LA VIOLENCIA

5 04 2022

LA VIOLENCIA

Odio toda violencia,
la que brota de la carne
como una mala hierba
y la que exhala el espíritu
como una vaharada infernal.

La violencia de la carne
que conoce la tortura
del látigo del poder y del miedo.
La que espera agazapada
el paso tranquilo de la víctima.

La violencia del espíritu
que no conoce el perdón,
que no reconoce padres,
hermanos, esposos
hijos, amigos.
Que no sabe de lazos
de sangre.

La violencia de la carne,
la del corazón-motor
del tanque acorazado
aplastando a tu hermano.
La de manos de pistolero
la de ojos de halcón.

Pero aún temo más la violencia del espíritu
la que nunca se mancha de sangre,
la que afila las palabras-cuchillo,
la que se oculta en un silencio cobarde.

La violencia del espíritu,
la que mira desde las celosías,
la que observa en silencio
el trazo candente de las balas.

La violencia del espíritu,
enmascarada en razones,
en deformes sentimientos.
La que se oculta detrás
de una falsa alegría.

Odio toda violencia:
La violencia ciega,
la violencia sin nombre,
la violencia absoluta,
la violencia sin padre,
la violencia religiosa,
la violencia serpiente,
la violencia cuchillo,
la violencia misil,
la violencia silencio,
la violencia razonable,
la violencia interminable.

La violencia se arrastra
sobre charcos de sangre,
deglute la carne,
no sufre, no descansa,
no espera ni desespera,
no se angustia ni padece,
no tiene frío ni calor.
No come, no bebe,
no nace, no muere.

La que está en todas partes,
la que te alcanza sigilosa,
la que te habla en la noche,
la que rompe tu ventana,
la que quema tu coche,
la que mira con odio
al niño que juega,
la que no respeta al anciano,
la que no responde a tu ruego,
la que se carcajea mientras otros lloran.

En el principio era el silencio,
las tinieblas lo cubrían todo.
La violencia se agazapaba
en el útero de la nada,
fiera y acechante, esperando
el anunciado Apocalipsis.

Cuando al fin la muerte se hizo carne
ella se retiró a su cubil infame.





CARTA DE MILAREPA SOBRE EL 11 S

8 09 2021

   11-S UN REQUIEM POR LAS VÍCTIMAS


                   MENSAJE DE MILAREPA
 
Queridos hermanos en el Todo: Al cumplirse el décimo aniversario de la brutalidad demoniaca más espantosa de la historia –tal vez solo superaba por el extermino en los campos de concentración nazis, o por… (las brutalidades demoniacas en la historia humana son tan numerosas como espantosamente oscuras y terribles)- mi vinculación con el Todo, aunque no tan estrecha como deseara, me impulsa a expresar mis sentimientos con toda crudeza, puesto que de nada sirve la mentira ante la verdad incontrovertible de la muerte y el dolor.


Ante acontecimientos de este calibre demoniaco no son pocos los que se quedan nadando sobre la superficie, lejos de las grandes corrientes de empatía espiritual que recorren los fondos abisales de las consciencias, pensando cosas tales como: ¿Qué habrá hecho un país como USA para merecer esto?, o los terroristas son demonios sueltos del infierno y todos los demás inocentes víctimas, o ¿cómo repercutirá esto en la economía mundial?, o ¿cómo cambiarán las vidas de los que aún seguimos vivos? Porque en realidad es esto lo único que preocupa a muchos. 


¿Dónde están los muertos? ¿Qué ha sido del dolor de las víctimas, familiares, amigos y de las personas sensibles y empáticas que vivieron en su corazón la tragedia como propia?


Los muertos no pueden estar con nosotros porque la línea que separa a los vivos de los muertos es infranqueable. Sus nombres son pronunciados, puestos en monumentos, sus rostros exhibidos en fotografías que también están muertas, pero sus vidas se truncaron y sólo para quienes creemos que el ser humano es algo más que un montón de células engarzadas al azar, formando un organismo que nació del polvo y al polvo regresará, la presencia de los muertos es algo tan tangible como nuestro propio pensamiento.


El dolor permanece, el tiempo lo atenúa para que la locura no haga mella en los seres queridos, vinculados espiritualmente a través del tiempo y la distancia. Un dolor semejante debería haber cambiado la historia humana, como la humanidad nunca debería haber sido la misma tras los campos de concentración nazis o las bombas atómicas sobre Hirshima y Nagasaki… Sin embargo nada parece haber cambiado. El ser humano sigue siendo impredecible, a veces demoniaco, a veces angélico. Si algo así no ha podido cambiar a la humanidad, si no la cambió la muerte de un avatar en la cruz, si no la cambiaría ni el mismo apocalipsis, uno se pregunta de qué pasta está hecho el ser humano.


Hay quienes piensan que la humanidad cambiará algún día, cuando ocurra algo que abra sus ojos a la luz y su corazón al amor. ¿Acaso la muerte redentora de un maestro cósmico, de un hijo divino, no fue suficiente? ¿Acaso los millones de seres humanos que fueron tratados peor que cucarachas en los campos de exterminio no son suficientes para cambiar corazones y mentes? ¿Acaso los pájaros negros, pilotados por demonios sin mente y sin entrañas, que se estrellaron contra los cuerpos de miles de personas no es signo bastante para cambiar la historia humana?


Yo os digo que aunque los muertos salieran de sus tumbas y regresaran a nuestras vidas, nada cambiaría. Yo os digo que aunque oyéramos sus gemidos detrás del mundo invisible y nos llamaran por nuestros nombres y nos contaran lo que ocurre cuando nos quedamos sin cuerpo, y nos dijeran lo que nos espera si seguimos este camino de ciegos…nada cambiaría.


Porque no son milagros lo que estamos esperando. Si fuera así el simple hecho de estar vivos nos parecería bastante milagroso. No es el espectáculo demoniaco de millones de vidas, segadas en los mataderos que construye la humanidad a cada generación para suprimir a los corderos pascuales, lo que nos hará cambiar. Ni tampoco el paraíso terrenal, prometido a quienes sean capaces de obtener el poder y el dinero… Nada de eso nos cambiará. 
La empatía es la cualidad más hermosa del amor y el amor es la única cualidad divina capaz de transformar nuestros corazones y hacer de salir de sus tumbas a los corderos sacrificados para que los demás sigamos alimentándonos con su carne. La empatía es la gran verdad que algún día conoceremos. Porque el velo de Maya ha caído sobre nuestros ojos y ahora solo somos capaces de vernos a nosotros mismos, de palpar el exterior de nuestras consciencias y así poder pensar que existimos. Los demás son el decorado de nuestras vidas. Los que mueren y los que nacen, los que sufren dolor, hambre y miseria. Los que nos quitan el trabajo o el sillón destinado para nuestras nalgas. No son nuestros hermanos, no son carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre. No son nuestras consciencias expandidas. No son hijos de Dios como nosotros, ni una expansión diferente de nuestras propias vidas y consciencias. Son solo decorado. Un decorado que está ahí en un momento determinado, pero que mañana dejará de estar. Un decorado tan hermoso como una puesta de sol o tan terrible como un avión chocando contra un rascacielos. Nos quedamos con los ojos muy abiertos y las bocas entreabiertas, respirando con dificultad, porque el espectáculo nos supera. Pero al fin y al cabo todo eso no es otra cosa que decorado. Podría desaparecer el resto de la humanidad, mientras nosotros sigamos en pie no tendrá la menor importancia. Por eso no cambiamos, porque el decorado siempre se puede reciclar.
Por eso solo la vinculación nos abrirá algún día los ojos a la verdadera realidad de nuestras vidas. Cuando muere un ser querido ya no es un decorado el que se rasga, son nuestros propios corazones. Por eso los seres queridos de las víctimas del 11-S o de cualquier otra carnicería humana tienen capacidad para transformar sus vidas y las nuestras, porque han encendido una luz y la oscuridad se ha retirado un instante.
 
Aún así no es suficiente, porque la noche no puede ser anulada por una docena de candiles o unos millares de bombillas. Se necesita un sol, un sol gigantesco, poderoso, esplendoroso, que salga cada mañana sobre el horizonte y haga desaparecer las tinieblas para siempre. Para ello los corazones de los seres humanos que pueblan el planeta Tierra deberían arder en esa combustión atómica capaz de generar tal intensidad de luz que solo los objetos opacos son capaces de producir una sutil sombra durante el día.


El amor que mueve el sol y las estrellas, como dijo Dante, el poeta infernal. Solo la vinculación amorosa, espiritual, entre los seres humanos podrá acabar algún día con esta noche terrible en la que pululan demonios que ni siquiera saben que lo son. Demonios que han perdido la consciencia de sí mismos, de su dignidad como hijos de Dios, lavados sus cerebros por fanáticos del apocalipsis. Demonios capaces de convencerse de que la muerte de miles de hermanos traerá un futuro mejor para todos y a ellos les proporcionará el halo del mártir. Demonios tan estúpidos que creen que matando a miles de hermanos alcanzarán un paraíso de huríes maravillosas que harán el amor con ellos, como si fueran arcángeles de fuego. Demonios con mentes lúcidas que embarcan a otros en aviones que chocan con torres, mientras ellos se quedan en casita, viendo el espectáculo y esperando a que los comandos de la revancha les alcancen algún día.


Los budistas creemos en el karma y nos preguntamos qué karma tendrán los genocidas, los fratricidas, los demonios oscuros, sin corazón y sin mente. Porque los asesinos del 11-S no son ideas abstractas como “terrorismo”, “injusticia”, “revolución”, “fanatismo”.  Los asesinos del 11-S, como los del 11-M, como los nazis exterminadores, como tantos otros, tienen rostros, nombres y apellidos, han nacido entre nosotros, tienen padres y hermanos, han vivido entre nosotros y han decidido exterminarnos. No son idiotas, convencidos para asesinar. No son demoniacos videntes que han visto un futuro mejor para todos tras la masacre. Ellos han perdido la vinculación espiritual que les unía a sus hermanos. Han perdido la empatía y la capacidad de amar. Han perdido la consciencia de ser hijos del mismo padre, de ser una célula más en el Todo, en la Consciencia divina.


Y esto no se pierde de un día para otro. Se necesita un largo camino, paso tras paso, para llegar a destruir a la humanidad apretando un botón. Por eso los budistas damos una gran importancia al pensamiento, porque pensar no es jugar al ajedrez dentro de nuestros cráneos, pensar es crear un mundo, un universo, es transformarnos en creadores, haciendo que nuestras consciencias hagan brotar soles y supernovas, pero también agujeros negros que se tragan todo y no devuelven nada. Cuando pensamos estamos empezando a cambiar la realidad, cuando persistimos en el pensamiento estamos a punto de hacer que se produzca un acto y cuando repetimos un acto día tras día hemos conseguido crear un hábito en nuestras vidas. Y ese hábito está formando nuestro carácter y el carácter es el sello indeleble de nuestra personalidad. Y un día nos encontramos transformados en demonios oscuros que pilotan aviones hacia torres donde habitan hermanos. Y un día nos encontramos pensando que hemos sido elegidos para la gloria oscura del fuego y la destrucción.  Y un día vemos a un hermano, a otro ser humano, y solo estamos viendo un decorado que no nos gusta y los rasgamos con nuestras propias manos como lo haríamos con un papel pintado.


Y nada cambiará. Porque no somos capaces de cambiar nuestros pensamientos. Porque creemos que eso es algo que no nos compete. Porque estamos convencidos de que no somos nosotros los que creamos nuestros entornos, nuestros mundos y planetas, nuestros universos. Son los demonios los que han creado el infierno en el que habitamos. Son los dioses, los que llegarán en platillos volantes para darnos la fórmula mágica de la energía inextinguible. Y así la economía mundial se transformará y ya no habrá crisis económicas, ni países en quiebra, ni hambrientos, ni tercer mundo, ni armamentos costosísimos con los que defendernos de demonios que nos miran a nosotros también como demonios. Y como todos nos vemos como auténticos demonios… de aquí a que un día nos despertemos en el Infierno solo hay un paso

.
Y nada cambiará…Porque no hemos cambiado nuestros pensamientos, y al no hacerlo nuestros sentimientos siguen siendo los mismos. El odio y la revancha, el desprecio y la humillación, la insolidaridad, “el sálvese quien pueda”. Los budistas pensamos que al morir no se acaba todo y que en una próxima vida deberemos aprender las lecciones que no hemos aprendido en esta. Y el velo del olvido caerá sobre nuestros corazones, para que no sepamos que fuimos nosotros los que pilotamos los pájaros negros contra las torres en el cielo y así poder tener una oportunidad de enmendar nuestros errores.


Porque los budistas creemos que no es lo mismo una muerte que otra. No es lo mismo morir entre el cariño de los seres queridos, con maestros a nuestro lado que nos indiquen el camino entre este plano y el otro, que morir así, de repente, sin tiempo para darnos cuenta de que la puerta al más allá se ha abierto. No es lo mismo una muerte espiritual que una muerte espantosa, en medio de las llamas, con la consciencia de que los demonios han decidido nuestra muerte sin conocernos. Porque quien entra en el más allá con el terrible dolor en la piel de la consciencia, con el espantoso trauma de una muerte violenta, tardará mucho en comprender lo que ha pasado y todo lo que vea le parecerá demoniaco. Y el agujero negro del odio abrirá sus fauces y le dirá: Ven, acércate, yo te haré conocer a tus enemigos, y te daré el poder de perseguirles por toda la eternidad. Hazte uno con mi oscuridad y ayúdame a extenderla. Porque la noche es para los que odian y para los que saben utilizar a los demás para sus míseros intereses. Porque la noche es para los asesinos, los violadores, los terroristas, los egoístas sin entrañas, los corruptos y mendaces, los soberbios y poderosos. 


Y de esta manera la oscuridad atrapará a la víctima inocente, con el señuelo de la venganza de sus enemigos, demonios pilotando pajarracos en el cielo, y el cordero pascual, sorprendido sin tiempo para una última despedida, se convertirá en el lobo feroz, persiguiendo los pensamientos de sus enemigos vivos y los cuerpos astrales de sus enemigos muertos. Y la oscuridad se extenderá… Y el karma caerá sobre ellos y sobre sus enemigos y sobre todos los vivos y sobre todo el planeta. Y mañana la tragedia se repetirá y algún tonto exclamará: ¡Qué mala suerte!


Y sobre el planeta Tierra, sobre Gaia, caerá una fina lluvia de oscuridad persistente, de pensamientos oscuros; un trenzado mefistofélico de magia negra sembrando el apocalipsis del mañana.
Un réquiem por las víctimas del 11-S. Ellos no están muertos, sino intentando encontrar la luz que les permita alejarse de tanta oscuridad. Y cuando la encuentren regresarán a nosotros y se producirá el milagro de los muertos vivientes y nosotros seguiremos siendo los mismos… PORQUE NADA CAMBIARÁ…


Y nos encontrarán intentando vivir para siempre endeudados y en quiebra, porque el estado del bienestar debe continuar, y todo aquello que nos permita huir de nosotros mismos, porque en nuestro interior hay un agujero de gusano que nos pone en contacto con la dimensión de los muertos. Y no queremos que los muertos regresen, y nos pillen así, con la boca abierta, mirando otro 11-S, otro 11-M, más campos de exterminio, más hambruna y plagas. Porque las plagas del apocalipsis están siendo generadas en nuestras mentes y la siembra dará su fruto, porque un pensamiento sigue a otro pensamiento y la saturación de pensamientos da a luz al hijo bastardo del acto y la promiscua repetición de actos engendra el monstruo del hábito y de ahí al demonio del carácter solo hay un paso y con el tiempo todos nos habremos transformado en demonios sin darnos cuenta… Sin darnos cuenta de que no ver a los demás como hermanos es demoniaco; de que desear el mal ajeno es demoniaco; de que no compartir lo que tenemos o no dar nuestro amor con una sonrisa, allí donde estemos, es realmente demoniaco.


Un réquiem por las víctimas del 11-S, el deseo de que encuentren la luz y la paz, porque ellos son la avanzadilla de la humanidad en la oscuridad del Cosmos. Ellos son los que pueden traernos la explosión de la supernova o atraernos a todos hacia el agujero negro del que no sale ni un rayo de luz. Porque ellos, las víctimas, los corderos, son los que están aportando una rayito de luz a nuestras mentes y corazones, y así se ha puesto en marcha el proceso del cambio de pensamiento. Su dolor es la luz que nos va alumbrando el camino. No necesitan abrir un agujero dimensional sobre las torres del 11-S y regresar a nosotros caminando apaciblemente, en fila india, para mostrarnos que están vivos, para decirnos que hay que cambiar ahora, antes de que sea demasiado tarde. Porque como ya hemos visto los milagros no cambian nada. Solo el pensamiento, el pensamiento constante, diario, puede cambiar nuestras vidas y cambiar la humanidad. Porque solo el pensamiento nos cambia.
“Y la luz vino a los suyos, y los suyos no la recibieron”.





CARTA DE MILAREPA SOBRE EL CORONAVIRUS IX

29 05 2020

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No todo ha de ser tristeza, depresión, melancolía por los tiempos de antaño. Hay días y días, como tú dices. La primavera brota en tu jardín con fuerza incontenible. Hay muchas y hermosas rosas y mucho verde. Los gatitos asilvestrados que han adoptado el jardín como su casa te maúllan agradecidos y cariñosos. Tu gatito Zapi te acompaña a dar paseos por los senderos del bosque que tú vas desbrozando con meticulosidad. Has sacado unas fotos preciosas de Zapi trepando a los árboles, en equilibrio sobre las ramas, corriendo feliz por el sendero con su colita quebrada alzada, señal de su alegría interior. Son momentos bellos y felices. Vais pasando de fase en fase y casi os sentís normales, aunque todos sabéis que se trata de la nueva normalidad, la del miedo al contagio y al rebrote, la de la distancia social que impide el abrazo y el beso, la del miedo al hundimiento económico que haga peligrar el sustento y la supervivencia de miles, de millones de personas. Nadie piensa ya que esto terminará pronto, tal vez con el tiempo se consigan vacunas o medicamentos para luchar contra el coronavirus, pero vendrán otras pandemias porque parece que los gobernantes y políticos están más interesados en tirarse los muertos a la cabeza, en defender sus ideologías con los argumentos más esperpénticos e inhumanos, en diseñar estrategias para sus propios partidos y no para la humanidad. No hace mucho has escuchado palabras propias de trogloditas que solo piensan en darse mamporrazos para que su tribu gane aunque nadie sobreviva. No recuerdas quién fue pero escuchaste una voz razonable y suplicante, pidiendo que se dejaran de lado las viejas rencillas para unirse en una situación de emergencia. Te pareció una voz razonable y sensible. No parece haber muchas.

Cuando estás en casa lees mucho y también disfrutas de esas series televisivas que tanto te gustan, aunque algunas tienen muy pocos valores y solo sirven para achicharrar las neuronas del espectador y que éste no piense en realidades y problemas -¡bastantes tenéis cuando no estáis sentados delante del televisor o del ordenador- menos mal que sueles elegir las mejores, te consideras una persona de buen gusto y sensibilidad, y puede que lo seas. Me hablas de una serie que te ha impactado.  Tales from the Loop, que tú traduces como Relatos desde el bucle. Tú sabrás, porque yo no sé inglés, solo mi lengua de cuna y el español que me has enseñado. Tampoco tengo mucho interés en aprender otras lenguas, dado que solo tú me escuchas. Tampoco sería un problema porque como sabes la telepatía no necesitas de lenguas, entiendes lo que te dicen aunque quien te lo diga hable una lengua distinta a la tuya que no entenderías en la vida normal. Te hace gracia descubrir que el idioma común que se hablaba antes era la telepatía y que cuando se montó aquella tremenda historia de la Torre de Babel y la confusión de lenguas fue porque se perdió la telepatía y cada uno comenzó a inventarse su propia lengua.

El tercer episodio te gustó especialmente. En él la protagonista encuentra un artilugio en el mar o la laguna y se pone a repararlo para que funcione. Lo consigue y le da al on y todo se paraliza. Los efectos especiales están muy logrados porque se ve a cada habitante del pueblo paralizado en el gesto que estaba realizando, incluso uno que se mantiene en la bicicleta como si tal cosa mientras la chica camina entre ellos. Bueno, la chica y el novio, que se libran de esta paralización del tiempo porque utilizan las dos pulseras metálicas que lleva el artilugio, dos y no más, qué curioso. No voy a desvelar el final o hacer… esa palabreja inglesa que tú conoces pero que a mí me cuesta recordar y pronunciar. Lo importante de esa historia de cuento de hadas, solo que en lugar de varita mágica con artefacto cuántico o algo por el estilo, es que te ha servido como metáfora de los tiempos que corren en tu sociedad. Eres un apasionado de las metáforas, pero estas acabarán por traerte serios problemas, créeme, porque por mucho que matices alguien siempre termina enfadado. Es una metáfora preciosa, te dijiste, para explicar o analizar lo que está ocurriendo. Pues bien, te voy a hacer caso y en varios capítulos de esta carta interminable que te estoy escribiendo para que la des a conocer, porque nuestras comunicaciones telepáticas son instantáneas y muy agradables, hasta divertidas a veces, hablaré de tu mundo y tu sociedad, analizando lo que está pasando y lo que se espera. Por fin, suspiras, me voy a librar de las confidencias que hace Milarepa sobre mi vida privada, íntima, es mejor y más morboso que hable con voz profética y apocalíptica sobre lo que se nos viene encima. Tus hermanos esperan con morbosidad contenida el apocalipsis que se avecina y que solo afectará a los otros, porque ellos estarán tranquilamente en casita, viéndolo por televisión. A ellos les gustarán mucho más mis palabras que cuando cuento tu intimidad más íntima que a nadie interesa. Permíteme que les pida que busquen más la paz profunda en su interior que el espectáculo de las riñas de gatos políticas y ese estremecido terror de los espectadores que ven películas terroríficas sabiendo que a ellos no les tocará.

QUE LA PAZ PROFUNDA OS ACOMPAÑE A TODOS EN EL CAMINO





CARTA DE MILAREPA SOBRE EL CORONAVIRUS VIII

6 05 2020

cartamilarepa8

Conozco bien tu afición por el mundo onírico. Llevas años recordando tus sueños y anotándolos al despertar, como un burócrata de los sueños, si me permites la humorada. Hace algunas noches viviste una pesadilla que te dejó muy tocado, según tus propias palabras. No por el tema que se está repitiendo desde hace unos meses, pero sí por el realismo y la sorprendente intensidad del sueño. Tú lo achacas a la pesadilla del coronavirus y a algo que llamas el síndrome de estrés postraumático, que tú sabrás lo que es. No es algo que te pille por sorpresa porque buena parte de tu vida ha estado mediatizada por ese síndrome, aunque en tu juventud ni se sabía qué era eso o al menos tú ignorabas que alguien lo supiera. Teniendo en cuenta que lo que estáis viviendo se podría equiparar a una guerra, la mayor generadora de enfermos con ese síndrome, no te recatas en pensar que en estos momentos puede haber muchas personas en situaciones parecidas a la tuya. Que tienen dificultades para dormir, que padecen insomnio, que viven temerosas, casi aterrorizadas, angustiadas, fóbicas, a las que les cuesta no pensar en otra cosa y que incluso se plantean evitar salir de casa, incluso ahora que parece que comienza eso que llaman el desescalamiento, la posibilidad de salir de casa no solo para comprar alimentos sino hasta para pasear. Seguro que muchas tienen pesadillas, aunque les cueste recordarlas.

Tienes una evidente tendencia a quedarte con las hipótesis más negativas, por eso enseguida pensaste en un aviso de muerte. Menos mal que aún te queda clarividencia, lógica y una capacidad de análisis que no voy a negarte. Eso te ayudó a quitarte de la cabeza una idea tan macabra. Sin embargo el sueño, la pesadilla, aún persisten en tu vida. La anotaste al despertar, a las tres de la mañana, algo raro en ti y que solo haces cuando el sueño te impacta poderosamente. Te costó despertar por completo y asumir que sólo había sido un sueño. Tardaste casi media hora en poder levantarte de la cama para anotarlo. Recordaste entonces uno de tus viejos relatos inacabados, lo mismo que la poesía que intentaste escribir porque la prosa se te atragantaba. Ambos los titulaste “Las voces de los muertos”. Te planteaste que un día se empezaran a escuchar por todas partes las voces de los muertos. Una idea que entonces te pareció muy delirante, pero que ahora, con esta pandemia, ya no te parecería tan inverosímil, al fin y al cabo nadie puede negar que lo que está ocurriendo se parece mucho a un delirio extremo que muy pocos se atrevieron a imaginar, aunque es cierto que ahora se están sacando a relucir novelas que podrían equipararse a la situación actual. En tu relato algo se quebraba y el abismo que siempre separó a los vivos de los muertos se convirtió en un extraño puente que permitía la comunicación entre dos dimensiones tan alejadas, como el más allá y el más acá para algunos y la realidad y la nada, para otros. El tema daba para mucho, como lo dará esta pandemia para algunos escritores, tal vez por eso te perdiste y no encontraste el final. Demasiadas posibilidades, trágicas, humorísticas, líricas.

No viene al caso hablar de tu pesadilla, aunque en ella apareciera algún muerto, próximo a ti, fallecido bastante antes de que comenzara esta pandemia. En el sueño te hacías el dormido y no querías despertar, a pesar de que tu dormitorio se llenó de personas, la mayoría desconocidas. La calle estaba llena de voces y hasta tocaban una música bastante estridente. Aunque nadie te lo dijo tú sospechaste que se trataba de una caravana de una extraña asociación contra el confinamiento. No estabas seguro de si el confinamiento se había levantado realmente o había generado algo que estando despierto te has llegado a plantear. ¿Hasta cuándo será soportable esta especie de reclusión a perpetuidad? Claro que no encajaba la visita de los difuntos, más bien parecía que te fueran a llevar con ellos. Pero es lo que tienen los sueños, donde todo se mezcla y las diferentes realidades se superponen. La pesadilla te dejó sin aliento, porque era tan absolutamente real que hasta abriste la puerta del balcón de tu dormitorio para ver si había gente en la calle y pusiste oreja por si escuchabas voces o música. En tu pueblo hay un silencio monástico y la noche seguía ahí, con la farola de la plaza difundiendo su luz rojiza. Hiciste la respiración doble para tranquilizarte y luego lo anotaste todo, pensando que si el más allá fuera mejor de lo que te indican los sueños tal vez no te importara mucho cruzar el umbral. Por un momento se te erizaron los pelos de la nuca. ¿Y si realmente comenzaran a escucharse en el aire las voces de los muertos. ¿Qué dirían, que reprocharían a los vivos, cómo se comunicarían con ellos? Luego pensaste que si los muertos de los dos guerras mundiales, del genocidio nazi, los muertos por las hambrunas, por las guerras, por otras epidemias y pestes, si los millones de muertos que ha acumulado la historia de la humanidad no habían provocado la rotura de ese dique entre el más allá y el más acá no veías razón lógica para pensar que ahora sí iba a ocurrir. Pero es que todo esto es tan raro que hasta si semejante delirio comenzara en alguna parte y se extendiera con tanta rapidez como el coronavirus hasta lo recibirían con cierta chanza. Éramos pocos y parió la abuela, según ese refrán tan gracioso. Las voces de los muertos, tengo que acabar ese relato, pensaste y te volviste a la cama. Te costó volver a dormir, pero al fin lo lograste y los sueños fueron tan normales como antes de la pandemia. Sé que te gustaría que me dirigiera a toda la humanidad, que hablara de temas proféticos o apocalípticos, que analizara cómo debería cambiar la humanidad para que todo esto no volviera a pasar, cómo evitar que tu sociedad se venga abajo como un castillo de naipes. No te gusta que hable de ti, pero eres como una metáfora ambulante de lo que está ocurriendo. Alguien tiene que hablar de lo que está sucediendo en el interior de las personas,  y a ti te conozco mejor que a nadie y sé que me lo permites aunque te moleste y no te enfadarás conmigo. Solo me queda desearte de corazón lo mismo que deseo a todos tus hermanos.

QUE LA PAZ PROFUNDA OS ACOMPAÑE SIEMPRE EN EL CAMINO

 





CARTA DE MILAREPA SOBRE EL CORONAVIRUS VII

28 04 2020

bigbang

Sí, reconozco que estás meditando mucho, te sobra tiempo. Quieres encontrar el sentido de la vida, como Baroja, del que estás leyendo sus memorias, pero sabes que es inútil, si no lo has encontrado hasta este momento, no va a ocurrir el milagro precisamente ahora. También sabes que para un guerrero impecable la vida, la existencia, es un misterio que nunca podrá desentrañar y sin embargo lo seguirá intentando mientras viva. Eso no te cuesta porque siempre has sido muy cabezón, lo sé muy bien. Ya de niño, con cinco o seis añitos, te fuiste al cementerio de aquel pueblecito de montaña tras aquel episodio trágico en el que tu padre, minero del carbón, estuvo a punto de perder la vida al regresar en autobús del trabajo. Le reventó la úlcera de duodeno y tuvo una fuerte hemorragia. Cuando fuiste de la mano de tu madre le viste en el suelo, pálido como un muerto. Todos creían que lo estaba hasta que llegó la ambulancia y se lo llevó al hospital. Salió de aquella, pero tú nunca pudiste superar aquel trauma. Sentado delante de las tapias blancas del cementerio, angustiado hasta quedarte sin respiración (siempre pensaste que el asma que sufriste en tu juventud tuvo componentes muy psicosomáticos) no podías aceptar que los muertos que estaban allí enterrados, ya solo huesos, y que una vez fueron seres humanos, ahora fueran nada. No podías aceptarlo, somos algo más que huesos, pensabas de forma obsesiva. Desde entonces no has podido aceptar que el ser humano sea solo un saco de carne y huesos, de hormonas, de células, de agua y minerales, como dices tú.

Crees haber superado lo que llamas la primera etapa de este trauma generado por la pandemia que estáis viviendo y que se te parece mucho al luto psicológico por la desaparición de un ser querido. Lo primero es la negación, como sabes. No es que negaras las evidencias y la realidad, pero como todos pensabas que no iba a durar mucho, que iba a ser controlado. Un episodio más en tu vida, en la historia de la humanidad. Luego todo cambió, la plaga se extendió a velocidad de vértigo y las muertes de personas de tu entorno, a las que conocías o familiares de personas a las que conocías, comenzaron a morir. No era precisamente una broma. Tú también podías morir a pesar de que la muerte siempre te respetó. Como aquella anemia en tu adolescencia que estuvo a punto de convertirse en leucemia y que te tuvo postrado en la cama durante tres meses. No podías ni moverte para utilizar el orinal. La postración era absoluta. Entonces pensaste que ibas a morir, tan joven, y que nada ni nadie te podría salvar. Pero saliste adelante como ocurrió en otras ocasiones con el paso del tiempo. Parecías tener una señal en la frente que alejaba a la muerte. Pero cuando llegó el confinamiento y fuiste consciente de lo fácil que era contagiarse te dijiste que ahora sí ibas a morir y que no estabas preparado, a pesar de que la has estado esperando toda la vida. De pronto el tiempo se terminaba y tú no habías hecho lo que tenías programado, terminar tus “obras literarias” más importantes y subirlas a Internet para dejarlas para la posteridad, por si alguien tropezaba con ellas. Eso ya no era importante, te importaba un comino. Incluso los textos que te dicto dejaron de tener la menor importancia. Nadie haría caso de ellos, la humanidad tenía cosas más importantes en las que pensar, seguiría el camino que decidiera, casi siempre el peor, y las palabras se las llevaría el viento, como se lleva los huesos de los difuntos convertidos en polvo y ceniza.  Vanidad de vanidades y todo es vanidad, como escribiste en aquel sentido texto. ¿Recuerdas?

De pronto tu vida no valía nada, lo mejor de ti mismo, algunos de tus textos, como creías, se perderían para siempre y nadie se acordaría de ti ni de lo que escribiste. Una vida sin sentido, pensaste, una pérdida de tiempo. Morirán los que tengan que morir y el resto seguirá dando patadas a las piedras, como siempre. La existencia en el tiempo es algo frágil, fugaz, no merece la pena preocuparse por ello. Pero no dejabas de sufrir. El sufrimiento profundo, infinito, es la única voz que podría sacudir el universo, hacer que se manifestara el amor. Como escribiste también. ¿Recuerdas? El amor y el sufrimiento parecen tener una misteriosa afinidad, como si el sufrimiento purificara el amor y éste solo tuviera sentido para curar las heridas del dolor. Si algo quedaría para siempre en un universo que se contrae, se deteriora, desaparece, serían los gritos horrísonos del sufrimiento de las víctimas, pidiendo un poco de amor, como el que se muere de sed en el desierto. También lo escribiste. ¿Lo recuerdas? Algo te ocurrió una mañana al despertar, por un momento pensaste que te estabas muriendo y te planteaste dejarte ir, porque no era desagradable, una muerte dulce. Pero un guerrero no se deja llevar por las circunstancias, lucha hasta su último aliento, hasta que se vea obligado a bailar su última danza con la muerte. Incluso ahora mismo dudas si no hubiera sido mejor dejarte ir, era agradable, como dicen que es la muerte por congelación. Se acabó, todo se acabó, ahora a descansar. Pero sabes que el morir no es el descanso, que el más allá no es el paraíso alejado de todo sufrimiento, hay que seguir trabajando, sufriendo, evolucionando. Para eso mejor hacerlo en una realidad que conoces. Piensas que todos los humanos sensibles han debido de pasar por lo mismo que tú. Esto no es una broma. Y los que huyen, los que se engañan, no podrán vivir siempre con los ojos cerrados. Algunos, como has leído, creen que esto no va a cambiar nada. Tú piensas que sí y te gustaría presenciarlo. Nada importa. Vanidad de vanidades y todo es vanidad. Pero el sufrimiento no desaparece como las cenizas llevadas por el viento. El sufrimiento es un grito que permanece en el universo para siempre, en todas las dimensiones, en todas las realidades, porque es el despertar tras un largo sueño.

QUE LA PAZ PROFUNDA OS ACOMPAÑE SIEMPRE EN EL CAMINO





CARTA DE MILAREPA SOBRE EL CORONAVIRUS VI

13 04 2020

anillo nibelungos

Esta semana santa ha sido rara para ti, no porque hayas hecho algo inusual sino porque el sentir con empatía cómo la estarían pasando tus hermanos, recluidos en sus monasterios, algunos tan diminutos, te ha hecho sentir muy, pero que muy rarito. Te ha hecho recordar aquellos ejercicios espirituales de las semanas santas que pasaste en el colegio religioso, siendo un adolescente, en los que no se podía hablar durante tres días, ni aproximarse a otros porque eso indicaría deseo de hablar y podías ser castigado. Os daban charlas sobre un tema básico: las postrimerías. Lo pasaste muy mal, ¿recuerdas?, convencido de que si morías en pecado, algo muy fácil, te irías al infierno, donde te quemarías en una caldera de aceite hirviendo durante toda la eternidad. Aquellas charlas eran tan represivas e inhumanas que alteraron tu subconsciente para siempre. Ahora, salvando las distancias, todo el mundo parece estar haciendo sus ejercicios espirituales, solo que no son espirituales y casi ni ejercicios, conectados por los instrumentos virtuales hablan por los codos, si eso es hablar, e intentan no pensar en las postrimerías.

Tus queridas músicas te han permitido un recogimiento meditativo, la novena de Beethoven, la pasión según San Mateo, El Mesías, Parsifal, esta vez alternadas con la ópera en casa, especialmente la tetralogía wagneriana que tanto te gusta, gracias a la generosidad del  Palau de les Arts valenciano que lo ha puesto gratuitamente a disposición de los confinados. La generosidad es tan escasa en vuestra sociedad que casi no se considera un valor, al contrario resulta sospechosa, como si fuera un obstáculo en el mecanismo económico, un palo en la rueda. Recuerdas la respuesta que recibiste cuando intentaste poner tu “obra literaria” –resulta esperpéntico que le des ese nombre- gratuitamente a disposición de todos en una gran empresa virtual. No podemos hacer una excepción todo creador tiene derecho a recibir sus emolumentos. ¿Y si renuncia a ellos? ¿Y si decide dar algo por nada? Una sociedad, un sistema económico que bloquea la generosidad porque no encaja en sus mecanismos es una sociedad incapaz de enfrentar cualquier emergencia de cualquier tipo. La generosidad parece estar fuera de lugar porque acaba derribando la hilera de fichas de dominó.

Algo te llamó especialmente la atención en El Anillo del Nibelungo. Había una condición imprescindible para conseguir el anillo de poder: renunciar al amor. Eso te hizo pensar en los políticos y gobernantes que parecen seguir luchando por el poder aún en medio de un apocalipsis invisible y silencioso.  Estás de acuerdo en que no es posible compatibilizar la lucha por el poder con el amor. El poder es sometimiento de los demás a tus ideas, intereses, a tu personal camino en la vida, mientras el amor es generoso, renuncia incluso a sus derechos para darlo todo sin pedir nada a cambio. No parece posible que los que luchan por el poder puedan al mismo tiempo amar. Eso hace que te preguntes por quiénes están al mando de la nave en estos tiempos. Si no son capaces de amar, ¿qué se puede esperar de ellos? No otra cosa que el Ocaso de los dioses, más bien de los diosecillos. El poder exige pactos, pero sobre todo insensibilidad hacia el dolor ajeno, hay que anular la empatía porque si sufres en tu piel lo que sufren los demás en la suya, no te queda ánimo para estúpidas luchas por el anillo de poder, el anillo de los Nibelungos. La vinculación del amor hace que sufras cuando los demás sufren, es duro, lo sé muy bien, pero no hay alternativa, salvo que te desconectes y no sufras nunca por los demás, eso es lo que hacen los psicópatas, los sociópatas, los asesinos en serie, desconectarse. Tú mismo podías haber visto a tu querido gatito Zapi solo como un juguetito entretenido. Si no hubieras tenido empatía y sintonizado con sus emociones, que las tiene, no habrías sufrido lo que sufriste cuando se puso tan malito -¿lo recuerdas?- pero si no amas, si no te vinculas, si no sientes empatía, no vives en el universo del amor sino en el Walhalla de los diosecillos, a la busca del anillo de los Nibelungos, pactando condiciones inhumanas, mintiendo, engañando, acabando con los demás porque son siempre un estorbo para los que buscan el anillo de poder. No hay otra opción, no puedes luchar por el poder y amar al mismo tiempo; como bien lo dice Wotan, para conseguir el anillo de los Nibelungos hay que renunciar al amor, como hace Alberich. Te preguntas si los gobernantes del planeta podrían renunciar a su esperpéntica lucha de poder, aunque fuera solo por unos momentos, para seguir el camino del amor. Si no es así no sabes qué se puede esperar de ellos. Seguirán con sus estrategias de poder –algunos escondiendo el oro en la cueva y defendiéndolo con el fuego del dragón-  y no pensando en lo que piensa quien ama: en el bien de los demás, en cómo conseguir que la ciencia ayude, aunque sea dotándola de presupuestos en otros momentos desmesurados, en conseguir unos servicios sanitarios que sean una muestra clara de la apuesta por el amor y no en poner carne de cañón en vanguardia, para que el invisible ejército enemigo tal vez mute por el camino y se olvide de nosotros. Solo el amor es una opción de salvación, lo demás lleva implacablemente al Ocaso de los dioses. Que la paz profunda del amor os acompañe en el único camino posible. Como siempre, mi cariño para ti y tu gatito Zapi, a veces me hace sonreír la infinita necesidad de cariño que tienes, darías todo el tesoro del Nibelungo por un beso de Brunhilde, hablando metafóricamente, porque no están los tiempos para besos y abrazos. Siempre tuviste claro que nunca renunciarías al amor por el poder. ¡Ojalá que todos vuestros gobernantes lo tuvieran tan claro!





CARTA DE MILAREPA SOBRE EL CORONAVIRUS V

4 04 2020

CORONAVIRUS

El goteo constante de fallecidos por la pandemia del coronavirus está minando tu ánimo. Todos son para ti hermanos queridos, muy queridos, pero te afectan más las personas conocidas, con las que mantenías un vínculo afectivo. Hace unos días te comunicaron la muerte de Julián, el psicólogo de la asociación de familiares de personas con enfermedad mental de la que eres socio y con la que colaboraste estrechamente en un tiempo, así como de Arcángel, vocal de la junta directiva, ambos personas de edad. No tienes ánimo para mandarles una carta dolorida y afectuosa, especialmente para ellos, pero ya lo harás en algún momento del futuro, si la muerte te respeta. No puedes dejar de preguntarte cómo lo estarán pasando tus hermanos, especialmente hermanos, las personas con enfermedad mental en este confinamiento. De algunas, de pocas, sabes algo. Estos acontecimientos son especialmente traumáticos para ellos, tan frágiles ante cualquier dolor, aunque es curiosa la reacción de algunos que antes solo pensaban en la muerte y ahora han dejado de llamarla a cada instante. Nada como el amor a los hermanos, todos los seres humanos, para alejar la depresión, el deseo de abandonar una vida que les aporta muy poco, tal vez porque la falta de cariño es el mayor aliciente para dejarse deslizar por el tobogán hasta el fondo del abismo de la desesperación. Hay otras personas con especiales necesidades en estos momentos, como las personas con un trastorno del espectro autista. Piensas en la hija de una amiga queridísima y en tantos otros. La infinita entrega, hasta la heroicidad, de muchos familiares de estas personas es un ejemplo de amor que debería socavar la filosofía consumista, hedonista, carente de valores de esta sociedad que habitas y en la que te sientes tan a disgusto.

Eres un privilegiado porque las circunstancias te han puesto en el lugar más adecuado en el momento más oportuno. Es algo que debes agradecer a los que velamos por ti. Hay muchas personas que lo achacarán a la suerte, a la estadística, pero tú tienes una filosofía espiritualista de la vida, la matemática te dice muy poco y el amor todo. Es el amor el que ha llevado a tu corazón por los caminos de la espiritualidad. Respetas toda forma de pensar de tus hermanos, pero no puedes estar de acuerdo con una filosofía consumista y hedonista de la vida. No puedes estar de acuerdo con unos supuestos valores que se centran en consumir y consumir cada vez más para que la máquina inhumana de la economía siga funcionando. Algo de lo que ya te hablé en el capítulo anterior. El hedonismo es una filosofía paupérrima de la vida. El disfrutar de todo hasta las heces, mientras sigan vivos, porque también ellos saben que se van a morir, incluso llegando a extremos que rozan la depredación y la falta de sensibilidad humana y de empatía más absolutas, no es un camino aceptable para ti y para muchos otros.

Te preguntas cómo estarán viviendo ellos estos momentos, en los que de la noche a la mañana les ha sido arrebatado todo aquello en lo que creían y por lo que luchaban, el sueño de un hedonismo cada vez más intenso, de un consumismo sin límites. La metáfora del tren de los hermanos Marx y el “más madera” aún siendo graciosa en otros momentos, ahora es infernal. Es como si la pandemia del coronavirus hubiera puesto al descubierto la monstruosa desnudez interior de esta sociedad, visualizada a través de unos rayos X implacables, inquebrantables, tan sinceros como la luz misma. Ya no se ve de la misma manera las grandes desigualdades sociales, deportistas de élite que ven reducidos sus cuantiosos emolumentos, consejeros de las grandes multinacionales que, muchos de ellos, se ven obligados a reducir sus cuantiosas ganancias, conscientes de que esta sociedad golpeada hasta la extenuación no aceptará la insolidaria e inhumana imagen de los privilegiados buscando trapacerías para no perder mucho en estos meses de zozobra. Cuando millones de trabajadores son apartados de la economía porque ya no producen, no por su culpa, y tienen que ser ayudados, una magra ayuda, por los gobiernos que incapaces de pasar de la noche a la mañana de una insolidaridad lamentable a una solidaridad nacida de la fraternidad universal que debería presidir las vidas de todos los habitantes del planeta, acaban dando espectáculos tan bochornosos como inhumanos. Como si cada uno fuera en una barca distinta y pensaran que pueden salvarse si achican los agujeros de su frágil barquichuela, tan ciegos que no ven que los bichitos no respetan fronteras y para ellos no hay ciudadanos de primera o de segunda, de una raza o de otra, con una marca en la frente o con otra. Pueden llegar hasta la depredación si es necesario, incapaces de ver la marca cainita que aparece en sus frentes. Llega la semana santa que tú siempre celebras escuchando a tus músicos favoritos, a tu amado Bach y a tu querido Haendel, entre otros. Te pido que pongas en este artículo el vídeo de la pasión según San Mateo de Bach que siempre te acompaña en esta época. Que sirva como réquiem sentido y profundamente fraternal para todos los fallecidos, especialmente para los dos que has mencionado al principio. Que la paz profunda les siga acompañando en un camino que no ha terminado para ellos ni para nadie. Mientras tu corazón sufre, apenas aliviado por estas maravillosas músicas, no dejes de pensar que esta sociedad en la que habitas debe de cambiar de arriba abajo, los valores humanos deben presidir sus metas y ayudarles a descubrir nuevos caminos, lejos de la depredación inhumana, infernal. Un fraternal abrazo para ti, siempre tan necesitado de cariño.

 





CARTA DE MILAREPA SOBRE EL CORONAVIRUS IV

26 03 2020

cordero

Has asistido, pasmado, a las declaraciones de un político estadounidense que han salido en un telediario. Venía a decir que los abuelos deberían resignarse a morir para salvar la economía del país. Piensas que has debido de entenderlo mal, no es posible, pero me temo que has escuchado exactamente lo que ese ser humano quería decir y estaba diciendo. Por desgracia en vuestro planeta se ha instaurado un culto al Moloch de los tiempos modernos, un ídolo de barro llamado economía al que hay que alimentar todos los días con algo, lo que sea, y si no hay nada, pues se le da a comer carne y sangre humana. No importa con tal de que ese monstruo mecánico, creado por la nueva religión basada en un dogma que dice que la selva es para los depredadores, siga funcionando. Te ha venido a la cabeza una escena de una película de los hermanos Marx, Los hermanos Marx en el Oeste. Siempre te hace mucha gracia cada vez que vuelves a verla. Estos diabólicos humoristas van desmantelando todos los vagones para dar de comer a la máquina, van metiendo la madera en el fogón, y Groucho, si no recuerdas mal, grita la famosa frase. “Más madera”. Sí, más madera, y cuando ya no queda, el Moloch económico quiere sacrificios humanos. Te has imaginado la escena. Ya no queda madera y hay que dar de comer al monstruo, entonces van arrojando, a paletadas, a todos los humanos del tren, primero los ancianos, los abuelos, como tú los llamas cariñosamente porque tú eres uno de ellos, están en las primeras filas, son arrojados a paletadas al fogón, para que la máquina siga funcionando. Cuando se acaben los ancianos, otros seguirán, los discapacitados, las personas con enfermedad mental, y luego los marginados, los refugiados, los sin nombre y sin papeles, los proletarios más bajos en el escalafón… Y así podrían seguir los sacrificios. ¿Quiénes quedarán al final? Los depredadores, claro. Los que han construido el ídolo de barro y han establecido la religión de los sacrificios humanos.

Vuestra sociedad acepta sin rechistar el dogma sagrado de que la economía es lo primero. No importa los humanos que haya que arrojar al fogón cuando ya no haya madera, lo importante es que el mecanismo siga funcionando. Y otra imagen te viene a la cabeza, la famosa escena de Tiempos modernos de Charlot. Triturado por el mecanismo. Este es el sagrado dogma de la selva social que habéis construido. No hay otra solución, claman los depredadores, si la economía se hunde, todos nos hundiremos, nosotros los últimos, claro. Ha sido repetido tan machaconamente que todo el mundo se lo cree. Parece difícil cambiar las estructuras sociales y económicas, imposible, claman algunos. ¿Por qué no hacer la prueba? Vamos a cambiar la escala de valores. Pongamos en la cúspide de la pirámide valores como la fraternidad universal, la solidaridad, la empatía, la generosidad, el amor. Una vez que estén allí será mucho más fácil que alguien, tal vez todos, descubran que la economía puede ser un instrumento para el ser humano y no un ídolo de barro al que hay que alimentar con sacrificios humanos.

Anoche, precisamente, leíste una frase de Simone Weil. ¿La recuerdas? “ Nunca he podido resignarme al hecho de que todos los seres humanos distintos de mí no están completamente preservados de esta posibilidad de desgracia”. No tienes miedo por ti, por el sufrimiento que puede venir a tu vida, estás asustado por el dolor que están sufriendo los que son distintos de ti y por el sufrimiento que caerá sobre más y más hermanos. Es lo que realmente te hace sufrir, porque tú sabes que en estas circunstancias eres un privilegiado, aunque es cierto que no lo fuiste durante la mayor parte de tu vida. Recuerdas con infinito dolor aquel pensamiento desesperado que tuviste en cierta ocasión, cuando todo el mundo te despreciaba y te llamaban loco, incapaces de sentir empatía por tu sufrimiento. ¿Lo recuerdas? “Si yo tuviera ahora un botón para oprimirlo y que todo el planeta estallara en mil pedazos, lo haría”. ¿Lo recuerdas? Te gustaría borrarlo de tu vida, pero por desgracia ya forma parte de ella. Pides perdón y harías lo que fuera por reparar aquel daño que solo fue mental, un pensamiento generado por la desesperación.  Si tuvieras un botón para oprimirlo y que todos tus hermanos fueran salvados, aunque tu perecieras, lo harías. Solo una cosa te detiene. El pensar que tu vida fuera aniquilada en vano, que la humanidad siguiera su camino de depredación, arrojando más y más carne y sangre al fogón, sacrificando los que consideran humanos de última clase al ídolo Moloch de la economía.  Si tuvieras la certeza de que este planeta  acabaría siendo establecido en la luz y de que en lo alto de la pirámide brillarían los valores de la fraternidad universal, la solidaridad, la empatía, la generosidad, el amor. Entonces no dudarías en dar tu vida para que los demás fueran salvos. A esto se le llama redención. Otro lo hizo. ¿Lo recuerdas? Pero él tenía consciencia de la chispa divina que habitaba en su interior, de estar unido al Todo, de ser el Todo, de ser hijo de Dios, como lo sois todos. En realidad el también tuvo dudas, a veces se le nublaba la mente y el corazón, como te ocurre a ti. Entiendo tu rabia, pensando en que los depredadores de siempre, tal vez salvados por tu sacrificio, siguieran echando carne y sangre humana al fogón. Quieres acabar con eso, no sacrificarte para que los depredadores sigan clavando sus colmillos en los cuellos de apacibles bóvidos. No te ves caminando como un cordero al encuentro de los depredadores, para que ellos sigan llenándose las entrañas con la carne y sangre de tus hermanos.  Te entiendo. Déjame finalizar con un amoroso recuerdo para tus hermanos que ya han sido arrojados a paletadas al fogón. Que la paz profunda os acompañe a todos en estos días de tribulación. Mi amor está con vosotros. ¡Ojalá fuera suficiente para cambiar también a los depredadores en corderos!





CARTA DE MILAREPA SOBRE EL CORONAVIRUS III

24 03 2020

palacio de hielo

Es en estos tiempos de supervivencia global donde lo mejor y lo peor de la naturaleza humana sale al exterior y se transparenta sin filtros. Lo mejor puede llegar hasta la bondad más heroica, como ocurre con los sanitarios y todos aquellos que se dedican a que el resto de la sociedad sobreviva. En cambio lo peor se manifiesta en la depredación más mezquina en tiempos de dolor y amargura. Los estafadores siguen estafando. Aprovechando que todo el mundo está en sus casas, confinados, se dedican a los timos virtuales, intentando engañar a pobres gentes angustiadas. Hay quienes llegan a intentar dinamitar toda la estructura sanitaria introduciendo virus en los sistemas informáticos de los hospitales. Deben pensar que a ellos no les tocará, que nunca llegarán a un hospital, contagiados, dependiendo de los bondadosos profesionales y de los medios hospitalarios que ellos mismos han jaqueado. No sabe uno qué pensar, si son tontos o tan malos que su maldad les ha entontecido. En cambio tú, querido amigo y hermano en el Todo, mientras permaneces en tu casita aislada del mundanal ruido no puedes evitar plantearte si a ti te tocará, si vivirás o morirás. Te consideras una buena persona, y tal vez lo seas, pero sabes que eso no es un salvoconducto contra los virus. Tal vez lo fuera en otro planeta y con otros seres conscientes, más bondadosos, aquí no, desde luego. Puede incluso, llegas a pensar, que tengas más papeletas que los malos para morir, porque en una sociedad como esta si eres bueno estás en el punto de mira de algún rifle metafórico. Sabes que no se trata de señalar entre buenos y malos, como en una película del Oeste, pero está claro que quienes estafan en río revuelto, pescadores mezquinos y miserables, que quienes jaquean los sistemas informáticos de los hospitales, los especuladores sin escrúpulos que pueden intentar sacar tajada de cargamentos de mascarillas, por ejemplo, no pueden ser buenas personas. Este es un gravísimo problema en la sociedad en la que aún vives, la pérdida de toda ética, de toda moral, de cualquier diferencia entre el bien y el mal. Todo es relativo, dicen, en realidad puede que sean buenísimas personas y hayan cometido un ligerísimo error, fácilmente perdonable. Temerosos de caer en el dogmatismo de creerse poseedores de la verdad absoluta, se apegan al relativismo a ultranza, donde todo vale y el bien y el mal son dos caras de la misma moneda que uno sujeta en la mano. Con lo cual disculpan las mayores atrocidades y se alían con los malos, se hacen sus cómplices, por omisión, por mirar hacia otra parte. Y cuando llega el tiempo de la justicia, si es que llegan, hacen el paripé de severidad en un juicio en el que se condena a estos malvados a una multa no muy cuantiosa que pagarán encantados.

En un momento de trágica supervivencia, donde el dolor y la angustia deben incluso vivirse de lejos, como en el caso de los familiares de los fallecidos por contagio, que ni pueden despedir con cercanía a sus seres queridos, otros ni se inmutan cuando en las residencias de ancianos se encuentran cadáveres, tan abandonados en la muerte como algunos lo fueron en vida. Es un sálvese quien pueda, tan cobarde y mezquino como malvado. Mientras otros se juegan la vida atendiendo a los enfermos, como es el caso de una persona muy querida para ti, hay quienes ni siquiera mueven un dedo para que personas frágiles, indefensas por la edad o por enfermedades propias de la misma, tengan al menos una oportunidad de supervivencia.

Ni siquiera en estos tiempos algunos políticos dejan de lado sus ideologías, más o menos razonables, su mezquina defensa del partido político al que pertenecen, su interés estratégico para las próximas elecciones, y se hacen una piña con todos para lograr la supervivencia del mayor número de personas, piensen lo que piensen políticamente, dejando de lado cualquier otro interés, por justo y razonable que les pareciera antes. Y lo mismo ocurre con otros que son incapaces de aparcar a un lado lo que antes pensaban o defendían para ponerse de lado de los que sufren. No es que estos sean tiempos de ocultar verdades, que nunca lo son, pero sí de aparcar lo que no sea prioritario, de centrarse en evitar muertes y sufrimiento. Tampoco hay que evitar reflexionar, meditar, replantearse muchas cosas, especialmente si puedes permitírtelo porque estás confinado en casa, buscando la fórmula de pasar el tiempo. No habrá tiempo mejor empleado que el que se emplee en reflexionar por qué estáis donde estáis y a dónde queréis llegar cuando todo esto pase, que tardará y tendrá consecuencias de todo tipo. De eso no te cabe la menor duda. No puedo desvelar tu futuro ni prometerte que vas a sobrevivir, tampoco me lo preguntas, solo quiero que sepas que estoy a tu lado, que no te abandono ni te abandonaré si te llega la hora de abandonar una vida que nunca te gustó y que hubieras dejado tranquilamente en los peores años de tu juventud. Permíteme que envíe un abrazo fraternal y profundamente espiritual y amoroso a los familiares de los fallecidos que siempre les podrán despedir en sueños, porque todos ellos comparecerán a la despedida que no pudieron tener en vida. Que la paz profunda os acompañe a todos en estos momentos de dolor, porque la paz profunda nada tiene que ver con los tiempos tristes y trágicos, está en lo profundo de vuestros corazones. Buscadla allí y la encontraréis.





CARTA DE MILAREPA SOBRE EL CORONAVIRUS II

19 03 2020

El aislamiento, el confinamiento, se está haciendo global. Como acabas de leer en un vídeo de una psicóloga italiana que te acaba de mandar un ser querido, ha llegado el momento de la reflexión y de plantearse seriamente si la humanidad no estará saltándose todas las leyes cósmicas con una ignorancia casi demoníaca, porque ninguna ignorancia es inocente. La vida facilita suficientes lecciones, espirituales y de cualquier otro tipo, como para que alguien pueda alegar que él no sabía. Resulta aleccionador que esta pandemia parezca estar respetando a los más pequeños, a los más frágiles, a los que sí son inocentes, al menos de momento, porque su evolución es impredecible. Hay muchos que no creen en las leyes cósmicas y sin embargo estudian con atención y paciencia infinita las leyes de la ciencia. En el fondo son una misma cosa. Algunos se burlan de las leyes espirituales, como si no fueran científicas, nada más científico que el amor que mueve el sol y las estrellas. Como digo en la teoría de la vinculación, sobre la que has dejado de escribir, no sé por qué, no hay una sola partícula en el universo que permanezca sola, aislada, viviendo su propia vida individual e infinintesimal. Todas las partículas acaban vinculándose unas con otras, siguiendo unas leyes que los científicos tratan de desentrañar, pensando que ahí está la respuesta global a la pregunta única, ignorando que la única respuesta es el amor, no hay otra.

Recluido en tu casita, que ahora parece ser el lugar más adecuado para soportar esta plaga, reflexionas y te planteas muchas cosas, tales como si tiene sentido que los gobiernos planetarios se gasten cantidades ingentes en armamento para que lleguen unos bichitos y pongan a la humanidad contra las cuerdas. ¿No sería más lógico que ese presupuesto inútil en armamento defensivo, por si las moscas, se empleara en luchar contra la pandemia, en material sanitario, en lo que sea necesario ahora, y luego en crear centros científicos para la vigilancia y lucha contra las epidemias? No has oído nada de una posible suspensión de los presupuestos militares de las naciones y la utilización de ese dinero en luchar contra la emergencia que estáis viviendo. No se hace porque parece que los gobiernos no se fían unos de otros. Si bajo la guardia el otro me invadirá. Si estos bichitos acaban con todos, los armamentos se pudrirán en sus silos. La falta de valores como la fraternidad universal puede llevar a esta humanidad doliente a una extinción apocalíptica. Los gobiernos prefieren seguir armados hasta los dientes, recelosos de lo que el oponente, el supuesto enemigo, pueda hacer a su población, mientras ésta sufre y se va muriendo sin esperanza. Estas cuestiones que tú te planteas se las deberán plantear los gobiernos antes o después y la población deberá abrir los ojos y darse cuenta del alto precio en vidas humanas que se está pagando porque el dinero que se debería emplear en sanidad se está empleando en armamentos disuasorios. Resulta curioso que ahora todos se lleven las manos a la cabeza cuando mueren ciudadanos de sus países del primer mundo y hayan visto sin inmutarse las muertes por las guerras, la tragedia de los refugiados. Por cierto, ¿alguien ha dicho algo de cómo están viviendo los refugiados esta pandemia? La imagen de aquel niño refugiado, muerto en la playa, conmocionó tu alma no hace mucho tiempo. Ahora sí, ahora parece que los muertos de primera son un problema tan grave como para decretar emergencias en todos los países. ¿Y los hermanos que mueren en las guerras, los refugiados que mueren buscando una vida digna, el sufrimiento de los desheredados de la fortuna, de los parias de la tierra, no es digno de compasión, no debería hacerse algo también por ellos?

 

El valor de la fraternidad, del amor, la empatía, la generosidad, son prácticamente nulos en la sociedad que habitas. Ahora se llevarán las manos a la cabeza gritando qué han hecho ellos para merecer esto. ¿Acaso el mirar hacia otro lado cuando hermanos de segunda clase mueren, sufren, se retuercen en el fango, no es suficiente culpa para que tengan que replantearse en qué sociedad quieren vivir y hacia qué futuro deben encaminar sus pasos, si sobreviven a esta especie de ensayo apocalíptico? Un ser humano es igual a otro, en consciencia, derechos, deberes y sobre todo en el amor. La discriminación brutal que ha hecho esta sociedad entre humanos de primera y de segunda, tercera, e incluso humanos invisibles e inexistentes para gobiernos y sociedades avanzadas, tiene que acabar y tiene que terminar ya. Esta sociedad tiene que cambiar y debe hacerlo cuanto antes. No hay futuro para ningún humano mientras no vea a los demás como hermanos y les trate como tales. La vinculación existente en el universo es aún mayor entre las personas, porque les une su consciencia, la chispa divina que habita en todos. El amor es la única solución y seguirá siendo la única si sobrevivís a este ensayo apocalíptico. Te veo llorar, has recuperado el don de las lágrimas que creías perdido, y se me parte el corazón porque te quiero, pero también quiero a todos y cada uno de tus hermanos. Sé muy bien que no te da miedo la muerte, sino el sufrimiento de tus hermanos. Si fuera aceptada entregarías tu vida para la salvación de toda la humanidad, pero de nada serviría semejante acto redentivo si la humanidad se limitara a aceptarlo con una sonrisa desdeñosa y malévola, como diciendo, este idiota nos ha salvado la vida y ahora nosotros vamos a seguir con lo nuestro, con lo de siempre, porque la Tierra es para los depredadores sin escrúpulos. En verdad, en verdad te digo que si la humanidad no aprende la lección los bichitos no tendrán compasión con nada ni con nadie. Ellos también son depredadores y pueden demostrar que lo son hasta extremos inimaginables para los depredadores humanos. Que la paz profunda os acompañe a todos en este camino de sufrimiento. Con tu permiso seguiré diciendo todo aquello que es preciso que se diga, porque callar ahora es traicionar a tus hermanos y tú no lo quieres hacer, aunque tengas que llorar lágrimas de sangre.