerte no tener pareja, no tener familia, porque nadie en su sano juicio aguantaría algo así. Solo Zapi que tiene que aguantar noches de insomnio, deambulares prostáticos, patadas en sueños, me ha vuelto a pasar con alguna pesadilla, eructos, erupciones volcánicas y hasta ronquidos, posiblemente, aunque hasta ahora ninguno me ha despertado a mí.
Y si esto no es tirar la toalla definitivamente en cuanto al sexo, que venga un sexólogo y lo certifique. No me imagino levantándome todas las noches, con una mujer en la cama, haciendo menos ruido que para despertar a un gatito, seguro que se daría cuenta. ¿Dónde vas, cariño? Esta maldita próstata, deberías ir al médico y si tienes que operarte, mejor que pasarte las noches de claro en claro. No me imagino despertándome con brusquedad y saltando como si la casa estuviera ardiendo y cerrando la puerta del servicio para que la pareja humana no se apercibiera mientras intento recobrar el resuello. Seguro que acabaría llamando al 112. ¿Esto es vida? Pues sí, una vida tranquila y divertida. Me viene muy bien estar solo, mejor dicho con un gatito que es un angelote y que no se inmuta por nada.
Seguro que con esto me he quitado de encima tres o cuatro kilos de importancia personal, no es mucho, pero algo es algo. Y no voy a poner al comienzo de este capítulo aquello de “Se avisa al lector que esto puede impresionarle y repugnarle hasta el vómito”. Somos unos hipocritillas, nadie come maná del cielo o carece del laboratorio químico del estómago de donde salen gases efecto invernadero o carece de intestino delgado e intestino grueso. Somos animales, tenemos carne y otras cosas repugnantes que conforman nuestra humanidad. Ya, pero si te cuidas, si te cuidas… puede que una verdura produzca más gases que la carne o el pescado y que la fruta genere combinaciones químicas más portentosas que una paella, pongamos por caso. Aceptarnos como animales no es tan difícil y hace perder una “jartá” de kilos de importancia personal. Sí, puede que otros se aguanten, se escondan, busquen el lugar y el momento oportunos para que su animalidad grosera no anule su condición de ángeles del cielo. Tal vez esto influya en las caras amargadas que se ven por ahí. Imagino que si muchos políticos dejaran sus efluvios animales en el lieu d’aisance, en la toilette, si ellos faire ses besoins en el lugar adecuado, tal vez no se les escaparían por la boca todas esas esencias animales que nos ponen el vello de punta. No sé cómo muchos no revientan. Yo no lo hago porque echo fuera todo lo animal sin la cortesía social que tantas úlceras provoca. Como decía mi padre, de quien seguro he heredado un poco de su sentido del humor, “no será cortesía, pero que descanse la caballería”. Claro que entonces, ¿de dónde viene mi úlcera? ¡Oh, la-lá! De no echar fuera mis esencias psíquicas, seguro. Después de todo estar solo no es tan malo. Solo de pensar en lo mal que lo pasaría con una pareja, con una familia, relacionándome socialmente, se me ponen los pelos de punta, y no parezco un puercoespín porque estoy calvo.
Fuera bromas, esto es entregarse al vicio, algo que un guerrero no debería hacer nunca, pero como estamos en Navidad y estoy solo y me paso, solo un poco, comiendo y bebiendo, entregarme un poco al vicio me alivia algo, por un momento. En realidad soy un quejica, porque mi salud no es tan mala y toda esta parrafada, tan en la línea de los escritores “groseros” que no se cortan por nada y de los que tenemos buen ejemplo en la historia de la literatura, no deja de ser una imitación bastante aceptable y sensible. No es que estas cosas no me sucedan, simplemente son un mínimo espacio temporal en mi vida, el resto del tiempo es agradable, me divierto leyendo, escribiendo, haciendo miles de cosas divertidas y hasta espirituales en las que no interviene para nada mi naturaleza animal más grosera. Esta parrafada ha sido un desahogo y también una recapitulación, me hace recordar lo poco que me cuidé cuando vivía en pareja, en familia, y cómo me disculpaba con mi enfermedad mental. Ellos aguantaron lo nunca visto, puede que Zapi aguante más, pero al fin y al cabo solo es un gatito. Sí, me dejé caer por el tobogán hasta el fondo del abismo, no hay disculpas. Uno tiene lo que se busca.
OTRA NAVIDAD…MENOS
No es que estas fiestas hayan dejado de gustarme o ahora lo pase mal. Desde niño la Navidad fue algo muy agradable, no importaba que la situación económica fuera lamentable o que se produjera alguna bronca o no nevara, aquellas fiestas me alegraban, me producían una euforia hasta cierto punto bastante incomprensible. Ahora estoy solo pero el simple hecho de ser Navidad me hace sentir bien, no solo por algún manjar extraordinario o una bebida estimulante, aunque no nieve como ocurre este año, aunque no encienda la chimenea, porque sin nieve no la disfruto tanto.
Este año he comido y bebido menos que otras navidades, aunque no por eso he dejado de darme mis pequeñas satisfacciones. Por suerte el cava es una bebida que me sienta muy bien, puedo beberme una botella y solo notar una ligera confusión mental, un ligero cosquilleo, nada comparable con el estado en que me ponen otras bebidas. Además mi control mental es mucho más poderoso y férreo que hace unos años. He automatizado ciertas técnicas mentales y nunca llego a aquellos terribles estados de la mente que generaban delirios muy oscuros o me postraban en un estado de abatimiento cercano a la desesperación. Ahora ni siquiera soy consciente de mis estados depresivos, ni de cuánto duran. Solo cuando han pasado me doy cuenta de que en efecto estaba deprimido. Ya ni me preocupan las líneas rojas, sé que no voy a llegar a ellas, aunque me acerque más o menos según esté más o menos mal. No piso la línea roja en el terreno de mantener la casa sin llegar a convertirme en un clochard en su propio domicilio, como temía antes; tampoco en cuanto a mis estados mentales, delirios o depresiones, si bien he observado que el exceso de alcohol puede hacer resurgir un poco las voces, como me ha ocurrido este año, sin embargo el poderoso control mental y el saber cómo combatirlas hace que apenas resulten una molestia. Tampoco en el terreno de la salud he llegado a pisar la línea roja, lo que hubiera supuesto ir al médico y ponerme en estado de emergencia.
Las típicas felicitaciones por wasap que son entretenidas, aunque no te dan el calor afectivo del primer círculo físico. La logística, las compras, el confeccionar los menús, el esperar el pronóstico del tiempo, a ver si va a nevar o no, el cambiar un poco la rutina, aunque sea muy poco, sí esto es Navidad, al fin y al cabo. Este año todo ha ido mejor de lo que esperaba, aparte de la falta de nieve, hasta encendí la chimenea y Zapi se puso contento porque podía husmear, tal vez recordaba las navidades pasadas. En Nochebuena me fui a la cama pronto porque no me centraba en la película que estaba viendo. En Nochevieja me fui un poco más tarde, porque se me ocurrió escuchar algo de música movida. Un documental de Janis Joplin, que curiosamente no despertó a Zapi, dormidito en el sofá, pero en cambio sí lo hizo la canción de los sultanes del Swing de Dire Straits. Hacía mucho tiempo que no la escuchaba y se me iban los pies. Zapi se despertó y comenzó a mover las orejitas y a acicalarse siguiendo el ritmo, era enternecedor. No me pilló el abatimiento, ni se apoderaron de mí las ideas oscuras de siempre, me comí las uvas, me bebí la botella de cava y me fui a la cama. Intenté leer pero no lo conseguí, intenté dormirme y lo logré al cabo de un tiempo. Dormí mejor que de costumbre. Han sido unas fiestas aceptables, mejores que las de los últimos años. Y eso es todo, unas navidades menos, esperemos que las próximas sean parecidas. Y voy a terminar este largo capítulo del diario –debería no espaciarlos tanto- siguiendo con la recapitulación de mi estancia en Soria, ahora que me voy definitivamente.
Dibujo de mi hija Sara, subido sin su permiso. Tiene un don.
OTRAS ACTIVIDADES DE OCIO EN SORIA
Tenía, más o menos previsto, comprarme un telescopio para ver las estrellas por la noche. No lo hice, ni lo haré, porque las estrellas ya no me interesan tanto. No es que ya no me divierta la astronomía –estoy leyendo los libros de Carl Sagan con gran diversión y aprovechamiento- es que ya no me atrae tanto mirar las estrellas de noche. Gastarme una pasta en un buen telescopio no me importaría si lo aprovechara.
También tenía previsto comprarme una buena cámara de fotos, no tan buena como la de los colegas de Sonymage, pero aceptable, ir aprendiendo la técnica, comprando artilugios según fuera aprendiendo a utilizarlos y con el tiempo comprarme una cámara de quitar el hipo, pero he decidido que es una forma de creatividad muy absorbente, al menos según lo que veo en Sonymage, y sé que la relegaría a un segundo plano, a pesar delo entretenido que sería salir a hacer fotos a la naturaleza, o hacer fotos a setas y plantas o insectos, o buscar formas de editar determinadas fotografías a mi gusto para ilustrar mis relatos, pero es demasiado absorbente y el terminar algunas de mis novelas me llevará demasiado tiempo.
Tenía programado dedicarme al ajedrez, repasar el cursillo de ajedrez de Kasparov, que compré hace años con toda la ilusión del mundo. Utilizar más el programa Fritz, no tanto para jugar con la máquina, que siempre me gana, sino para recrear las grandes partidas históricas. Pero, pero, pero…El ajedrez es un juego muy creativo, pero también muy matemático. Prefiero desarrollar mis historias y personajes con piezas humanas.
Coloqué la alfombrilla de yoga arriba y pegué las láminas de kriyayoga, también puse a mano el archivador con los pases mágicos de Castaneda. Sí o sí, voy a practicar habitualmente kriyayoga, pases mágicos, un poco de taichí. Pues ha sido no. Cierto que a veces subo y practico media hora, sobre todo los días de sol, con la puerta de la terraza abierta, mientras escucho música adecuada en el ordenador. Pero me cuesta hacerlo todos los días, por las mañanas o me levanto tarde o tengo muchas cosas que hacer o no me apetece hoy, y por las tardes no podría, después de la comida, la siesta, luego ver algún episodio de alguna serie, luego…No, no me atrae. Arriba me dedico a leer libros de pintura, mi asignatura pendiente. Acabé el de Modigliani, leí a Claude Monet y ahora estoy con Van Gogh, al tiempo que leo su correspondencia con su hermano Theo. Voy muy lento porque me dedico a informarme de los pintores que cita. Me gusta la pintura pero siempre ha sido mi asignatura pendiente. Ver los cuadros en fotografía, aunque sea en un libro grande, es muy diferente a visitar un museo, pero aún así ayuda a educar la mirada. Tengo aparcada la biblioteca del psicoanálisis que pensaba leer también arriba, me he quedado en los textos de Freud sobre los sueños, había tomado muchas notas pero ahora he perdido el interés, mi interpretación de los sueños es totalmente opuesta a la suya.
Iría más al cine. No cuesta nada sacar el coche, acercarme a Soria, tomarme una jarra de cerveza en el centro comercial, entrar a ver una buena película, y luego regresar a casa tranquilamente, la cerveza ya estará en los pies después de dos o tres horas. Pasear por el parque, tomarme una cervecita en una terraza, ver a las sorianas pasear, tal vez cenar luego en algún sitio interesante, o ir a algún concierto, tal vez una obra de teatro que se represente en algún momento del año, tal vez… Nada, con lo bien que se está en casita, bastante tengo con forzarme a ir al supermercado una vez al mes para llenar el maletero.
Saqué el carnet para recoger setas, pero solo fui una vez. Tampoco he hecho rutas de senderismo, hay algunas muy atractivas, ni he vuelto al cañón del Rio Lobos, ni me he ido de excursión, con una tortilla de patata, o comiendo en algún sitio agradable. Nada, no he hecho nada de lo que tenía previsto. Bueno, sí, he hecho excursiones por las provincias limítrofes, pero solo para mirar zonas y buscar casa.
Me pesan los kilos, me pesa el mal ánimo, me he vuelto muy apático. Lo único que he cumplido ha sido mi programación, más o menos, para escribir, para estar atento al blog, para contestar correos de personas con enfermedad mental o familiares. También anoto mis sueños, religiosamente, todos los días. Leo mucho, a veces muchísimo, casi sin darme cuenta. Escucho mucha música, a ráfagas. Veo series y documentales, pero pocas de las películas clásicas que tenía previsto volver a ver o ver por primera vez. Apenas he visto las cintas que grabé pensando en la jubilación. Es más cómodo utilizar youtube. Comencé a escuchar los discos de vinilo, sistemáticamente, pero de nuevo resulta más cómodo utilizar youtube. He cultivado el huerto y he conseguido comer calabacines, patatas, algún tomate, varios repollos, pero poca cosa, no soy buen horticultor y el huerto es de sol y sombra, no todo se da bien. Cuando pienso que no estoy obligado a nada, que tengo mucho tiempo, que algunos días estoy decaído, deprimido, o me siento solo, o… me vuelvo más y más apático.
Me había prometido salir de vez en cuando buscando relacionarme con alguna mujer, buscando un poco de sexo. Jajá, creo que ya había tirado la toalla antes de llegar a Soria. No quiero releer los dos primeros años del diario, en Manzanares, cuando la busca de sexo se convirtió en cómo ser estafado una y otra vez sin morir en el intento. Me cuesta ponerme a escribir el apéndice sobre el sexo, la despedida natural y obligatoria. Sé que lo pasaré muy bien, me voy a divertir mucho, no me faltará el sentido del humor, será como el adiós del viejo que no quiere convertirse en un viejo verde, que acepta que algunas cosas terminan, mueren de forma natural. No sé si me gustaría perder completamente la libido o ir perdiendo la memoria, como el personaje de mi novela “Los pequeños humillados” o fantasear con que en la residencia de ancianos le caeré simpático a una chica guapa. Supongo que este sería el momento de ponerme en serio con mi novela “Desde mi observatorio en el parque del Este”, una novela sobre la vejez. Sería el momento de ponerme en serio, al menos con las novelas que quiero terminar antes de morir. Pero me temo que a estas alturas de mi vida ya no hay nada serio. Con lo que no contaba es con la apatía que se apodera de ti cuando estás jubilado, solo, con todo el tiempo del mundo pero sin ganas de hacer nada. Cierto que me sigue asustando lo mucho que he escrito, a pesar de que escribo poco, lo mucho que leo, a pesar de que debería leer bastante más, al menos para que me quedaran muy pocas obras maestras de la literatura sin leer, pero me resulta más ameno leer novelas entretenidas que novelas sesudas y mamotretos. Los planes resultaban más sencillos cuando pensaba en ellos, con el tiempo que tendré cuando me jubile… sí, mucho tiempo, pero pocas ganas.
Y me queda mi vida con los gatos, que contaré cuando me vaya de la casa. La verdadera historia de Mici y Zapi va a ser algo muy sentido, tendré que escribir a pequeñas dosis. Los animales siempre me atrajeron, de niño, en casa de los abuelos, me encariñaba con las vacas, los ternerillos, las gallinas, los gallos, las ovejas, los corderos, las cabras… Nunca olvidaré aquella maldita idea, cuando mi padre compró una escopeta de perdigón, entre otras cosas, cuando le tocó la lotería, y me la dio para que fuera a la montaña a pegar tiros. No se me ocurrió otra cosa que dispararle a un pajarito en un árbol. Encima no tenía buena puntería y cayó al suelo donde agonizó un buen rato mientras yo lloraba como un océano inagotable. Me maldije y me dije que jamás haría daño a un animal, pero he seguido comiendo carne toda mi vida. Los humanos somos tan contradictorios que no sé cómo nos seguimos llamando racionales.
Y esta ha sido mi vida en Soria, con sus alegrías y sus tristezas, con el cumplimiento de algunos programas y con el olvido de otros. Me gustaba la casa pero algunas cosas complicaron el disfrute. No hay manera de disfrutar de algo al cien por cien en esta vida, siempre te dan una de cal y otra de arena, por cada risa hay un montón de lágrimas. De todas formas todo ha ido mejor de lo que esperaba, cuando en la cama del apartamento de Manzanares, fantaseaba con el futuro. Una casa completamente aislada en un bosque, lejos del pueblo, aislado por la nevada, escuchando algún aullido de lobo, sin ver alma viviente salvo en el supermercado más cercano. Con la mirada perdida, a través del cristal de la ventana, en horizontes perdidos. No creo que deba quejarme. Ahora queda por saber lo que me espera. Supongo que si mi salud no empeora, o incluso mejora, puede que los años venideros puedan ser hasta muy agradables. Solo resta decir “Arrivederchi Soria”, fue bueno mientras duró. No voy a decir nada de humanos porque entre la discreción y el dolor que supone estar solo, recordando los afectos perdidos, y el distanciamiento que llega cuando piensas en que puedes perder lo poco que no has perdido… pues todo es demasiado doloroso. Van a ser unos meses muy intensos. Espero que todo salga bien, cada vez tengo menos fuerza para enfrentarme a las cosas malas.
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