LOCOS EGREGIOS
OSKAR KOKOSCHKA
…sobre escollos negruzcos
Se precipita ebrio de muerte
El temporal abrasador…
LA NOCHE
TRAKL ANTE EL CUADRO DE OSKAR AL QUE LLAMÓ LA NOVIA DEL VIENTO
Leyendo el libro de Andrea Camilleri, La criatura del deseo, sobre la relación entre Oskar y Alma Mahler, he recordado cómo hace años oí hablar de este pintor sin dar el paso de intentar conocer su vida y obra. Tal vez se debiera a que su fama de excéntrico, pervertido, raro, me hiciera pensar en que se trataba de un enfermo mental, uno más, y a pesar de lo mucho que he escrito en este blog sobre enfermedad mental, ya me sentía un poco harto de tanto escritor, artista, músico, intelectual con claros rasgos de enfermo mental. Sigo estando convencido de que la enfermedad mental poco tiene que ver con un desarrollo extremo de la creatividad. A lo largo de mi vida como enfermo mental he conocido a muchos enfermos que poco o nada tenían de genios, ni siquiera de creadores o autores en el terreno de la cultura. El hecho de que haya muchos escritores, músicos, artistas, con claros signos de enfermedad mental, diagnosticados o no, poco o nada tiene que ver con una supuesta exacerbación de la creatividad debido a la aparición de la enfermedad mental. Mi experiencia como enfermo mental y escritor, creador, me dice que ambas condiciones no tienen que ir necesariamente unidas. Lo mismo que en el difuso terreno de la normalidad hay toda clase de personas (hay gente pa tó, como dijo aquel torero cuando le presentaron a un escritor), en el mundo de la enfermedad mental hay toda clase de personas, buenas, malas, regulares, creativas, menos creativas, nulidades, altas, bajas etc etc, por lo que no es de extrañar que también nos encontremos con creativos y artistas de toda clase y condición. Sería interesante conocer una estadística a fondo sobre el grado de genialidad y creatividad entre las consideradas personas normales y los que sufren alguna enfermedad mental. Sería interesante, pero no conozco ninguna estadística, ni creo que exista. En el supuesto de que algún día se lleve a cabo esta curiosa experiencia, no creo que en el mundo de la enfermedad haya una gran desproporción respecto a la genialidad y la creatividad con el mundo de la normalidad.
Dicho esto, una posible disculpa tonta por mi desconocimiento de este genio de la pintura, debo decir que no he encontrado ningún trabajo sobre la posible patología o enfermedad mental que pudo haber sufrido Oskar, no al menos en Internet, por lo que me limitaré a un análisis nada profesional de su vida y su conducta respecto a la posible existencia de una enfermedad mental. Empezando por lo que más me ha llamado la atención, la existencia de una madre al parecer muy controladora y autoritaria, en el libro de Camilleri se mencionan detalles tan reveladores como que Oskar buscara estudios lejos de la casa de su madre para evitar que ésta conociera a su amante, y cuando la pareja de amantes rompió, se cuenta cómo la madre de Oskar paseaba frente a la casa de Alma con una mano en el bolsillo de su abrigo, como si portara una pistola, como intentando sugestionarla con la macabra idea de que si volvía con su hijo, sería capaz de pegarle un tiro.
Esto me hace recordar lo que un psiquiatra me dijo un día cuando me propuso llevar a cabo un psicoanálisis en profundidad, es decir durante muchos años o toda la vida. Después de una consulta rápida que me hizo pensar que prefería buscarme otro porque aquel parecía seguir a rajatabla el popular dicho de que un psiquiatra suele estar más “tocado” que sus pacientes, intentó convencerme de que iniciara el psicoanálisis con él, puesto que sin duda me iba a curar. Estaba convencido de que la causa de todos mis problemas mentales estaba en la relación con mi madre. Sin perjuicio de que esto pudiera ser muy freudiano o muy junguiano, o muy psicoanalítico, siempre he creído que no deja de ser un lugar común sin más verosimilitud que la que uno quiera darle. La relación con la madre, especialmente con una madre controladora y autoritaria, no deja de ser una buena razón para pensar en que determinada patología puede tener relación con ello, pero una enfermedad mental no tiene una única causa ni una causa básica, en ella hay de todo, desde algo de genética, algo del ambiente familiar y cultural donde se ha desarrollado el enfermo y de otros desencadenantes que hayan podido hacer aflorar el trauma o la enfermedad. Sin embargo, este dato me parece bastante relevante a la hora de analizar la personalidad y la patología del ilustre genio. Una madre dominante y controladora y un hijo que la deja hacer, sin oponerse férreamente a ello, y tomar las medidas oportunas, ya es de por sí bastante indicativo de una enfermedad mental, como las manchas rojas lo son del sarampión. El hecho de que en un hospital militar de Viena fuera sometido cada dos semanas a descargas eléctricas para provocarle artificialmente espasmos cerebrales como cuenta en su biografía, tampoco parece un hecho de una relevancia absoluta. Yo mismo fui sometido a electroshock durante mi juventud, pero eso no confirmó ningún diagnóstico de enfermedad mental, simplemente experimentaron conmigo como con una cobaya. Las autoridades sanitarias del ejército deciden mandarlo a Estocolmo para ser paciente del profesor Barany, un estudioso de los trastornos cerebrales que en 1914 había recibido el premio Nobel. Allí lo tratan, pero él solo recuerda las para él torturas del sillón giratorio del profesor. Finalmente lo declaran curado y mentalmente sano, lo devuelven y se le concede la licencia en su condición militar. Esto solo indica lo excéntricos que pueden ser a veces los estudiosos de los trastornos mentales. Lo que sí me parece un indicativo sólido de enfermedad mental fue su enrolamiento en el ejército, tras su ruptura sentimental con Alma, buscando en la guerra un suicidio sobrevenido y muy fácil, porque nada es más probable que la muerte en una guerra. La elección del suicidio como salida a un trauma sentimental ya habla con claridad de enfermedad mental. Tal vez sea el suicidio el indicio más claro de un trastorno mental severo. Y la forma en que Oskar lo busca no deja de ser tan sencilla como sutil y rebuscada para la mente de un enfermo mental.
Hay otros detalles típicos de la patología de un enfermo mental, tales como la patología celotípica, que, dejando aparte la época y la situación de la mujer, nos sitúan a Oskar en el terreno de la enfermedad mental. Camilleri cita un párrafo del diario de Alma que es muy sintomático en este terreno. “No tenía permiso para mirar a nadie ni para hablar con nadie. Insultaba a todas mis visitas y siempre estaba esperándome, al acecho. La ropa tenía que cubrirme hasta el cuello y las muñecas. No podía cruzar las piernas al sentarme. Todo aquello era completamente absurdo”. Los extremos a los que llegó Oskar en su celotipia superan ya los linderos de este terreno tan desagradable y tan doloroso para el que se ve atrapado por una de las peores obsesiones que se pueden tener, la de los celos, para convertirse en un signo muy claro de enfermedad mental. Oskar llegó a sentir celos del fallecido marido de Alma, Gustav Mahler, no soportando que tuviera un busto del músico con ella.
El colmo de los colmos de la patología de KOKOSCHKA fue sin duda el de la muñeca de Alma que mando fabricar a una artista de las muñecas Hermine Moos, quien debió de soportar la intransigencia de Oskar respecto a la perfecta similitud de la muñeca con su modelo, Alma Mahler. Andrea Camilleri lo describe muy bien con citas de las cartas que dirigió a Hermine. Todos sabemos como funcionan estas cosas en el mundo del erotismo y de las extrañas vivencias de la sexualidad, tales como el fetichismo, que unos consideran perfectamente normales y llaman pacatos y ñoños a los demás y otros como auténticas patologías. Lo cierto es que la historia de Kokoschka y su muñeca rompe todos los moldes a los que estamos acostumbrados. En el libro de Camilleri se describe muy bien, incluso se pasa al terreno de la ficción narrando lo que pudo haber ocurrido con la famosa historia de la muerte de la muñeca por descabezamiento. Uno, acostumbrado a los delirios y demás patologías del enfermo mental, no puede por menos que asombrarse de hasta qué extremos llegó nuestro buen amigo Oskar. Hay que estar muy delirante para vivir con una muñeca, por muy parecida que sea al original, hablar con ella, presentarla a sus amigos, llevarla a la ópera, pasearla en carruaje por Viena, para que todo el mundo la vea y se pregunte si es una mujer o una muñeca. Alguno podrá pensar que los artistas son así y no hay que tenérselo en cuenta. Por muy excéntrico que sea un artista, hay claros linderos con la enfermedad mental, que una vez que se pasan ya quedan pocas dudas de a qué nos estamos enfrentando. El caso de Dali es muy paradigmático en este sentido. Por mucho que uno intente creer en su famosa frase, la única diferencia entre un loco y yo es que yo no estoy loco, resulta en extremo trabajoso y sin resultados prácticos pensar que personas así no sean enfermos mentales, como otros anónimos que no pueden buscar en la excentricidad del arte y de los artistas una adecuada disculpa a su patología mental. La historia que cuenta Camilleri sobre las posibles versiones de la muerte de la muñeca y la supuesta intervención de la policía sería tan verosímil tanto en el campo de la ficción como de la enfermedad mental. Semejantes delirios no son raros en la enfermedad mental, lo mismo que la lucidez con que se disculpan, buscando un poco de racionalidad de cara a los demás.
Remito al lector curioso al libro de Andrea Camilleri, La criatura del deseo, y debo cerrar este nuevo capítulo de locos egregios o enfermos mentales famosos, diciendo que a mí no me cabe la menor duda de que OSKAR KOKOSCHKA fue un enfermo mental que pudo llevar una vida más que aceptable para cualquier enfermo mental. La creatividad a veces nos ayuda a soportar una vida que para cualquier otro enfermo mental sin estas fabulosas herramientas sería tan sórdida y dolorosa como miserable e infernal. No siempre es así porque en la historia abundan ejemplos de escritores, artistas, personajes famosos, ricos, que sufrieron lo que sufren otros enfermos mentales sin estas circunstancias favorables. Seguiremos viendo otros ejemplos conforme me vayan llamando la atención las vidas y milagros de enfermos mentales puestos bajo la lupa o en el candelero por circunstancias artísticas o históricas.
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