DIARIO DE UN ENFERMO MENTAL LVIII

1 08 2019

DIARIO DE UN ENFERMO MENTAL LVIII

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INICIACIÓN EN MONTSERRAT

Escribo bajo un peso terrible. El viaje fue un auténtico desafío de principio a fin y terminó en una catástrofe, un apocalipsis para mí que me ha dejado tundido, no solo tocado, sino hundido. Por supuesto que era una posibilidad que temía, las cosas estaban difíciles y tras un grave incidente en el viaje y si juntamos la ciática que me tiene apaleado y la ola de calor, que siempre me toca, no me libro, la verdad es que hubiera sido un milagro que todo saliera bien. Por discreción no voy a dar detalles ya que esto es un diario público, solo que mi condición de enfermo mental tuvo mucho que ver. No me gusta quejarme, entregarme al vicio, como le dice don Juan a Castaneda cuando éste se queja por todo, pero la realidad es la realidad. Llevaba una temporada muy mala, luchando con la fobia social que se había arrojado de nuevo sobre mí, tras una temporada agazapada, esperando el momento, y las circunstancias del viaje le fueron propicias para darme un formidable mordisco. Mis típicas conductas patológicas como enfermo mental me dieron la puntilla. Montserrat fue una auténtica iniciación, recordé aquel curioso sueño y todo se aclaró tras el incidente ocurrido durante el viaje.

Describir todo lo ocurrido sería muy duro para mí en estos momentos y además la discreción se une a la ética para no molestar a personas que no tienen la culpa de mis problemas. Me limitaré a apuntar todo lo que llegó a mi mente y corazón, de forma sucinta, durante esa especie de terrible iniciación que supuso mi viaje.

-Somos islas y la individualidad un abismo que nos rodea. Todos los puentes se acaban hundiendo antes o después.

-El misticismo es una aspiración que no nos libra del sufrimiento de la vida, solo lo hace más llevadero conforme uno va alcanzando las cimas de las montañas por las que discurre el camino de la vida.

-Hay ocasiones en las relaciones de primer círculo que lo mejor que puedes hacer por un ser querido es desaparecer de su vida. El luto es durísimo e inevitable y nunca disminuye con el número de veces que estás de luto, no hay panacea ni medicación para curar un sufrimiento que está enraizado en nuestro corazón.

-Las personas con enfermedad mental tenemos un serio problema a la hora de las relaciones interpersonales, es como si los demás partieran de la línea de salida marcada en el suelo mientras nosotros tenemos que hacerlo unos kilómetros más atrás, nunca les alcanzaremos y si ocurre el milagro nunca nos considerarán como sus iguales. Dicen entendernos y compadecerse de nuestro sufrimiento y alaban nuestros esfuerzos, pero no podemos ir juntos, no podemos convivir ni relacionarnos. Es inútil intentar hacer ver que nuestras conductas patológicas son generadas por la enfermedad y les queremos, aunque a veces, en plena crisis, no seamos capaces de hablarles o de mirarles o de mostrar todo el afecto que sentimos. Valemos tanto como hoy nos hacemos valer, si estamos bien nuestro precio de mercado puede ser equivalente a la mayoría estadística, si estamos mal somos pura basura.  No parece que la situación de las personas con enfermedad mental vaya mejorando, salvo que consideremos mejora haber salido de la Edad Media. Porque hemos salido, ¿o no? Una noticia me ha puesto los pelos de punta. Dejo aquí el enlace. No debería quejarme, soy un privilegiado entre mis hermanos.

https://elpais.com/sociedad/2019/07/29/actualidad/1564423550_569491.html

-Las decisiones de un guerrero impecable deben ser inquebrantables, diamantinas, cuando no lo son sufres las consecuencias. El desapego es condición básica para seguir en el camino del guerrero. Los apegos acaban siempre por pasarte una seria factura. Cuando dos guerreros se encuentran cada uno tomará sus decisiones de guerrero y eso no significa precisamente que acabarán coincidiendo, pueden llevarles en direcciones opuestas o incluso al enfrentamiento.  Cuando dos guerreros se enfrentan no lo hacen como el común de los mortales, dejándose llevar por emociones oscuras de seres apegados a la materialidad, como el odio, la revancha, la venganza, el deseo de control, de manipulación, pero eso no significa que los efectos de esa lucha no puedan ser tan demoledores como las heridas que sufren los demás mortales en sus luchas particulares. Las luchas de los guerreros se llevan a cabo en otros planos y por razones misteriosas que se nos escapan, pero una vez que se ha llevado a cabo la lucha si un guerrero sigue vivo se retirará a sus cuarteles y seguirá su camino de guerrero, sin lamerse las heridas ni pensando en lo que dejó atrás. Puede sentir tanto afecto o más, mucho más, que el común de los mortales, pero cuando ha tomado sus decisiones de guerrero nada cuenta, ni el afecto, ni el apego, ni el pasado. Un guerrero puede disfrutar de la vida como el que más, pero cuando tiene que fajarse lo hace y entonces nada cuenta salvo su decisión inquebrantable. Si ha llegado la hora de su muerte bailará con ella la danza de la muerte y será tan bella como el poder que ha acumulado. Si la muerte ha decidido no llevárselo no llora de agradecimiento y se entrega a sus vicios de quejarse de todo y por todo, sabe que la muerte sigue tras de él, con la mano en su hombro izquierdo y si no se lo ha llevado hoy se lo puede llevar mañana. Cada acto de un guerrero debería ser como si fuera su último acto sobre la Tierra.

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-La condición de guerrero y de enfermo mental son incompatibles, opuestas, contradictorias, por eso cuando eres un enfermo mental y asumes la condición de guerrero siempre estarás balanceándote entre una y otra hasta que acabes con la condición de enfermo mental o esa condición acabe con tu faceta de guerrero, no pueden convivir para siempre. Es imposible armonizarlas por lo que un enfermo mental sabe que entregarse al vicio de la enfermedad mental le aleja de la condición de guerrero y sufrirá las consecuencias. En algún momento se producirá la explosión, como en el caso de la materia y la antimateria que entran en contacto, puede que no quede nada para contarlo.

-Es difícil saber si una decisión en concreto es de guerrero o de enfermo mental, porque a veces pueden parecerse, el hecho de apartarse del camino puede ser una decisión de guerrero, pero también de un enfermo mental que no quiere relacionarse por miedo. Sabiendo esto decido aquí y ahora que no moveré un dedo para relacionarme; el trabajo, el sacrificio, el sufrimiento, no me compensan con los resultados obtenidos. Eso no significa que no responderé a cada paso que den hacia mí los demás, aunque solo sea por cortesía, pero también porque el masoquismo de sufrir por estúpido afán de venganza, como si los demás tuvieran la culpa de lo que nos pasa a los enfermos mentales, es patología mental, el sufrimiento como el placer son desafíos para un guerrero, pero buscar el sufrimiento por el sufrimiento no es de guerrero, es de tonto.

-También el luto es un vicio para un guerrero, se queja de que ha perdido a un ser querido, pero un guerrero ya sabe que lo ha perdido todo desde el principio, incluso a sí mismo, ya está muerto antes de comenzar a vivir. A pesar de ello a veces no te queda otro remedio que dejar que las cosas sucedan frente a ti, porque no puedes evitarlas, como tampoco puedes evitar sufrir, pero mirándolo todo con el distanciamiento y el desapego que ha adquirido el guerrero tras dura lucha.

-Es por eso que puedo decir las tonterías de siempre como si las dijera otro, sufrir lo que tengo que sufrir como si fuera otro quien contemplara ese sufrimiento. Puedo quejarme de los desafíos que se suceden uno tras otro, y llevo una buena temporada así, y no precisamente de los desafíos buenos, es un decir, que son precisamente los peores porque hacen que el guerrero sienta la tentación de la molicie. Puedo quejarme y lamentarme de todo aquello que ha lastimado, herido, mi importancia personal y puedo aullar por las esquinas, pero una vez que pase el periodo de luto y la depresión de enfermo mental, y la fobia del medrosillo del tres al cuarto, solo quedará la decisión del guerrero. No quiero volver a relacionarme, como he dicho tantas veces a lo largo de mi vida pero luego lo he vuelto a intentar, aquí y allá, en un momento concreto, con una determinada persona. Quiero morir, como he repetido tantas veces a lo largo de mi vida. Estoy harto de la esta mierda de vida, hartísimo, como no me he cansado de repetir a lo largo de mi vida. Pero puedo decir todo esto como si fuera un espectador de una representación teatral. Aún no sé hasta dónde llegará mi aislamiento esta vez y sus consecuencias, tal vez sea hora de rematar lo que quiera rematar antes de que llegue el momento, tal vez deba poner en orden lo que quiero que esté en orden a la hora de mi muerte, si es que quiero que algo esté en orden. Pero todo lo que haga o deje de hacer será como si fuera un espectador contemplando lo que se representa en el escenario. Me siento extremadamente dolido porque mi condición de enfermo mental me lleve a pasar una y otra vez por lo mismo, pero mi condición de guerrero dice que esto se acabó, ahora sí, y pase lo que pase y haga lo que haga todo será consecuencia de las decisiones de un guerrero o de los errores de un enfermo mental, no puedo quejarme porque todo está en mi mano.

Estoy pensando muy seriamente en abandonarlo todo. He sido avisado de forma contundente y creo que ya no puedo hacer caso omiso. Tal vez este sea el último texto que suba al blog, salvo que Milarepa me obligue a transmitir sus últimos mensajes. Quiero terminar dedicando este blog a una persona, un alma grande, que me ha dado una lección terrible pero de una gran espiritualidad. Uno nunca sabe a dónde le obligarán a ir las fuerzas poderosas, pero de momento mi camino termina aquí. Siempre tuve cierta vocación de monje y ha llegado el momento de retirarme de la vida mundana y esperar el momento definitivo, el de la verdad. Como guerrero sé muy bien que la muerte no me llevará hasta que ella quiera. Creo que estoy preparado para bailar mi última danza con la muerte, mi poder no es grande, pero al menos tengo para unos pasos.

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Hubo dos signos en Montserrat, uno fue el fuerte tirón que sentí en mi hombro de mano de la muerte y el otro, muy curioso y hasta divertido, consistió en un apagón de farolas generalizado. Caminaba de regreso al apartamento, sentándome en los bancos del camino para atenuar el dolor de la ciática, cuando se produjo el primer apagón, zás, todas las farolas se apagaron. Tardó tal vez un minuto o dos en regresar la luz. Camino otro trecho y zás, otra vez el apagón, así hasta cuatro veces. Desde la ventana del apartamento pude ver el quinto. A Don Juan le avisaban los cuervos, pero yo soy poquita cosa, así que con unas farolas voy que chuto. Mi interpretación del aviso es que debo apagarme, como las farolas, y esconderme en la oscuridad hasta que llegue el momento. Eso haré. Agradecer a todos los lectores de este blog el haber sentido curiosidad por mis textos. Aquí les quedan mientras yo me retiro al silencio, la soledad y la oscuridad. Mis mejores deseos y que la paz profunda os acompañe siempre en el camino.

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LA DANZA DE LA MUERTE

“Morirás aquí, estés donde estés. Cada guerrero tiene un sitio para morir, un sitio de su predilección, donde eventos poderosos dejaron su huella, un sitio donde ha presenciado maravillas, donde se le han revelado secretos, un sitio donde ha juntado su poder personal. Un guerrero tiene la obligación de regresar a ese sitio de su predilección cada vez que absorbe poder, para guardarlo allí. Va allí caminando o bien soñando. Y por fin un día, un día sabe que su tiempo en la tierra ha terminado y siente el toque de la muerte en el hombro izquierdo. Su espíritu, que siempre está listo, vuela al sitio de su predilección y allí el guerrero baila ante su muerte. Cada guerrero tiene una forma específica, una determinada postura de poder, que desarrolla a lo largo de su vida. Es una especie de danza. Un movimiento que él hace bajo la influencia de su poder personal. Si el guerrero moribundo tiene poder limitado su danza es corta; si su poder es grandioso su danza es magnífica. Pero ya sea su poder pequeño o magnífico la muerte debe pararse a presenciar su última parada sobre la tierra. La muerte no puede llevarse al guerrero que cuenta por última vez la labor de su vida, hasta que haya acabado su danza. Cada movimiento debe adquirirse durante una lucha de poder. Así que hablando con propiedad, la postura, la forma de un guerrero, es la historia de su vida, una danza que crece conforme crece en poder personal.

Un guerrero no es más que un hombre. Un hombre humilde. No puede cambiar los designios de su muerte. Pero su espíritu impecable, que ha juntado poder tras penalidades enormes puede ciertamente detener a su muerte, un momento, un momento lo bastante largo para permitirle reconocerse por última vez en el recuerdo de ese poder. Podemos decir que ese es un gesto que la muerte tiene con quienes poseen un espíritu impecable

Y así bailarás ante tu muerte aquí, en la cima de este cerro, al final del día. Y en tu última danza dirás de tu lucha, de las batallas que has ganado y de las que has perdido; dirás de tus alegrías y desconciertos al encontrarte con el poder personal. Tu danza hablará de los secretos y las maravillas que has atesorado. Y tu muerte se sentará aquí, a observarte.

El sol poniente brillará sobre ti sin quemar, como lo hizo hoy. El viento será suave y dulce y tu cerro temblará. Al llegar al final de tu danza mirarás el sol porque nunca volverás a verlo, ni despierto ni soñando y entonces tu muerte apuntará hacia el Sur, hacia la inmensidad”.

Viaje a Ixtlán de Carlos Castaneda





DIARIO DE UN ENFERMO MENTAL LVII

28 05 2019

Riocidacos

DIARIO DE UN ENFERMO MENTAL LVII

LA RIOJA

LA CASA DEL VALLE ENCANTADO

Es la una y media de la madrugada y he tenido que levantarme de la cama porque no puedo dormir. Anoche me pasó lo mismo, no pegué ojo, a pesar de tomarme una infusión y cápsulas de valeriana. Debe ser la mudanza. No me siento tan mal como otras veces en circunstancias parecidas, yo diría que estoy mucho mejor, pero a pesar de ello me puede el insomnio, me puede la depresión, me pueden las ideas obsesivo-compulsivas, me puede casi todo. He pasado momentos muy duros, recuerdos que vienen y no los puedes echar, la recapitulación al paso, sin paños calientes. Se podría decir que todo está saliendo mejor de lo esperado, he encontrado una casa que me gusta, en una zona que me gusta, y no he tenido que pasarme un par de meses viajando de acá para allá, intentando encontrar una casa asequible a mis posibilidades económicas, en una zona que no me disguste y que al mismo tiempo sea ideal para Zapi. El hecho de que tenga que pagar unos meses el alquiler de dos casas no me preocupa lo más mínimo. Por suerte tengo dinero y puedo emplearlo para solucionar la situación de la mejor manera para mí, sin tener que andar en la cuerda floja, a merced de las circunstancias, del destino. Entre los alquileres, la mudanza, la limpieza de las dos casas (no estoy dispuesto a sufrir como un condenado haciendo lo que no me gusta hacer, cuando puedo evitarlo con el dinerillo de nuestros pecados), Hacienda y los gastos más o menos menudos que supone todo traslado, esto va a subir un buen pico, ya lo creo. En otras circunstancias no podría permitírmelo, ahora sí, y esto es un alivio del destino, Dios aprieta pero no ahoga.

Tengo el salón repleto de cajas de cartón llenas de libros, discos, cintas de música, cuadernos, libretas, archivadores, mis libros ilustrados con mis textos, el equipo de música, el vídeo, los zapatos, la ropa, la vajilla, los tarros de cristal con las sopas, las legumbres… En los dos dormitorios de la planta baja también hay más cajas de ropa. En la cochera cajas enormes con cintas de vídeo. Y aún tengo que dar gracias por no poseer muebles, solo las estanterías para los libros. Las escaleras que llevan al piso de arriba están llenas de los libros grandes que no empaqueto porque no me quedan cajas y porque es mejor que los lleven, tal cual. No he contado los días que llevo rellenando cajas ni quiero contarlos. Por suerte he podido hacerlo sin prisa, cada día un poco. Como pago los dos alquileres no tengo que salir por piernas. Poco que decir de los dueños, no han aceptado que me marche antes de la finalización del contrato. Puedo entender su postura, como la de todo el mundo, pero no estoy contento. Entre las lecciones que he aprendido esta temporada sobre la ley de los tres círculos está la de la imposibilidad de que una relación, cualquier tipo de relación, vaya bien si las pirámides de valores son tan diferentes, casi opuestas, que no encajarían ni a martillazos. Es curioso pero siempre adivino con antelación que va a ver problemas solo con escuchar hablar a las personas con las que me estoy relacionando. De la abundancia del corazón habla la boca, dice el evangelio. No podemos ocultar lo que pensamos, ni nuestros valores. Cuando determinados valores se ponen en la cúspide de la pirámide, donde no deberían estar nunca, todo son problemas, para quienes han construido la pirámide, y para quienes tienen que relacionarse con esas personas y sus pirámides. A pesar de ello sigo cayendo en la trampa porque cuando peso en la balanza de precisión lo positivo que puedo conseguir a cambio de la inevitable descarga de negatividad, si las metas positivas superan ampliamente a los riesgos, suelo tener clara la decisión. No vine a esta casa con los ojos cerrados. Sabía el precio que tenía que pagar, que ha sido mayor de lo calculado teniendo en cuenta que muchas cosas se complicaron cuando no debería haber sucedido, de acuerdo al algoritmo estadístico de las cosas que te pueden salir bien o mal cuando tomas un determinado camino.

Sí, he aprendido mucho, lo reconozco, pero a palos. Una forma de aprender que no me gusta nada. Por suerte la filosofía del guerrero es un baluarte inexpugnable frente a los dramas de la vida, lo que don Juan llama entregarse al vicio, algo que al parecer hacía muy bien Castaneda. Además el libro de Eckard Tolle, El poder del ahora, que estoy terminando en el momento justo, ha sido una doble muralla frente a las adversidades. Muy sólido y que entronca en muchos aspectos con la filosofía del guerrero y mis propias ideas personales. A pesar de todo, esta hubiera sido una excelente ocasión para hundirme y encamarme, dejando que la trituradora de la vida me pasara por encima. Lo mismito que ha hecho una amiga enferma mental con quien me llevo relacionando ya muchos años y que justo ahora ha tirado la toalla y dejado que la vida la arrastre hasta el fondo del abismo. No puedo dar detalles por discreción, simplemente me temo lo peor.  Hace casi un mes que no sé de ella, aparte de que al parecer está ingresada. No es agradable ver cómo caen los demás cuando tú eres incluso más débil que ellos.

La preocupación por la entrega de llaves y las posibles reclamaciones sobre los desperfectos en la casa, que son muy pocos y elementales, pero que podrían originar una escena desagradable, no deja de ser una de esas ideas obsesivas que como moscones no te dejan en paz, aunque sabes que poco daño pueden hacerte. Eso hace retornar el maldito mecanismo que me ha acompañado toda mi vida como enfermo mental. La mente exagera todo, te echa la culpa a ti de todo, cuando solo tienes la culpa de algunas cosas que en realidad son cosillas. El poder del ahora me ha enseñado que el cuerpo del dolor se alimenta de nuestro sufrimiento y no hace otra cosa que picar a la mente para que se recree sufriendo por anticipado lo que tal vez no ocurra nunca.

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No me gustan los cambios, las mudanzas, abandonar lugares, perder relaciones, caminar hacia lo desconocido. Me supera. Más cuando estás solo y no puedes comentarlo o compartirlo. La soledad sigue siendo mi talón de Aquiles, lo mire por donde lo mire. Ahora puedo sobrevivir y puede que con el tiempo hasta lo llegue a ver como algo muy positivo en mi vida. El agotamiento de hacer cosas en un corto periodo de tiempo que en otros momentos haría espaciadamente durante meses y meses; la tensión, la zozobra, los despistes lamentables, la desorganización, el caos, el miedo, todo se junta para que una mudanza pueda llegar a convertirse en una especie de tortura que rezas porque se acabe de una vez.

Por suerte no me voy muy lejos, casi al lado. Claro que cambio de Comunidad Autónoma, con lo que eso significa a efectos de trámites burocráticos. Ha sido una suerte encontrar una antigua casa rural, La casa del valle encantado. Es muy grande para mí solo, pero está en una zona que me gusta, en un pueblo pequeñito de diez habitantes que hace años estuvo abandonado. Es un buen lugar para Zapi, aunque me han dicho que suelen bajar zorros y otras “alimañas” que suponen un riesgo importante para su supervivencia. Confío en su astucia, su agilidad, su instinto de supervivencia y en que su vida esté protegida desde lo alto. El riesgo de perderlo siempre está ahí, es inevitable y lo asumo.

Una de esas extrañas coincidencias que a veces me ocurren en la vida por un momento pareció abrirme nuevos horizontes. Las encrucijadas vitales me dan miedo, a veces terror. Como le conté a mi amiga, la guerrera impecable, a pesar de que no tengo nada que ocultar y nada oculto, si las fuerzas poderosas me llevaran por determinado camino podrían abrirse las cajitas de Pandora de mi vida, o las cajas de los truenos. Hay cosas de mi etapa negra de las que aún no he hablado en este diario ni en otros textos, las reservo para mi supuesta obra póstuma “Una temporada en el infierno”. Estoy convencido de que no ocurrirá y de que todo pasará con la misma fugacidad con la que se deshacen las pompas de jabón que en mi vida pudieron haber sido  un antes y un después. Estoy convencido de que la fama y el laurel y todas aquellas circunstancias que elevaron a determinadas personas y no a otras son fruto de la suerte. Un escritor mediocre puede convertirse en un famoso autor de best-seller y un genial escritor morir después de haber quemado sus manuscritos y nadie sabrá ni que existió. La suerte corona a algunos y pone zancadillas a otros. En la filosofía del guerrero se habla del dedalito de suerte que tenemos todos, la diferencia entre un guerrero y un no guerrero consiste tan solo en que el guerrero está preparado y antes incluso de que el dedalito caiga al suelo ya lo tiene en su mano. Sin duda esa circunstancia de la que hablo y de la que no voy a dar detalles, pudo haber sido mi dedalito de suerte, pero las fuerzas poderosas, que no mi desidia, tal vez tengan otros planes.

En realidad me siento aliviado de seguir siendo anónimo y no tener que andar por la vida, como les ocurre a los personajes públicos, con una diana por delante y otra por detrás, sufriendo los dardos, a veces dardazos, que les arrojan al pasar. Es mucho más cómodo. Aunque cuando paso meses y meses solo uno se siente tentado de decir: que vengan todos y que pasen.  Y eso es lo que de alguna manera tuve el impulso de hacer cuando invité a la casa a Bautista y familia, a todo mi primer círculo, poco numeroso, y hasta a los compañeros de Sonymage. Fue un impulso. No deja de darme un poco de miedo tener que actuar como anfitrión. Ha sido curioso que la kedada de Sonymage haya coincidido con la mudanza. La empresa con la que llegué a un acuerdo me dijo que Semana Santa es un momento de mucho ajetreo en las mudanzas, parece que todos los que se tienen que mudar aprovechan estos días. No me importa porque no tengo prisa. Entre unas cosas y otras es posible que se lleve a cabo en la primera semana de mayo, lo que me impide acudir a Bilbao. En parte supone un alivio porque mi fobia social me las hace pasar canutas en este tipo de reuniones. Nunca sé cómo voy a reaccionar y si todo se complicará hasta el extremo de salir corriendo, literalmente hablando.  No lo sé, a veces me dan ganas de tirar la toalla y recluirme, como el millonario Slictik de mi relato “La rebelión de los libros”, en un monasterio, que bien podría ser éste y olvidarme de las relaciones sociales, interpersonales, con todos sus problemas y dificultades.

Mañana es mi cumpleaños, el sesenta y tres, y eso me ha traído también muchos recuerdos y recapitulaciones. No puedo decir que mi vida haya sido un soplo, porque el sufrimiento la alarga mucho, pero también es verdad que el guerrero comprime el tiempo y tiene la sensación de que todo pasa muy rápido. Las dos cosas han ocurrido en mi estancia en Soria, se me ha hecho largo y muy corto al mismo tiempo. Teniendo en cuenta la otra mudanza, hace tres años, tengo la sensación de que este tiempo me ha hecho avanzar mucho, he superado muchas cosas y aprendido muchas lecciones. No obstante me resulta inaudito que siga con los mismos mecanismos de enfermo mental que tanto daño me han hecho en el pasado.

Con un poco de suerte esta semana me habrán limpiado la nueva casa y la semana que viene habré hecho la mudanza. Una vez también limpia esta casa solo quedará la entrega de llaves para dar por finalizada esta etapa de mi vida. La mudanza resulta tan agotadora que espero pueda quedarme más tiempo en la casa del valle encantado, si es posible hasta que me tenga que ir a una residencia. También he aprendido la lección, nada de llevarme todos los libros a cuestas de mudanza en mudanza. Pensé en la posibilidad de donarlos a una biblioteca rural, pero Bautista me convenció para que se los entregue a él, algo que por otro lado sería mejor para mi heredera en el caso de que después de mi muerte quisiera recuperarlos. Solo un brutote como yo puede pujar por cajas y cajas de libros que pesan como muertos, más teniendo en cuenta que ahora las bibliotecas digitales se pueden trasladar en el bolsillo. Una de las cosas que tengo que hacer en la nueva casa es desprenderme de todo lo que no sea imprescindible. De hecho aquí ya he quemado en la chimenea muchos manuscritos y copias de trabajo de textos que ya tengo en el ordenador y que sería una tontería seguir conservando, salvo que piense en que algún día mis manuscritos pudieran pasar a la Biblioteca Nacional. Es algo tan disparatado que me he reído un rato.

No voy a hablar de gatos porque estas personitas encantadoras me duelen mucho. Lo dejo todo para ese largo relato que se titulará “La verdadera historia de Mici y Zapi”. Espero que Zapi me acompañe en mi nueva etapa y se adapte bien. Le noto muy raro, como si supiera que cada vez que ve cajas en la casa hay que marcharse. Ya le pasó cuando era un cachorrito en el otro piso. Tampoco voy a hablar de primer círculo, porque como ya decidí, es mejor ser discreto en estos temas. Las lecciones del primer círculo las dejo para otra ocasión. Tampoco voy a hablar de mi salud, que no es mala del todo, ni de las lecciones aprendidas como enfermo mental en esta etapa, ni de otros temas que resultan muy complicados a estas horas de la noche. Quiero regresar a la cama e intentar dormir. Zapi está fuera, como estuvo anoche. Le echo de menos en la cama, sobre mi mano, dándome calorcito y compañía.

No quiero pensar en todos los problemas a solucionar, hacer la declaración de Hacienda (espero que no me calquen por la venta de la casa), trasladar internet, que ya hay problemas, cambiar el domicilio fiscal, dar de baja mi titularidad de la luz en esta casa, de alta en la otra, pagar el rodaje que no acaba de llegarme, empadronarme allí y darme de alta en el ayuntamiento del rodaje, aguas, basuras y alcantarillado y todos estos papeleos agotadores que me hacen pensar que en realidad no somos personas, sino papeles ambulantes.

Son casi las tres y ya noto un poco de sueño, espero dormir, porque mañana es mi cumpleaños y tengo previsto hacerme una buena paella regada con vino ecológico riojano comprado al panadero de mi nuevo pueblo.  Me siento mejor. En la cama no dejaba de dar vueltas y más vueltas a las mismas tonterías de siempre. El diario es una buena terapia. No lo voy a abandonar, aunque escriba mucho más distanciadamente.

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DESDE LA CASA DEL VALLE ENCANTADO

Mañana tengo cita con Hacienda y luego viajaré para ver a Bautista. Llevo aquí más de veinte días desde que me mudara el día seis de este mes. Por fin ya estoy instalado en la casa del valle encantado. Ha sido una mudanza dura y complicada. Casi un mes para llenar las cajas de cartón y casi otro mes para vaciarlas, en resumen eso es una mudanza. Debo agradecer que la empresa de mudanzas estuviera muy ocupada durante la Semana Santa, temporada alta, al parecer, para estas empresas, eso me permitió ir llenando cajas sin prisa y sin pausa, todos los días un poco. No fue sencillo encontrar una empresa que se hiciera cargo, incluso en estos tiempos de Internet, pero lo más complicado fue encontrar quien hiciera la limpieza de la nueva casa y luego de la de Soria, cuando la dejara vacía. Las empresas no quieren salir de Soria capital, al menos para trabajos esporádicos en pueblos. Utilicé Internet pero aún así me costó bastante encontrar quien se apuntara a una limpieza una sola vez. Todo se complicó bastante y lo que pensaba sería algo sencillo y rápido se convirtió casi en una pesadilla. Al fin todo se resolvió y ya solo me queda entregar las llaves de la antigua casa y dar los últimos retoques a la organización de la nueva casa. Los propietarios de la casa de Soria no han querido que les entregue las llaves antes de la finalización del contrato, perdonándome al menos algo de los alquileres pendientes. Cada uno va a lo suyo, eso está claro, así que he tenido que pagar el alquiler de dos casas durante estos meses. Tenía claro que no podía perder una casa que me gustaba tanto y en un paraje que es perfecto para mis gustos e intereses, un pueblo de menos de diez habitantes en el quinto pino, con silencio monástico y aislamiento adecuado a mis peculiares gustos. Por suerte mi economía me lo permite, al menos de momento. Los gastos han sido tantos que sin la venta de la casa que fuera del matrimonio no hubiera podido hacer lo que hice. Gastos de mudanza, gastos de limpieza, doble gasto de alquiler, doble gasto de electricidad, dar de baja Internet y televisión en un sitio, de alta en el otro, viaja para acá, viaja para allá, vacía cajas, sube las cajas de libros al primer piso, por unas escaleras empinadas, hasta he tenido agujetas en el trasero, algo insólito que no me había ocurrido nunca.

Pues sí, Hacienda me ha dado un palo que me ha dejado temblando. Me lo esperaba, pero siempre confías en el milagro, en que algo que se te haya pasado por alto te libre de la hecatombe. Aunque no soy un experto, hay cosas que te llaman la atención, por ejemplo que tributes más por una pequeña cantidad que has ganado al vender unas acciones que la desgravación al vender una casa por un precio mucho más bajo del precio por la que la compraste. Puede que por las pequeñas ganancias tributes cien veces más de lo que desgravas  por tus grandes pérdidas. No se puede decir que sea una tributación justa para las clases medias. Pero no me quejo, otros muchos están peor y no se quejan tanto. Podría buscar el asesoramiento de mi personaje humorístico, el Sr. Buenavista, economista, aunque más bien no, mejor no, podría enredarme hasta no saber dónde está mi mano izquierda, y a lo mejor hasta me aconsejaba abrir una cuenta en las islas Caimán, donde los caimanes se comen a los pobres y vomitan oro sobre los ricos. Mejor no.

Estoy agotado, baldado. Soy consciente de que este sobrepeso va a terminar conmigo. Tampoco ha sido para tanto. Y eso que he bajado diez kilos con todo el ajetreo de estos dos meses. Debería tomarme en serio, bajar otros diez, por lo menos, si quiero evitar que me de algo y no andar siempre cansado, como si tuviera el síndrome del agotamiento crónico. Si quiero vivir algunos años más tendré que ponerme las pilas. Que al menos pueda terminar alguna novela, no todas porque eso es imposible. Además observo también que cuando me agoto me pongo malhumorado, agresivo, me cuesta mucho relacionarme. Curioso que la fobia social haya reaparecido con fuerza, cuando creía que ya estaba casi superada. Debo aceptar que tanto la fobia social como la enfermedad mental me acompañarán hasta la tumba y hasta más allá. Es algo que hay que asumir y estar siempre preparado para las pequeñas o grandes crisis.

EckardTolle

Por suerte la lectura del libro de Eckard Tolle, El poder del ahora, ha sido una lectura muy oportuna. Es un libro muy serio que trataré en el blog en otros textos. Sin la filosofía del guerrero impecable y el poder del ahora, no hubiera podido superar esta mudanza, me habría  hundido en una grave depresión. Esto supone un gran avance, aunque después de toda una vida peleando sabe a poco, a muy poco. También he sido muy consciente de que la sinceridad apabullante por la que a veces me dejo llevar, supone tal vez una provocación. Soy muy consciente de ello, especialmente en momentos como los que he pasado, pero no puedo ni quiero evitarlo. Veo a los gusanos muy cerca, dispuestos a comerse este corpachón en un banquetazo pantagruélico. En esta situación el exhibirlo hasta me parece divertido. Lo que se han de comer los gusanos que lo vean los cristianos. ¿Qué podría pasar? ¿Que unas cuantas personas que tal vez tuvieran interés en relacionarse hasta alcanzar el primer círculo, se lo piensen seriamente y decidan que no merece la pena? No me parece importante. Un guerrero siempre libra solo sus batallas de poder y en eso, lo único que me interesa realmente, no pueden ayudarme, así que con un poco de prudencia y discreción, pero seguiré aprovechando que estoy solo para mostrarme como soy, no como a otros les gustaría que fuera.

No es el momento para analizar las lecciones que he recibido sobre los temas importantes que más me interesan, la enfermedad mental, la salud física y psíquica, las relaciones interpersonales desde la perspectiva de la ley de los tres círculos, los avances espirituales… Espero recuperarme y en otro capítulo podré explayarme al respecto. Un acontecimiento especialmente dramático me ha puesto en guardia sobre la fragilidad de las personas con enfermedad mental y su incapacidad para sacar una pizca de voluntad a la hora de tomar decisiones cruciales sobre sus vidas. En ese sentido me siento un privilegiado por haber tomado la decisión que tomé en su momento, mejor morir de pie que vivir de rodillas.

Me gustaría que esta fuera mi última mudanza, dejando aparte la mudanza definitiva, porque aquí me siento a gusto, en un pueblecito con tantas personas como gatos, en un silencio monacal, en una casa que tiene sus inconvenientes pero pocos en comparación con sus ventajas, comenzando de cero una nueva etapa que sea la última, la definitiva. No voy a mencionar nada que se refiera a otras personas, la discreción debe ser estricta, la vida del pueblo será mi vida siempre que no se relacione con otras personas. Y en cuanto a los gatos, prefiero contarlo todo en La verdadera historia de Mici y Zapi, los gatos ya forman parte indisoluble de mi vida, si tuviera que reencarnarme en un animal, sufriendo la metempsicosis, querría ser un gato y concretamente Zapi. A pesar de todos mis errores y de los daños que ha causado mi ignorancia, me gustaría tener un amo como yo, sin falsa modestia.

Ha sido importante conseguir Internet, aunque me haya costado, bastante, mucho, en los pueblos todo cuesta mucho más, y no me refiero al vil metal, sino a las gestiones que en una ciudad serían todo facilidades. Estoy durmiendo bastante bien y descansando aceptablemente, con unos kilos más todo sería mucho más sencillo, a ver si lo consigo. No me quejo de cómo va el primer círculo, poco numeroso pero sólido. Hoy esperaba estar de viaje para ver a mi amigo Bautista, se ha retrasado unos días, pero se hará. También me espera otro viaje para ver a otra persona que ya forma parte de mi primer círculo, una visita importante, espero estar un poco más en forma y no agotarme a las primeras de cambio, especialmente si hace mucho calor. La soledad se atenúa mucho si tienes un primer círculo, aunque sea muy poco numeroso. Asumiendo la soledad del guerrero, especialmente en las batallas de poder, he sido muy consciente de lo aislado que he estado y cómo se han atrofiado mis mecanismos de relación social, me cuesta hasta hablar, y no solo porque tal vez mi cerebro se esté deteriorando bastante, sino porque uno pierde la facilidad para andar en bicicleta si se pasa años sin subirse a una, para hablar, si solo hablas con los gatos, y para saber cómo comportarse en sociedad si te pasas meses y meses enclaustrado en tu monasterio. De todo lo que me ha pasado en estos dos meses, solo ha surgido un deseo con fuerza: Por favor, fuerzas poderosas, que si tengo que morir sea rápido y con el menor dolor posible, no podría soportar un largo deterioro, más estando solo.

 

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DIARIO DE UN ENFERMO MENTAL LVI

8 01 2019

DIARIO DE UN ENFERMO MENTAL LVI

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OTRA VEZ NAVIDAD

La tercera que paso en esta casa de Soria y la última, ya es definitivo. Este verano visité varias zonas, algunas me gustaron, otras fueron descartadas, y teniendo en cuenta las posibles casas para alquilar ya barrunto hacia dónde pueden encaminarse mis pasos. El último viaje fue a Segovia, con motivo de ver a Sara que había venido unos días a España.  Me gustó la zona de la estación de esquí de la Pinilla. Me alojé en un hostal en un pueblecito de la zona, una casa rural de piedra y madera, donde estuve muy a gusto. No perdí el tiempo, me hice muchos kilómetros y creo que en este momento es la zona que tiene más posibilidades de encontrar una casa que me guste. No es alta montaña, pero sí hay montaña suficiente para que no me sienta a disgusto. Decidí acercarme hasta Ávila, concretamente la zona de Barco de Ávila. También me gustó lo suficiente como para visitar cualquier casa que se alquile. Estuve un día entero, hasta me perdí, lo que es muy habitual en cualquier zona que visite por primera vez.

Tras reflexionar he decidido suprimir directamente de este diario la mención a cualquier persona que no sea yo. La discreción es imprescindible, pero como tampoco quiero obviar las experiencias que afecten intensamente mi vida, lo que voy a hacer es referirme a las relaciones con otras personas en diferentes apartados en los que analizaré las lecciones que he aprendido. Me referiré a las experiencias con personas que sigo considerando de primer círculo como lecciones del primer círculo; a mi relación con otras personas con enfermedad mental como lecciones sobre la enfermedad mental; a las experiencias que me traiga el discurrir de la vida como el aprendizaje de un guerrero y a todos aquellos eventos que afecten mi imagen en un espejo como Perdiendo la importancia personal.

Recapitulando lo que ha sido el verano debo decir que los viajes, sin ser numerosos y agobiantes, sí me cansaron mucho, me agotaron. Y aquí entra otra de las facetas que voy a analizar en otro apartado de este diario, mi salud, física, psíquica y mis mundos mentales. Con mejor forma física los viajes hubieran sido menos agotadores y hubiera disfrutado bastante más. Tengo cuentas pendientes con mi salud, cada vez más. No fue un mal verano, aunque tampoco tan bueno como me hubiera gustado. Llegó el otoño, llegó el invierno y mi interés está en despedirme de Soria disfrutando todo lo que pueda de mis últimos meses.

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LECCIONES DEL PRIMER CÍRCULO

No voy a hablar sobre Sara pero sí mencionaré las lecciones que estoy aprendiendo sobre las relaciones del primer círculo.

-En una metáfora que me gusta mucho, debo decir que cuando se rompe una relación de primer círculo, bien porque hemos expulsado a alguien de este círculo o hemos sido expulsados por el otro, es como un precioso jarrón chino que se ha roto. No importan las causas, alguien lo empujó para que cayera, todos los empujaron, las circunstancias produjeron el accidente, no importa cómo se rompe el jarrón, el hecho es que el jarrón está roto y ahora solo queda ver qué hacemos.

-Puede ocurrir que a nadie le interese reconstruir el jarrón, con lo que éste quedará roto para siempre y cada uno hará con los trozos que han quedado en su terreno lo que quiera, tirarlos a la basura, esconderlos…

-Cuando uno se pone a reconstruir el jarrón se encuentra con que nada será nunca igual que antes, por mucho que se utilice el mejor pegamento del mercado y se dediquen horas y horas a ir pegando los trocitos, como en un puzle diabólico, por mucho cuidado, concentración, imaginación que se ponga, cualquiera puede ver que el jarrón se rompió y ha sido reconstruido, puede que visto desde lejos pueda dar el pego durante un momento, pero de cerca está claro, el precioso jarrón se ha convertido en un increíble y patoso trabajo de zurcido. Rememorar con melancolía la hermosura de aquel jarrón, aunque nunca fue tan hermoso como lo imaginamos, no sirve para nada. Y tampoco se puede dar por supuesto que vamos a vivir experiencias parecidas a las anteriores, todo es nuevo y dificultoso.

-Cuando se rompe un jarrón ya nunca se recupera del todo la confianza. Desconfiamos de que la relación de primer círculo pueda llegar a ser tan afectiva y duradera como pensábamos antes. Aunque nos esforcemos al máximo, ya no confiamos de la misma manera en la otra u otras personas. Y por supuesto, tampoco confiamos en nosotros, en nuestra capacidad para trabajar en una relación de primer círculo con una mínima garantía de que las cosas irán aceptablemente bien. Es preciso aceptar que la relación de primer círculo, reconstruida, será un trabajo endiablado, siempre tendremos la sensación de que el afecto ya no es lo que era y nunca lo será, y cada día de esa relación estaremos temiendo que el jarrón vuelva a romperse, ahora con mayor probabilidad, dado que todos los trozos han sido pegados y son más débiles.  Es un camino sobre el alambre de un funambulista que está aprendiendo el oficio. Solo queda concentrarse, poner el máximo esfuerzo y tener mucha paciencia, esperar que el jarrón aguante y que no suframos con tanta intensidad como sufrimos cuando el jarrón se rompió por primera vez.

-Mi lección aprendida es que siempre merece la pena la reconstrucción del jarrón, salvo que el otro haya tirado a la basura los trozos que quedaron en su terreno y la reconstrucción ya no sea posible. Las dificultades no importan si deseamos en profundidad, sin paliativos, volver a tener el jarrón en nuestras manos. No se trata de plantearnos si la otra persona merece o no la pena. Si durante muchos años ha formado parte de nuestro primer círculo, se ha creado un sólido vínculo afectivo que no ha sido afectado por un análisis frío, objetivo, impersonal de la otra persona. No queremos porque el otro sea perfecto y no podamos evitarlo, queremos porque así lo hemos decidido, porque ese camino se ha formado paso tras paso, porque la vinculación se ha ido haciendo cada vez más fuerte, porque hemos intercambiado electrones, por así decir, y ahora parte de nosotros son los “electrones” del otro y parte del otro son nuestros “electrones”. La molécula así formada es sólida, lo queramos o no, y toda ruptura implica una terrible pérdida de energía, convertirnos en un colador lleno de agujeros, incluso puede llegar a ser una pequeña explosión nuclear que acaba con nuestra personalidad y nuestra vida. El jarrón no es un adorno que pueda ser reemplazado, es una vinculación en la que hay mucho de nosotros y mucho de la otra persona. No se trata de “pegar” los trozos rotos, de recuperar lo que fue, se trata de decidir, de una vez por todas, si deseamos al otro en nuestro primer círculo, formando parte de nuestra vida, y de a su vez formar parte de su primer círculo, de su vida, o no. Si la respuesta es negativa, solo queda aceptar que el jarrón está roto y lo mejor que se puede hacer con él es expulsarlo definitivamente de nuestra vida. Y por el contrario, si la respuesta es positiva, uno debe asumir que un jarrón pegado no es lo mismo que un jarrón “creado” y que la paciencia y el sufrimiento, el largo camino para recobrar la confianza, merecen la pena, sino no lo haríamos.

-Otra lección importante es la de que una vez que has vaciado tu primer círculo, plantearte volver a llenarlo, plantearte volver a tener un nuevo primer círculo, es un trabajo endiabladamente doloroso que puede no compensar. No hay que forzar las cosas, puede que vivir sin un primer círculo no sea la mejor de las vidas posibles, pero no es peor que intentar comprimir piedras dentro de una vasija vacía. Salvo que se produzca un milagro y las piedras encajen a la perfección como en ese juego que todos conocemos, la vasija, nuestra personalidad, acabará estallando en mil pedazos. Otra cosa muy diferente es no intentar aprovechar las ocasiones que la vida ponga a tu alcance, es como perder el dedalito de suerte que tiene un guerrero por no estar atento. Imperdonable. Pero si tienes que vivir sin un primer círculo, pues vives.

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LA MEMORIA EN LAS PERSONAS CON ENFERMEDAD MENTAL

Como enfermo mental he aprendido muchas lecciones de mí mismo, recapitulando lo que ha sido mi vida, pero también estoy aprendiendo mucho de mi relación con otras personas con enfermedad mental. Una de ellas, sobre la que he reflexionado últimamente, es cómo funciona la memoria en un enfermo mental y hasta qué punto pueden ser atribuidos algunos comportamientos a esa falta de memoria.

Es cierto que la medicación influye mucho, lo sé porque puedo recordar cómo influyó en mi memoria, pero hay determinadas conductas que ahora me resultan graciosas, aunque comprendo muy bien por qué no lo son tanto para los “no enfermos”. De nuevo lo que yo llamo bula papal, resulta ser determinante. Lo mismo que una persona con enfermedad mental considera que puede hacer lo que quiera y permitirse comportamientos que sabe no se le permitirían a nadie que no sufriera enfermedad mental, también influye decisivamente en la memoria o supuesta falta de memoria.

Analizando con objetividad ciertos comportamientos de personas con enfermedad mental con las que me relaciono, debo decir que no me creo, bajo ningún concepto, ciertas supuestas pérdidas de memoria. No me creo que alguien me cuente ciertos episodios de su vida, habitualmente dramáticos y oscuros, una y otra vez, y que no sea consciente de que ya me lo ha contado. No me lo creo, y tengo mis motivos. Esas mismas personas sí son capaces de admitir que algo, sin la oscuridad y el dramatismo de otros episodios, ya me lo han contado. Lo aceptan con naturalidad cuando se lo digo. No me creo tanta selectividad, es como si alguien me contara de pé a pá lo que ha hecho durante el día, con una memoria prodigiosa, superior a la mía, y no fuera capaz de recordar que ciertos episodios nocturnos me los ha contado miles de veces. No encaja, es cierto que la memoria es selectiva, pero no tanto.

¿Están mintiendo? Sí, por supuesto, eso ya lo he analizado en otros textos sobre enfermedad mental. Mentimos para defendernos y no nos sentimos culpables por hacerlo. Pero lo que resulta llamativo es que se pueda hacer con tal “desvergüenza”.  En este comportamiento no solo resulta decisiva la bula papal sino la necesidad de aliviar las emociones más intensas y negativas con algún tipo de estrategia. Una de ellas es negarse a hablar de ciertos temas que generan esas emociones, otra, igualmente efectiva, es hablar de esos acontecimientos a otro, una y otra vez, como si contar lo mismo miles de veces pudiera descomprimir esa presión emocional, y así es, es como hacer miles de agujeros en un cántaro que está a punto de reventar por el exceso de presión de su contenido. Me está ocurriendo con una persona enferma mental y hace ya tiempo que decidí que eso no es admisible. Mi estrategia es tomarlo con humor, decir claramente las veces que me ha contado lo mismo, hablar de las técnicas mentales que ayudan a controlar un poco esas ideas obsesivo-compulsivas y decirle sin ambages que el cántaro tiene ya tantos agujeros que la presión ha tenido que ser liberada, ya no sirve esa estrategia, es retroalimentar ideas obsesivas que no se aliviarán porque se hable de ellas un millón de veces, es como subirse a un tiovivo infernal y dar vueltas y más vueltas, solo si te bajas de él caminarás un paso hacia adelante, sino lo haces podrás estar dando vueltas  durante toda la eternidad y no habrás avanzado un solo paso.

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LECCIONES DE GUERRERO

Una de las decepciones más tristes para mí, en mi aspiración a convertirme en un guerrero impecable, es la constatación de que ciertas conductas, impropias de un guerrero, se siguen repitiendo, a pesar de mi concentración y de mis esfuerzos, a veces denonados. Es un poco como la frase de San Pablo de que para ser un hombre nuevo, hay que matar al viejo. Me cuesta acabar con él, han sido demasiados años en su piel. El apego a ciertos pensamientos, ciertas emociones, ciertas conductas, ciertas debilidades que me permito porque de alguna manera sigo siendo un enfermo mental que no ha quemado su bula papal, me hacen sentir muy mal. Por suerte lo básico de la filosofía del guerrero impecable, sigue funcionando, no importa cómo me sienta, lo que piense, los remordimientos ante ciertas conductas, sigo haciendo lo que debo de hacer cuando tengo que hacerlo, y si debo dejar pasar el tiempo para que la intensidad emocional disminuya, para que las ideas obsesivas se agoten, para dejar de sentirme culpable por algo que ya hice y que no se puede cambiar, lo hago sin la menor duda. Si debo asumir que aún me queda mucho para ser un verdadero guerrero impecable, lo asumo, y sigo adelante.

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LECCIONES NO APRENDIDAS SOBRE MI SALUD

Son muchas, tantas que me pregunto si he aprendido en realidad alguna. Cuando imaginaba mi vejez lo único que no podía soportar era la posibilidad de que mi mente se trastocara, que perdiera la memoria por el Alzheimer o la demencia senil, que dejara de ser creativo, que no fuera capaz de hilvanar ni los pensamientos más elementales. De hecho tuve algún sueño en el que padecía Alzheimer hace algunos años, que luego utilizaría como contrapunto a las historias infantiles de mi novela Los pequeños humillados. Gracias a Dios mi mente sigue bastante lúcida y eso ayuda a contrapesar los achaques físicos que cada vez son mayores. El deterioro físico es ya importante.

Hace un par de meses, a raíz de un agotamiento físico inesperado y terrible, sin haber hecho nada que lo causara, me planteé la imperiosa necesidad de bajar de peso, por fin. Con un poco más de atención a mi dieta logré bajar unos cuatro kilos, lo que no es nada, pero sí un comienzo. Consciente de mi dificultad deambulatoria me propuse salir a caminar todos los días. Mi férrea voluntad hace que cuando tomo realmente una decisión, la lleve a cabo, aunque sea solo por un breve tiempo. El problema es que soy absolutamente incapaz de caminar por las mañanas, no soy yo mismo, por lo que mi única opción es la de dejar pasar el tiempo hasta que me encuentro. Tampoco puedo caminar después de comer, la siesta es sagrada, o al menos la sentada en el sofá durante un par de horas, aunque no me duerma, lo que ocurre raras veces. Me quedaba un horario bastante restringido, entre las seis y las ocho de la tarde, horario que se restringió aún más cuando los días se acortaron. Comencé sin prisas y muy gradualmente. Un cuarto de hora de ida y otra de vuelta, que fui ascendiendo poco a poco hasta llegar hasta casi una hora de ida y otra de vuelta. Otro problema es que no me gustan demasiado, casi nada, las posibles caminatas desde la casa. No me gusta caminar por la carretera, no me gustan los caminos de tierra con poco arbolado, erizados de obstáculos, con un paisaje poco atractivo. Podría haber salido en coche hasta alguna de las rutas de senderismo cercanas, que no parecen estar mal, pero sacar el coche todos los días no me atraía lo más mínimo. Así que decidí caminar por la carretera con muy poco tráfico que llega hasta el pueblo más cercano, terminando allí y dando la vuelta por el otro lado. Nunca llegué hasta el pueblo, pero la caminata no era muy molesta, mientras no haya coches lo voy llevando. Unos caballos en una finca cercana me animaron un poco, me gusta hablar con los animales, sé que no entienden el significado de las palabras pero sí entienden a las mil maravillas el tono con el que les hablamos, saben si somos cariñosos con ellos, si estamos enfadados, si les respetamos o no, si les tenemos miedo, si nos caen mal… Un caballo se acercó sin miedo y dejó que le hablara un rato, creo que aquel fue un inicio de una hermosa amistad. También es cierto que no todos los animales, reaccionan igual, cada uno tiene su propia personalidad. Me hacía ilusión caminar sabiendo que al llegar al prado el caballo se acercaría, me miraría y me dejaría hablarle. Otra experiencia, más negativa, fue la de un gran mastín. Cerca una casa aislada escuchaba la voz de una mujer llamando por el nombre a lo que me pareció un perro, porque no había visto nada. Una tarde el perrazo comenzó a ladrar y noté que los ladridos se acercaban. Estuve atento y lo vi salir a la carretera, corriendo hacia mí, una carrera no muy veloz, dada su envergadura. Me dije que allí moriría por Dios o utilizaría mis dotes de guerrero. Así que decidí que el miedo era mi peor opción y me volví. Me quedé quieto, mirándole con simpatía. Ni el menor asomo de miedo o de agresividad. Si el perro me atacaba era porque era un mal perro, agresivo, violento, lo mismo que ocurre con las personas, también puede haber malos perros, aunque la culpa la tengan en buena parte los amos. Se acercó, me olió bien olido, dio un par de vueltas a mi alrededor y decidió que no podía considerarme un enemigo, aunque tampoco un amigo, aún, porque no me lamió la mano, lo que me hubiera animado a acariciar su cabezota con cuidado. No volvió a molestarme.

Me acostumbré a llevar una linterna, por si se hacía de noche, lo que ocurrió en alguna ocasión. Me vino muy bien porque aunque muy pocos, siempre pasa algún coche y la carretera es muy estrecha y sin arcén. Encendía la linterna caminando por el lado correcto de la carretera y no tuve el menor problema. Pero dejé de hacerlo, los días se acortaron y también hubo algún problema con perrazos, algo de lo que no voy a hablar por discreción. En resumen, que dejé de caminar sin sentirme demasiado culpable, todo sea dicho.

Anoto en el móvil los alimentos que me hacen daño y si veo que no es cuestión de un mal día, sino que cada vez que los ingiero tengo problemas, los descarto. Anoto todo aquello que parece influir negativamente en mi salud. Es una forma de cuidarse, pobre, pero algo es algo. Como guerrero pienso que hablar de los achaques físicos, con naturalidad, con humor, es una bonita estrategia para perder importancia personal, algo que siempre le sobra a un guerrero. Es por ello que voy a probarlo por primera vez en este capítulo de este diario.

Los vómitos estando dormido han sido una de mis mayores preocupaciones los últimos meses. Ocurrió la primera vez y me asusté mucho, por un momento creí que me ahogaba. Mientras en el servicio intentaba respirar a grandes bocanadas, evitando que el vómito fuera por las vías respiratorias, me dije: Aquí muera Sansón con todos los filisteos. Pero por suerte ni murió Sansón ni ningún filisteo. Decidí programarme para despertarme ipso facto en cuanto el vómito fuera subiendo, y por suerte la programación funcionó muy bien, antes de que llegara a la garganta ya estaba yo en pie, despierto, corriendo hacia el servicio, unos traguitos de agua, recuperación de la respiración, tomarme un protector de estómago, caminar por el salón, regresar a la cama e intentar dormir de nuevo. Ha funcionado y muy bien. Aquello pasó y cuando creí que ya estaba superado ha vuelto a ocurrir antes de estas navidades. Preocupante. Pero ha vuelto a pasar. Exquisito cuidado con lo que ceno, anotación de lo que he cenado o incluso comido cuando tengo un vómito en sueños, muy atento a todo lo que pueda causarme problemas estomacales o intestinales. La diarrea explosiva, como la he terminado llamando, también es un problema, puede que sea algún virus o bacteria que ande por ahí y que haya llegado a mí por el aire, porque con el contacto que tengo con la gente, no es muy verosímil. He ido descartando algunos alimentos o salsas, me observo con la meticulosidad de un hipocondríaco. Algo que puede que ya sea un poco, porque no en vano soy un abuelete y mi salud no es un hermoso día resplandeciente.

Una preocupación extra fue el dolor agudo, aunque intermitente, que me asaltó hace unos días, justo en la misma zona donde se produjo la úlcera hace ya algunos años. Enseguida me puse sobreaviso, aunque supuse que bien podría tratarse de la típica hipocondría de un abuelete con mala salud, como así fue. Tocándome la zona con los dedos el dolor se manifestaba, lo mismo que con los esfuerzos para arrancar las flemas del pecho, el maldito tabacazo.  Lo más preocupante fue la posibilidad de sufrir una hemorragia y tener que ser internado y operado. De haber vivido solo eso no hubiera supuesto una preocupación extraordinaria, llamar al 112, que vengan y me lleven en ambulancia. Pero cuando tienes una mascota las complicaciones son importantes. Zapi podría alimentarse cazando, aunque supongo que cuando tienes la comida en el plato todos los días eso cuesta un poco, pero estar fuera de casa y dormir fuera por la noche es un riesgo teniendo a los perrazos sueltos. Lo peor sería que llegara a pensar que su amo lo ha abandonado y se asilvestrara y no le volviera a ver el pelo. Es preocupante, pero poco puedo hacer al respecto. He improvisado un protocolo de emergencia. En caso de un dolor intenso que pueda hacerme perder la consciencia, debo moverme con rapidez, aunque sea arrastrándome, hasta la puerta o ventana más cercana y dejarla entreabierta. Sería terrible que Zapi quedara encerrado, que se acabara la comida y la bebida y se muriera de inanición antes de que alguien se preocupara y viniera hasta la casa por si me había pasado algo. Durante el día tengo la llave en la puerta, por lo que cualquiera podría acceder a la vivienda si no contesto. Por la noche es esencial mantenerme consciente hasta que logre entreabrir una puerta o ventana.  Hace ya mucho tiempo que llevo una copia de la llave colgada al cuello, como si fuera una cruz o una medalla, para el caso de tener que salir deprisa y corriendo por alguna emergencia. Eso me evitaría quedarme fuera sin llave. Cuando vives solo estos pequeños detalles son importantes. No me fio nada de una copia de la llave escondida fuera de casa, si tú piensas en un buen lugar para esconderla los demás también pueden hacerlo si están interesados en acceder al interior cuando tú no estés.

Creo que, visto lo visto, voy a hacer un inventario de mis achaques en este capítulo para no volver a hacerlo nunca más, salvo pequeñas menciones a algún deterioro grave o también, por qué no, a una mejora importante de salud. Tenemos los problemas estomacales, con el vómito nocturno, la posibilidad de que se vuelva a abrir la úlcera y se produzca alguna hemorragia. Los problemas intestinales y las diarreas explosivas, algo insólito y que no he descubierto de dónde vienen, no son determinados alimentos, puesto que en otras ocasiones me sientan muy bien, no parece ser el agua del grifo, tampoco está claro que sea el kéfir de agua cuando me olvido y lo cambio pasados unos días. Tengo un intestino delicado, eso es cierto, y mi padre tuvo cáncer de intestino, algo a tener en cuenta, la genética siempre tiene su importancia. El consumo de tabaco, a pesar de que ha decrecido y casi nunca supero mi propia línea roja, también es algo a tener en cuenta. Durante periodos más o menos largos sufro de las consecuencias de una bronquitis crónica, al despertar y a veces por la noche, noto el pecho obstruido e intento arrancar las flemas que tanto me molestan. He decidido darme vicks vaporub en el pecho, garganta y fosas nasales. Parece que tiene una cierta efectividad. No hay nada más, de momento, y parece bastante. Estómago, intestino, pulmones… La mente sigue estando lúcida, aunque tengo despistes, pequeños fallos de memoria, la mejor estrategia es trabajar la mente, escribir, leer, pensar y eso es algo que hago todos los días y con gran intensidad. De momento no pienso que mi estado de salud sea grave y preocupante. Me vendría bien adelgazar un poco y mejorar la alimentación.

Otra cuestión, bastante graciosa, es la de mi querida próstata, a quien Dios conserve muchos años. Da igual que beba poco o mucho o nada antes de irme a dormir, a las dos o tres horas, como mucho, tengo que levantarme al servicio, si estoy despierto “no problem” , pero si estoy dormido es bastante molesto. Primero debo procurar no despertar a Zapi que desde que terminó el verano no duerme fuera de casa ni un solo día. Acostumbra a dejarme leer en el libro electrónico y no me molesta, pero cuando su invisible reloj de pata gatuna le dice que voy a apagar la luz, viene a la cama, le acaricio, me lame la mano, se tumba sobre ella y me obliga a leer con una sola mano, lo que es bastante molesto, así que apago el libro y apago la luz. Entonces busca su lugar favorito, en el círculo que forman mis piernas cuando me coloco de costado y la pierna de arriba va para adelante y la de abajo para atrás. Es un hueco que le encanta y a mí no me disgusta porque es una maravillosa estufita. Cuando me despierto intento por todos los medios sacar las piernas sin tocarle, para no despertarle, no siempre lo consigo. Tendría que verme levantándome medio dormido, a oscuras, palpando con las manos las paredes, en cuanto llego al baño enciendo la luz, entorno la puerta y me siento. Y aquí viene un método fantástico para prostáticos que no han descubierto otro mejor. Cuento hasta cien. Parece una tontería, pero es importante, porque las vías urinarias se ocluyen y cuando piensas que has vaciado la vejiga y te vuelves a la cama, a los cinco minutos te vuelven las ganas. Así que para evitar un falso vaciamiento por oclusión, voy contando hasta cien, sin prisas. Sé que la vía se ocluirá, pero luego se desocluirá, aunque no exista esa palabra, me la invento. Con lo que las fases de la micción serían las siguientes: chorro fuerte y abundante, oclusión, espera contando sin impaciencia, relajado, se desocluye, chorrito suave pero persistente, sigo contando. Nueva oclusión. Ejercicio de músculos del aparato mingitorio, fueren los que fueren. Y cuando llego a cien, a veces sobrepaso este límite, sacudimiento cuidadoso. Pequeña espera prudente y regreso a la cama. Si estoy muy dormido estos procesos son muy molestos, pero los he automatizado. Podría ser una gran suerte si recordara los sueños al despertarme acuciado por necesidades mingitorias, incluso podría anotarlos ipso facto si fueran muy interesantes, pero no los recuerdo. Si estoy más despierto hasta puedo permitirme el lujo de llevarme el libro electrónico, encenderlo, leer un poco o un mucho, con calma de buda y cuando la sensación de vacío en la vejiga y vías mingitorias es total, vuelvo a apagar el libro y regreso a la cama.  Y ahí viene lo complicado. No quiero despertar a Zapi, así que me voy al otro extremo de la cama de dos metros y me cuelo bajo las sábanas. A veces se despierta, se estira, se encoge, hace estiramientos, come un poco de pienso, bebe un poco de agua, va al arenero y produce un ruidito agradable.  Cuando regresa tengo la luz de la lamparita que me regaló Sara y que es muy práctica y le canto algunos ripios muy divertidos que dejaré para otra ocasión, me lame la mano, busca y rebusca la mejor postura, se tumba encima de mi mano, apago la luz como puedo e intentamos dormirnos. Y así hasta la próxima, dos o tres horas más tarde. Todas las noches son entretenidas, unas más que otras. Zapi es un angelote del cielo, lo aguanta casi todo, hasta las explosiones volcánicas de gases azufrosos. Cuando se le agota su paciencia, porque hasta a los angelotes se les agota, no me abronca con maullidos enfadados, se limita a saltar de la cama, se va hasta el armario del dormitorio que siempre tiene una puerta entornada, la abre un poco más con su patita, se cuela dentro y la cierra con la patita. Lo imagino estirándose y encogiéndose como un chicle, dando vueltas sobre sí mismo hasta encontrar la postura, se coloca en posición fetal gatuna y si te he visto no me acuerdo. Yo me quedo en la cama dando vueltas, me tumbo sobre el costado derecho, luego sobre el izquierdo, luego boca arriba, boca abajo, boca abierta y boca cerrada. La respiración doble es muy efectiva, y muy sencilla, inspirar, 1-2, expirar 1-2, 1-2/3-4. Una pausa más o menos breve y a repetir, 1-2/3-4. Ya está automatizada, puedo estar así minutos y minutos. Me ayuda cuando tengo dificultades respiratorias y también me sirve para calmar la mente. Ya casi no existen las circunstancias que me desequilibraban tanto emocional y mentalmente. Apenas me relaciono, no conozco personas a las que nunca he visto y que me producen un malestar cercano a la fobia social, porque pienso que están pensando o teniendo hacia mi pensamientos o sentimientos negativos, lo cual no siempre es así, aunque puede que con el tiempo sus palabras o conductas ratifiquen lo que yo había creído intuir, pero siempre hay circunstancias, estímulos, que son inevitables. Me crispan los nervios ciertas manifestaciones de políticos en los telediarios, como si continuaran viviendo en las cavernas y nunca hubieran salido de ellas. Las mujeres son sus esclavas, todo el mundo es su enemigo, hasta los propios colegas de caverna, porque ellos son los amos, los jefes, nadie les tose. Y no digamos las tribus vecinas, porque tienen el color de la piel diferente, porque su lenguaje de gruñidos es distinto al suyo, porque están en su territorio de caza, que es suyo y solo suyo. Porque sus dioses son los únicos dioses verdaderos, los dioses de los demás son inventados, sus mensajes son los únicos verdaderos y deben ser impuestos a los demás, en su propia tribu o en tribus ajenas. Actúan como si la democracia no hubiera sido aún inventada, como si fueran el pueblo elegido de sus dioses y todos los demás son inferiores, por esto o por aquello. Las mujeres no tienen alma, son inferiores, son sus esclavas y ug ug de pronto se convierten en iguales cuando les interesa a ellos, da lo mismo que haya mil mujeres asesinadas por un hombre, ahora son iguales y no deben de ser protegidas por la tribu, como todos los demás, deben defenderse a garrotazos cuando son asaltadas y violadas, son mentirosas y trapaceras, manipuladoras, los hombres no, veis cómo los hombres no necesitan ser protegidos por la tribu, andan solos por ahí y ninguna manada de mujeres intenta violarlos. Sus dioses les dicen que la simiente está para generar cuantos hijos quieran ellos, los dioses, y por lo tanto si algún listillo inventó la contracepción va contra el deseo de los dioses, y no se puede abortar, nunca, bajo ningún concepto, hasta llegan a considerar pecado contra los dioses el que los hombres echen su semilla en tierra porque el deseo carnal y pecaminoso es nefando y si te masturbas y arrojas tu semilla al suelo, sin posibilidad de fecundar, vas contra el mandato de los dioses. Y… Todas estas cosas desequilibran mi mente y muchas más que sería prolijo detallar. Por eso cuando llego a la cama debo calmar mi mente. A eso me ayuda la respiración doble. Ya no es como antes, que me pasaba horas y horas dando vueltas en la cabeza a las mismas ideas, sin poder librarme de ellas, o intentando calmar emociones generadas por las más diversas circunstancias. Sentía pánico por relacionarme, por conocer personas nuevas, por ser insultado o tratado como una basura cuando no podía controlar mis conductas patológicas debidas a mi enfermedad mental. Sabía que todas estas circunstancias me pasaban una factura muy alta, horas y horas intentando librarme de ideas y emociones, intentando calmarme. Sabía que me iba a costar dormir, si es que lo conseguía. Utilizaba la fantasía, especialmente la erótica, como una forma de aliviar esas horas terribles. Tuve suerte en ser escritor y poder utilizarlas luego para mis historias; en tener una sexualidad tan viva, porque eso me permitía pasar con facilidad de un bucle infernal a otro mucho más satisfactorio. Ahora aquella etapa ha pasado y puedo controlarme mucho mejor, incluso cuando los políticos de las cavernas dicen ug ug y te dan ganas de vomitar.

Hago mis cómodos ejercicios de equilibrio de energía y si nada de esto da resultado, me levanto y me tomo dos pastillas de valeriana o una infusión relajante para dormir, y si aún esto no da resultado, enciendo la lamparita de Sara, enciendo el libro electrónico y sigo leyendo. También es graciosa mi lucha con las almohadas. Doblo la grande, encima la pequeña y a veces también la doblo. Cuanto más alta esté la cabeza, mejor, por si hay vómito estando dormido. Durante la noche cambio la posición de las almohadas, me molesta mucho en el oído y en la zona de la cabeza que está apoyada en ellas. Tal vez sea que mi cabeza pesa mucho o que la tela se arruga y resulta molesta o que empiece a tener problemas con los oídos, de momento no creo porque oigo como antes y los picores o pequeñas molestias desaparecen enseguida. Mis noches son de lo más variado y entretenido, a pesar de ello rara vez tengo problemas de insomnio, acabo durmiendo las horas necesarias, aunque sea a trompicones, o puedo dormir la mañana o una buena siesta. A pesar de mi última racha de pesadillas los sueños no son desagradables, algunos interesantes, y siempre recuerdo alguno para anotarlo por la mañana. Como dijo Buñuel si los sueños pudieran ser controlados no volvería a despertarme

¡Ah!, por cierto me olvidaba de otros pequeños achaques. Por ejemplo, la dentadura. Hace más de treinta años un dentista me echó una terrible bronca. Con la dentadura que tú tienes es una pena que no la cuides, se te acabarán cayendo los dientes, acabarás con dentadura postiza… No ha ocurrido, gracias a Dios, pero sí tengo algunos problemas. Estuve una temporadita comiendo cosas blandas porque no podía masticar con fuerza. Dos muelas, una a cada lado de la boca, estaban tan mal que masticar alimentos duros me producía dolor. Me cuidé un poco más, dos limpiezas de dientes con el cepillo eléctrico que me regalé hace un año, antes solo lo hacía por la noche, enjuague con colutorio, limpieza con palillo de los restos de comida entre los dientes… Pasó un tiempo y ahora estoy mejor, puedo masticar con fuerza con la parte izquierda de la boca, aunque siga sin poder hacerlo con el lado derecho. Hace más de ocho años que no piso un dentista. Es posible que esto empeore y cuando vaya me tenga que poner fundas en varios dientes o me pongan un par de dientes de oro, qué lujo, o incluso tenga que aceptar que tomen conmigo medidas más graves. La verdad es que no me preocupa mucho, comer purés y cremitas no me asusta, he ido perdiendo la gula, no disfruto tanto de las comidas, y además el tener que dejar de comer ciertos alimentos hasta es posible que me adelgace, y bastante. Me temo que en este caso la línea roja no sea demasiado estricta, puede que la haya puesto demasiado lejos.

También está ese picor insoportable, granitos que me salen en la cara, en la cabeza, que ahora se han extendido un poco más, brazos, piernas… Llevo muchos años así. Tiene que resultar muy molesto, a una persona que convive contigo, ver cómo te rascas constantemente. El proceso es muy sencillo, brota un granito, se forma una postilla, te pica tanto que no puedes evitar rascarte con las uñas, se infecta. Acabas hecho un cromo. Y cuando unos granos desaparecen, aparecen otros. Nunca me preocupé por saber la causa, puede que influya el colesterol, el exceso de grasa, hasta puede que tenga el azúcar muy alto y eso haga que las heridas tarden en cicatrizar, o puede ser alergia o herpes, o…  Es muy molesto, es insufrible para las personas que te ven rascarte, es un claro signo de deterioro, es… la repera. Curiosamente a veces rascarte, arrancarte la postillita, resulta agradable, el picor se atenúa, es como comer pipas, te pasas un buen rato ocupado. No es comparable al acicalamiento de los gatitos que se pueden pasar minutos y minutos pasándose la lenguita por todo el cuerpo. Se lo veo hacer a Zapi, que pone un entusiasmo enternecedor. Pero no es lo mismo, en su caso es instinto y tal vez necesidad de mantener su pelo impoluto. Podría intentar poner remedio, que me diagnostiquen y tomar medicación y hacer todo lo que tenga que hacer, pero me temo que entre las cosas que habría que hacer estaría ponerse a dieta, cuidar el colesterol, aguantarte aunque el picor sea insoportable… No pongo remedio porque según mi criterio, bastante laxo, aún no he pasado la línea roja. Es cierto que podría hacerlo por mí mismo, por estar mejor, por tener una calidad de vida mucho mayor y una salud incomparable, pero no tengo muchos alicientes. Cuando me decían que tenía que hacerlo por mí mismo, no por los demás, yo pensaba que eso era como intentar convencerme de que no soy un ser social, de que no necesito a los demás para nada, que podría irme a vivir en solitario, que no necesito relacionarme, ni hablar, ni recibir cariño… Y aquí entra mi famosa frase de la que muchos ya deben de estar hasta el moño, si no consigues algo con cariño no lo conseguirás de ninguna otra forma. Y esto se aplica a las personas con enfermedad mental y a los que como yo nos deslizamos por el tobogán del deterioro sin poner remedio. ¡Oh el cariño! Elixir mágico que lo puede curar todo. No sirve eso de que lo tienes que hacer por ti mismo. Es como si te dijeran que no eres social, que puedes vivir en plena naturaleza, solo, y que tu calidad de vida será la misma y que no echarás de menos relacionarte con nadie. No es cierto. No podemos convencer a una parte de nosotros mismos de que no necesitamos relacionarnos, ni cariño, de que tienes que bajar treinta kilos para que cuando te veas en el espejo te piropees y te digas lo guapo que estás y qué ganas de dar un beso al espejo… El esfuerzo no te compensa, porque lo único que compensa en estos casos es hacer las cosas a cambio de cariño. Es algo que las personas con enfermedad mental tienen muy asumido. Me temo que sin cariño no hay nada que hacer. Bueno, pero primero que den ellos cariño. ¡Ya estamos! De nuevo tengo que repetir, no puedes pedirle a un cojo de nacimiento que se entrene para los cien metros olímpicos y encima los gane. Luego cuando le pongan la medalla de oro, vas y le abrazas y le das cariño hasta “jartarse”.  Es ridículo. A la persona con enfermedad mental hay que darle cariño, siempre, y esperar con paciencia a que un día te lo devuelva. Lo mismo ocurre con el deterioro, no le pidas a alguien que vive solo y con pocos alicientes, que se cuide mucho. Si su soledad disminuye, al tiempo que aumenta el cariño, su deterioro irá disminuyendo y se cuidará más. No le pidas que lo haga por sí mismo, porque él se importa un comino, solo cuando el deterioro sea terrible tendrá que decidir si quiere seguir viviendo o no, y es posible, si la dosis de cariño no es suficiente, que piense que no, que no quiere seguir viviendo.

Después de todo pienso que es una suerte no tener pareja, no tener familia, porque nadie en su sano juicio aguantaría algo así. Solo Zapi que tiene que aguantar noches de insomnio, deambulares prostáticos, patadas en sueños, me ha vuelto a pasar con alguna pesadilla,  eructos, erupciones volcánicas y hasta ronquidos, posiblemente, aunque hasta ahora ninguno me ha despertado a mí.

Y si esto no es tirar la toalla definitivamente en cuanto al sexo, que venga un sexólogo y lo certifique. No me imagino levantándome todas las noches, con una mujer en la cama, haciendo menos ruido que para despertar a un gatito, seguro que se daría cuenta. ¿Dónde vas, cariño? Esta maldita próstata, deberías ir al médico y si tienes que operarte, mejor que pasarte las noches de claro en claro. No me imagino despertándome con brusquedad y saltando como si la casa estuviera ardiendo y cerrando la puerta del servicio para que la pareja humana no se apercibiera mientras intento recobrar el resuello. Seguro que acabaría llamando al 112. ¿Esto es vida? Pues sí, una vida tranquila y divertida.  Me viene muy bien estar solo, mejor dicho con un gatito que es un angelote y que no se inmuta por nada.

Seguro que con esto me he quitado de encima tres o cuatro kilos de importancia personal, no es mucho, pero algo es algo. Y no voy a poner al comienzo de este capítulo aquello de “Se avisa al lector que esto puede impresionarle y repugnarle hasta el vómito”. Somos unos hipocritillas, nadie come maná del cielo o carece del laboratorio químico del estómago de donde salen gases efecto invernadero o carece de intestino delgado e intestino grueso. Somos animales, tenemos carne y otras cosas repugnantes que conforman nuestra humanidad.  Ya, pero si te cuidas, si te cuidas… puede que una verdura produzca más gases que la carne o el pescado y que la fruta genere combinaciones químicas más portentosas que una paella, pongamos por caso. Aceptarnos como animales no es tan difícil y hace perder una “jartá” de kilos de importancia personal. Sí, puede que otros se aguanten, se escondan, busquen el lugar y el momento oportunos para que su animalidad grosera no anule su condición de ángeles del cielo. Tal vez esto influya en las caras amargadas que se ven por ahí. Imagino que si muchos políticos dejaran sus efluvios animales en el lieu d’aisance, en la toilette, si ellos faire ses besoins en el lugar adecuado, tal vez no se les escaparían por la boca todas esas esencias animales que nos ponen el vello de punta. No sé cómo muchos no revientan. Yo no lo hago porque echo fuera todo lo animal sin la cortesía social que tantas úlceras provoca.  Como decía mi padre, de quien seguro he heredado un poco de su sentido del humor, “no será cortesía, pero que descanse la caballería”. Claro que entonces, ¿de dónde viene mi úlcera? ¡Oh, la-lá! De no echar fuera mis esencias psíquicas, seguro. Después de todo estar solo no es tan malo. Solo de pensar en lo mal que lo pasaría con una pareja, con una familia, relacionándome socialmente, se me ponen los pelos de punta, y no parezco un puercoespín porque estoy calvo.

Fuera bromas, esto es entregarse al vicio, algo que un guerrero no debería hacer nunca, pero como estamos en Navidad y estoy solo y me paso, solo un poco, comiendo y bebiendo, entregarme un poco al vicio me alivia algo, por un momento. En realidad soy un quejica, porque mi salud no es tan mala y toda esta parrafada, tan en la línea de los escritores “groseros” que no se cortan por nada y de los que tenemos buen ejemplo en la historia de la literatura, no deja de ser una imitación bastante aceptable y sensible. No es que estas cosas no me sucedan, simplemente son un mínimo espacio temporal en mi vida, el resto del tiempo es agradable, me divierto leyendo, escribiendo, haciendo miles de cosas divertidas y hasta espirituales en las que no interviene para nada mi naturaleza animal más grosera. Esta parrafada ha sido un desahogo y también una recapitulación, me hace recordar lo poco que me cuidé cuando vivía en pareja, en familia, y cómo me disculpaba con mi enfermedad mental. Ellos aguantaron lo nunca visto, puede que Zapi aguante más, pero al fin y al cabo solo es un gatito. Sí, me dejé caer por el tobogán hasta el fondo del abismo, no hay disculpas. Uno tiene lo que se busca.

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OTRA NAVIDAD…MENOS

No es que estas fiestas hayan dejado de gustarme o ahora lo pase mal. Desde niño la Navidad fue algo muy agradable, no importaba que la situación económica fuera lamentable o que se produjera alguna bronca o no nevara, aquellas fiestas me alegraban, me producían una euforia hasta cierto punto bastante incomprensible. Ahora estoy solo pero el simple hecho de ser Navidad me hace sentir bien, no solo por algún manjar extraordinario o una bebida estimulante, aunque no nieve como ocurre este año, aunque no encienda la chimenea, porque sin nieve no la disfruto tanto.

Este año he comido y bebido menos que otras navidades, aunque no por eso he dejado de darme mis pequeñas satisfacciones. Por suerte el cava es una bebida que me sienta muy bien, puedo beberme una botella y solo notar una ligera confusión mental, un ligero cosquilleo, nada comparable con el estado en que me ponen otras bebidas. Además mi control mental es mucho más poderoso y férreo que hace unos años. He automatizado ciertas técnicas mentales y nunca llego a aquellos terribles estados de la mente que generaban delirios muy oscuros o me postraban en un estado de abatimiento cercano a la desesperación. Ahora ni siquiera soy consciente de mis estados depresivos, ni de cuánto duran. Solo cuando han pasado me doy cuenta de que en efecto estaba deprimido. Ya ni me preocupan las líneas rojas, sé que no voy a llegar a ellas, aunque me acerque más o menos según esté más o menos mal. No piso la línea roja en el terreno de mantener la casa sin llegar a convertirme en un clochard en su propio domicilio, como temía antes; tampoco en cuanto a mis estados mentales, delirios o depresiones, si bien he observado que el exceso de alcohol puede hacer resurgir un poco las voces, como me ha ocurrido este año, sin embargo el poderoso control mental y el saber cómo combatirlas hace que apenas resulten una molestia. Tampoco en el terreno de la salud he llegado a pisar la línea roja, lo que hubiera supuesto ir al médico y ponerme en estado de emergencia.

Las típicas felicitaciones por wasap que son entretenidas, aunque no te dan el calor afectivo del primer círculo físico. La logística, las compras, el confeccionar los menús, el esperar el pronóstico del tiempo, a ver si va a nevar o no, el cambiar un poco la rutina, aunque sea muy poco, sí esto es Navidad, al fin y al cabo. Este año todo ha ido mejor de lo que esperaba, aparte de la falta de nieve, hasta encendí la chimenea y Zapi se puso contento porque podía husmear, tal vez recordaba las navidades pasadas. En Nochebuena me fui a la cama pronto porque no me centraba en la película que estaba viendo. En Nochevieja me fui un poco más tarde, porque se me ocurrió escuchar algo de música movida. Un documental de Janis Joplin, que curiosamente no despertó a Zapi, dormidito en el sofá, pero en cambio sí lo hizo la canción de los sultanes del Swing de Dire Straits. Hacía mucho tiempo que no la escuchaba y se me iban los pies. Zapi se despertó y comenzó a mover las orejitas y a acicalarse siguiendo el ritmo, era enternecedor.  No me pilló el abatimiento, ni se apoderaron de mí las ideas oscuras de siempre, me comí las uvas, me bebí la botella de cava y me fui a la cama. Intenté leer pero no lo conseguí, intenté dormirme y lo logré al cabo de un tiempo. Dormí mejor que de costumbre.  Han sido unas fiestas aceptables, mejores que las de los últimos años. Y eso es todo, unas navidades menos, esperemos que las próximas sean parecidas. Y voy a terminar este largo capítulo del diario –debería no espaciarlos tanto- siguiendo con la recapitulación de mi estancia en Soria, ahora que me voy definitivamente.

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Dibujo de mi hija Sara, subido sin su permiso. Tiene un don.

OTRAS ACTIVIDADES DE OCIO EN SORIA

Tenía, más o menos previsto, comprarme un telescopio para ver las estrellas por la noche. No lo hice, ni lo haré, porque las estrellas ya no me interesan tanto.  No es que ya no me divierta la astronomía –estoy leyendo los libros de Carl Sagan con gran diversión y aprovechamiento- es que ya no me atrae tanto mirar las estrellas de noche. Gastarme una pasta en un buen telescopio no me importaría si lo aprovechara.

También tenía previsto comprarme una buena cámara de fotos, no tan buena como la de los colegas de Sonymage, pero aceptable, ir aprendiendo la técnica, comprando artilugios según fuera aprendiendo a utilizarlos y con el tiempo comprarme una cámara de quitar el hipo, pero he decidido que es una forma de creatividad muy absorbente, al menos según lo que veo en Sonymage, y sé que la relegaría a un segundo plano, a pesar delo entretenido que sería salir a hacer fotos a la naturaleza, o hacer fotos a setas y plantas o insectos, o buscar formas de editar determinadas fotografías a mi gusto para ilustrar mis relatos, pero es demasiado absorbente y el terminar algunas de mis novelas me llevará demasiado tiempo.

Tenía programado dedicarme al ajedrez, repasar el cursillo de ajedrez de Kasparov, que compré hace años con toda la ilusión del mundo. Utilizar más el programa Fritz, no tanto para jugar con la máquina, que siempre me gana, sino para recrear las grandes partidas históricas. Pero, pero, pero…El ajedrez es un juego muy creativo, pero también muy matemático. Prefiero desarrollar mis historias y personajes con piezas humanas.

Coloqué la alfombrilla de yoga arriba y pegué las láminas de kriyayoga, también puse a mano el archivador con los pases mágicos de Castaneda. Sí o sí, voy a practicar habitualmente kriyayoga, pases mágicos, un poco de taichí. Pues ha sido no. Cierto que a veces subo y practico media hora, sobre todo los días de sol, con la puerta de la terraza abierta, mientras escucho música adecuada en el ordenador. Pero me cuesta hacerlo todos los días, por las mañanas o me levanto tarde o tengo muchas cosas que hacer o no me apetece hoy, y por las tardes no podría, después de la comida, la siesta, luego ver algún episodio de alguna serie, luego…No, no me atrae. Arriba me dedico a leer libros de pintura, mi asignatura pendiente. Acabé el de Modigliani, leí a Claude Monet y ahora estoy con Van  Gogh, al tiempo que leo su correspondencia con su hermano Theo. Voy muy lento porque me dedico a informarme de los pintores que cita. Me gusta la pintura pero siempre ha sido mi asignatura pendiente. Ver los cuadros en fotografía, aunque sea en un libro grande, es muy diferente a visitar un museo, pero aún así ayuda a educar la mirada. Tengo aparcada la biblioteca del psicoanálisis que pensaba leer también arriba, me he quedado en los textos de Freud sobre los sueños, había tomado muchas notas pero ahora he perdido el interés, mi interpretación de los sueños es totalmente opuesta a la suya.

Iría más al cine. No cuesta nada sacar el coche, acercarme a Soria, tomarme una jarra de cerveza en el centro comercial, entrar a ver una buena película, y luego regresar a casa tranquilamente, la cerveza ya estará en los pies después de dos o tres horas. Pasear por el parque, tomarme una cervecita en una terraza, ver a las sorianas pasear, tal vez cenar luego en algún sitio interesante, o ir a algún concierto, tal vez una obra de teatro que se represente en algún momento del año, tal vez… Nada, con lo bien que se está en casita, bastante tengo con forzarme a ir al supermercado una vez al mes para llenar el maletero.

Saqué el carnet para recoger setas, pero solo fui una vez. Tampoco he hecho rutas de senderismo, hay algunas muy atractivas, ni he vuelto al cañón del Rio Lobos, ni me he ido de excursión, con una tortilla de patata, o comiendo en algún sitio agradable. Nada, no he hecho nada de lo que tenía previsto. Bueno, sí, he hecho excursiones por las provincias limítrofes, pero solo para mirar zonas y buscar casa.

Me pesan los kilos, me pesa el mal ánimo, me he vuelto muy apático. Lo único que he cumplido ha sido mi programación, más o menos, para escribir, para estar atento al blog, para contestar correos de personas con enfermedad mental o familiares. También anoto mis sueños, religiosamente, todos los días. Leo mucho, a veces muchísimo, casi sin darme cuenta. Escucho mucha música, a ráfagas. Veo series y documentales, pero pocas de las películas clásicas que tenía previsto volver a ver o ver por primera vez. Apenas he visto las cintas que grabé pensando en la jubilación. Es más cómodo utilizar youtube. Comencé a escuchar los discos de vinilo, sistemáticamente, pero de nuevo resulta más cómodo utilizar youtube. He cultivado el huerto y he conseguido comer calabacines, patatas, algún tomate, varios repollos, pero poca cosa, no soy buen horticultor y el huerto es de sol y sombra, no todo se da bien. Cuando pienso que no estoy obligado a nada, que tengo mucho tiempo, que algunos días estoy decaído, deprimido, o me siento solo, o… me vuelvo más y más apático.

Me había prometido salir de vez en cuando buscando relacionarme con alguna mujer, buscando un poco de sexo. Jajá, creo que ya había tirado la toalla antes de llegar a Soria. No quiero releer los dos primeros años del diario, en Manzanares, cuando la busca de sexo se convirtió en cómo ser estafado una y otra vez sin morir en el intento. Me cuesta ponerme a escribir el apéndice sobre el sexo, la despedida natural y obligatoria. Sé que lo pasaré muy bien, me voy a divertir mucho, no me faltará el sentido del humor, será como el adiós del viejo que no quiere convertirse en un viejo verde, que acepta que algunas cosas terminan, mueren de forma natural. No sé si me gustaría perder completamente la libido o ir perdiendo la memoria, como el personaje de mi novela “Los pequeños humillados” o fantasear con que en la residencia de ancianos le caeré simpático a una chica guapa.  Supongo que este sería el momento de ponerme en serio con mi novela “Desde mi observatorio en el parque del Este”, una novela sobre la vejez. Sería el momento de ponerme en serio, al menos con las novelas que quiero terminar antes de morir. Pero me temo que a estas alturas de mi vida ya no hay nada serio. Con lo que no contaba es con la apatía que se apodera de ti cuando estás jubilado, solo, con todo el tiempo del mundo pero sin ganas de hacer nada. Cierto que me sigue asustando lo mucho que he escrito, a pesar de que escribo poco, lo mucho que leo, a pesar de que debería leer bastante más, al menos para que me quedaran muy pocas obras maestras de la literatura sin leer, pero me resulta más ameno leer novelas entretenidas que novelas sesudas y mamotretos. Los planes resultaban más sencillos cuando pensaba en ellos, con el tiempo que tendré cuando me jubile… sí, mucho tiempo, pero pocas ganas.

Y me queda mi vida con los gatos, que contaré cuando me vaya de la casa. La verdadera historia de Mici y Zapi va a ser algo muy sentido, tendré que escribir a pequeñas dosis. Los animales  siempre me atrajeron, de niño, en casa de los abuelos, me encariñaba con las vacas, los ternerillos, las gallinas, los gallos, las ovejas, los corderos, las cabras… Nunca olvidaré aquella maldita idea, cuando mi padre compró una escopeta de perdigón, entre otras cosas, cuando le tocó la lotería, y me la dio para que fuera a la montaña a pegar tiros. No se me ocurrió otra cosa que dispararle a un pajarito en un árbol. Encima no tenía buena puntería y cayó al suelo donde agonizó un buen rato mientras yo lloraba como un océano inagotable. Me maldije y me dije que jamás haría daño a un animal, pero he seguido comiendo carne toda mi vida. Los humanos somos tan contradictorios que no sé cómo nos seguimos llamando racionales.

Y esta ha sido mi vida en Soria, con sus alegrías y sus tristezas, con el cumplimiento de algunos programas y con el olvido de otros. Me gustaba la casa pero algunas cosas complicaron el disfrute. No hay manera de disfrutar de algo al cien por cien en esta vida, siempre te dan una de cal y otra de arena, por cada risa hay un montón de lágrimas. De todas formas todo ha ido mejor de lo que esperaba, cuando en la cama del apartamento de Manzanares, fantaseaba con el futuro. Una casa completamente aislada en un bosque, lejos del pueblo, aislado por la nevada, escuchando algún aullido de lobo, sin ver alma viviente salvo en el supermercado más cercano. Con la mirada perdida, a través del cristal de la ventana, en horizontes perdidos. No creo que deba quejarme. Ahora queda por saber lo que me espera. Supongo que si mi salud no empeora, o incluso mejora, puede que los años venideros puedan ser hasta muy agradables. Solo resta decir “Arrivederchi Soria”, fue bueno mientras duró. No voy a decir nada de humanos porque entre la discreción y el dolor que supone estar solo, recordando los afectos perdidos, y el distanciamiento que llega cuando piensas en que puedes perder lo poco que no has perdido… pues todo es demasiado doloroso. Van a ser unos meses muy intensos. Espero que todo salga bien, cada vez tengo menos fuerza para enfrentarme a las cosas malas.

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DIARIO DE UN ENFERMO MENTAL LV

19 09 2018

DIARIO DE UN ENFERMO MENTAL LV

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UN VERANO APACIBLE

Estoy escribiendo a las dos y media de la mañana, no sé si terminaré este capítulo esta noche o lo dejaré para otro momento. Me he cansado de dar vueltas en la cama, de leer en el libro electrónico, de levantarme a mear una y otra vez. El pobre Zapi, que hoy vino pronto, también se cansó de mis vueltas y revueltas. Al pobre le gusta dormir conmigo pero no le arriendo la ganancia. Al final se cansó y me pidió con maulliditos casi humanos que le dejara salir. Abrí la ventana, mientras le decía en voz alta que ya casi había aprendido el lenguaje humano. Le acaricié la cabecita y dejé que saltara al alfeizar y se perdiera en la noche.

Llevo una temporada rara, sufriendo insomnio, durmiéndome muy tarde y despertando también muy tarde, doce y media, una, justo para regar el huerto, dar de comer a los gatitos y comer. Pero hablemos de este verano apacible.

Apacible, sí, pero… Voy a entregarme al vicio, como diría don Juan, con delectación. Un guerrero no debería hacerlo, pero es como el tabaco, mata pero sigo fumando. Además pienso que este es un diario público de un enfermo mental para otros enfermos y familiares. No sería ético hacerles creer que me van muy bien las cosas, de maravilla, que soy único y no me beso porque no llego, y que todos los demás enfermos del planeta se curarán y estarán tan bien como yo si ponen en ello mi voluntad. Sería muy mezquino que me dedicara a alimentar falsas esperanzas. Podar los malos momentos sería mentir como un bellaco y tampoco ayudaría en nada a un guerrero impecable que nunca se engaña a sí mismo.

En realidad ha sido un verano apacible, salvo…salvo por momentos malos o muy malos. Como el miedo a perder a Zapi cuando desapareció siete días y siete noches y creí que ya no volvería. No sé lo que hace ni dónde se mete, tal vez persiga a las gatitas, a pesar de estar castrado, o simplemente adora la libertad y no se atreve a dejarme totalmente porque la verdad es que soy muy cariñoso con él. Al final regresó y espero que no me abandone, sus lamidas son el único cariño que me queda. Tampoco quiero hacer de esta diario un lamento quejumbroso de mi soledad, que solito estoy y qué poco me quejo. En realidad todo está siendo mejor de lo que esperaba, de lo que imaginé y deliré en el apartamento de Manzanares, mientras esperaba la jubilación.

Tampoco ha sido muy apacible el malestar, casi permanente este verano, de estómago e intestino. Da igual lo que coma, que tome o no protector de estómago, con los calores son inevitables los ardores, las diarreas y hasta los vómitos nocturnos. Hasta ahora voy bien librado. Tampoco han sido tantos, algo más de media docena. La programación onírica funciona a las mil maravillas, ya casi me despierto un segundo antes de que el vómito se acerque a la boca. Es un protocolo bastante aceptable. Me despierto bruscamente y me pongo en pie como si tuviera muelles en los pies. Corro al baño, me tomo mis sorbitos de agua. Intento que el vómito no se me cuele por las vías respiratorias. A veces me cuesta respirar y esos ruidos ásperos del aire que intenta entrar por la boca sin conseguirlo del todo me ponen los pelos de punta. Seguramente no tendría ese problema si respirara por la nariz, pero la tengo casi siempre taponada, el maldito tabaco, la alergia y que ya me he acostumbrado a respirar por la boca. El mal momento dura muy poco, me tomo el protector si no me lo había tomado durante el día, paseo un poco por el salón, me entono y regreso a la cama, con suerte consigo volver a dormirme gracias a la respiración doble que me da excelentes resultados.

Debo reconocer que aunque muchas veces me acerco a la línea roja del orden, la higiene, la limpieza, todo lo que se refiere a la vida cotidiana de una persona, nunca la he superado, hay una voluntad férrea de no hacerlo, de no convertirme en un pordiosero en mi propia casa. Cuando pase el calor será más fácil, de momento me conformo con unas prestaciones básicas.

Tampoco fue apacible que la plusvalía llegara como un ladrillazo. No acabo de entender que vendiendo una casa por mucho menos dinero que el que se consiguió con la compra, se genere ninguna plusvalía. Los ayuntamientos, como papá Estado, andan cortos de dinero y lo sacan de las piedras, luego si quieres busca un abogado y vete al contencioso-administrativo. No te compensa. Es agradable hablar con… aunque sea por wasap y sobre temas nada personales. Llevo una buena temporada soñando con ella, con Sara, hasta con… Sueños extraños, interesantes, incluso afectivos, pero que no acaban de aportarme nada. Eso no es malo, pero tampoco bueno.

Tampoco es apacible ese deterioro que voy notando, no sólo físicamente, sino también psíquica y mentalmente. Lo podría achacar a la erosión natural de la soledad, pero me temo que hay algo más. No sabría definirlo. Esa sensación de ver la muerte próxima, tal vez el protocolo falle y me ahogue cualquier noche, una muerte terrible, sin duda, no como la que busco y espero. Sí, no es algo precisamente agradable, pero tampoco explica esa sensación extraña que se va apoderando de mí y que me ha llevado a poner en marcha el protocolo “ante-mortem”, es decir, ir subiendo a Internet, en forma de libro digital en PDF toda mi obra de ficción y los textos del blog. No es narcisismo, megalomanía, deseo de perdurar, que alguien sepa de mí, no, en realidad me importa un comino todo eso y no me engaño. Es la conducta del guerrero, que hace lo que tiene que hacer, aunque no le importe, ni lo entienda, ni le preocupe, ni maldita la gracia que le hace. Es algo que tengo que hacer, y lo hago. Ya viene de hace muchos años, cuando veas la muerte acercarse, subes todos tus textos, si puede ser en forma de libro para que puedan descargarlo y los dejas ahí colgados, en Internet, no sé para qué ni por qué, pero es algo que debo hacer. Por suerte encontré un programa en mi ordenador que me permite convertir los archivos normales en PDF. También he aprendido que en Google drive se pueden almacenar los textos, generar un enlace para que puedan acceder a ellos y descargarlos.  Bueno, algo menos que hacer, cuando llegue la hora. Todo este trasiego de textos, lo mismo que la busca en mis libretas y cuadernos de los manuscritos de novelas, relatos y todo tipo de textos que me gustaría completar, ha supuesto una recapitulación muy profunda, casi un terremoto. Incluso estoy pasando a PDF mi correspondencia electrónica. No sé muy bien por qué, como tampoco sé muy bien por qué le dije a Sara cuando estuvo por aquí, que a mi muerte mirara en mi ordenador, tal vez encontrara algo, no sé tampoco muy bien qué, la mayoría de mis sueños que la afectan no están pasados al ordenador y tampoco creo que vaya a conseguir ningún best-seller con algún texto, la mayoría sin acabar. Pero fue algo que me salió de dentro, tal vez algo que tenía que hacer, pues bien, ya está hecho.

Tampoco es apacible compartir los problemas y el dolor de las pocas personas con las que aún mantengo un vínculo afectivo. Pero eso es algo positivo, no hay relación de primer círculo si solo compartes los ji-jí y los jajá. No voy a seguir, entre otras cosas porque ya me he olvidado de otros momentos poco apacibles. Algunos referidos a gatos, otros a personas, otros a pesadillas, otros a multas y plusvalías. En realidad sí fue un verano apacible. Veamos por qué.

Pasé lo peor del calor repantingado en el sofá, tragándome el mundial de fútbol, sin perder ni un solo partido. Esto hubiera tenido sentido en mis años juveniles, cuando no me perdía ni un mundial y disfrutaba con Pelé y Brasil, con el Kaiser y Alemania, con Inglaterra, con el mundial de México, con tantos mundiales… Pero ahora me ha pillado por sorpresa. Desde que dejé de picarme con Sara por el Madrid y el Barça, tras el divorcio, el fútbol dejó de interesarme totalmente, lo mismo que el deporte en general. Tampoco fue una disculpa para beber cervecitas bien frías, con sus aceitunitas, pepinillos, cebollitas, etc etc. Había comprado unas latas de berberechos, almejas y navajas para ponerme “morao” en la final que jugaría España, pero no pudo ser, algo, por otro lado, perfectamente previsible. No importó. Me las comí en las semifinales y en la final. No necesito buscar disculpas, ahora estoy solo y hago lo que quiero. Además la cerveza de supermercado cada vez me gusta menos, ni incluso comprando de las caras, extranjeras o marcas con cierto prestigio. Ya solo me gusta la cerveza de barril, una jarrita helada con cerveza tan fresca que me relamo. Y ahora recuerdo otro momento no apacible precisamente. Aquella caída en la piscina de Calanda, el pueblo de Buñuel, donde me refugié durante dos días de los calores en mi viaje a Teruel, mirando entornos que me gustaran para buscar la nueva casa. Fue una verdadera escena de cine mudo, de Fatty el Gordo. Me había bebido dos jarras heladas de cerveza, medio litro más medio litro, un litrito. Me encantaron, me relamí, pero algo sí que se me subió a la cabeza. Bajé a la zona de merienda, con sus bancos de madera y sus arbolitos. También es verdad que llevaba unas chanclas espantosas, creo que compradas por dos euros en el balneario de Tús. Lo cierto es que entre las jarritas de cerveza y las chanclas de goma que se doblaron y una cuestecita de nada pero resbalosa, acabé dándome de bruces contra el suelo. Nada grave, pero que no podía levantarme. Por suerte me pilló en un ángulo muerto de la piscina, si alguno miraba, los árboles no le dejaban verme. Me costó Dios y ayuda ponerme de pie. La humillación estuvo bien, perder un poco de importancia personal ayuda a un guerrero, pero me juré que me iba a poner a dieta. Y me he puesto, lo juro, pero no una dieta estricta, solo lo suficiente para ir bajando poco a poco, poquito a poco, cien gramos cada mes, lo que sea, algo.

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El viaje a Teruel forma parte del verano apacible, aunque a mí los calores me matan y no es una experiencia precisamente apacible. Tenía que ver la provincia de Teruel por si alguna zona me gustaba y encontraba una casa de montaña. Fue un viaje duro. “Muxo caló”. Refugiarme en la piscina de Calanda fue un acierto, a pesar de las jarritas de cerveza y el tropezón. Me gustó Calanda, aunque por allí hay demasiado desierto. Tuve suerte en encontrar habitación en un pueblo no demasiado lejano. En Calanda no conseguía encontrar nada, luego, cuando ya me iba observé un hotelito que no estaba mal. Por encima del pantano comí en un pueblo, una comida sencilla y agradable y el camarero me indicó un hostal en un pueblo cercano. El dueño, un chico joven, también el chef, fue amable y una noche hasta me sirvió un consomé con vino de Oporto en lugar de jerez, estuvimos de acuerdo, excelente. Pero entre el calor y la fobia social no fueron días demasiado apacibles. De Teruel decir tan solo que todo es demasiado árido para mi gusto, montaña muy baja y seca. Tuve una experiencia de cine del Oeste cuando atravesé una zona casi desértica, entre cerros secos, tras llegar a un pueblo donde se alquilaba una casa, nada, el pueblo muy grande para mi gusto y la montaña muy baja y todo muy desierto. Atravesando la zona fantaseé con lo que sería vivir en una casa aislada y solitaria, apenas comunicada por una carretera estrecha y en mal estado. Un invierno cruel, con una fuerte nevada, los lobos aullando a todo trapo, aú y aú y más aú. Y yo metido en la casa, con el pobre de Zapi temblando y mi machete de montaña que aún conservo tras tantos años. Casi me pongo a temblar a pesar del terrible calor y yo sin aire acondicionado en el coche.

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Una serranía con algunos árboles pero una carretera infernal, estrecha y sin arreglar desde que Buñuel hiciera Las Hurdes. Llegué temblando al pueblecito en la ladera del puerto. Aquello me pareció las Hurdes. Buen lugar para perderme para siempre, en una casita medio derruida, un invierno polar, con el pobre Zapi tiritando en mi regazo. Y luego Teruel capital, demasiadas cuestas para un tipo tan gordo como yo. Me decepcionó.  Pasé bastante calor, pero no comí mal, la primera noche dormí en el coche, en lo alto del puertecito, ni una pizca de frío. Luego dormí en el hostal del chef del consomé con Porto, Calenda, donde compré un juego de una fiambrera de aluminio, platos de aluminio y cubiertos de aluminio. Pensaba comer en ellos algo comprado en el supermercado, pero al final no los estrené. Todo porque me había olvidado la navaja multiusos y mira que fue lo primero de la lista para meter al coche.

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Tal vez lo mejor la zona de La Rioja, Arnedo, que visité antes de encaminarme a Teruel. Estaría bien encontrar alguna casa por allí. Árboles, verde, montaña, un puerto interesante entre Logroño y Soria. Sí, a ver si hay suerte.  Luego regresé, me lo tomé con calma, porque llegué muy cansado y con problemas estomacales e intestinales. No lo entiendo porque las comidas fueron sencillas y nada propensas al deterioro del calor. Reencontrarme con Zapi, descansar y luego viaje a Huesca. Ya había estado en Ordesa, por la zona de Andorra, aquel aciago verano del divorcio, cuando llegaba a los sitios y ni siquiera sabía cómo había llegado, porque no me acordaba. Aquella tormenta en el puerto. Aquellos cuadernos escritos en un área de descanso, sobre una mesa de piedra que volví a ver y a la que me senté de nuevo para comerme un bocata de tortilla. Cuando terminé y encendí un pitillo en el coche, presto a dormir la siesta con los cristales bajados, aparecieron tres motoristas. Hablaban en catalán y español y me hizo gracia que uno buscara algo en la cartera de la moto de otro y comentara en voz alta, en español, que la tenía repleta de barritas proteínicas y de condones. Imagino que querían darme envidia, de otra forma lo hubieran comentado en catalán. No se cortaron un pelo hablando de esto y de aquello, a pesar de que yo estaba al lado, en el coche, con los ojos cerrados, pero despierto. Dormí en el coche  en aquél área de descanso tan diminuta, a la entrada de aquel pueblo del que no recuerdo el nombre y que había conocido en el viaje anterior ya mencionado.  De Ordesa me gusta todo menos ese turismo de rebaño apretujado. Tuve la gran suerte de encontrar un hostal con piscina, muy barato. La piscina casi solo para mí porque el agua estaba fresquita. Las comidas no muy bien, pero me limité a comer mis bocatas en áreas de descanso. Aquella subida a un puerto que me recordó un poco los de León, aunque ni punto de comparación con el puerto de Pontón o el de Tarna o el de San Glorio. Solo que yo estaba más viejo y tuve que concentrarme en la subida. Aquella aglomeración de senderistas en una encrucijada donde paré el coche. Muchos franceses. Una chica española que no tuvo el menor empacho en desnudarse delante de mi coche para cambiarse de ropa. Yo hacía que miraba un mapa por si los dos tiarrones se enfadaban y me daban de hostias, que todo puede ser. Pero sí pude verle el sujetador y las braguitas negras. ¡Faltaría más! Se desnuda delante de mí y yo me tapo los ojos. Ni sexista ni leches, disfrutar con discreción porque tampoco es cuestión de molestar o de que te den de hostias, pero si una jovencita piensa como yo, que lo que se han de comer los gusanos que lo vean los cristianos, yo soy tan buen cristiano como cualquiera. Allí me tomé una cerveza sin alcohol en la terraza de un bar de un diminuto pueblo. Nada, allí no había casas en alquiler, y mira que me gustaba todo aquello. Allí como en todos los pueblos del valle no había otra cosa que apartamentos turísticos, nada de casas con su terrenito.

Tampoco en aquel pueblo en el costado de una montaña, que me recordó el pueblo asturiano de Lastrés, que mi padre cantaba con emoción recordando la canción del Presi. Aquél pueblecito de Lastrés, lo digo con emoción, allí están los míos amores, etc etc.  Algún sueño con mi padre y mi madre, fallecidos los dos, sí he tenido el último año, algo que ni me preocupa ni me deja de preocupar, pero los familiares muertos suelen aparecer en sueños cuando vas a morirte. Me gustó el pueblo, casas de piedra, un huerto tan bien cuidado que me sentí avergonzado del mío. Un matrimonio que había partido en apartamentos una casa heredada, clases de yoga, hierbas. Intercambiamos correos electrónicos, pero ya sabía que no me escribirían. Llevo ya algunos años en que doy mi correo pero nunca escribo, pienso que si tienen interés me escribirán ellos y si no, pues no pierdo el tiempo. Un francés había alquilado la última casa en alquiler por un año, no puedo esperar tanto.

Me encantó la zona, pero mucho turismo y pocas casas de alquiler. Anécdotas hilarantes como la de aquel pijín en descapotable, con su novia, que no cesaban de darle al claxon bajando el puerto de montaña, peligroso, carretera estrecha y muchas curvas. En un acto de guerrero que luego  rememoré muerto de risa, paré el coche, bajé la ventanilla y con toda la cachaza del mundo, sin elevar la voz, le dije: Tanta prisa de los cojones, que pase ese descapotable de los huevos, que pase.  Me oyeron porque estaban muy cerca y su coche era descapotable. Ni me inmuté. Podía haberse bajado del coche e intentado darme unas hostias, era más joven y más alto, pero yo era bastante más gordo y en mis años juveniles practiqué artes marciales. Algo queda, como andar en bicicleta o el sexo.  Que no, que no voy a hablar de sexo y el apéndice prometido por ahí, anda, a la espera de que una noche me emborrache y escriba más de la cuenta, espero que al menos espere al día siguiente antes de subirlo a Internet.

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Me perdí camino del valle de Hecho, primero casi acabo en Francia, siguiendo la carretera de Canfránc, al perderme en un cruce, y luego en Pamplona al pasarme en otro cruce. Al fin llego al valle. Un pueblo muy bonito, casas de piedra, un parque con estatuas, pero cerrado. Una abuela del pueblo a la que le pregunto si hay alguna casa en alquiler. No sabe nada. Veo un montón de gatos, uno como Zapi y le pregunto si todos son suyos. Me dice que sí, que cada año tienen varias camadas y ella los alimenta a todos, ya hay más de una docena. Uno de ellos se parece a Zapi, como una gota de agua a otra. Se lo digo. Bah, dice, todos los gatos se parecen. En un área de descanso sopla una ventolera impresionante, como a mí me gustan, y fresquita, pero nos echan, un autobús con adolescentes y un Land Rover con remolque lleno de mochilas. Según nos dijo el conductor con mala cara y peor educación, necesitaban el sitio para descargarlo todo, iban a montar un campamento, abajo, en el valle. Bien, me parece muy bien, pero se pide al ayuntamiento que ponga una señal y así nadie ocupa el área de descanso. Esas cosas me molestaban antes, cuando no estaba jubilado y no era un guerrero, ahora me limité a irme y tomar nota por si me viene bien para un relato. Al final el valle termina en un hotel que no quise ver, di la vuelta, ya conocía la zona. Total que Huesca queda anotado como lugar ideal para vivir en una casita con un poco de terreno.

Regresé agotado por el calor, por dormir en el coche y por las molestias estomacales e intestinales. Me costó recuperarme al llegar, diarreas pertinaces y un estómago que parecía un lago de ácido. Que no me venga el vómito por la noche. Ya estoy acostumbrado. A lo mejor el subconsciente me traiciona y por eso duermo mal.

Lo mejor la conversación con Sara, el intercambio de fotos por wasap y ese proyecto tan agradable de un comic ecológico. Ella pone los dibujos, que se le dan muy bien y yo el texto humorístico. Me hace mucha ilusión. También me ilusiona mucho saber de ella, poder hablar de vez en cuando y saber que las cosas le van bien. Lo mejor del verano, sin duda. En cuanto a … tristeza porque no rematara ese curso y ahora pudiera decir que ya tenía un trabajo fijo. Me entristece, me apena, me gustaría que tuviera más suerte y también que no se guardara tanto en su interior.

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En cuanto al huerto, me da vergüenza, parece una selva, mi amiga guerrera me dijo que así eran los huertos ecológicos, creo que solo dijo para animarme. Al menos he comido dos calabacines, grandes y ricos, un repollo, una patatitas y una patatota enorme. Ya he visto otra tan grande. Los tomates crecen pero no maduran, siguen verdes. Me gustaría probar alguno antes de que llegue el invierno. El único pepino es diminuto, casi un pepinillo para envasar con vinagre. Si se descuida más le pilla la nieve. Aquí los huertos parecen ir con mucho retraso, o a lo mejor es solo el mío. En cuanto a los gatos solo hablaré de ellos cuando me marche de aquí, en una auténtica novela, la verdadera historia de Mici y Zapi. Me conmueven, pero se sufre tanto como cariño y compañía te dan.

No quiero hablar de los telediarios y de todo lo que sale en ellos, la política nacional y mundial, la violencia constante y expansiva, los refugiados, los niños, las violaciones, las catástrofes climáticas. No debería quejarme de nada, aquí, solitario en mi búnker particular, viéndolo todo a distancia. Me siento raro, como el protagonista de mi novela Perdido en el tiempo, como si todo me llegara de una dimensión muy lejana o de muchas dimensiones alternativas, como si el tiempo se hubiera quebrado y yo estuviera en todos los tiempos a la vez. Es una sensación curiosa como estar vivo y muerto a la vez. Hay días que me parecen el último y sin embargo el tiempo sigue adelante y yo con él. ¿Será esto la vejez?

Ahora voy a hacer un viaje para ver a Bautista y otro para ver a… Por cierto que hay una historia de una perrita también de por medio, algo de lo que no voy a hablar por discreción. Y al final tal vez haga el viaje que me queda, Segovia y Ávila. Espero no volver a tener problemas estomacales e intestinales. Espero que estos tres viajes se me den bien. A lo mejor lo de mi intestino es una bacteria que anda por ahí y que va a dar que hablar. Lo de aquel relato que sigo sin terminar, Apocalipsis ventoso, tal vez fuera una premonición.

Y ahora un resumen de la música que he escuchado en Soria. Del apéndice sobre el sexo mejor ni hablamos. Casi, casi se está extinguiendo la libido. ¡Ojalá! El problemón que me quitaba de encima. Pero no, enseguida regresa, en cuanto me descuido.

LA MÚSICA QUE HE ESCUCHADO EN SORIA

Comencemos de adelante hacia atrás. El abotargamiento del mundial hizo que me costara recordar que el festival de Bayreuth se iniciaba ya. Cuando me di cuenta ya me había perdido algunas óperas en directo, por suerte radio clásica las tenía grabadas en su página. Mi pasión por las óperas de Wagner viene de la adolescencia, cuando comenzaba a escuchar música clásica, a Beethoven, Bach, Mozart, etc. Me cuesta aceptar que un hombre tan mezquino y miserable como Wagner, según está probado, escribiera una música tan maravillosa, algo falla, algo tuvo que haber en el interior de este hombre para llegar a componer, para mí, la segunda obra musical más espiritual de la historia, Parsifal, solo detrás de la Pasión según San Mateo de Bach. Escuché el Parsifal grabado durante una maravillosa tarde. También pude escuchar otras óperas, como Tristán e Isolda, que aprecié en toda su profundidad y belleza por primera vez, antes me resultaba un tanto pesada, y Lohengrín. Me perdí la Walkiria de Plácido Domingo porque me fui a Teruel y a la vuelta ya habían quitado las óperas del festival.  En los viajes siempre llevo el pendrive con una buena selección de música, clásica y moderna. Siempre Bach, variaciones Golberg, el arte de la fuga, cantatas… Beethoven, música de cámara. Voy variando entre Shostakovich, Mahler y otros sinfonistas. También rotan el boss, Leonard Cohen, George Winston y otros. Suelo darle a la tecla de la reproducción aleatoria, tal como sucede en mi novela musical, Perdido en el tiempo.

Estoy utilizando mucho youtube para escuchar música. Me resulta increíble que todas las obras musicales y canciones que tengo en discos de vinilo, cassettes y cedés ahora los pueda escuchar en youtube. No esperaba tanto cambio tecnológico a lo largo de mi vida, y es posible que aún me esperen más. Resulta muy cómodo estar leyendo el diario de Julien Green, por ejemplo, y ponerme a escuchar una sonata para piano de Mozart en youtube que se acaba de mencionar en el libro, o estar leyendo la biografía de Beethoven y escuchar los tríos opus nueve de los que se habla en ese párrafo. Es tan cómodo que a veces no lo hago… por comodidad.

Cuando llegué me puse a escuchar los discos de vinilo, anotando su estado en una libreta, si tenían rayones, si los había pasado a cassette o no. Hasta anotaba la fecha, por lo que puedo hacerme una idea de mis estados musicales, tan variados. Es curioso pero mis rachas musicales son impredecibles, incluso puedo pasarme algún tiempo sin música, algo que antes me resultaba inimaginable.

-Antología música country. Disco de vinilo. Buenas condiciones 2-12-2016.

-Sally Olfield. Celebration.

-Fedra. Tangerine Dream.

-Carros de fuego. Muy rayado. 11-12-2016.

Mike y Sally Olfield. Children of the Sun/Krafwerft/ Mike Olfield, Tubulars Bells/ Jarre/Vangelis  27-12-2016.

-Cyclon-Tangerine Dream/ Platinum Mike Olfield/ Maddy Waters. Enero 2017.

-Duke Ellington/John Mayall/Allan Stivell/Aldimeola/Golden Gate Quartet/ Negros espirituales por Jessi Norman. Febrero 2017

-Marco Polo de Morricone/ Milladoiro/ Emilio Cao/ Allan Stevell. Marzo 2017 Etc.

Este año he escuchado algunos festivales de verano grabados en Radio clásica. Festival de verano de Dresde, Shostakovich. Bayreuth 2018. Festival de verano de Magdeburgo. Bach.

No tengo una cronología musical lógica y habitual, todo depende, del momento, del estado de ánimo. En los viajes siempre escucho música, la mayoría de las veces aleatoria, doy a la tecla y salen canciones, compositores de música clásica, jazz, de todo un poco. A veces me da por escuchar a un determinado compositor, como las cantatas de Bach en MP3, durante las siestas veraniegas. Siempre escucho sus pasiones en Semana Santa, junto con Haendel, el Mesías y este año me puse con todos sus oratorios en youtube. Israel en Egipto, Judas Macabeo, Josué, Salomón. También me da por los réquiems, Mozart, Fauré. En Navidad suelo escuchar los oratorios de Bach, Te deums, Berlioz, Charpentier, etc.

Al llegar escuché sobre todo la música que traía, discos de vinilo, cassettes, cedés, mp3. Aún me queda mucho por escuchar, todas las óperas de Wagner en Vinilo, las sinfonías de Mahler, Verdi. Me cuesta buscar lo que quiero escuchar y ponerlo en el reproductor adecuado, es mucho más cómodo utilizar youtube, lo que vengo haciendo últimamente. Según el momento y la circunstancias puedo escuchar desde gregoriano, música bizantina, cantatas de Alfonso X el sabio, música barroca, música francesa, inglesa, italiana, romántica, más o menos contemporánea, Stravisky, Debussy, Ravel. Necesito momentos muy especiales para escuchar música contemporánea más dura, me cuesta. Aparte de Penderesky, Skriabin y algún otro, mi oído se resiente mucho con la música atonal.

Llevo una agenda musical donde anoto lo que voy escuchando por orden alfabético y cronológico, pero no puedo fiarme de las anotaciones, paso temporadas enteras sin anotar nada. Llevo otra para la música moderna, pero las anotaciones son impredecibles, según me dé. En general escucho mucha música, pero bastante menos de lo que solía hacer en otros tiempos. La existencia de youtube me permite escuchar piezas por primera vez de cualquier compositor, por ejemplo la cantata de José II, aprovechando la lectura pausada y meticulosa de su biografía. También me sucede con la música moderna, la lectura de una historia del rock and roll me permite descubrir grupos o cantantes que no había escuchado o muy poco. Hace poco escuché a James Taylor por primera vez y de una forma más sistemática a Carol King, de la que tan solo había escuchado algunas canciones.

Sigo disfrutando cada cierto tiempo de mis favoritos, el boss, Leonard Cohen, John Grant (gracias a Sara), George Winston, música de jazz, blues. Aprovecho los viajes para escuchar a mis cantautores favoritos, Pablo Milanés, Silvio Rodriguez, Paco Ibañez, Amancio Prada, Sabina, Aute, Serrat,  cantautores vascos como Benito Lertxundi, Imanol,  Mikel Laboa, etc etc.

Soria no ha sido lo que esperaba a nivel musical, tal vez por los gatos, las depresiones, la mala salud, los viajes. Me había propuesto una audición sistemática de música moderna y clásica y el descubrimiento de nuevos compositores, cantantes y cantautores, pero cuando el horno no está para bollos no lo está, mi oreja funciona mucho con el estado de ánimo y a pesar de mis intentos de sugestionarme de que todo ha ido muy bien, en realidad he pasado momentos muy malos, de haber estado acompañado me habría dado más cuenta.

Tengo tanta música por descubrir que me sucede lo mismo que con los libros, hay que elegir, porque los nuevos tiempos nos ponen casi todo al alcance y uno no da para todo. Debería dedicarme más a la música y menos a las series, eso es verdad, pero cuanto estoy deprimido nada más fácil que enchufarse a una serie, tumbarse en el sofá y dejar pasar el tiempo.





DIARIO DE UN ENFERMO MENTAL LIV

6 07 2018
DIARIO DE UN ENFERMO MENTAL LIV

LAS PRUEBAS DEL SANTO JOB

Cuando durante la adolescencia, en el colegio religioso donde estaba estudiando, leía la Biblia diariamente, un par de páginas al menos, en una Biblia que curiosamente aún sigo conservando, sin duda el episodio más traumático para aquel niño que iba creciendo día a día, fue la historia de Job. Me resultaba muy difícil creer en un Dios que probaba de aquella manera a un justo, a un honrado pater-familias, a una persona con una filosofía espiritualista de la vida tan firme que hasta seguía creyendo en un Dios invisible a pesar de que se lo quitara todo, los bienes, los hijos, la salud, absolutamente todo, menos la vida. Dios me lo dio, Dios me lo quitó, alabado sea el nombre del Señor.

No podía entenderlo y me rebelaba, a pesar de mi ferviente deseo de ser un buen chico, un santo, de servir a Dios en todo momento. Otros muchos episodios o enseñanzas bíblicas me produjeron un efecto parecido, hasta el punto de que, unidos a un pensamiento racional que comenzó con fuerza en la clase de ontología, de lógica, y a la certeza de que yo nunca podría ser sacerdote porque no podía ser célibe, ni podía ni quería prescindir del sexo, causaron una severa crisis vocacional, como se decía entonces y decidí abandonar un camino que no era el mío y que nunca lo sería. Aquel paso fue muy duro y sin duda sacó a la luz una enfermedad mental que permanecía escondida desde la infancia, esperando el momento traumático adecuado para salir a la luz. Ahora estoy más seguro que nunca de que mi enfermedad mental debe ser rastreada hasta aquel episodio, aunque siempre hay que retroceder hasta los primeros años de infancia para encontrar las raíces de cualquier trastorno de la personalidad.

Pero fue la historia de Job la que me hizo preguntarme seriamente por la existencia y veracidad de un Dios como aquel. Dios no podía ser así, lo dijera quien lo dijera, incluso el Papa hablando ex cathedra. Podía entender la penitencia por los pecados, yo mismo llevaba un cilicio que me había confeccionado con unos alambres y que marcaban y penetraban la piel de mi vientre; yo mismo me duchaba todas las mañanas con agua helada, incluso en invierno; yo mismo me castigaba severamente por las tonterías más surrealistas, pero eso era una cosa y otra, muy distinta, pensar que el mismo Dios podía llegar a semejantes extremos. No solo te quitaba unos bienes conseguidos con un trabajo honrado, no solo convertía tu cuerpo en saco purulento de llagas, sino que te quitaba lo que más querías, aquellas personas por las que darías la propia vida sin dudar. Era demasiado. Y todo por un juego estúpido entre el diablo y el bueno de Dios. Que le dieran tila al diablo, a Dios y a todo bicho viviente. Así pensaba entonces. Hoy me limito a constatar hasta qué punto puede uno abdicar de la razón, solo porque otros te dicen que Dios es así o asá, y ha hablado con este o aquel y le ha dicho esto o lo otro.

No creo que sea mejor pensar que todo lo malo que te sucede es porque tienes mala suerte en la vida. Te tocó la estadística, majo. De todas las cosas malas que necesariamente tienen que ocurrirle a alguien en la vida, a ti te tocaron todas. Ahora intenta hacerte matemático para explicarte por qué a ti, precisamente a ti. La estadística no consuela, ni siquiera es razonable y si fuera matemático haría lo imposible por demostrar su estupidez intrínseca. No creo que creerte el gafe más increíble en la historia humana pueda consolar a nadie, por muy ateo o agnóstico que sea, por muy cientifista que se crea, por mucho que todo lo intente explicar con las leyes físicas, juntas, por separado o formando una telaraña maquiavélica. La vida es injusta, lo sabemos, nada es para siempre, lo constatamos, vivimos por puro milagro, es evidente, la vida es un don extraño y a veces diabólico, lo certificamos, sino en la vida, siempre a la hora de la muerte. Pero que unos tengan tanto y otros tan poco o nada, que algunos, al parecer, hayan nacido con buena estrella y otros estrellados, que siempre que algo pueda salirte mal te salga mal, a pesar de la famosa ley de Murphy, no parece razonable ni mucho menos justo.
Soy una persona con una filosofía espiritualista de la vida, de alguna manera sigo creyendo en las fuerzas poderosas que controlan y dirigen el universo, fueren quienes fueren. Por eso a veces, demasiadas veces últimamente, me planteo si esas fuerzas poderosas están jugando conmigo como el diablo y Dios jugaban con Job en la historia bíblica. No es que no esté conforme con que me toque mi correspondiente carga, siempre que esté repartida a lo largo de la vida, simplemente me recuerdo a Job cuando todas las cosas malas se suceden una tras otra. Es algo que me hace rebelde y blasfemo desde la adolescencia. Y sin embargo cuando me pongo a analizar fríamente lo que me ocurre y lo comparo con otras vidas, me siento avergonzado, realmente muy avergonzado.

Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.
Quejoso de mi fortuna
yo en este mundo vivía,
y cuando entre mí decía:
¿habrá otra persona alguna
de suerte más importuna?
Piadoso me has respondido.
Pues, volviendo a mi sentido,
hallo que las penas mías,
para hacerlas tú alegrías,
las hubieras recogido.

Pedrito Calderón de la Barca, en la Vida es sueño, también llegó a la misma conclusión. Nada hay nuevo bajo el sol, dijo el sabio Salomón. Y en efecto, las mayores tragedias son nada comparadas con otras mayores tragedias que ya han sucedido a otras personas o que les sucederán antes o después. El mayor Job del planeta se convierte en un desvergonzado cuando se queja de sus desgracias a presencia de otros mucho más Job que él. Para un guerrero no hay nada bueno o malo, todo es un desafío. Cierto. Un guerrero está atento para atrapar su dedalito de suerte. También es cierto. Cuando los adeptos o iniciados en el camino espiritual son probados por los maestros, éstos llegan a arrebatarles todo aquello que hace de la vida de los demás algo aceptable. El desapego es imprescindible en un guerrero, nada nos pueden quitar porque nada tenemos. O dicho de otra manera, Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor.

Sí, todo eso lo sé, y pienso que lo he asimilado, pero cuando la depresión te aplasta y la soledad te ata a la cama y te azota hasta la extenuación, algo se rebela en mi interior y comienzo a pensar que esto podía haber salido mejor, aquello nunca debió haberse producido, vale, de esto tengo yo la culpa, pero de aquello no… Es el vicio, entregarse al vicio, como diría don Juan Mathus el chamán que inició a Castaneda y que de alguna manera me está iniciando a mí a través de sus libros. Nada más patético que entregarse al vicio. ¡Pobrecito de mí! ¡Qué he hecho yo para merecer esto! Puro vicio. Y sin embargo resulta muy complicado sustraerse a estos vicios que conforman nuestra personalidad de quejicas que intentan dar pena a todo el mundo y se conforman con lo que aquel psiquiatra dijo a uno de sus pacientes: tal vez la vida no sea para todos.

Confieso que ya no sé qué hacer con …ni qué decirle, cuando escucho sus mantras de la oscuridad. Es cierto que está peor que yo, bastante peor. Como ella dice, si yo tuviera tu pensión, si pudiera entretener mi mente como haces tú, con los libros, escribiendo, con tus fantasías eróticas, si fuera tan fuerte como tú, si no tuviera estos clavos en la columna, si no tuviera este trastorno alimenticio, si…Es cierto, ella recogería las hierbas que yo voy arrojando. Es aún mucho más Job que yo. Sin duda. Pero lo mismo podrían decir de ella. ¿Quiénes? Los que se juegan la vida en una patera, los niños que apenas han nacido y ya están a punto de perder la vida, por esto, por aquello, por lo demás allá, y sobre todo cuando son otros los que se la van a quitar, cuando se la van a arrebatar los insensibles, insolidarios, inhumanos, psicópatas, asesinos en serie, políticos que creen estar jugando al ajedrez con sus vidas…

Todo esto viene a cuento porque en un momento de recapitulación llegué hasta el santo Job y de ahí vino todo lo demás. Si en lugar de levantar la mano en aquella escuela no lo hubiera hecho no habría vivido la terrible experiencia, interno en aquel colegio religioso. Tal vez la enfermedad mental no hubiera brotado, no al menos con aquella virulencia. ¡Tonterías! Si no hubiera ido a aquel colegio tal vez ahora llevaría muerto muchos años, de silicosis, porque salvo milagro habría acabado como minero, en una mina de carbón, tragando negrura. Es posible que aquel camino no fuera el peor de la bifurcación. Y así con todo. Si, si y sí… Bueno, tal vez el no, no y no, hubieran sido peores. Recuerdo aquel esbozo de relato en el que me planteaba cómo habría sido mi vida si en lugar de haber tomado aquella decisión hubiera tomado otra, si en lugar de haber ocurrido aquello hubiera sucedido lo otro. Desde luego era un relato muy interesante para mí, incluso resultaba apasionante, pero en realidad era una tontería que no llevaba a parte alguna, por eso lo dejé y no fui capaz de retomarlo.

Por eso tuve que dejar la recapitulación que me estaba llevando a delirios estúpidos. Ni sufrir una enfermedad mental, ni haber perdido a la pareja, a la familia, ni haber desperdiciado tantos años en mantras de la oscuridad, como le está ocurriendo a mi amiga, ni imaginar lo agradable que hubiera sido mi vida de haber tomado otras decisiones, de haberse deslizado el tren de la vida por otra vía, justo allí, donde con solo un ligero movimiento el cambio de agujas me habría llevado hacia otros horizontes, es algo que deba reprochar a las fuerzas poderosas. Si en lugar de haberme puesto la zancadilla aquí y allá, me hubierais dejado en paz, simplemente eso, ahora sería mucho más feliz y mi vida habría sido más feliz y habría merecido la pena. Vicio, puro vicio. Entregarse al vicio es subirse al tiovivo infernal y dar vueltas sin ir a parte alguna.

Muy pronto se van a cumplir dos años de mi llegada a este pueblecito de Soria. Dos años en una casa que me gusta, con jardín, con huerto, con gatitos, jubilado, con mucho tiempo para leer todos los libros que tengo en la lista, para escribir e intentar rematar mis novelas. Tiempo para ver muchas series televisivas que me gustan, para ver películas, para escuchar música, para… ¿De qué me quejo? Cierto, en el otro platillo de la balanza, hay cosas negativas, como es natural. Un año con el diferencial saltando todos los días varias veces, con problemas para conservar los alimentos en el frigorífico. La desaparición de Mici, de la que se cumplirán casi seis meses. La esterilización, la clínica veterinaria, alguna enfermedad gatuna. Un error que me ha complicado la vida, una decisión sin la menor importancia, al parecer, que cambia y complica muchas cosas. Una relación con los animales que ha cambiado mi vida pero que también la ha complicado hasta extremos delirantes. Un deterioro físico muy preocupante y que me ha hecho pasar momentos dolorosos, angustiosos, que tal vez solo haya soportado porque es culpa mía y solo mía. La soledad que tiene su lado positivo pero un angustioso lado negativo. Un trabajo comprometido con las personas con enfermedad mental y sus familiares que es una decisión de guerrero de la que no me arrepiento, pero que no niego que en algún momento es muy duro. Oscuridad, oscuridad y más oscuridad, y tú sosteniendo una velita y tapándola con la mano para que el ventarrón no la apague. Un serio y concienzudo trabajo en el blog del que estoy muy satisfecho, pero que consume mucho del tiempo que podría dedicar a las novelas. Un lugar donde no tengo que soportar los calores asfixiantes del verano, unos agradables inviernos, más frío que calor, el trabajo en el huerto, tan entretenido y satisfactorio como delirante, propio de una comedia de las mías. Pero también un lugar solitario, poca o nula relación interpersonal. Pocos contactos en el móvil y a veces una llamada que puede ayudar a soportar la soledad se convierte en un momento difícil, oscuro, cuando compartes la oscuridad de otros. El encuentro con una maravillosa guerrera y su amiga que han puesto mucha luz en mi vida. Esa correspondencia tan intensa que supera a Crimen y Castigo y el Idiota de Dostoievsky juntos, como pude comprobar cuando convertí en un pdf toda la correspondencia y se la mandé tras un problema informático que la privó de los correos.

Y así he seguido y seguido. El reencuentro con Sara, una hija que había dejado de ser hija. La he vuelto a ver en mayo y ha sido un momento muy feliz, pero, pero, siempre hay peros. No todo es como me gustaría, siempre hay problemas, obstáculos a superar, la vida a veces, muchas veces te da una de cal y otra de arena. No más detalles, la discreción es imprescindible en un diario público. Y Dani a punto de conseguir un buen trabajo y de superar la temporalidad y ese estado de esclavitud que es la vida laboral de muchos en estos tiempos. Pesando las cosas buenas en el platillo de la balanza. Alegrías, momentos felices, momentos inolvidables, y momentos oscuros. Y a veces algún momento tan dramático como divertido, a la vez, como aquel episodio del que aún no puedo hablar. Dos años dan para mucho, aunque el tiempo ha pasado tan veloz que parece que fue ayer. Encamamientos generados por depresiones que me recordaron otros tiempos, mientras Mici me mordisqueaba los dedos de los pies para que me levantara de la cama. Noches maravillosas en la terraza, mirando las estrellas y leyendo El Terror de Dan Simmons, también en el porche, luego paseando por el jardín y mirando el cielo estrellado. El invierno con alguna nevada que me permitía encender la chimenea y beber una copa de buen vino mirando por el ventanal del salón. Esa sensación tan increíble de leer esa novela que se desarrolla en el polo, un lugar mágico para mí, viviendo con satisfacción el terror. Y este año pudiendo ver la serie televisiva que he disfrutado mucho. Al final haré una pequeña lista de las series con las que he disfrutado tanto en estos dos años. También me he puesto a escribir el apéndice sobre Todo lo que siempre quise decir del sexo y no me atreví. Mal momento, con las manadas depredando y la insensibilidad de algunos poniendo de manifiesto lo mucho que aún queda para que esta sociedad acepte la igualdad de la mujer y abandone su depredación sexual. Siempre escojo los peores momentos, pero es algo que puedo retrasar pero no abandonar. He tirado la toalla respecto al sexo y eso es algo que al menos merece un réquiem sentido pero también humorístico. Muchos no lo comprenderán, como muchos no comprenden que comer sea un placer y algunos disfrutemos de él con delectación. Puestos a pesar todo en la balanza, un poco de sexo hubiera inclinado el platillo de la felicidad con fuerza, pero no todo es posible o aceptable. Posible sí lo hubiera sido, tal vez si hubiera cuidado mi cuerpo, algo de lo que no puedo echar la culpa a nadie. Si hubiera superado la fobia social y me hubiera relacionado más. Pero desde luego no es culpa mía, el gran tabú que sigue siendo el sexo en esta sociedad, la terrible represión que aún permanece enquistada en muchas mentes, una forma de ver el sexo que parece más de la Edad Media que de estos tiempos. Eso no es culpa mía, pero lo otro sí. Hay decisiones que uno toma plenamente consciente de lo que hace. A mí no me compensaba someterme a una dieta implacable, hacer deporte todos los días, cuidar el cuerpo como debería hacerlo, si es el templo del Espíritu Santo, como decía San Pablo. No me compensaba el trabajo inhumano que supone a veces ciertas relaciones que tienen todo en contra y que no van a parte alguna. No me compensaba volver a intentar una relación de pareja, sin siquiera estar enamorado, solo para tener sexo, para no estar solo. Por suerte tengo esa lucidez de la que tanto me vanaglorio a veces. Puestos en la balanza los pros y los contras tengo muy claro que debo renunciar al sexo porque el trabajo para conseguirlo no me compensa. Pero de eso hablaré en ese apéndice que algún día remataré.

Podría decir que el primer año en la casa fue entretenido, de descubrimiento, momentos de gran satisfacción cuando al fin he conseguido lo que siempre quise, una casa en un pueblecito, con un paisaje agradable, con un clima más que aceptable para mí, con tantas tareas agradables por realizar, organizando mi vida a mi manera, disfrutando de casi todo. Sin duda el problema del diferencial saltando todos los días fue una de esas experiencias delirantes que solo vivo yo, algunos pensarán que por cabezonería, porque tengo un pedrusco por cabeza, pero yo me lo tomé como un acto de guerrero, no importa que no fuera práctico, que acabara con mis nervios, que tal vez generara algunos de mis problemas estomacales e intestinales, que nadie hubiera aceptado porque en esta sociedad del bienestar ya hay cosas irrenunciables. No me importó, y la solución repentina, casi milagrosa, casi brujería, fue una especie de tregua con las fuerzas poderosas, que a continuación me “castigan” con la desaparición de Mici, con aquel terrible episodio que unido al luto por Mici me destrozó anímicamente. Siempre vuelven las viejas ideas. ¿Y si me pongo a beber como un cosaco? Bebí muchos gintonics y cubalibres de ron, bebidas que me resultan muy agradables porque es como beberte un refresco, solo que luego comienzas a notar el agradable torpor de una ligera borrachera. Podría haberme vuelto un alcohólico con suma facilidad, de haber decidido acabar con mi vida de una forma lenta y suave, pero recordé a … mi amigo alcohólico de Algunas historias sórdidas, cuya decadencia y muerte viví en mi juventud, y decidí que no. Podría haberme puesto a comer hasta reventar y cosas ricas, antes o después hubiera reventado, el colesterol, el azúcar, la úlcera, me imaginaba desmayado, cayendo al suelo en el salón, cuando me encontraran ya estaría muerto. Me preocupaba que los gatos estuvieran dentro y no pudieran salir. No, dije no. Al menos me cuidaré, un poco, lo imprescindible. La desaparición de Mici fue un punto de inflexión, un luto, un cambio cuyos efectos aún estoy viviendo.

La venta de la casa fue algo muy positivo, al fin un problema que se resuelve, un dinerillo para la residencia de ancianos. El exquisito trato de … fue también algo muy positivo. No me lo esperaba. No se puede retomar el pasado, no se puede regresar al primer círculo cuando has salido de él, pero al menos me hace feliz saber que no hay un abismo entre el presente y el pasado. Sin duda el frágil puente sobre el abismo es la gran noticia desde que estoy en Soria. No puedo esperar más de lo que ni el más optimista esperaría en circunstancias parecidas. Al menos han sido momentos importantes y felices. Claro que todo se retrasó, se complicó, se convirtió en una tortura, como no podía ser menos, pero al final el resultado fue bueno.
He tenido profundas meditaciones sobre lo que significa vivir solo y la verdad es que para mi sorpresa creo que he superado aquella lección que en mi juventud no fui capaz de aprender. Se puede vivir solo sin intentar suicidarse, sin estar deprimido todo el tiempo, sin maldecir al cielo, sin pensar que estás en el infierno y no te puedes escapar. Algunas ideas que me vinieron al regresar de estas meditaciones son de las experiencias más místicas y espirituales que he tenido a lo largo de mi vida. El desapego se ha convertido, no en una sádica poda de la personalidad, sino en la alegría interior del guerrero que disfruta del milagro de la vida y no pide nada como si la felicidad fuera tener cosas, personas y que te sucedan siempre cosas agradables. Cuando recuerdo cómo me sentía cuando en mi juventud vivía solo y no pensaba en otra cosa que en el suicidio, en tantos momentos en que la soledad era el monstruo que me acabaría devorando, me siento muy feliz de haber superado todo aquello. No es que me haga muy feliz estar solo, pero ahora es algo tan natural como salir al porche para disfrutar del tremendo tormentón del otro día. Puede dar miedo y tiene sus inconvenientes, pero también puedes disfrutar de las fuerzas de la naturaleza desatadas. Todo es un desafío para el guerrero que disfruta de ese portentoso milagro de la vida sin quejarse, sin entregarse al vicio.

Siguiendo con esa recapitulación que estoy haciendo sobre los libros que leo, la música que escucho, las series que veo, ahora le toca el turno a las series, anotados en mi agenda de cine. Al principio Internet iba mal, lo que no era de extrañar puesto que me decepcionó mucho que el cable no llegara hasta la casa. Me pusieron una antena parabólica en el tejado y me dijeron que funcionaría como el móvil el 4G o lo que sea, que soy un negado para la informática. Eso me obligaba a ver las series en la televisión de pago, era un incordio porque tenía que estar atentos a las series que más me gustaban, saber qué día las echaban, en qué cadena y estar muy atento para que no se me pasara un capítulo. Pero luego la cosa se arregló, no sé por qué. Pude hacer uso de los episodios grabados accediendo a ellos por Internet. Es cierto que algunas veces se producen bloqueos que me obligan a reiniciar o a dejarlo para otra ocasión, especialmente en ciertas circunstancias climatológicas, que por lo visto no tienen que ser malas, simplemente a veces ocurre. Eso me ha permitido ver las series cuando quiero en el ordenador y los capítulos que quiero, siempre que estén disponibles. Estas son las series de las que he disfrutado.

EL TERROR/ Una excelente serie basada en la novela de Dan Simmons de la que he disfrutado mucho. Es cierto que hay cambios respecto a la novela, alguna poda de episodios importantes en la novela, pero en general es fantástica. Esa atmósfera opresiva de la tripulación de dos barcos bloqueados por el hielo en el polo me ha producido un terror muy agradable, exquisito.

COLONY/ Estoy empezando por las últimas series que estoy viendo. Me encanta la ciencia ficción y es raro que no disfrute de alguna serie, tiene que ser muy mala. No es excepcional, por supuesto, pero está muy bien y me gusta.

BORDERTOWN/ Una serie finlandesa muy entretenida, tampoco es excepcional pero está bien y me gusta. Me recuerda un poco a las novelas de James Thompson, un americano afincado en Finlandia y casado con una finlandesa. Leí hace meses Angeles en la nieve y ahora estoy terminando El noveno círculo de hielo. Una novela negra muy interesante, como casi todas las novelas negras nórdicas.

DEEP STATE/ Una serie de la Fox con la consabida acción de los servicios secretos que es puro entretenimiento pero de la que uno disfruta si no se pone muy exigente.

CAPITAL/ Una serie de la BBC muy bien hecha, como casi todas las inglesas. Muy corta pero muy interesante, una gran serie.

MALTESE/ Serie italiana sobre la mafia, no sé si basada en alguna novela negra, no he podido descubrirlo. Buena, dramática, una estupenda serie.

HALT AND CATCH-FIRE/ Norteamericana. Muy buena. Sobre cómo se llegó al portátil y a la informática moderna. Puede que no se ajuste totalmente a las biografías de aquellos pioneros, pero la narración dramática está muy bien, perfecta. Es larga, aún la sigo viendo.

TESTIGO DE CARGO/ También inglesa, sobre una novela de Agatha Christie, bastante cambiada, pero excelente, muy dramática. Me gustó mucho.

FELIX/ Serie española de novela negra que sucede en Andorra. Excelente interpretación y una historia dramática con un toque de humor genial.

THE DISAPPARENCE/ En Sundance. Como la mayoría de las series de esta cadena, excelente.

QUIRKE/ BBC. Los ingleses hacen unas series excelentes, muy bien construidas y con muy buenas interpretaciones.

ORO/ Francesa. Muy buena. He visto la primera temporada. Situada en la Guayana francesa y centrada en los buscadores de oro. Es una gran serie.

THE ORVILLE/ Serie de la fox. Ciencia ficción muy básica pero bien hecha y con un toque de humor que la hace agradable. Puro entretenimiento.

NACIDO PARA MATAR/ Inglesa. Excelente. Un joven que resulta ser un psicópata, muy realista, lejos de los psicópatas de las series americanas, bastante inverosímiles en general.

SÉ QUIÉN ERES/Española. Muy aceptable. No me suelen gustar mucho las series policiacas españolas, pero las hay muy buenas. Esta está bastante bien, muy entretenida. Merece la pena.

LA TREGUA/ Creo que es belga. Una gran historia negra, muy realista y que sucede en el campo, en un pueblecito. Una gran serie.

PROFILAGE/ Serie francesa. Entretenida, muy para el público en general, con aciertos pero bastante previsible.

FUEGO ABIERTO/ Serie americana sobre el racismo, muy al estilo americano pero muy bien hecha. Excelente.

SOUTHCLIFFE/ Inglesa. Serie sobre una matanza en un pueblo. Puede que no tenga el ritmo de las americanas pero no se puede negar que es muy buena.

BLOWVISKS/ Islandesa. Hecha muy para el consumo internacional, con una protagonista muy inverosímil aunque guapa. Puro entretenimiento pero se pasa un buen rato.

THE HOUR/ Serie también inglesa sobre el espionaje tras la segunda guerra mundial. Me quito el sombrero ante los ingleses, guiones sólidos, interpretaciones muy buenas, aunque el ritmo no es el de las americanas, pero a mí me gusta el ritmo europeo, aunque disfruto y mucho con el americano.

ALGO EN LO QUE CREER (RIDER UPO9N THE STORM) Sueca. Excelente serie sobre la familia de un pastor. Muy interesante. Aquí una serie de curas sería un desastre salvo que se hiciera con realismo muy crudo, pero reconozco que saber cómo funciona la religión en los países nórdicos me resultó muy interesante. Personajes sólidos y una historia dramática que te atrapa.

MODUS/ Sueca. Excelente serie policiaca. Se nota que se hizo pensando también en el mercado internacional, incluso hay una presidenta USA que es secuestrada, pero en general está muy bien.

LIFE OF MARS/ Una serie inglesa extraña, bastante delirante, que se me podría haber ocurrido a mí, pero no me imagino esa historia en una serie inglesa. Un policía que parece está en coma aparece en el pasado, años antes. No sé hasta qué punto la policía inglesa era así entonces, pero el gran fallo es hacer verosímil ese desplazamiento temporal sin que resulte esperpéntico. Puede verse si eres muy aficionado a las series. Por ver cómo se exprimen las neuronas los guionistas.

EL CASO/ Crónica de sucesos. Española basada en supuestos crímenes investigados por el Caso. Reconozco que está hecha con mucha dignidad y nos retrotrae a una época que algunos vivimos. En mi casa se leyó EL CASO en alguna ocasión. Entretenida y refrescante para quienes vivimos el franquismo.

EL INCIDENTE/ Española y creo que basada en otras series que al parecer proceden todas de la serie francesa Les revenants que luego tuvo una secuela americana titulada Resurrección, según creo recordar. Las he visto las tres. Historias delirantes de muertos vivientes que para mí resultan muy atractivas, aunque claro, de haber escrito yo el guión el enfoque tal vez hubiera sido aún más delirante y centrado en lo sobrenatural. Hay otra serie americana que ahora no recuerdo que tiene mucho parecido, aunque la historia tiene una vuelta de tuerca muy rara y delirante. Todas ellas me han gustado, alguna más que otra, aunque no sean maravillosas. Me sorprende la temática esotéricas, sobrenatural, delirante, mágica. Interesante. Me acabo de acordar del título The Leftovers.

Y debo terminar. Releyendo la agenda veo que he empleado un tiempo descomunal viendo series. Eso sin contar las películas. Me limitaré a citar algunas más que van desde la excelencia hasta el puro entretenimiento.

Waynard Piner/ Fortitude/Justified/Los Cien/El infiltrado/The magicians/ Las crónicas de Shannara/Absuelto/Line of Duty/Haven/ Dominión/ Mayor Crimes/The walking Dead/Killjoys/ Babylon Berlin y ….

Mención especial para FARGO, TRUE DETECTIVE Y TWIN PEAKS

Me he quedado asombrado de las series que he visto y solo aquí, en Soria, sin contar las que vi en Manzanares. Increíble el tiempo del que dispongo, que me da para ver todo esto, escuchar toda la música que he escuchado y leer tanto y escribir tanto. No me extraña que mi buena amiga…tenga la mente en bucle, hay que llenarla con muchas cosas para que esté contenta, sino se va a lo oscuro, donde habitan los monstruos. A mitad de mes se cumplen los dos años. Tal vez me quede un año y luego no sé dónde iré ni lo que me deparará el destino, mientras tanto a llenar el gran agujero de la mente.





DIARIO ENFERMO MENTAL LIII

31 03 2018

DIARIO DE UN ENFERMO MENTAL LIII

GOODBYE SORIA

Tengo una mala noticia y una buena. ¿Cuál quieres primero? Es una escena típica de película, al menos la he visto en bastantes ocasiones, con mayor frecuencia en películas o series policiacas. En mi caso podría decir: tengo una noticia buena y mil malas, ¿cuál quieres primero? Claro que sería una exageración, una técnica básica del humor, como enseñaba en aquel taller presencial de humor que acabó tan pronto que casi ni debería acordarme. Sí, los alumnos me abandonaron, tal vez porque no era buen profesor de humor o tal vez porque el humor no es tan fácil como algunos piensan, requiere una actitud del espíritu, espiritual, que te permita ver la vida desde una determinada perspectiva y no desde otras; o tal vez porque muchos piensan que el humorista nace, no se hace, y si no tienes gracia porque has nacido con ella olvídate de ser humorista. En aquel taller explicaba la exageración de esta manera: enuncia algo, lo que sea, exagéralo el doble, el triple, mil veces, hasta el infinito, y conseguirás que salte una chispa humorística, si el enunciado es bueno puede que consigas no solo una chispa, sino una hoguera, una estrella incombustible, si el enunciado es malo, al menos lograrás una chispita para entretenerte unos segundos. En este caso el enunciado es malo por lo que la chispa apenas es visible, pero suficiente para que a mí me haga gracia.

En realidad tengo más de una noticia buena, no muchas más, y las noticias malas no son mil, solo unas cuentas. ¿Por dónde empezamos? Sin duda por la llamada de Sara el día del padre. Es la mejor de las noticias, un alegrón, un subidón de felicidad. No la esperaba. Fue muy agradable charlar con ella un buen rato a través de una llamada de wasap. Un intercambio de noticias, de circunstancias, puede parecer poco, pero cuando las noticias se intercambian entre dos seres queridos lo importante es la afectividad que te recorre como una corriente eléctrica. Saber de ella ha sido muy importante, no solo por hacerme una idea de cómo le va la vida, sino sobre todo por esa afectividad inyectada en vena y fundamentalmente por la posibilidad de que saber de ella no sea una especie de milagro cada muchos meses sino algo periódico, más o menos constante. Cierto que la preocupación que siempre acompaña a los padres respecto a los hijos se hace más tangible al conocer datos que ignorabas, pero en una relación interpersonal todo esto va en el pack, no puedes quedarte con lo bueno y descartar lo malo, es algo parecido al juramento matrimonial, en lo bueno y en lo malo, ninguna relación afectiva es profunda si no compartes también lo malo. Y no puedo decir más por discreción, cuando estás en proceso de reconducir una relación paterno-filial de regreso al primer círculo la discreción es una norma básica, sin ella nunca consigues llegar a la meta. Cierto que en mi caso la discreción sobre mi propia vida es algo ridículo, para mí ya no existe discreción, ni intimidad, ni secretos, ni nada que se le parezca. Pero aún en este caso me he visto obligado a reflexionar, tras la recapitulación, sobre este diario, sobre los textos del blog que desvelan casi todo lo que se refiere a mí sin afectar a otros, y sobre una actitud que aunque siga considerando propia de un guerrero impecable, no siempre es así. Un cazador a veces está en el camino para que todos lo vean y a veces fuera del camino, acechando como un cazador a su presa. Cierto. Pero me pregunto si estoy siendo un buen guerrero tras una temporada tan larga en el camino, dejando que todo el mundo me vea, me hable si quiere, me observe como un cazador a su presa, pueda tenderme trampas si quiere, puede mantenerme enfocada de forma constante en la mira telescópica de su rifle de francotirador.

En los textos de la ley de los tres círculos hablo de las condiciones, las leyes, las normas básicas que regulan ese terreno de relación interpersonal. La equidad es una de esas condiciones básicas, como también lo es la discreción a mantener respecto a esa relación con otros. Me temo que yo estoy rompiendo claramente la primera norma. No puedo pregonar a los cuatro vientos mi vida, mi intimidad, sin que las relaciones de primer círculo sufran considerablemente. No puedes desvelar tu vida, intimidad y secretos a todo el mundo porque quienes no estén dispuestos a hacer lo mismo contigo nunca podrán pertenecer a tu primer círculo, y eso puede ser grave si pones demasiado en tu platillo de la balanza, el otro tiene que cargar demasiada carga en el suyo para equilibrar la balanza y no todo el mundo está dispuesto a ese sacrificio, más bien diría que casi nadie. En este sentido es como si estuviera poniendo una valla electrificada a mi alrededor que nadie puede tocar sin electrocutarse. Alcanzar mi primer círculo se convierte así en una empresa imposible, un obstáculo mucho más insalvable que si dijera simplemente que no quiero saber nada de nadie. Es cierto, no habría encontrado estrategia mejor si quisiera estar solo y seguir solo hasta mi muerte, pero no es que lo busque, no lo he planeado, simplemente ya no puedo vivir como antes, siendo políticamente correcto, comportándome como si la vida fuera ese teatro de guiñol en la que algunos la convierten. Mi vida está en un escaparate porque sigo pensando que ahora me toca estar en el camino para que todos me vean. Esconderme y acechar ya no tiene sentido, no necesito saber las costumbres de las presas, porque ya no soy un cazador que busque hacerse con presas, no necesito observar para luego diseñar estrategias defensivas, lo mismo que alguien que ha aceptado su muerte en cualquier momento no necesita hacerse con un revólver, ni ponerse un chaleco antibalas, ni mirar si le siguen, ni tener cuidado con lo que dice o deja de decir, ni cerrar las puertas de su casa, ni guardar las prudentes precauciones que guarda todo el mundo. Cuando estás muerto dejas de preocuparte porque alguien te pueda matar, por cómo se presenta la vida, por hacer cosas que hagan pensar a los demás que sigues vivo. Cuando estás muerto nada de eso importa. Por eso este diario tiene que seguir siendo lo que es y que los demás me vean en el camino ya no significa nada para mí, aunque tal vez sí pueda llegar a significar algo para los demás.

Hay otra noticia buena. La venta de la casa supone quitarse de la chepa un problema que estaba ahí, pesando cada día. No desprecio el dinero, la posibilidad de un colchón para cuando ya no pueda valerme por mí mismo y tenga que aceptar ir a una residencia, o cuando deba comprarme otro coche, porque éste tiene los días contados. Vivimos en una sociedad en la que no puedes sobrevivir sin dinero, lo acepto, pero para mí el dinero nunca fue un valor prioritario, nunca estuvo en la cúspide de mi escala de valores. Por ello es una buena noticia, pero tampoco es para tanto. Lo es más el trato exquisitamente amable que… me dispensó. Está muy por encima del dinero en mi escala de valores. Y sería una noticia fantástica si tuviera continuidad, algo que me cuesta creer, porque cuando un primer círculo se derrumba, volver a construirlo es como reconstruir tu casa tras un terremoto, tiene más de cabezonería que de otra cosa. Aún así es muy positivo, aunque solo se trate de una comunicación sobre nuestros hijos. Fueron momentos duros, imagino que para ella tanto como para mí, pero mucho menos duros de lo que esperaba. Su invitación a comer fue la guinda del pastel, aunque todo eso no pudo evitar que el pasado me cayera sobre la cabeza, rebotara, volviera a caer y propiciara una recapitulación encamada en cuanto regresé. Creo que hice lo que estaba en mi mano y para mí es más que suficiente. Como digo en muchos textos del blog sobre el enfermo mental, tenemos que asumir que siempre hay que pedir perdón por los daños causados, aunque sean colaterales, propios de la bomba de nuestra enfermedad, es una de las condiciones básicas de convivencia para un enfermo mental, pedir perdón e intentar reparar en lo posible el daño causado. Esto es algo que nos cuesta mucho, de hecho es una batalla perdida con la mayoría de enfermos mentales que conozco y trato. Y sin embargo es una condición básica para que el enfermo mental pueda conservar su dignidad y un mínimo de convivencia afectiva con otros, no solo con familiares y seres queridos. En este sentido hice lo que pude hacer, lo que estaba en mi mano y no puedo sentirme culpable o angustiado por no hacer lo que no está en mi mano. Y no son necesarios más detalles en este diario, la discreción es siempre una condición básica que intentaré respetar. El conocimiento de algunos detalles que desconocía me han permitido reconstruir huecos del puzle, pero eso forma parte de la intimidad que los demás no tienen que conocer porque no les aporta nada.

El hecho de que siga la correspondencia con la guerrera impecable y de que un nuevo guerrero impecable, argentino, se haya puesto en contacto conmigo, también entraría dentro del pack de buenas noticias. A lo mejor hasta me convierto en un nagual con mi propio grupo de guerreros. Jajá, es maravilloso seguir conservando el sentido del humor, ayuda mucho a soportar la vida. Podría rastrear como un cerdo las trufas para llenar el cestito de buenas noticias, pero no merece la pena, apenas inclinan el platillo de la balanza. ¿Y en cuanto a las malas noticias? ¡Cielos! No sabría por dónde empezar.

Tal vez porque tengo que irme de Soria. Goodbye Soria. Los propietarios me han comunicado que no me renuevan el contrato de alquiler. Al menos tengo más de un año para buscar otra casa y otro paisaje. Eso es muy positivo. Ya me he puesto a la tarea, consciente de que si no haces todo lo que está en tu mano no puedes tener la menor confianza en que las fuerzas poderosas te sean favorables. Si aún dándoselo todo comido y mascado a menudo ni se molestan en mover un dedo para que las cosas te vayan bien, si encima les pones toda clase de obstáculos, apaga y vámonos. Es una mala noticia, tal vez la peor, porque me cuesta moverme, mudarme, adaptarme a nuevos caminos, nuevos paisajes, nuevas casas, nuevas personas. Pero no es tan mala porque mi estancia aquí no ha sido todo lo buena que esperaba, han ocurrido demasiadas cosas malas, hasta el punto de que la balanza se había equilibrado y me daba ya lo mismo quedarme que marcharme. En buena parte tienen que ver con las mascotas, los gatitos, los animales, pero también con otra serie de circunstancias que no han sido precisamente favorables. Han sido unos años solitarios, ni siquiera moví un dedo, bueno sí, uno sí, por relacionarme, superar la fobia social y relacionarme con los habitantes del pueblo. En lo que no he movido un dedo ha sido en mejorar la salud. En eso me temo que no habrá novedades, la degeneración física es terrible y lo he visto con claridad cuando he tenido que soportar un decaimiento físico muy grave, cuando he tenido que buscar pantalones que pudiera poner, cuando he tenido que comprar algo de ropa, con mucha dificultad, casi de milagro. La noticia de alguien con obesidad mórbida que tuvo que ser sacado de casa por los bomberos, llevado al hospital y convencido de que intentara poner remedio a su vida zombi en la cama, con trescientos kilos, me impactó. Me cuesta moverme del sofá, me cuesta levantarme de la cama, me cuesta vestirme, me cuesta caminar… me cuesta hacer cualquier cosa en la que intervenga el cuerpo físico. En la recapitulación he sido muy consciente de lo que han supuesto todos estos años, con un cuerpo físico maltratado, para las personas de mi primer círculo. No intento justificarme, pero sin alicientes soy un peso muerto. Con un cuerpo así, con una enfermedad mental, con un nulo deseo de vivir, es muy complicado hacer nada que ayude a mejorarte, tu salud física, mental, espiritual, que te permita una calidad de vida básica. Morir en una cama con quinientos kilos de peso no es mi idea favorita de una buena muerte, pero debo decir que tampoco es de las peores. Tal vez exagere, sí hay que conservar el sentido del humor.

La desaparición de Mici también es una de las peores noticias. Cuando aceptas cuidar de una mascota tienes que aceptar ciertos riesgos que a veces no puedes evitar. Me gustaría pensar que no está muerto, que ha sido acogido en alguna casa, que su vida gatuna sobre la tierra no ha terminado, pero me temo que es solo un intento de conservar la esperanza contra toda esperanza. No sé si hice todo lo que estaba en mi mano, pero casi. No sé si fue atacado por un perro –otra de las experiencias terribles, de las peores, que he vivido en los últimos tiempos, y de la que no voy a hablar de momento por discreción- si fue atropellado por un coche, si se perdió en el bosque y murió de hambre, si fue una reacción a la castración o consecuencia de una reacción territorial a lo que pudo considerar una invasión de su territorio. No lo sé ni me importa. Ha desaparecido de mi vida y he tenido que pasar un luto, como se pasa siempre que una persona, animal o cosa por la que sentías afecto desaparece de tu vida. Al menos la marcha de Soria me permitirá contarlo todo. He dejado de lado la novela ficticia que esperaba escribir, para niños, niños grandes, sobre la vida gatuna. Ahora contaré la verdadera historia de Mici y Zapi y de Gatolandia. Será un homenaje póstumo a Mici y un recuerdo entrañable de Zapi, que sigue conmigo. Desde que tengo mascotas he aprendido muchas lecciones espirituales, no descarto hacerme vegetariano de una vez y de forma absoluta, nada de carne. Mi visión del mundo animal es mucho más sensible y consciente de lo que era antes, no puedo decir que ha dado un vuelco porque siempre fui muy sensible con los animales a los que he querido mucho, pero sí que ha dejado de ser pura teoría para convertirse en parte de mi vida.

Las malas noticias podrían seguir con el tema de los enfermos mentales, momentos malos, muy malos y peores, lo más descorazonador de intentar ayudar, dar apoyo y afecto a los enfermos mentales es que casi nunca consigues algo palpable que te de una pequeña esperanza, una diminuta ilusión, de estar haciendo algo, de que merece la pena. Es como sumergirte todos los días en el océano de oscuridad, para ver si rescatas un cuerpo que sabes que está muerto, con la esperanza de que tal vez te equivoques y consigas sacarle a la playa y hacerle la respiración artificial. Lo único que me mantiene en pie es mi propia experiencia, yo tardé décadas en salir a flote y respirar, así que no me extraña que haya que trabajar toda la vida e incluso más allá de Orión. Comprometerse con un enfermo mental es comprometerse para toda la vida y sin ninguna esperanza. Solo está al alcance de quienes hemos vivido esa experiencia, ser rescatados tras décadas sumergidos. Incluso… me dio a entender que esto me podía perjudicar. Me limité a responder que era mejor ocuparme de los problemas de los demás que de los míos, lo quieras o no tus problemas pesan más porque los llevas sobre tu chepa, en cambio los problemas de los demás, lo quieras o no, los llevan ellos, por mucha empatía que tengas, no están sobre tu chepa. Creo que esto no lo hubiera podido llevar a cabo hace años, cuando no era un guerrero impecable ni disponía de técnicas mentales que me permiten bloquear la oscuridad cuando ésta se hace irrespirable.

¿Más malas noticias? Sí, por qué no. ¿Aparte de marcharme de Soria, de la pérdida de Mici, del sufrimiento con los gatitos, del sufrimiento con los enfermos mentales, del grave deterioro de salud, de que bien podría acabar en la cama con quinientos kilos, de que lo poco bueno que sucede, como la venta de la casa, siempre tiene que estar plagado de obstáculos, de púas, de zancadillas; aparte de que mi evolución espiritual es mucho más lenta de lo que había imaginado, de que el mundo va como va, Facundo, de que no sabemos cómo acabaremos los pensionistas, los humanos, la Tierra, el universo? Sí, aún podría sacar alguna mala noticia más, pero ya está bien de quejarse, de entregarse al vicio, un guerrero hace lo que tiene que hacer y punto. Había pensado en añadir a este capítulo la deuda pendiente con otro apéndice, el referido a “todo lo que siempre pensé del sexo y nunca me atreví a decir” o algo por el estilo. Jajá, eso sí es tener sentido del humor. Pero iba a ser demasiada risa entre tanta oscuridad. Mejor lo dejamos.

Ahora llega la Semana Santa y hay que hacer un poco de penitencia, solo un poco, porque escuchar a Bach es uno de los grandes placeres de mi vida, lo mismo que comer un buen bacalao. Me queda un verano por delante para buscar casa, me queda cuidarme un poco, una pizca más. Tras un encamamiento mórbido he vuelto a retomar una cierta actividad. Estoy empaquetando la ropa que no me sirve y nunca me servirá porque no voy a bajar de peso. Ya sé que en Caritas de Soria me la recogerán y solo tengo que llevarla. Ha sido divertido comprar pantalones, pero sobre todo encontrar calzoncillos de mi talla en una lencería regentada por mujeres. Jajá, esta sí que sería una escena para uno de mis delirantes relatos humorísticos, pero no voy a llenar esto de risas porque este capítulo trataba de la oscuridad, mil noticias malas contra una buena, un millón contra una y mitad. Ya estoy exagerando otra vez.

Recibí la invitación para la kedada en Valencia de Sonymage. La verdad es que agradezco de corazón estos detalles que me hacen pensar que aún existo y que siempre hay alguien que me aprecia. Tenía ilusión por volver a ver a las buenas personas que conocí en la kedada de Toledo y a las buenas personas que no conozco en persona pero a las que veo trabajar y comunicarse en el wasap, pero la busca de casa lo cambia todo, estoy a la espera de que los propietarios pinten la madera, como me han dicho en cuanto empiece el calor y en cuanto empiece el calor me pondré en marcha para buscar nuevos paisajes. Voy a viajar mucho, La Rioja, que me queda al lado, Teruel, Huesca, Zaragoza, Segovia… No me decido por Navarra o el País Vasco y menos por Cataluña, con lo que está cayendo. Mi respeto máximo a los independentistas, a los ideólogos de un lado y de otro, a los de izquierda, derecha y centro, a los de arriba y a los de abajo, pero yo me considero habitante del Cosmos, la naturaleza no crea fronteras, las fronteras las creamos los humanos. Para mí todos los seres humanos son mis hermanos, para mí todos tienen la misma dignidad, nacida de la chispa divina que llevan dentro, para mí todos merecen una buena vida, para mí no existen fronteras, aunque me obliguen a llevar el pasaporte en la boca. La política es el mal necesario en una sociedad repleta de males necesarios. Soy de los que piensan que la democracia puede ser mejorada, que el capitalismo no es el menos malo de todos los males posibles, que todo podría ser mejorado si cambiamos la escala de valores y el dinero, la productividad, lo material, deja de estar arriba, en la cúspide, para que la ocupen los auténticos valores, la solidaridad, la fraternidad, la generosidad, el amor, la solidaridad y tantos otros, todos valores espirituales, curiosamente, porque no veo cómo vamos a cambiar esta sociedad sin valores espirituales. He presenciado con cierto regocijo –que me perdonen- la delirante historia catalana; con profundo sufrimiento los comportamientos demoniacos que no respetan la vida, ni la de los niños; como material de primera la verdadera historia del Sr. Trump; con un terrible dolor las matanzas en USA y el empecinamiento en convertir a todos los ciudadanos en pistoleros y luego llevarse las manos a la cabeza. No estoy aislado del mundo en este monasterio soriano. Pero todo lo que veo pasar ante mis ojos es ya el desfile carnavalesco de quienes se creen vivos y a mí me consideran muerto. No puedo evitar reírme y cuando lo hago sé que estoy más vivo que ellos. No sé qué me espera, tal vez una muerte rápida y lo menos dolorosa posible, pero sea lo que sea aún puedo escribir, hacer humor, esperar lo mejor para mis seres queridos y para todo el mundo. Aún puedo reírme cuando espero un poco de sexo, por favor, aunque sea con una hipopótama del zoo. Aún puedo seguir escribiendo relatos de humor y seguir trabajando en la delirante historia del Hotel de los disparates, y seguir esforzándome en rematar las novelas pendientes. Aún puedo disfrutar leyendo, viendo series y películas, escuchando música, haciendo cosas, comiendo, bebiendo… Y ahí sí que debo tener cuidado, tras la desaparición de Mici me dio por los gintonics y los cubatas, una forma refrescante de beber alcohol sin darse cuenta y recordé la historia de… que sigo contando en Algunas historias sórdidas. No creo que sea tan fácil convertirse en alcohólico, como tampoco acabar loco, tal como me explicó aquella psiquiatra, pero desde luego sí soy consciente que me resultaría mucho más fácil convertirme en alcohólico que terminar loco, aún más. Por suerte eso pasó, no sé si me ayudó a superar el luto, sí sé que no lo quise evitar.

Y cuando estoy terminando este capítulo veo la sombra del perro blanco pasando a toda pastilla por el jardín. Salgo corriendo para ver cómo llevan a otros dos perros atados. Me consta que el perro, más bien el perrazo, que me visita es un perrito del que podría ser amigo, parece cariñoso, me encantaría pasarle la mano por la cabeza, pero por desgracia es un asesino de gatos y yo adoro a los gatos. Nunca podremos ser amigos. Me ha dado un vuelco el corazón al pensar que la desaparición de Mici ha podido tener algo que ver con él. He vuelto a casa para rematar esto, pensando que hay algo en la naturaleza, en la vida, que es oscuro, muy oscuro, algún instinto oscuro que nos impulsa a destruir, a causar la muerte. Aún está muy lejos aquel texto bíblico, apocalíptico, en el que los leones pacían con los corderos. Mientras eso no sea posible hay que protegerse… bueno, que se protejan los demás, porque los muertos ya no necesitamos protección, aunque mucho me temo que sigo vivo, porque cuando escriba la verdadera historia de Mici y Zapi algo sangrará en mi interior. Espero Zapi, que seas más veloz y ágil que ese perrazo que va tras de ti, por lo que más quieras, sigue trepando a los árboles como cuando te vi hacerlo ante un ataque del perrazo, sigue haciéndolo porque para mí eres mucho más que un animal. La naturaleza te dio agilidad y velocidad para defenderte, úsalas, porque yo estoy ya tan gordo que no llegaría a tiempo para salvarte de sus dientes si te atacara en el jardín. Y para otro capítulo tal vez deba escribir ese apéndice sobre el sexo, necesito reírme un buen rato y olvidar tanta oscuridad.





DIARIO DE UN ENFERMO MENTAL LII

12 01 2018

DIARIO DE UN ENFERMO MENTAL LII

SEGUNDA NAVIDAD EN SORIA

Debo ser un buen guerrero impecable, porque los guerreros impecables comprimen el tiempo y este año y medio que llevo viviendo en Soria se me ha pasado como un suspiro. Para la gente común comprimir el tiempo no parece ser algo deseable y positivo. Cuando están alegres y felices –relativamente hablando porque en esta vida no existe la felicidad perfecta- desearían que el tiempo no transcurriera o pasara con la mayor lentitud posible, como a cámara lenta, en cambio cuando sufren rezan porque el tiempo vuele, conscientes de que no hay mal que mil años dure y de que la única ventaja apreciable del tiempo es la de moverse siempre, de esta forma, aún en los peores momentos de una vida uno sabe que el estado actual no es para siempre y aunque las cosas vayan a peor, siguiendo la implacable ley de Murphy, lo peor que te puede ocurrir es que mueras, con lo que se acaba todo sufrimiento, al menos es lo que creen ellos. Aún los que sufren y ya no esperan nada de la vida suelen estar tan apegados a ella que prefieren seguir y seguir sufriendo con tal de no perder lo único que tienen o creen tener. El apego es la causa de todo sufrimiento según el budismo y uno de los enemigos más tenaces y terribles del guerrero impecable.

Comprimir el tiempo es para el guerrero un signo de que está actuando como tal. Extender artificialmente el estado actual, por bueno que nos parezca, no deja de ser uno de los juegos más estúpidos al que uno se puede entregar. El aburrimiento es uno de los estados de ánimo que más logran expandir el tiempo, cuando uno se aburre las agujas del reloj parecen haber perdido todo interés por moverse, miras y miras la esferita de tu reloj de pulsera y acabas hipnotizado y creyendo que se le ha terminado la pila. Según el novelista católico Bernanos el infierno no es otra cosa que el hastío, no se trata de ser torturado eternamente sino de aburrirse eternamente, sufrir un hastío capaz de doblegar las almas más fuertes. Un guerrero impecable comprime el tiempo porque al hacer lo que tiene que hacer cuando tiene que hacerlo todo lo demás se convierte en secundario, en inútil. Aunque la importancia personal nos lleve a pensar que somos el centro del universo y nos preocupe y angustie que nada a nuestro alrededor parezca girar como los planetas alrededor del sol que creemos ser, en realidad somos menos que nada y el universo, los demás, pueden seguir girando o viviendo sus vidas sin llegar a apercibirse de nuestra existencia, salvo haciendo un gran esfuerzo, utilizando parte del poder que han acumulado. Una vez que el guerrero hace lo que tiene que hacer todo lo demás es superfluo, por eso la sensación de comprimir el tiempo es cada vez más intensa conforme progresa en el camino del conocimiento. Un año se convierte en un mes y un mes en un día, y el resto del tiempo es como un sueño fugaz del que uno se despierta justo antes de volver a hacer eso que tiene que hacer.

Este año y medio ha sido para mí como un día, un poco intenso, pero un día, distribuido entre el tiempo dedicado a mis gatitos, los animales en general, a mi compromiso con las personas con enfermedad mental y sus familiares, a escribir cuando mi mente se despeja y parece necesitar un poco de actividad, a leer un montón de libros a la vez, algunos puro entretenimiento, a escuchar sistemáticamente la música acumulada en estos años, el resto es la rutina de la logística, el cocinar, el disfrutar más o menos de las comidas, el dormir mucho cuando el cuerpo me deja, el hacer todas esas pequeñas cosas de la vida cotidiana en las que uno pone muy poco interés y casi ni se acuerda de haberlas hecho. El tiempo se ha comprimido para mí porque en mi consciencia solo quedan esos actos de guerrero que me hacen avanzar en el camino, lo demás es un sueño confuso, fugaz, sin mucho interés, que apenas soy capaz de recordar.

No esperaba gran cosas de estas fiestas, aunque la Navidad siempre ha sido para mí algo alegre y lleno de encanto, no empezó muy bien. No esperaba pasarlas en compañía, ni que cayera una nevada de un metro y quedara atrapado en la casa, mirando por el ventanal caer la nieve y encendiendo la chimenea al oscurecer para tomarme una copa de vino frente a la ventana y salir al porche para encender el consabido pitillo sintiendo el frío acariciarme las carnes, ni disfrutar de un menú único y especial o emborracharme dulcemente, dejando que la mente se fuera a donde quisiera mientras los ojos bailaban con las llamas en la chimenea. Pero al menos confiaba en la felicitación de Sara, una llamita recordando un pasado familiar, la melancolía del primer círculo que se fue. Por eso la Nochebuena y la Navidad no fueron muy alegres. Decidí seguir con mis típicos menús navideños, aunque gastando menos en marisco, algo más suave, más digestivo, confiando en que la úlcera me respetara un poco. Nunca puede faltar la sopa de marisco, luego me “conformé” con picar unas gambas a la parrilla del horno, unos mejillones al limón, unas almejas a la marinera y un lomo de salmón al horno con mayonesa. Para beber la sidra asturiana que me trajo… cuando vino a verme el puente de la Constitución y un brut o cava asturiano que no me disgustó. Compartí el menú con los gatos que fueron mucho más discretos que yo y la noche terminó con una ligera euforia mental. Cené en demasía, pero no tanto como para que la úlcera se rebelara y bebí más de la cuenta, pero no tanto como para alcanzar el lecho a gatas. No encendí la chimenea porque solo la enciendo cuando nieva. Ni siquiera fui capaz de terminar una película, me entró un dulce sopor y la cama me acogió con los brazos abiertos. La Navidad consistió en una comida agradable, la lombarda que me gusta tanto y un entrecot. Las casadiellas que me trajo… el turrón que compré para varias navidades, un café y una copa, luego una siesta agradable, sin prisas.

No me sentí muy alegre, pero todo cambió con la felicitación retrasada de Sara. Ella también tenía derecho a disfrutar de la Navidad y lo hizo con decisión y dentro de sus posibilidades. No importa el retraso si la dicha es buena. Me sentí mucho más alegre y la Nochevieja también lo fue. De nuevo mi menú típico, la sopa de marisco y esta vez unas nécoras, unas gambas peladas al ajillo y más almejas. Cava catalán y dos cubalibres de ron mientras intentaba ver alguna serie, pero los gatos se fueron a la cama y yo tras ellos, no creo que fueran ni las doce y media. En año nuevo no puede faltar la paella y en reyes unas chuletillas de cordero con una sopa. Todo bien, sin problemas digestivos, salvo para reyes que se rebeló y me mordió una pizca, un eructo-vómito por la noche que me despertó bruscamente, ya he conseguido que se convierta en un acto reflejo, me despierto como un tiro, busco la posición horizontal a toda prisa, me voy al servicio disparado, bebo unos buchitos de agua hasta que despejo las vías respiratorias y puedo respirar con normalidad, luego un protector de estómago, unos paseos por el salón y de nuevo a la cama, no me costó mucho volverme a dormir. En otro tiempo hubiera pensado que alguien o algo me quería matar en sueños, ahora creo que debería cuidar más mi alimentación y si alguien me quiere matar en sueños que lo haga bien, sin tener que despertarme y sufrir la angustia de la asfixia. En otra etapa de mi vida me hubiera preocupado mucho eso de irme a la cama sin saber si esa noche me fallaría el reflejo y tendría una muerte tan estúpida como terrible. Ahora lo llevo muy bien, como el levantarme media docena de veces para orinar porque la próstata no permite que la vejiga aguante toda la noche. Forma parte de la vida de abuelete que imaginaba para mí, incluyendo las fantasías de viejo verde.

La postal de Sara la recibí para Reyes, es habitual el retraso del correo en estas fiestas. Su felicitación cambió mi estado de ánimo, aunque me duele admitir que no hay tarea más dolorosa que recuperar para el primer círculo a alguien que estuve siempre allí y que formaba parte esencial del mismo. La entiendo, puedo ponerme en su piel, agradezco su esfuerzo, tengo esperanzas para el futuro, pero eso no me impide ver que aún queda un largo camino para recuperar el primer círculo. Me alegró mucho saber que ha conseguido un buen trabajo para los próximos seis meses. En ese sentido nunca me preocupó, su competitividad es máxima y su sentido común y atrevimiento, lo mismo que su desenvolvimiento a nivel internacional perfectos. ¡Ya quisiera yo para mí la facilidad con la que ella se mueve en esos ambientes! Parece que está muy bien, aunque no he recibido ninguna confidencia sobre su vida. Y por discreción no diré nada más en este diario.

Esto de la discreción me tiene ya bastante saturado. Estoy hasta el moño de ser discreto, pero no puedo ni debo escribir un diario público como si fuera privado. Por eso no puedo contar lo de… un episodio bastante esperpéntico, muy propio de nosotros, los enfermos mentales. Tampoco puedo contar las consultas que me hacen a través del blog ni la vida de tantas personas con enfermedad mental y sus familiares que viven escondidos, marginados por esta sociedad en la que tanto tienes, tanto vales. También debe ser discreto sobre mi amigo Bautista, que me tuvo bastante preocupado un tiempo atrás. Lo mismo que con mi sorprendente relación virtual con una guerrera y su amiga. En este diario no puedo hablar de nadie que no sea yo, y esto, cuando tu vida no es absolutamente solitaria, te obliga a podar ramas importantes del árbol. Mala noticia respecto a la venta de la casa. No hay suerte y lamento que no se pueda cerrar este tema de una vez. No es que mi economía esté tan mal que necesite una inyección de dinero, pero me gustaría cerrar un capítulo de mi vida y poder plantearme esta última etapa de mi vida con la sensación de que siempre habrá un colchón esperándome si me caigo de culo o de que me va a esperar una residencia cuando no pueda valerme en lugar de pensar en uno de esos suicidios tan dramáticos de abueletes solitarios y terminales. Por cierto que he estado viendo la serie tabú de Jon Sistiaga y los capítulos sobre la muerte me han impactado mucho. También los capítulos sobre el mal y los asesinos en serie. Un gran trabajo que me ha hecho reflexionar mucho. He visto muchas series y documentales esta última temporada, algunas de ellas muy buenas y otras para pasar el rato. No he visto demasiado cine porque me cuesta estar hora y media o dos horas viendo algo sin interrumpirme. En cambio sí pude estar casi tres horas viendo esa fantástica película sin diálogos sobre un monasterio cartujo en los Alpes. Creo que se titulaba El gran silencio y me dejó en plan místico toda una tarde. Sentado en el butacón, viendo pasar el tiempo sin prisa, recordé aquellas fantasías de adolescente en las que me veía encerrado en un monasterio, ora et labora, sin hablar con nadie, rezando, cultivando la huerta, durante toda una vida, sin echar de menos la vida social. Sí, creo que ya entonces había echado raíz la fobia social que luego me las haría pasar tan mal. Ahora mismo me plantearía meterme cartujo si me dieran más libertad para seguir con mi propio camino de guerrero impecable.

Resumiendo, no han sido unas malas fiestas. Al final cayó un poco de nieve, no mucha, menos de lo que anunciaban, casi veinte centímetros. Esta no parece ser una zona de grandes nevadas, aunque no muy lejos de aquí la nieve ha caído con ganas, como he podido ver en la televisión. No me importaría nada quedarme aquí atrapado durante meses, como les pasaba a mis abuelos en la montaña de León. Pero estos son otros tiempos, aunque viendo lo que he visto en los telediarios parece como si hubiéramos retrocedido décadas, cuando un montón de pueblos quedaban aislados durante todo el invierno. No parece que vayan a regresar aquellas nevadas de metro y dos metros, aunque el calentamiento global nos puede hacer vivir momentos apocalípticos. Eso me recuerda aquellos sueños sobre el futuro de la humanidad, justo antes de que yo palmara, no sé a qué edad, ni dónde, pero con el sabor amargo en la boca de la famosa frase: después de mí, el diluvio.

No sé cuánto dará de sí mi salud, ni lo que me deparará el futuro, ni siquiera tengo la certeza de que el próximo verano me renovarán el contrato de alquiler de esta casa, donde estoy tan a gusto. No sé nada, ni siquiera quiero saber. No es que esté escribiendo poco, pero esperaba más de este invierno, tenía grandes planes para alguna de mis novelas, que recibirían un gran impulso. Sí me puse con cierto entusiasmo con mi recopilación del Hotel de los disparates y mis personajes humorísticos, pero me he cansado, y en cuanto a las novelas, apenas un capítulo de Todos estamos solos, algo sobre Crazyworld que me gustaría encarrilar definitivamente este invierno con el siguiente capítulo y meollo de la historia, Primer asesinato en Crazyworld. También quería trabajar en Diario de Ermantis, un mundo que tengo olvidado y sobre el que tengo tantos apuntes manuscritos que sería una pena que no llegara ni a rematar la primera novela de la trilogía. En mi blog he subido al menos un capítulo de casi todas las novelas que tengo pendientes, son tantas que necesito priorizar. Me está gustando regresar a mi infancia y adolescencia con Los pequeños humillados, son recuerdos que me atraen mucho y debería dedicar más tiempo a esta novela. No me faltan ideas, ni inspiración, ni tramas interesantes, pero no estoy bien, entre la falta de salud, la soledad y el cuervo negro acechante de los próximos años, no consigo centrarme en mi tarea de rematar al menos media docena de novelas, porque ya sé que terminarlas todas antes de morir es tarea imposible.

No tengo muchas ilusiones sobre los años futuros, casi he renunciado a los viajes, aunque me gustaría hacer un crucero por los fiordos nórdicos antes de que mi salud me lo impida definitivamente, y me gustaría renunciar de una vez por todas a la libido, de hecho es algo que tengo guardado en un cajón, como muchos manuscritos, pero por desgracia sigue dando guerra. No sabría decir si, en el caso de que me dieran esa opción, elegiría liquidar de raíz la libido y emplear toda esa energía en escribir, o seguir sintiéndome vivo aunque sea una vida puramente imaginaria. Sí, recuerdo que a este diario le debo un apéndice sobre Todo lo que siempre pensé del sexo y nunca pude decir con sinceridad, o algo así. También recuerdo que esa era una serie de apéndices que me interesaban mucho. Todo lo que siempre pensé de… y que nunca me atreví a decir por miedo, o algo parecido. Temas como la política, el sexo, la sociedad, etc sobre los que nunca me expresé con absoluta sinceridad, sin miedo –aunque leyendo algunos textos algún lector podría pensar qué es lo que aún me quedaba por decir- y sobre los que ahora sí podría decirlo todo, sin comerme una coma, porque he llegado a esa etapa de mi vida en la que ya me importa un comino lo que me pase o me deje de pasar, aunque acabara mis días en chirona no sería mucho peor que pasarlo en una residencia cuando ya no pueda moverme, de todas formas estaría prisionero y la libertad sería un recuerdo, una entelequia.

He renunciado al sexo, a las relaciones sociales, a una salud aceptable, a rematar mis novelas, a conseguir hacer algo positivo por enfermos mentales y familiares y a tantas cosas que al menos espero no renunciar nunca a conseguir que Sara y yo estemos de nuevo otra vez en el primer círculo. La visita de … me hizo plenamente consciente de lo que es la vida familiar, de lo que se pierde cuando pierdes a la familia y de lo que, por desgracia, ha sido mi vida como enfermo mental. En realidad, visto desde el momento actual, no parecía tan complicado enfrentarse a la enfermedad, superarla, conseguir llevar una vida normal, no estar solo, acabar con tantas conductas patológicas… pero cuando me sumerjo en los recuerdos de juventud, de madurez, cuando recuerdo cómo me sentía tomando medicación, la imposibilidad absoluta de vencer una depresión que se estiraba meses y meses, la incapacidad de reaccionar con normalidad ante determinadas situaciones… me pregunto, y aún más hoy, cuando conozco tantas y tantas historias de enfermos mentales y familiares, si alguna vez se descubrirá que todo fue un maldito fallo en la química cerebral, el que produjo esas conductas tan patológicas, tan deformes, que nos equipararon a los enfermos mentales con lo peor de la maldad del ser humano. Aún sigo siendo incapaz de distinguir entre lo que era una absoluta incapacidad física, como si a mi cerebro le faltara algo o le sobrara algo, de lo que fueron conductas inmaduras, ideas equivocadas, incapacidad para las relaciones interpersonales, traumas infantiles, posibles maltratos psicológicos que quebraron para siempre el andamiaje afectivo y psíquico del niño y adolescente que fui.

Mirando hacia atrás sin ira me doy con un canto en los dientes –y debería hacerlo con fuerza porque por si éramos pocos parió la abuela y solo me faltaba la dentadura para que mi salud se convierta en un cuadro del romanticismo más oscuro o gótico- por haber vivido hasta los sesenta y dos años, un auténtico milagro, por haber tenido una vida relativamente aceptable y normal, cuando en mi juventud me conformé con no haber pasado el resto de mi vida en un psiquiátrico, condenado sin juicio y sin sentencia por un psiquiatra al que decepcioné porque le engañé y no confié en quien no me ofrecía otra cosa que una terapia triste e inútil, cuando yo no me cansaba de repetirle que mi problema era la falta de afecto, de cariño, una chica a la que besar, una terapia encaminada a conseguir desbloquearme en las relaciones sociales y perder aquella timidez enfermiza. Mi problema fue una infancia dura, sin cariño, con maltrato psicológico y hasta físico, una adolescencia reprimida y dogmática en un colegio religioso, una salida al mundo, el demonio y la carne, desde una especie de monasterio aislado de la sociedad, una enorme dificultad para encontrar un trabajo y un sitio en esta sociedad. Aquellos eran mis problemas y no una supuesta psicosis, una manía obsesiva por suicidarme. Ahora sé que se puede llegar a una enfermedad mental desde aquellos problemas, lo mismo que una herencia genética ayuda mucho, como una familia problemática, como un colegio con educación represiva, como la absoluta soledad y falta de cariño en la que viven muchos niños y adolescentes. No creo que mi experiencia sirva de algo a nadie, pero al menos quedará ahí, reflejada en el blog, como un testimonio de lo que es el ser humano, la naturaleza humana y de la terrible e implacable dureza del camino del guerrero.
Y ahora tengo que hacerme unas patatas con bacalao. Me temo que nunca perderé el apetito ni la libido. ¡Con lo cómodo que tiene que ser olvidarse de comer y de ese impulso inútil del deseo!





DIARIO DE UN ENFERMO MENTAL LI

9 11 2017

DIARIO DE UN ENFERMO MENTAL LI

SEGUNDO OTOÑO EN SORIA

Fue un verano duro e intenso, esperaba un otoño más tranquilo pero no lo está siendo, al menos no demasiado. Este es el segundo otoño que paso en este pueblecito de Soria. Comenzó con demasiado calor, demasiado sol, demasiados coletazos del verano, aún para Soria, pero ahora sí, ahora estamos en otoño, alguna helada por las mañanas, lluvia, no demasiada para un otoño, ventoleras típicas de Soria, bastante frío algunos días. Esto es lo que me gusta y no me quejo. Algunas buenas noticias, como que se haya arreglado el diferencial que me trajo en jaque, con el frigorífico durante más de un año. Yo siempre lo achaqué al frigorífico, pero ahora no sé qué pensar, se arregló de repente, al poco de marcharse… que pasó unos agradables días en casa. Parece cosa de brujería, pero no me importa la causa, lo importante es que se me ha quitado un buen peso de encima, he dejado atrás una experiencia de Sísifo moderno y eso me ha dejado en situación de mejorar la dieta y la logística, aunque por desgracia soy demasiado vago y estoy demasiado a gusto en casa como para que haya tenido mucha repercusión, al menos de momento.

He vivido experiencias profundas y aleccionadoras en dos terrenos para mí muy importantes, los animales y los enfermos mentales. Y me gusta que hayan quedado juntos en la frase, porque aunque a algunos les repugnará, para mí animales, mascotas y enfermos mentales tenemos mucho en común, la fragilidad, la necesidad de cariño y de que nos cuiden, lo bien que respondemos al cariño, lo marginados que estamos en esta sociedad, etc etc. No me duelen prendas reconocer que me llevo mucho mejor con las mascotas que con los humanos, y con los enfermos mentales que con los “no enfermos”. No puedo extenderme mucho en estos dos temas por discreción. Este es un diario público y en él no puedo contar lo que contaría con pelos y señales en un diario privado. No me importa porque el diario público es mucho más terapéutico para mí que el privado. El simple hecho de saber que alguien lo leerá me pone empático, en condiciones de mirarme con una cierta objetividad en el espejo. El que tenga que ocultar algunas cosas por discreción no es una factura excesiva.

También tengo que ser discreto respecto al encuentro con una guerrera impecable a través del blog. Una relación complicada a veces pero para mí muy aleccionadora, profunda y afectiva. Nadie dijo que los guerreros fuéramos fáciles de tratar.
Necesitaba retomar el diario para intentar dejar atrás algunas experiencias dolorosas y difíciles. Es hora de recapitular un poco, de hacer inventario, porque aunque todo esté ahí, a la vista, no siempre te concentras en ello hasta que lo tocas y lo manoseas. Comencemos, “comensón”, que dirían los ínclitos Tip y Coll.

SALUD

Mala, sin paliativos. Lo peor el estómago, la úlcera que se encabritó con los calores y el sufrimiento por mis gatitos y que no ha dejado de darme la lata desde entonces, por etapas, con importantes periodos de calma. Estaría mucho mejor si me cuidara más, mejor dieta, no darme esos atragantones cuando me da la gana, si tomara el protector durante una semana al menos cuando la úlcera se retuerce. No me quejo de encontrar lo que busco. Aún así ha habido factores desconocidos, que intuyo dónde pueden situarse, que han tenido a mi intestino y a mi estómago en la cuerda floja, trabajando de lo lindo y para nada. Hay causas externas, desde luego, algunas que pueden ser deducidas, otras más o menos desconocidas. Mi mala salud se ha completado con la bronquitis crónica del tabacazo y ese ansia de salir al porche para comer o leer aunque haga un frío que “escarabieya el piyayu” *, creo que es así y no sé muy bien de dónde viene, pero que he oído muchas veces. Dejar el tabaco podría ser una meta a medio plazo, junto con el maldito chequeo que voy dejando y tal vez lo deje hasta que muera con muy buena salud. Por lo demás todo bien, todo aceptable, salvo los kilos de más, el nulo deporte, y la enorme dificultad que encuentro para hacer los ejercicios de kriyayoga, taichí y pases mágicos de Castaneda todos los días, como me había propuesto y que está siendo una meta tan complicada como encontrar sexo en esta galaxia o en cualquier otra.

*Fae un cutu qu’escarabaya’l pelleyu (corta’l mexu y pinga’l mocu)”. La segunda parte la hemos dejado a un lado por lo vulgar que suena y es que la traducción literal de este refrán al castellano sería “Hace un frío que escarba la piel (corta el pis y cae el moco)”.

http://www.traduccionescontilde.com/es/reto-traductor-fai-un-cutu-quescarabayal-pelleyu/

EQUILIBRIO PSÍQUICO, MENTAL Y EMOCIONAL

No puedo quejarme, aunque he tenido momentos duros-duros-duros. Momentos depresivos muy fuertes que he pasado como he podido. La soledad que ahora la voy llevando como la gordura, está en mí y no me molesta demasiado, salvo cuando tengo que correr. La erosión emocional constante del trato con enfermos y familiares a través del blog. Hay rachas y rachas, pasan largos periodos de calma chicha y luego todos parecen ponerse de acuerdo para escribirme a la vez. Una experiencia cercana en el tema de la enfermedad mental me ha hecho comprender a fondo lo complicado que es convivir con nosotros, el desgaste que supone convivir con un enfermo mental. Pero ha sido un episodio entrañable, afectivo y que me ha permitido ver el mecanismo interior de un enfermo mental, como si yo mismo me hubiera diseccionado el cráneo y lo hubiera visto en un espejo. Las ideas obsesivo-compulsivas están bastante controladas, las técnicas de yoga mental ya funcionan de forma automática y cuando no dan muy buen resultado, me encamo y dejo pasar el tiempo. Mano de santo. La aceptación de la soledad, el dejar de buscar relaciones, el abandonar la esperanza de un-poco-de-sexo-por-favor, ha contribuido de forma sustancial a un mejor equilibrio psíquico, mental y emocional. No es que no eche de menos el sexo, simplemente es como aceptar que hoy tengo lentejas para comer, si quiero las como, y si no las dejo, y mañana lo mismo, y al otro. Es cuestión de acostumbrarse a las lentejas.

ESTADO CONTABLE DEL MUNDO ESPIRITUAL

Creo que hay bastante en el haber. El mundo de los sueños sigue dándome algunas satisfacciones, mejorando poco a poco, aunque es tan sumamente extraño que debería hacer como cuenta Jodorowsky en su libro Psicomagia, dejar de entrometerse en ese mundo, dejar de programar, dejar de intentar entender, como él dice, si soñamos con algo es porque debe ser así. Sigo anotando, sigo disfrutando de algunos sueños y preocupándome por otros.

El hacer algo por los demás, lo que sea, mientras te lo pidan y des lo mejor de ti mismo, es positivo para el haber del mundo espiritual. No es que se vea, ni con lupa ni sin ella, no es que uno note que las cosas le van mejor, tienes más suerte, te compensan de vez en cuando con una piruleta, no, esto es como una especie de hucha a largo plazo, para cuando llegues a la eternidad, entonces tal vez te sirva para pagar unos tickets y poder subirte a la noria o a la montaña rusa. También dice Jodorowsky en su libro que no puedes recibir si no das y en efecto, también lo dice el evangelio, la mejor forma de obtener lo que deseas es darlo a los demás. Suena a cuchufleta pero es cierto.

VIDA INTELECTUAL, CULTURAL Y DEMÁS

A veces he tenido la impresión de que leo poco para estar jubilado y disponer de todo el tiempo del mundo. Sin embargo me basta con hacer un repaso, con echar mano a mi agenda de lecturas, para darme cuenta de que es una barbaridad lo que estoy leyendo. Comencemos, “comensón”.

PAPEL

-Ahora mismo estoy leyendo los diarios de infancia de Anáis Nin, después de haber leído los diarios de adolescencia, un salto cronológico hacia atrás debido a un despiste.

-Un puente sobre Brooklyn de Henry Miller. Una serie de relatos largos o novelas cortas sobre episodios de su vida, tan interesantes y divertidos como siempre, con su punto dramático, tristón y amargo.
-Los episodios nacionales de Perez Galdós, desde el principio, Trafalgar, una relectura, aunque nunca los leí todos completos.
-Un álbum con los cuadros de Van Gogh y un comentario crítico y biográfico.
-Relectura del Quijote, con calma, pero como siempre con mucha diversión.
-Relectura de las novelas ejemplares de Cervantes, algunas son relectura, otras la primera vez que las leo, como La española inglesa.
-Las cartas de Leon Tolstoy.
-El don Juan de Gonzalo Torrente Ballester.
-Le visionaire de Julien Green en francés.
-La biografía de Milarepa que no acabo de terminar.
-Cuadernos de todo y de nada de Carmen Martín Gaite.
-Obras completas de Faulkner, primer tomo, Mientras agonizo, leída por primera vez, otras serán relectura.
-Marcel Proust, el tiempo recobrado, octavo y último tomo de En busca del tiempo perdido. Primera lectura. Se puede decir que llevo toda la vida leyendo a Proust, desde que comprara su obra completa en el tenderete de Argüelles, de aquel amable argentino, allá por el año 1978. Es cierto que he releído algún tomo, pero en general es una primera lectura que me ha llevado toda la vida. Me resulta complicado, más por lo que describe, una burguesía insulsa y sin interés, que por su estilo, a veces farragoso, con esos larguísimos párrafos sin punto y aparte, que no sé si imitó García Marquez, pero que a mí me parece una carrera de obstáculos, como si el lector tuviera poco con leer algo tan abstruso y a veces aburrido, me estoy refiriendo a Proust, a García Marquez lo leo mucho mejor.
– Bajo el volcán de Lowry que comenzara en Manzanares y que se me cayó de las manos por la tristeza de la historia, de alguna manera tan cercana a la mía, solo que sin alcohol.
-Arte, amor y todo lo demás de Husley, que también abandonara por la dificultad de tragarme a esos personajes burgueses y repugnantes.
-Premios Pulitzer,, tomo III, Alice Adams, de Tarkington, también con dificultad por esos burgueses que tanto me disgustan.
-La Comedia Humana de Balzac, página 915, Alberto Savarus. Me gusta Balzac, desde luego, pero cuando me enfrento de nuevo a los burgueses siento un rechazo instintivo.

-Los cuentos de Nikolai Gogol que me regalara Sara, teniendo el detalle de mandármelos en paquete con una carta manuscrita, unas postales y unos preciosos gatitos que hasta pudo haber hecho ella, siempre se le dieron muy bien las manualidades. Especialmente estaba interesado en Diario de un loco. Todo un detalle por su parte. ¿Ande andará mi Sarita? Que diría José Mota. Sé por dónde anda pero no tengo noticias desde hace un tiempo, bastante.

Antes de pasar a los libros digitales, calmar al lector, asustadísimo de mi forma demencial y caótica de leer. Les aseguro que cuando retomo una lectura recuerdo perfectamente lo anterior, no debo empezar desde el principio. Es un hecho absolutamente insólito porque mi memoria siempre ha sido un fiasco y solo me pasa con los libros. Puedo leer docenas de libros a la vez, de diferentes temáticas, así siempre suelo leer algún clásico, primera lectura o relectura, novelas negras, fantasía y ciencia-ficción, teatro, poesía, historia, cine, etc etc. Esto se debe en buena parte a mi condición de enfermo mental. No puedo estar largo tiempo leyendo un mismo libro, porque pierdo concentración, porque recibo demasiada estimulación y casi estoy viviendo la historia de la novela, algo que hay que bloquear como sea. También me encanta saltar de uno a otro como un cangurito gentil, porque mi fantasía, siempre delirante, se entretiene y no me da demasiado la tabarra. Hago lo mismo con las novelas que escribo, salto de una a otra. Lo necesito para que los personajes no se metan en mi vida, para que las historias no se conviertan en historias paralelas a la que estoy viviendo en la vida cotidiana y porque de alguna manera pienso que me pasa un poco como a los autista, si recibo demasiados estímulos, a la vez, de la misma entidad, de la misma temática, etc, me pongo nervioso, estresado. Si hoy leo seis libros de diferentes temáticas y mañana otros seis distintos y pasado… y luego retomo dentro de una semana los primeros y luego los segundos… Pues que me va muy bien, la verdad. Ignoro si hubiera hecho lo mismo de no ser un enfermo mental, pero esto es lo que hay.

LIBROS DIGITALES, POR ORDEN DE LECTURA

En efecto, porque cuando activo el libro electrónico, en el porche, por la noche, no ahora que hace mucho frío, pero sí en la cama, siempre tengo un orden concreto de lectura que paso a inventariar:

-La Torre Oscura IV, de Stephen King, Mago y cristal. Relectura. No le saqué mucho la primera vez que lo leí, cuando me lo prestara D. me pareció excesiva la tensión narrativa, como si lo único que importara fuera el suspense, ahora, ya jubilado y sin prisa lo estoy degustando de otra manera y me gusta más. Antes leí también en digital las otras partes. Es una costumbre leer las sagas completas de un tirón, una novela tras otra, siempre que sea posible, a veces me puede llevar años, como es el caso de La Rueda del Tiempo de Robert Jordan, también préstamo de D.
-El cantar de Shannara, segunda parte de la serie de Terry Brooks a quien conocí a través de la serie televisiva. Muy entretenido, aunque es difícil encontrar algo nuevo y creativo en la fantasía que comenzara el gran Tolkien.
-Héroe en la sombra de David Gemmel, creo que es la tercera parte de su saga de Wylander, un descubrimiento porque no conocía al autor.
-Muerte de una heroína roja de Xialong, de quien antes he leído Seda roja, comenzado el 22-5-2013, según tengo anotado en mi agenda de lecturas. Después Visado para Shangai, comenzado Soria noviembre 2016 y terminado el 2-1-2017. El caso de las dos ciudades. 2-6-2017/ 7-9-2017. Las fechas las pongo para que se hagan una idea de mi ritmo de lectura para cada novela. Un autor chino de novela negra que me resulta muy interesante.
– El caballo y el niño de C.S. Lewis de su conocida saga de Narnia. Me están encantando todas las novelas, y no las considero exclusivamente para niños. Antes leí las que preceden. Daré fechas, para que se hagan una idea de mi ritmo de lectura, por última vez. El león, la bruja y el ropero, primavera Soria 2017. El príncipe Caspian, mayo-junio 2017. La travesía del explorador del amanecer, verano 2017. La silla de plata.
-Los santos inocentes de Delibes, antes El camino, ambos relecturas.
-Vientos de cuaresma de Leonardo Padura. Conocido a través de la serie de tv.
-América de James Ellroy.
-Psicomagia, prácticamente terminado.
Estos son lecturas habituales en la cama, todas las noches, pero hay otras lecturas que no lo son, estos son los libros que estoy leyendo de vez en cuando.
-Ulises de James Joyce, relectura.
-El idiota de Dostoievsky, relectura.
-Las Brujas de Salem de Arthur Miller, primera lectura.
-Los sonetos de Neruda.
-Las cuevas del Vaticano de André Gide, primera lectura.
Y por último, estos son los libros que estoy leyendo en el ordenador, no todos los días.
-El otro lado del dólar, de Ross Macdonald.
-Niebla de Patricia Cornwell.
-El evangelio de Ramakrishna.
-Los recursos de la astucia de Baroja. Memorias de Avinareta.
-Camino de Reyes de Brandon Sharenson.
-Diarios amorosos de Anais Nin.

Pensarán que estoy loco y lo estoy. Y eso sin inventariar la música escuchada. He hecho un pequeño receso en la escucha constante de mis discos de vinilo, desde rock a clásica pasando por casi todo. También tengo una agenda musical. Estos los escucho en el equipo de música con tocadiscos incluido. También escucho cassetes, originales y grabadas. También tengo Mp3 en un disco duro externo que este verano escuché en la tv. , puerto USB, durante las siestas, especialmente las cantatas de Bach, de la pé a la pá. También escucho a veces en el ordenador música de youtube.

FACETA DE ESCRITOR

-Suelo escribir un texto semanal para el blog El guerrero impecable.
-Suelo subir sin fecha fija textos ya escritos y antiguos para mi blog Las novelas de Slictik, aprovechando que antes los subo a Sonymage. Suelo subir, sin fecha fija, textos humorísticos para los tres blogs del taller del hotel de los disparates.
-Últimamente me he dedicado al humor. Una recopilación humorística del taller de los disparates. He pasado al ordenador la biografía de algunos personajes humorísticos que tenía en libretas y cuadernos.
-Estoy subiendo al blog Las novelas de Slictik todo lo que tengo pasado al ordenador de novelas inconclusas desde hace años. Estoy buscando la continuación manuscrita en libretas y cuadernos y espero dedicarme a ello este invierno.
Pensarán que estoy loco y así es. Y eso sin inventariar las series de tv que estoy viendo y las películas grabadas en cintas, aparte de alguna visita al cine en Soria, la última Blade Runner segunda parte. Entre las series he disfrutado muchísimo con la tercera temporada de Twin Peaks, así como las series que continúan la película Fargo de los hermanos Cohen.
Pensarán que estoy loco y así es. Eso sin contar el tiempo que he pasado en ordenar libretas, cuadernos, álbumes, archivadores, etc etc. El tiempo que he pasado ordenando y poniendo al día mis agendas sobre casi todo, incluidas las de Recapitulación de Castaneda, que no han tenido continuidad. Una meticulosa anotación de mi vida, personas que he conocido, lugares, personas…

Pensarán que nadie tiene tanto tiempo, no se imaginan el tiempo que tiene uno cuando está jubilado y no se relaciona con nadie, salvo con sus gatitos dos o tres veces al día. Y he quedado agotado, completamente agotado, así que dejaremos lo que resta para otro día, o más bien para nunca.

No, no me aburro, pero esta es una vida monástica, con una buena biblioteca, una buena mesa de despacho para escribir lo que se me ocurra, pero a lo moderno, con un equipo de música, televisión por cable, ordenador, etc etc No me quejo, millones de personas no tienen para comer y yo, de vez en cuando, me como un buen cocido con un buen vino. Aunque me gustaría bajarme del mundo, aún no lo he hecho. Así me he tragado todo el problema de Cataluña como si fuera turrón (por cierto que he comprado ya para Navidad ocho barras de turrón, si me las como todas reviento, pero si lo hago a lo largo del año, pues que no se nota tanto). He hecho las compras navideñas, apenas me queda la comida concreta de esos días. Y a veces disfruto en el porche, mirando al cielo, imaginando que el tonto de Trump y el tonto del norcoreano se lían a misilazos. Los misiles volando en el cielo azul soriano, ojalata que me de uno en la cabeza. Eso pensaba en momentos malos, muy malos. La verdad es que muchos tienen miedo al Apocalipsis, será porque tienen mucho que perder, otros nos reímos a mandíbula batiente. Sigo la actualidad, aunque a veces me dan ganas de darme cabezazos contra la pared, por idiota. A veces me imagino lo que haré si Dios quiere darme vida para otros veinte años. Entonces pienso en todos los libros que estaré leyendo a la vez –salvo que me toque el Alzheimer, faltaría más- y dejo de imaginar, agotado, exhausto. Y cuando ya no me valga me voy a la residencia de ancianos del pueblo de al lado, que tiene muy buena pinta. Con los precios actuales, ya me he informado, me llega de sobra la pensión, incluso aunque esté impedido, que lo estaré, porque de aquí no me muevo hasta que tenga que ir arrastrándome hasta la cocina para hacer la comida y no pueda agarrarme a nada para llegar a la vitro, entonces habrá llegado el temido momento. Debo estar muy deprimido, pero no lo sé, no me acuerdo, este es más o menos el estado de ánimo habitual. A veces recibo alguna llamada y algún wasape. A veces hablo con Bautista y me siento bien, aunque me preocupe por él, como no me preocupo por mí. A veces me siento como ignorado, en la otra parte del universo, en el culo del universo, pero eso me hace sentirme bien, porque un guerrero impecable sabe que es así, lo acepta cuando ha perdido la importancia personal. Y me digo que he tenido la inmensa suerte de encontrar el camino del guerrero cuando lo necesitaba. Porque de otra manera ahora estaría pensando en que la mejor manera de morir es como en la Gran comilona de Ferreri, te pones hasta al culo de cosas ricas y revientas en el servicio. Aunque a mí, si me dieran a elegir, elegiría la muerte de por asfixia, digo por sexo, en qué estaría pensando yo. Sí, hace tiempo salió la noticia en la tv de un chico que se reunió con dos chicas un fin de semana en un apartamento, con la correspondiente viagra y acabó palmando, por asfixia, digo por sexo, en qué estaría penando yo. Esa es la muerte que quiero para mí y lo demás gaitas.

Estoy deprimido, lo acabo de descubrir, y tal vez sea porque esta tarde he tenido que consultar la cuenta bancaria y la he encontrado temblando, como si hubiera caído una buena helada. Por un momento pensé que un hacker de los jaquer-mates, se había infiltrado, pero no, luego comprobé que había sido Hacienda, la Agencia Tributaria, el Sr. Montoro. Al menos tenía saldo suficiente para pagar la segunda entrega de Hacienda, lo que estaba convencido sería en diciembre, con la extra, de otra forma el Sr. Montoro me hubiera intervenido. Es que no se puede vivir fuera del mundo, muchacho, luego recibes estas agradables sorpresas. Me dan ganas de irme a la cama, pero aún es pronto y me esperan unas patatitas con carne, muy ricas, que no me voy a perder, aunque luego, por la noche, es posible que la úlcera me pase factura, me quiere mal, la puñetera siempre busca los momentos más agradables para hacerme ver la fugacidad de la vida. Debería ponerme a dieta, dejar de fumar, organizar mi vida… ¿Para qué? Para vivir así hasta los noventa, suponiendo que respetaran mi esfuerzo por mejorar la salud, porque nadie me garantiza que a los ochenta no esté en la residencia de ancianos. ¡Qué digo! Puede que a los setenta y cinco, o a los setenta, o dentro de tres o cuatro años, que esto nunca se sabe. En fin, Serafín, no me quejaré, que dentro de un rato me esperan unas patatitas con carne, deliciosas con el frío que está haciendo fuera, que he salido a fumar un pitillo y casi tengo que encenderlo con un soplete. Bueno, siempre se me dio bien exagerar. Lo importante es que te has pasado la tarde contando tus penas, tan rícamente, y ahora te sientes mejor, mucho mejor. No hay como desahogarse, por eso soy tan paciente con los enfermos mentales, porque si no se desahogan conmigo y no tienen un diario en Internet, acabarán reventando. ¡Cómo somos los enfermos mentales! Nos quejamos por todo, cuando la vida es tan bella y la política nacional e internacional, tan hermosa. Anda, que les ondulen con la permanén, que a mí me van a amargar la vida. Ni por pienso. Y mañana será otro día. Amanece que no es poco.