LA LINTERNA (RELATOS ESOTÉRICOS)

19 04 2017
   RELATOS ESOTÉRICOS
    EL VELO DE MAYA I
    LA LINTERNA

Al morir se elevó hacia lo alto y pudo ver, bajo sus pies, que sentía de cristal, la esfera azul a la que los vivos llaman planeta Tierra. Creyó entrar en una nueva dimensión, aunque a su alrededor todo era noche profunda. Pudo contemplar allá, abajo, una infinita llanura oscura por la que caminaban, con gran lentitud, una inmensa muchedumbre de seres bípedos. Portaban en sus manos diminutas linternas, de las que brotaban rayitos de luz de corto alcance. Ellos no lo sabían, porque apenas eran capaces de ver unos metros por delante de sus pies, pero, contemplados desde lo alto, formaban infinitas líneas paralelas que fosforecían en la oscuridad. Dejaban a sus espaldas un rastro de luz que cada vez se hacía menos brillante. Solo en el lugar en el que se encontraban ahora la luz de la linterna permitía observarlos con nitidez. Dicen que las líneas paralelas no se encuentran nunca o tal vez únicamente en el infinito. Por lo que él podía ver ninguna de ellas se entrecruzaba con otra a lo largo del camino.

Aunque ellos se hicieran la ilusión de seguir el mismo camino, en realidad eran muy distintos. Cada uno trazaba un sendero individual y no intercambiable. La corta distancia que separaba a cada uno de ellos de los más próximos podía darles la impresión de estar conviviendo juntos en la misma vida.

Permaneció largo tiempo contemplando la oscura llanura en la que millones de seres humanos creían compartir sus vidas, al tiempo que se trasladaban, casi a cámara lenta, hacia delante, como si en realidad hubiera una meta al final, que ellos desearan alcanzar. Sin embargo por mucho que él se esforzara, era incapaz de percibir nada en aquel horizonte, negro como boca de lobo. Lo mismo hubieran podido caminar hacia atrás o hacia los lados, por todas partes les rodeaba la noche, apenas iluminada por el tenue haz de luz de sus linternas.

A pesar de su vista de águila era imposible apreciar otra cosa que no fuera el rastro luminoso que dejaban los caminantes a su paso y las linternas moviéndose en la noche. Imaginó que todos se habían puesto de acuerdo para caminar en la misma dirección puesto que muy bien hubieran podido moverse en cualquier otra, incluso formando círculos o las más variadas figuras geométricas. Resultaba chocante observar un movimiento tan perfecto en medio de la oscuridad.

Entonces comprendió que la línea que seguían era la línea del tiempo. Atrás quedaba el pasado en forma de rastro apenas luminoso, que algunos iluminaban unos segundos al darse la vuelta para observar el camino recorrido. Enseguida reanudaban su marcha hacia el futuro, que no podían ver, puesto que el haz de sus linternas apenas alcanzaba unos pasos más allá de donde se encontraban. Ponían mucho más empeño en avanzar que en retroceder. El no encontraba explicación a este vehemente deseo de seguir hacia delante. La noche estaba también atrás y a los costados. ¿Por qué este empeño en seguir la línea del tiempo en esa dirección precisamente?. Tal vez el impulso hacia lo desconocido les impedía darse cuenta de lo chocante que era ver el tiempo avanzar en una dirección precisamente, cuando nada le impedía retroceder, por ejemplo, o moverse en diagonal.

De vez en cuando dos haces de luz se encontraban al girar en semicírculo. El tiempo que duraba este entrecruzamiento de luces les hacía sentirse unidos en el amor, en la amistad, en la fraternidad, para luego regresar a su camino solitario, sintiéndose más aislados y vacíos que al principio. Quienes no se sentían capaces de soportar la pérdida movían sus linternas frenéticamente, buscando llenar sus vidas con la compasión de los otros.

Curiosamente los amantes, los padres y los hijos, los amigos, los familiares, caminaban paralelos en un espacio tan próximo que hubieran podido pisarse, moviéndose apenas un par de pasos hacia los costados. Sin embargo creyéndoles muy alejados de su vida,  perdidos para siempre, abandonaban la ilusión de seguir caminando, posaban la linterna en el suelo y se ponían a llorar y a gemir como si no hubiera ya esperanza para ellos. Se golpeaban con los puños en el rostro y lamían la sangre que brotaba de sus heridas, como si en ello hallaran consuelo. Finalmente, agotados, se tumbaban sobre el suelo oscuro, deseando morir.

Comprendió que eso y no otra cosa era el famoso velo de Maya, sobre el que había leído en su juventud, cuando buscaba en el budismo una respuesta que no encontraba en parte alguna. El engaño en el que todos estaban inmersos procedía de la escasa luz que generaban sus linternas. Sus consciencias se adaptaban a lo que podían ver dos metros por delante y de esta manera vivían y morían en la más burda de las mentiras.

Echó mano a su rostro de vidrio y palpó buscando los ojos que le permitían estar viendo todo aquello. Encontró un ojo en mitad de su frente que desprendía una claridad muy suave y cálida. Este debe ser el tercer ojo, pensó, ese del que habla el conocimiento secreto. Unos cuantos consiguen abrirlo en vida y sus visiones son consideradas como delirios de locos. El resto permanece feliz, con sus dos ojos de carne, que no pueden ver más allá del muro de oscuridad que tienen delante de sus narices.

Ahora que había perdido la visión de sus dos ojos, pudo darse cuenta que la realidad incontrovertible, que ellos creían percibir a lo largo de su vida,  no era otra cosa que la sólida oscuridad que les rodeaba. La luz de la linterna creaba reflejos multicolores en el muro. Eso les hacía pensar en una multitud de objetos que reafirmaban su concepto de la realidad como sólida diversidad de cosas.

Cuando los haces de sus linternas se entrecruzaban con los más próximos y cambiaban unas cuantas palabras, descubrían que todos veían lo mismo. Si todos percibimos las mismas cosas, no podemos estar equivocados, pensaban, y continuaban su camino en la noche, imaginando soles y lunas, planetas y estrellas, un presente continuo, rodeado de enseres que no colmaban la sed de sus almas.

El, ahora que estaba muerto, asumía las viejas palabras bíblicas: Vanidad de vanidades y todo es vanidad; oscuridad de oscuridades, todo es oscuridad. ¿Cómo había podido ser tan ingenuo para pensar que algo que duraba tan poco podía ser tan real?. La realidad no se mide por la intensidad del estímulo, sino por el tiempo que permanece en nuestra consciencia. Un delirio no es real, por muy intenso que sea. En cambio, si su duración se prolongara en el tiempo, el delirio iría adquiriendo categoría de realidad. Eso que todos pensamos es real, aunque bien podría ser un delirio compartido. La prueba  de ello es lo poco que dura. Basta morir para que las viejas fantasías se desvanezcan. 

Los caminantes, con sus linternas férreamente oprimidas entre sus manos, no se dan cuenta de la invisible prisión en la que habitan. Creen no poder comunicarse, amarse, porque sus caminos son paralelos y nunca se encuentran. ¡Pobres ingenuos! No comprenden que bastaría con enfocar las linternas de su consciencia hacia un costado  y permanecer el tiempo suficiente entrelazando sus haces de luz, para que ambos pudieran fundirse en una sola consciencia y un solo sentimiento.

Son como ciegos con linternas, que a veces se pelean por un trozo de suelo negro cuanto tienen el infinito a su disposición. Me dan pena y desearía volar sobre ellos, como un ángel con alas, para anunciarles la buena nueva, para que apagaran sus linternas y pudieran abrir ese tercer ojo que palpita ahora en mi frente, con el que puedo ver la auténtica realidad, una vez rasgado el velo de Maya.

Así piensa al tiempo que descubre la inutilidad de su deseo. No puede moverse, está como clavado en el tiempo, y aunque pudiera hacerlo nunca se oyó de nadie que escarmentara en cabeza ajena. Por eso deberán seguir caminando, con la linterna en sus manos, imaginando que sus vidas son para siempre, felices rodeados de objetos que en el fondo no son otra cosa que un sólido muro de oscuridad. Al morir no dejarán de percibir la diversidad, porque el “yo” de su consciencia aún no ha despertado. Alguien les dará otra linterna y se creerán nuevas identidades que acabarán por iniciar un nuevo camino, cuando llevan ya milenios dando las mismas vueltas a la noria.

Algún día despertarán y entonces… Ha perdido interés en continuar contemplando tan triste panorama. Está sintiendo que algo le atrae hacia lo alto. Se deja llevar, imbuido en la paz de quien por fin ha despertado de una larga pesadilla. Una luz poderosa y tan amorosa que no puede resistirse a su atracción, lo va envolviendo. No desea volver a reencarnarse nunca, regresar otra vez para coger aquella ridícula linterna. Algo le dice que su futuro está ensus manos. Siempre lo estuvo, aunque no pudiera comprenderlo. Ahora, que está viendo la luz, nada podrá engañarlo otra vez.

Se deja atrapar en el infinito sol, no sin antes pensar por última vez en aquellos pobres ciegos, caminando en línea recta hacia la oscuridad infinita. No echa de menos el paso del tiempo, porque ahora sabe que era simplemente la luz de una linterna, iluminando un presente que en realidad existía desde siempre.

FIN





RELATOS ESOTÉRICOS VIII

19 04 2017

Todos los iniciados son así de patéticos, se creen el ombligo del universo y montan estos ridículos follones incluso a presencia de los dioses del karma. Por suerte para él y para todos nosotros no se llega a ser dios sin antes haber adquirido un maravilloso, un divino sentido del humor. De no ser así mi pupilo estaría ahora en el infierno, sufriendo todos los tormentos posibles y hasta los imposibles, luego sería aniquilado por el fuego de la justicia divina y no quedaría nada de él, ni de mi, ni de ustedes, nada de nada. Me aburría aquel idiota que no cesaba de contemplarse el ombligo, sin embargo no perdí la paciencia con él, no porque ya hubiera adquirido el sentido del humor de los dioses del karma, sino porque recordé algo que por otro lado nunca olvido ni podré olvidar, mi propia historia personal y los patinazos que yo mismo diera ante los dioses del karma, archivero mayor y toda la jerarquía cósmica, antes de ser propuesto y entrenado como verdugo del karma. Es algo que siempre tengo presente y que me vino a la cabeza en aquel preciso momento, mientras mi pupilo se retorcía las meninges buscando explicaciones y soluciones. Era tan sumamente aburrido que me dejé llevar por mis propios recuerdos. Lo que aprovecho para endilgarles a ustedes la segunda entrega de mi diario, que quieran o no se van a leer muy modositos, en primer lugar para que me vayan conociendo mejor, no en vano soy el protagonista de esta historia, y por otro lado para aliviar la tensión de llevar tanto tiempo soportando a este inepto. En cuanto lean con calma esta segunda entrega y todos nos sintamos un poco aliviados de perder de vista por unos minutos a este portento de la iniciación que tengo a mi cargo, proseguiremos el recorrido previamente estipulado, podrán reírse un poco más de las tragedias de este incauto e irán conociendo este mundo invisible e inimaginable para ustedes, benditos soñadores que nunca recuerdan lo que sueñan.

DIARIO DE UN VERDUGO DEL KARMA

SEGUNDA ENTREGA

Fue una gran sorpresa para mí el que los dioses del karma me ofrecieran quedarme en el más allá –más acá para mí- sin obligarme a una nueva reencarnación. A pesar de que el cargo de verdugo del karma es uno de los más bajos en el escalafón cósmico y de que en esta dimensión somos considerados más o menos como proletarios de baja estofa –basureros espirituales- no lo dudé ni un segundo. Estaba harto de reencarnaciones, con todo lo que esto lleva consigo. A pesar de que uno siente la tentación de introducirse en un cuerpo y volver a disfrutar de algunos placeres, tales como el sexo corporal o el indudable placer de la comida material y tantas, tantas otras cosas, lo cierto es que el dolor, el sufrimiento, la falta de control de tu destino, los avatares por los que pasa tu memoria –de recordarlo todo a no recordar casi nada- hacen bastante molesto, para mí terrible, la sola idea de tener que volver a encarnarme.

Fue aún más sorprendente que no tuvieran en cuenta las circunstancias de mi fallecimiento. Me desencarné de forma violenta y por mi culpa, de eso no hay la menor duda. Ya en otras reencarnaciones había tenido problemas, a veces serios problemas, con la lujuria. Me gusta la comida y en alguna reencarnación he sido obeso y he muerto de diversas causas, todas relacionadas con mi gordura, pero el sexo se lleva siempre la palma.

En este caso cometí el error de intentar seducir y vincularme con una preciosa mujer con la que ya había compartido lecho, como amante, como marido y hasta como recambio o pieza de quita y pon. Claro que yo esto no lo recordaba entonces –lo supe con todo detalle al morir- y por eso me dejé llevar por el impulso. Adoraba a aquella mujer y sobre todo adoraba su espléndido cuerpo. A pesar de esta adoración ella me dio calabazas. Así mismo supe al morir que no lo había hecho porque no le gustara yo –al contrario le gustaba mucho- sino por ese sentido práctico que tienen las mujeres en general y del que carecemos los hombres, a pesar de nuestros vanos intentos por convencernos de que ellas son “mariposillas que van de flor en flor” y nosotros “gente seria”. Ella era muy consciente, cuando me rechazó, de que lo podría pasar muy bien conmigo durante una temporada, pero que dada mi acreditada fama de “picaflores” tendría todas las cartas de la bajara para perder la partida y de forma dolorosa.

El hecho de que me rechazara no me desanimó. Seguí insistiendo. Ella acabó casándose con un hombre al que yo consideraba un calzonazos, pero que acabaría por matarme, lo que no deja de ser una chocante manera de comprobar lo mucho que me había equivocado al juzgarlo. No me importó ni poco ni mucho que ella estuviera casada y aprovechando una ocasión propicia –ella estaba muy desanimada con su marido y habían tenido una bronca bastante importante- logré obtener sus favores. Yo creía por primera vez, aunque luego, al morir, repito, supe que llevaba obteniendo sus favores y ella los míos durante muchas vidas.

Todo fue bien durante un tiempo. Lo pasábamos maravillosamente en la cama, nos entendíamos muy bien fuera de ella. Las ausencias de su marido, por su profesión y porque cada vez discutían más, nos permitían vivir como pareja de hecho durante largos periodos, a veces hasta semanas enteras. Como el matrimonio no tenía hijos ella podía dedicarme todo su tiempo.

Yo había subestimado al calzonazos de su marido –como he dicho antes- y no estaba preocupado, ni poco ni mucho, con que sospechara algo, y mucho menos que nos sorprendiera. Ella en cambio no las tenía todas consigo y no cesaba de prevenirme contra sus celos y su mezquina forma de actuar en ciertos supuestos. No hice caso y eso me costó la vida.
Al morir sabría todos los detalles, pero en aquel preciso momento, mientras galopaba sobre ella, con un enorme placer por mi parte y casi tanto o más por parte suya, y daba la espalda a la puerta de la habitación, ni podía imaginar que la peor de todas mis posibles pesadillas se haría presente. Lo supe con certeza cuando un cuchillo penetró por mi espalda y se astilló en una costilla. Aún estaba vivo y, muy consciente de que debería reaccionar con urgencia si quería seguir estándolo, me retiré de mi amante y me lancé sobre su marido, buscando el cuerpo a cuerpo que me permitiera estrangularlo. Sí, porque eso era lo que pensaba hacer si nada me detenía. Para mi desgracia el calzonazos era muy fuerte y estaba tan rabioso con lo que había visto que me lanzó contra la mesita de noche… Y aquí entra en juego mi karma, aunque muchos lo llaman destino o mala suerte. Me golpeé la nuca contra la esquina del mueble, con tan mala fortuna kármica que la madera penetró en mi nuca y me segó la columna vertebral, bulbo raquídeo o lo que fuera o fuese -¡maldito sea su nombre!- haciéndome fallecer “ipso facto”.

No tuve ni tiempo para prepararme a morir, porque mientras luchaba estaba convencido de que saldría vivo y el otro idiota muerto. Mi típica sobreestima, mi maldita inconsciencia para afrontar los riesgos más evidentes, me catapultó al más allá –ahora más acá- sin la menor preparación.

Eso es malo. Morir sin saber que te estás muriendo y si además es una muerte violenta, te crea un shock de padre y muy señor mío. Te quedas que no sabes dónde estás, ni quién eres, ni si estás vivo o muerto. Y eso te genera una angustia espantosa. Yo supe que estaba muerto enseguida, en cuanto contemplé mi cuerpo desangrado sobre el suelo.

Estaba revoloteando sobre el techo y todo lo veía desde arriba. Mi cuerpo desmadejado, el cuerpo del marido que me miraba con ojos extraviados (mi mente captó la suya y supe que no había deseado mi muerte; sí darme un susto, un buen susto, pero solo eso) y el cuerpo desnudo de la esposa y amante y adúltera y preciosa mujer de mi vida, que no se había vestido, casi ni se había movido, y gritaba, histérica, y golpeaba con los puños en el lecho y miraba a su marido con ojos de lunática.

Por suerte –según supe después- el número de mis muertes violentas era muy alto y la experiencia me permitió tomar al toro por los cuernos y lograr calmar al marido. Sí, porque una vez tomada consciencia de la situación, comenzó un razonamiento que a él le pareció muy lógico y que a mí me llegó como la locura más terrible que cerebro alguno pudiera concebir. Estaba pensando en matar a su esposa, puesto que: me van a condenar lo mismo por una muerte que por dos, unos días arriba o abajo no son nada cuanto te vas a pasar el resto de tu vida entre barrotes.

Yo no quería que muriera ella. Ya había muerto yo y con eso era bastante. Así que me puse manos a la obra y contactando con la mente del otro logré transmitirle toda mi angustia. Eso le hizo mirar mi cadáver unos instantes y ponerse en mi piel, antes de lanzarse, cuchillo en ristre contra su esposa. Fue tiempo suficiente para que comprendiera la enormidad de lo que había hecho. Su esposa, y mi amante, se desmayó, y eso me libró de intentar calmarla, porque estaba pensando en arrojarse por la ventana.

Según sabría después con todo detalle, la fortuna hizo que alguien avisara pronto a la policía y que ésta compareciera en el piso y esposara al asesino y se llevaran en ambulancia a la esposa y los forenses se llevaran mi cuerpo, un poco después.

Había conseguido salvar a mi amante y eso me daba un tiempo para no hacer nada y limitarme a intentar desvincularme de un cuerpo al que el forense iba a abrir por la cavidad torácica, sin la menor compasión ni sensibilidad (se estaba comiendo un sándwich sobre mi cavidad torácica).

Pero será mejor que deje esta historia por el momento. A pesar del tiempo que llevo aquí, como verdugo del karma, aún sigue siendo para mí muy doloroso recordar aquel acontecimiento. Será por eso que los archivos akásicos no se consultan tanto como supondría una persona encarnada, quien seguramente se lo pasaría en grande consultando los vídeos más íntimos de las personas que conoce o que desea conocer “en profundidad”.





RELATOS ESOTÉRICOS (EL VERDUGO DEL KARMA) I

1 07 2015

NOTA PREVIA: Hace años que inicié esta serie de relatos, intentando aprovechar temas tan golosos para un autor de ficción como son la reencarnación, el karma, los archivos akásicos, el universo de los sueños, el más allá, etc. Si bien al principio eran relatos serios pronto comprendí que sin humor perdían intensidad y garra, cercanía, por lo que los transformé en relatos humorísticos, aunque el humor que destilan es a veces muy negro.
Que nadie busque en ellos la ortodoxia budista o esotérica, la manipulación a que someto conceptos tan serios como la reencarnación o el karma, podría molestar a lectores que conozcan a fondo estos temas. No pretendo hacer de divulgador, tan solo de escritor de ficción y de humorista con un peculiar sentido del humor. Mi intención es la de ampliar los límites de la realidad cotidiana, la única existente para muchos, golpeando el plexo solar del lector para transportarlo a universos donde todo lo que alguna vez creímos sólido se difumina y la perspectiva puede llegar a ser verdaderamente terrorífica.
El narrador de la serie, un cínico verdugo del karma, de vuelta de casi todo, se puede decir que no respeta nada, ni siquiera a los dioses del karma que a veces se ven obligados a castigar su comportamiento, muy poco generoso y humano con sus semejantes. Recuerdo al lector que se trata de un personaje de ficción y que no tiene por qué reflejar las opiniones e ideas del autor. De hecho se sentiría muy molesto si alguien llegara a negar su propia autonomía y personalidad.
He comenzado a grabar en audio sus andanzas, lo mismo que he estado haciendo con otros de mis textos. Cuando tenga listo el archivo pondré aquí un enlace, si aprendo a hacerlo. En alguno de los talleres literarios que coordiné, sugerí a los participantes que grabaran sus textos y los escucharan. Es una excelente forma de corregir textos y hacerse consciente de dónde y por qué fallan o de los aciertos alcanzados. Espero que les guste y no se sientan demasiado molestos o aterrorizados por las historias.

EL VERDUGO DEL KARMA

Los verdugos del karma pertenecemos al escalafón más bajo de los funcionarios, que ejercen su burocrática labor en la gigantesca biblioteca, a la que algunos llaman Archivos akásicos. Situada en el plano inmediatamente superior al material o físico, donde todo es energía, fue creada por los dioses que habitan el tercer plano de existencia, por encima de la materia y de la pura energía. La eternidad de sus vidas y el casi infinito poder que alcanzaron dominando las energías primigenias del universo, les han hecho acreedores a este nombre, aunque en realidad no dejan de ser un grupito más de las infinitas criaturas que habitan los multiuniversos, visibles e invisibles. Ellos dominan todo lo existente por debajo de su nivel evolutivo.

Los archivos akásicos están fuera del tiempo y del espacio. Por lo tanto no puede decirse que fueran creados en un momento determinado de la línea temporal. Los dioses decidieron que nada de lo que alguna vez existió se perdiera para siempre. Manipulando las corrientes energéticas, que fluyen de forma constante en el infinito océano cósmico, alzaron este edificio con el fin de archivar, en plaquitas de pura energía, la existencia temporal de cada una de las criaturas que habitan o habitaron el universo físico.

Recabaron la ayuda de los seres que residimos en el segundo plano para formar el cuerpo de funcionarios divinos. Muchos aceptamos, hastiados de una vida sin norte. Nos examinaron de nuestros conocimientos y experiencias, adjudicándonos el más bajo y despreciable de los escalafones funcionariales. Ahora soy verdugo del karma y no me quejo, porque mi vida está muy lejos de ser aburrida. Para las criaturas físicas seríamos una especie de dioses si pudieran vernos o supieran de nuestra existencia. Es una de las paradojas de la vida. El que un mísero burócrata como yo pueda ser considerado un dios por criaturas inferiores, no deja de ser algo tan normal y lógico como el que una hormiga, pongamos por caso, vea a las criaturas humanas como Titanes casi omnipotentes.

* * *

La función de un verdugo del karma resulta de todo punto imprescindible, puesto que no siempre los muertos reconocen los evidentes errores que han cometido a lo largo de su vida. Los multiuniversos no podrían seguir su camino en el tiempo y en el espacio si sus criaturas se negaran a aceptar la reparación correspondiente por las culpas que han hecho sufrir a los seres conscientes de su entorno.

Nuestra tarea resulta bastante simple. Algunos de mis compañeros incluso murmuran acerca de la vagancia congénita de estos dioses que apenas se ocupan de nada, delegando los trabajos más sucios en criaturas inferiores. No sabemos en qué actividades centran su consciencia estos dioses, ya que rara vez podemos hablar con ellos. Cuando se acercan a nosotros es siempre para impartir órdenes. Así se ha establecido: que exista una jerarquía en el Cosmos y los seres más evolucionados estén por encima de los que aún no han alcanzado ese nivel.

Toda criatura inteligente o consciente sueña, lo que no sabe es que muchas veces acude a esta biblioteca para conocer su futuro o repasar su pasado. Se trata del sueño profundo que rara vez recuerdan. Los archiveros les reciben y les ayudan a encontrar la secuencia de su pasado o de su futuro que desean visionar. No es una tarea tan desagradable como la nuestra. Los verdugos del karma estamos obligados a recibir a los que mueren, a calmar su angustia y a obligarlos a que repasen su vida y decidan de acuerdo a ella lo que quieren hacer con su futuro: reencarnarse y pagar su karma o quedarse en este plano si la hucha de su karma está a cero.

La mayoría se niegan a pasar por esta tortura y patalean y berrean como tiernos infantes contradichos por los adultos en sus deseos sin sentido. Muchos quieren vengarse sin pérdida de tiempo del daño que les han infligido sus semejantes. Otros se niegan a reencarnar, alegando que por mucho karma que tengan pendiente ellos ya han sufrido demasiado. Es entonces cuando entramos en acción los verdugos del karma. Les colocamos una argolla energética en los cuellos de sus cuerpos astrales y les obligamos a que nos acompañen a los sótanos de tortura.

Allí los archiveros nos han dejado el vídeo correspondiente a la vida del fallecido y nuestra labor es enchufar a su cerebro astral el cable de energía que les conectará a su pasado. Cada escena de su vida, en forma cronológica, comienza a ser revivida en su consciencia. Su rebeldía a esta tortura con frecuencia resulta aterradora. Nosotros les ayudamos a pasar el trago con buenas palabras y a veces nos vemos precisados a llamar a los doctores para que les calmen y puedan seguir siendo torturados.

Los casos más desesperantes son los de quienes creen haber sufrido dolores y angustias sin cuento debido al comportamiento de los otros. Su desmesurado deseo de venganza les impide repasar su vida buscando errores propios -los ajenos se los conocen al dedillo- y mucho menos que les enchufemos el vídeo de sus enemigos para que puedan captar en profundidad los sentimientos más íntimos que les llevaron a un comportamiento poco generoso con sus semejantes.

Es aquí cuando el verdugo del karma se gana su pequeño sueldo mensual (consistente en visiones elevadas y éxtasis místicos de corta duración). Es preciso emplear toda la fuerza para que estos vengativos recalcitrantes se dejen enchufar al vídeo de sus enemigos. Y aún entonces, en algunos casos, se ven ratificados en sus poco caritativas suposiciones, puesto que resulta, del contacto con sus pensamientos y sentimientos más íntimos, que actuaron con absoluta malevolencia consciente. Los fallecidos afectados por semejante desvergüenza de sus semejantes sufren severos síncopes debido la rabia que se apodera de todo su ser y nos vemos precisados a llamar a los doctores kármicos que deben tranquilizarles con un severo tratamiento hipnótico, haciéndoles creer que su vida pasada fue sólo una pesadilla de niños malos.

Queda mucho por ver y conocer en esta formidable biblioteca cósmica, pero el deber me llama, queridos amigos. Hoy me toca guardia y se acaba de encender el pequeño pilotito rojo que llevo colgado al cuello. Eso significa que acaba de traspasar el umbral un caso desesperado y debo hacerme cargo de él sin dilación alguna. Ustedes pueden seguir soñando, piensen por un momento en algo agradable y el sueño se modificará al instante. Mañana, nada más dormirse, recuerden que tenemos una cita, ustedes y yo, para conocer el resto de este formidable edificio donde se albergan los archivos akásicos…No, no tengan miedo, aquí no se gastan bromas. Somos muy serios y respetuosos. Chao, arrivederchi, good bay, a tout a l´heure, hasta pronto, nos vemos…

Si no fuera por quienes nos visitan en sueños la soledad de los verdugos del karma sería irrespirable. Como ustedes saben muy bien la soledad es lo que peor se lleva, tanto en el más acá o en el más allá, según se mire con su perspectiva o con la mía. De pronto me he dejado llevar por la risa tonta. Me estoy carcajeando como un bendito.

«Aquí somos todos muy serios». Jaja. Ya verán esos pardillos lo que es bueno. Pero voy a tener que andarme con cuidadito porque como me pille un dios del karma las voy a pasar canutas. Esos sí que son serios. Ya lo creo.





RELATOS ESOTÉRICOS I

12 05 2012

Relatos esotéricos I

Se trata de una serie de relatos encadenados a través de un personaje-narrador, bastante cínico, pero muy competente, el verdugo del karma. La serie de relatos comienza con una reflexión sobre lo que nos espera en el más allá. A partir de ahí nuestro narrador nos llevará a dimensiones insólitas en la que el lector recibirá tantas sorpresas como esperanzadores conocimientos, tanto terror como humor y diversión.