ALGUNAS HISTORIAS SÓRDIDAS XXIX

26 04 2024

Se puede decir que mi vida transcurría entre la casa donde vivía con mi madre, donde procuraba parar el mayor tiempo posible, encerrado en mi habitación leyendo o escuchando música; el trabajo donde pasaba la mayor parte del día, dedicado escribir a golpetazos en aquella pesada máquina Underwood todos los trámites de los expedientes civiles que me habían tocado y por último, entre la piscina de aquel hotel de lujo, donde nadaba casi una hora sin parar, haciendo largo tras largo en los diferentes estilos que no suponían ninguna dificultad para mí. Allí en la piscina conocería a una mujer que tendría gran importancia en aquella etapa de mi vida. Se trataba de una mujer casada, de poco más de cuarenta años, creo recordar, tal vez alguno más. Coincidíamos en la piscina en las horas previas a la comida, o si no había podido ir por alguna razón, por la tarde después del trabajo. Era una mujer que conservaba un cuerpo muy bien formado, resaltado por un bikini de aquellos tiempos, discreto, con un cierto morbo sensual para mí. Me resultaba muy atractiva y fantaseaba con ella en mis caminos eróticos interiores. Su rostro no era tan atractivo como su cuerpo, normal, con alguna arruga que mostraba su edad mucho mejor que el resto del cuerpo. No fui yo quien se acercó a ella, era demasiado tímido y a pesar del bajón de peso que estaba experimentando con la dieta de la famosa doctora, aún recordaba cómo era aquel cuerpo obeso y repelente. No hacía mucho caso de sus intentos de entablar conversación conmigo. Cuando paraba a descansar un poco en la zona menos honda de la piscina, ella se acercaba y me hacía alguna pregunta que yo contestaba con un monosílabo y si insistía me apresuraba a seguir con el largo del estilo correspondiente. Hasta que se hartó y me asedió en debida forma. Quería saber de mí, de los motivos de mi timidez, de mi misantropía, a qué me dedicaba y todo lo que quisiera decirle o pudiera sacarme. Como me ocurría en estas ocasiones, tras huir de la persona que deseaba hablar conmigo, en cuanto aceptaba que había verdadero interés en la otra parte, me ponía a soltar intimidades como por una cloaca. Porque así me sentía cuando tenía que explicar mi vida pasada, con los intentos de suicidio, las estancias en los psiquiátricos y ahora la razón de mi aparición en la televisión que antes o después terminaba por salir en mis conversaciones. En un principio intentaba por todos los medios dar una versión edulcorada de mí mismo, podando todos los episodios de mi vida que podían hacer pensar al otro que se encontraba ante un verdadero monstruo, pero luego comprendía que era tan poco lo que podía contar de la supuesta persona normal que era, que terminaba por mandar a freír espárragos -en una de las expresiones favoritas de mi padre- todas mis prevenciones y me ponía a soltar la mierda acumulada.

Como es lógico esto no lo podía hacer en la piscina, en los escasos minutos en que descansaba entre estilo y estilo. Pero cuando me invitó a un café en la cafetería del hotel y no me pude negar, tras haberlo hecho ya muchas veces, ocurrió lo que tanto me temía. Hablé de mí mismo, de mis aficiones, de todo aquello que de alguna manera me enorgullecía y cuando ella fue ahondando más y más le solté mi gran secreto que me daba cuenta que ya no era un secreto para casi nadie después de mi aparición en televisión. Se mostró compasiva como hacían casi todos al conocer mi pasado más oscuro, pero luego lo dejó de lado, como dando un manotazo, y se centró en mi presente. Sin duda en algún momento le hablé de mi gran obsesión. Necesitaba sexo, me moría de ganas y no encontraba a ninguna chica que quisiera hacer el amor conmigo, con vistas a una relación de pareja estable o no. Desde luego que yo quería casarme o simplemente vivir en pareja, algo que en aquellos tiempos seguía muy mal visto por la mayor parte de la sociedad pero que para buena parte de la juventud era bastante común. No me hubiera importado que ella me propusiera sexo. Ya me había contado también alguna de sus intimidades. Estaba casada con un hombre bastante mayor que ella, no recuerdo cuántos años, pero sin duda más de veinte. A su marido ya no le apetecía mucho el sexo y ella se sentía abandonada y casi deseosa de vivir su vida al margen de su marido. Tal vez lo hubiera hecho de no ser por su mentalidad tan conservadora que contrastaba vivamente con su hastío de la vida matrimonial y familiar. Se debatía entre satisfacer sus deseos y vivir una vida paralela a la que tenía en casa y el famoso qué dirán, que en una ciudad pequeña y muy conservadora como aquella podía causarle serios problemas.

Se interesó por mi problema y me comentó que yo era joven y de aceptable buen ver. Le tuve que explicar cómo era yo físicamente no mucho tiempo atrás. Creo que me dio algunos consejos sobre cómo seducir a las chicas y las viejas historias que te endosa todo el mundo que cree haber vivido mucho y saber de estas cosas más que nadie. Un día me comentó sobre una amiga que tenía, de su edad, más o menos o un poco mayor. Estaba soltera, nunca se había casado porque su amante era un hombre casado y estaba profundamente enamorada de él. Todo se fue al traste cuando aquel murió en un accidente de tráfico. Me preguntó si le importaba que me la presentara otro día. Podíamos tomar café los tres y ver si encajábamos. Así ocurrió, en efecto, y este fue el comienzo de una relación a tres muy extraña, a la que hubiera denominado “menage a trois” sin vergüenza de haber existido sexo de por medio. Pero no lo hubo, nunca lo hubo. Creo que ellas se sentían bien hablando con un chico joven (yo debía de tener por entonces unos veintiocho años) y tan tímido que les hacía sonreír a veces. Supongo que tonteaban un poco conmigo, sin malas intenciones ni buscando nada más que el momentáneo flirteo.

Les gustaba mi cultura, parecía saber de todo y mis conocimientos, para mi edad, eran bastante extensos Había leído mucho, escuchado mucha música, visto mucho cine. Había tenido una vida madrileña bastante interesante si quitamos las estancias en psiquiátricos y los intentos de suicidio. Desde luego yo era un islote divertido en el océano de hastío vital que eran sus vidas. Pronto se hizo una costumbre el tomar el café después del baño o el aperitivo antes de comer. Alguna que otra vez quedábamos por la tarde en otras cafeterías (no recuerdo si estuvimos en algún pub, puede que sí, no en discotecas). Con el tiempo me fueron presentando chicas de su entorno. La mujer a la que se le había muerto el amante de una forma tan dramática, llamémosla B, llegó al extremo de presentarme a una chica que trabajaba en la fabrica donde ella era encargada y que se caracterizaba por ser muy promiscua. Me avisó antes de ofrecerse a presentármela de que era bastante feúcha, o muy fea, si nos dejábamos de circunloquios. Yo dije que sí, pensando que estaba tan salido, tan necesitado de sexo que no me importaría lo fea que fuera. Sí, me importó, porque quedamos en una discoteca y después de tomar alguna que otra copa, bailar y charlar un poco me planteó directamente irnos a su casa y tener sexo. Lo intenté, juro que lo intenté, pero no pude, no me gustaba nada. Aquello le sentó como una patada en el bajo vientre, me llamó de todo, se marchó y aquí terminó la historia.

Pero todos estos episodios ocurrieron bastante posteriormente a que lleváramos apenas dos o tres meses tomando café los tres. Lo mismo que mi fiesta de cumpleaños a las que asistieron otras chicas que me habían presentado, especialmente recuerdo a dos hermanas, una me gustaba muchísimo pero no quería saber nada de mí y la otra, con un ligero sobrepeso, no me interesaba tanto, pero con ella sí me hubiera ido a la cama sin pensármelo. Ninguna de ellas se sentía suficientemente atraída por mí como para irse a la cama, algo que comprendí tampoco hubieran hecho con otros, porque su mentalidad sin ser tan conservadora que pudiera llamarla beatería, sí estaba aún bastante alejada de lo más progresivo en cuanto a mentalidad en aquella ciudad. Y también ocurrió algo que me marcaría durante los años siguientes y que fue muy importante en mi vida.

Estoy bastante convencido de que fueron ellas, no podía ser otro, las que me hablaron de los rosacruces porque creo que era T. la que conocía a alguien que a su ve conocía a otro que…Yo ya había intentado, de una forma bastante cándida y ridícula, ponerme en contacto con grupos espiritistas o esotéricos, con un resultado solo podía ser un fracaso en una ciudad tan católica y conservadora. Se trataba de un matrimonio, él un buen cargo en la Telefónica y ella guía de turismo. No tenían hijos y su poder económico era bastante elevado para la media. Poseían un local destinado a filatelia en una de las principales arterias de la ciudad y en uno de los edificios más modernos y lujosos. Eran rosacruces y me introdujeron en este grupo esotérico que tanto influiría en mi vida juvenil. También fueron ellos los que me presentarían a G, un profesor que tenía una academia privada, con fama de guaperas y que a su vez era amigo de la que pronto sería mi profesora de francés. Aquí aparece por fin la rubia alcoholizada.





AGENDA ONÍRICA XXIX

21 04 2024

PESADILLAS II

COMENTARIO PERSONAL

Como prometí voy a seguir comentando las pesadillas que tuve esa noche y ampliando a las temáticas diferentes que han poblado mis pesadillas a lo largo de estos años.

Respecto a la explosión de sinceridad, la pesadilla que detallo en el correspondiente capítulo de esta agenda onírica, debo decir que las pesadillas sobre mi pasado, especialmente laboral, han sido muy frecuentes, algo que no resulta sorprendente puesto que sufrí mobing durante muchos años y además, mi condición de enfermo mental me hizo especialmente frágil frente a los problemas laborales. Los sueños de esta temática ocupan un lugar muy importante en el índice temático de mis sueños, lo que resulta muy lógico, aunque la lógica no es una característica importante en los sueños y pesadillas. De hecho, algunos episodios de mi vida deberían tener una importancia muy importante en mis sueños y sin embargo no es así, apenas aparecen en ellos. El ejemplo más claro es el de mis intentos de suicidio que apenas generaron pesadillas, ni siquiera alusiones oníricas veladas. Las explosiones de sinceridad en mis sueños han sido muy frecuentes, lo que no resulta extraño puesto que mi vida era una cárcel permanente donde la mentira y lo políticamente correcto resultaban ser los barrotes que me aprisionaban. Salir de la cárcel tras una explosión de sinceridad era lo mejor que podía pasarme y así se refleja en estos sueños, aunque siempre está presente el miedo a las consecuencias, uno no puede ser libre sin pagar un precio y asumir las consecuencias de todos y cada uno de sus actos.

Es curiosa la pesadilla del almanaque bajo el fregadero. Como en muchas de mis pesadillas es el bucle, la repetición circular, una y otra vez de la misma situación la que genera la pesadilla y produce la angustia que convierte el sueño en pesadilla, la que transforma una situación normal en un suceso dramático que no resulta soportable para el soñador. En este caso hay una clara razón para el sueño que no se verá hasta pasado un tiempo. Se trata de mi ex mujer que volverá a mi vida en momentos terribles para mí, dándome un maravilloso apoyo que me ha permitido afrontar el infernal episodio con unas mínimas garantías de salvar la vida y salir adelante, porque, aunque parezca extraño muchas veces ayuda más para salir adelante recibir un poco de apoyo, de cariño, que alguien te escuche, que todos los medicamentos del mundo. Sin duda ese almanaque es una metáfora de mi vida en pareja, día tras día hay que pasar página y así durante todos los días del año y siempre falta algo, siempre falla algo, hay espacios en blanco que rellenar, hay cosas que debieron hacerse y no se hicieron. El problema es que no se puede volver atrás, el tiempo va hacia adelante, en el almanaque las hojas del pasado se pasan y no se pueden rellenar los huecos. Con todo ello se mezcla una necesidad de salvar a toda la humanidad, de ayudar a todo el mundo a ser mejor, rellenando los huecos de ese almanaque, que todos deberían tener en sus casas como un instrumento de superación. Recuerdo que en aquellos momentos del pasado la sensación de estar contemplándome desde el futuro era muy fuerte, sabía muy bien que desde el futuro no podría cambiar el pasado, era preciso hacerlo en aquel momento, el presente, pero no me sentía capaz, no controlaba ese almanaque que era mi vida y por eso el futuro iba a ser el que fue, nada se podía cambiar.

Las pesadillas sobre la muerte, mi muerte, no han sido muy frecuentes, pero sí muy intensas. No eran premonitorias, en el sentido de que fuera a morir como me veía morir en sueños, pero sí claros avisos de que la muerte andaba acechando cerca. La pesadilla más terrible en este sentido fue la de una especie de viaje astral en el que yo iba avanzando hacia el futuro. En un momento determinado me planteaba la posibilidad de avanzar hasta el momento de mi muerte. De alguna manera sabía que se podía hacer y estuve a punto de hacerlo. Yo estaba muerto, en un ataúd, en una especie de salón de un tanatorio, muy grande. Sobrevolaba ese ataúd y estaba a punto de asomarme y confirmar sin lugar a dudas que el muerto era yo. Eso no implicaba nada, puesto que lo más probable sería que no pudiera ver las circunstancias de mi muerte, ni la edad, aunque ver mi rostro me daría una idea, tampoco sabría si la muerte había sido violenta o natural. Verme en aquel ataúd no implicaba cambiar los pasos que me llevarían hacia aquel momento, y sin embargo era incapaz de hacerlo, de verme muerto. No sabía por qué, no es lo mismo ver cómo te estás muriendo, las circunstancias de tu muerte, que verte ya muerto en un ataúd. Recuerdo aquella pesadilla como uno de mis momentos oníricos más espantosos, tal vez porque si podía certificarlo, la posibilidad de ver lo que quisiera, de pasar a las circunstancias de mi muerte, de ver repetida esa escena, de poder seguir paso a paso el camino cronológico que me llevaría a la muerte, sería una posibilidad real y tan angustiosa que no era posible dar ese paso, y no lo di, me alejé del ataúd y quedó la duda, nunca sabría si la persona que estaba en aquel ataúd era yo o cualquier otro.

Ese momento de la muerte sí me ha ocurrido en sueños, solo que no parecía real, era tan improbable que ni siquiera me planteé la posibilidad de estar teniendo un sueño premonitorio. Estaba en unos túneles subterráneos, tal vez del metro. Un hombre me robó algo, ni siquiera sabía qué era lo que me había robado, no parecía muy importante, sin embargo, lo perseguí hasta acorralarlo contra un muro. Le exigí la devolución de lo robado y entonces él sacó una pistola y me apuntó al pecho. Me amenazó con matarme, pero no me importó. Era como si quisiera suicidarme y aquella fuera la ocasión perfecta. No creí que lo fuera a hacer, no podía ser tan fácil. Sin embargo, ocurrió, aquel hombre disparó su pistola y sentí la bala golpearme el pecho. Iba a morir y todo por ser un imbécil, ya que por mucho valor que tuviera lo que me había robado no era suficiente para luchar por ello a costa de la vida. No pude soportar aquella muerte que se estaba produciendo ya y de forma real y me desperté. La interpretación que hice de aquel sueño al despertar es que tal vez hubiera contactado con la mente de alguien al que le estuviera pasando eso mismo en la vida real. La conclusión que saqué fue que por mucho que uno desee la muerte, cuando te enfrentas a ese momento, no eres capaz de asumirlo. Como me ha ocurrido en este último episodio de experiencia cercana a la muerte, si morir fuera fácil y rápido, sin dolor, puede que no te importara morir, pero pasar por la degradación lenta del cuerpo, con todo lo que eso supone, es algo insoportable. No quieres morir, de ninguna manera, y tratas de sobrevivir como sea posible, si no puedes hacer nada, no lo haces, pero al menos mantienes el firme deseo de vivir. Otra de las circunstancias curiosas en mis pesadillas de muerte son las personas o entidades que aparecen a mi lado. En una de ellas ocurrida unos meses antes del episodio de mi experiencia cercana a la muerte, aparecía un semicírculo de entidades vestidas completamente de negro, no sé si con capas o túnicas. De ellas parecía emanar un gran poder, eran como grandes maestros, solo que en lugar de pertenecer a la gran hermandad blanca parecían pertenecer a la negra. Al menos sus ropajes así parecían indicarlo. No tuve duda de que venían a por mí, reclamaban mi vida que siempre fue algo prestado. Yo no quería morir de ninguna de las maneras y me puse a lanzar patadas como un desesperado, como si ello pudiera asustarles y hacerles huir. No podía luchar contra ellos, era una estupidez, a pesar de ello continué lanzando patadas con desesperación. Al final tuve que despertarme, como la única opción de terminar con aquella pesadilla. Me encontré lanzando patadas de verdad y con la ropa de la cama por el suelo. No era la primera que me sucedía algo así. La defensa en sueños a través de las patadas es relativamente frecuente en mis pesadillas. Cuando hay alguien durmiendo conmigo en la cama tengo que avisarle de que eso puede pasar y pedirle que me despierte sin contemplaciones. Lo que no entiendo es por qué no viene a visitarme la gran hermandad blanca o la muerte se presenta en forma de luz, de puerta luminosa o de cualquier otra forma que me indique que la muerte va a ser agradable. Por desgracia siempre es desagradable y eso es algo para analizar, mi subconsciente no parece ver en la muerte la liberación que veía durante mi juventud. Leyendo el libro tibetano de los muertos me doy cuenta que la muerte no es precisamente un tránsito fácil y pensar que voy a traspasar un túnel de luz y que al otro lado me voy a encontrar con los seres queridos que me esperan, cariñosos, parece, al menos en mi caso, de una ingenuidad que tira para atrás. En el siguiente capítulo seguiré analizando mi visión de la muerte a través de las pesadillas.





ALGUNAS HISTORIAS SÓRDIDAS XXVIII

11 04 2024

 La muerte de mi padre supuso un cambio muy importante en mi vida, como era de esperar. Mi madre y yo buscamos casa. Mi hermana se había casado muy joven y aunque no vivía lejos, sí lo suficiente para que no nos viéramos muy a menudo. Creo que mi hermano debía de estar ya en la guardia real, a donde fue para evitar el servicio militar o porque aquello le gustaba lo suficiente para probar fortuna. Debió de ser mi madre la que encontró la casa, yo no estaba para cuestiones prácticas. Por suerte la encontró en el centro, justo un par de calles del juzgado donde yo trabajaba, con lo que me bastaba con levantarme un poco antes del momento en el que tenía que hacer mi aparición en el trabajo. Recuerdo bien que era una casa vieja y cochambrosa a la que se accedía por una escalera de piedra. No recuerdo que bajo ella hubiera otra vivienda, aunque sí existía espacio para ella. No recuerdo vecinos, solo una mujer soltera que habitaba otra vivienda que formaba  y con la nuestra, en una especie de ángulo donde se cruzaban las dos casas de un lado, en una de ellas vivía la dueña, y la nuestra. Me resulta difícil describir aquello, aunque en mi memoria aparece bastante claro. Se accedía, desde la calle, por un estrecho pasillo oscuro hasta un diminuto patio en el que se iniciaban las escaleras a nuestra casa, que era pequeña, pero suficiente para nosotros dos. Un pasillo desde la puerta de entrada que giraba a la izquierda. A la derecha estaba la cocina, pequeña pero más grande que la de la mayoría de los pisos modernos. En ella una cocina de carbón nos permitía cocinar y calentar un poco la casa en invierno. A la izquierda una diminuta habitación donde dormía mi hermano cuando venía a visitarnos y la abuela materna cuando nos tocaba tenerla en casa seis meses. Como eran cinco hijos el cálculo es sencillo, venía cada más de dos años. El servicio estaba a la derecha del pasillo frente al dormitorio de mi madre que era el mayor. El mío estaba al final del pasillo y aunque no muy grande era suficiente para mí. Haciendo esquina un saloncito donde teníamos un sofá y la televisión. El suelo de baldosa, creo recordar, salvo el salón que tenía madera o un parqué muy viejo y machacado. En aquella casa viviría los momentos más terribles que pasé en este segundo círculo del infierno.

Creo recordar que debió de ser allí cuando decidí tomar medidas serias para bajar de peso, como haría en momentos críticos en ciertas etapas de mi vida. No me recuerdo yendo a la piscina climatizada donde hacía una hora de natación antes de comer, al salir del trabajo. No podía vivir entonces a las afueras, donde vivimos con mi padre, porque hubiera llegado muy tarde a comer y no recuerdo haber comido tarde nunca. Era preciso adelgazar a cualquier precio, porque, aunque dejé en casa la mariconera que había traído de Madrid para que nadie se burlara de mí y la gabardina que tan mal me quedaba mi sobrepeso era excesivo y muy peligroso para mi salud. Como me ha ocurrido a lo largo de mi vida, cuando llego a una encrucijada, tomó decisiones drásticas que mantengo hasta conseguir los objetivos marcados, como me ha sucedido ahora, en la residencia de ancianos donde estoy en este momento y donde me he recuperado casi por completo del gravísimo incidente de salud que a punto estuvo de costarme la vida. En un par de semanas estaré de nuevo en casa, con una baja de peso increíble, mucho más ligero y recuperado de lo que pude imaginar a lo largo de estos últimos años. Entonces di los pasos necesarios y razonables para alcanzar mi objetivo, que era bajar de peso y adquirir un estado de forma bueno, sino atlético. Para ello me informé de la mejor dietista de León y me informaron de una doctora que tenía la consulta no demasiado lejos del trabajo. Fui a verla y como me sucedía entonces, antes de entonces, ahora y siempre, no puedo resistirme a las mujeres que me gustan y aquella me gustaba mucho. No es que hiciera ninguna tontería, suelo contentarme con mis fantasías eróticas y alguna que otra conducta que pasa desapercibida y sino es así nadie parece darle mucha importancia.

Aquella mujer me puso a dieta, lo que es elemental, pero antes hizo un pequeño experimento que me gustó. Se trataba de pasar una semana comiendo un determinado tipo de alimentos y luego ver el resultado. Lo que me gustó fue que dedujo de todo ello que lo que más me engordaba era la legumbre, algo que mi madre no aceptó de buen grado, siguiendo la leyendo dietética de entonces, no sé si también actual, de que la legumbre es buenísima y hay que comerla al menos dos o tres veces a la semana. Claro que mis platos de legumbre eran terribles, pero supongo que la dieta la seguí a rajatabla con la cantidad estricta de alimento que ella me había marcado, por lo que puedo deducir que algo de verdad tenía su conclusión de que me engordaba más la legumbre que la carne o la grasa. Como a mí la carne y la grasa me entusiasmaban me lo tomé muy bien y ese argumento lo utilicé muchas veces. En resumen, que me puso a una dieta estricta y espantosa, con la que pasé un hambre canina, pero que dio resultado. Sí, porque a los seis meses había bajado treinta kilos. Lo que me ha sucedido en más ocasiones en las que he seguido dietas estrictas. Todo esto acompañado con una hora de natación todos los días en la piscina climatizada de un hotel de lujo cercano, que me costaba un ojo de la cara pero que di por bien empleado cuando tuve que comprarme ropa nueva y mi aspecto mejoró notablemente.

Aquella paciente mujer debió de notar mis extraños comportamientos con ella, pero seguro que, informada de mi aparición en televisión o tal vez ella misma me viera, decidió que lo mejor era tener paciencia con aquel loco. Si bien mi aspecto físico mejoró tanto que yo mismo me autorizaba para intentar ligar como pudiera, mi condición psíquica y mental no se puede decir que mejorara demasiado, aunque sí lo suficiente como para irme olvidando de mi experiencia televisiva y no siendo consciente de las reacciones de los demás ante mi presencia, salvo que fueran muy exageradas. Mi vida cambió lo suficiente como para intentar aventuras que en otro tiempo me hubieran parecido imposibles. Empecé buscando grupos esotéricos o espiritistas en la ciudad y no se me ocurrió otra cosa que acercarme a la delegación del ministerio de cultura o como se llamara en aquella época. La mujer que me atendió debió de alucinar en colorines ante mis preguntas. No obstante mi persistencia y un poco de suerte me llevaría a conocer y contactar con el grupo de rosacruces de AMORC del que formaría parte durante años y tanto influyó en ambos sentidos en lo que llegaría a ser el núcleo de mi estancia en el segundo círculo del infierno. Y fue a través de ellos, en una carambola un tanto delirante, cómo llegaría a conocer a la rubia alcoholizada. Ya sé que si algún lector está siguiendo esta historia, se preguntará, y con toda razón, sobre el por qué del título de este capítulo, cuando esta rubia ha tardado tanto en aparecer y sin duda no tendrá la importancia que tuvieron otras personas y circunstancias. No hay razón lógica para la elección de este título, salvo que enlaza con el del capítulo anterior, el de una rubia con mala suerte. Ambas rubias y ambas maltratadas por la vida y por su mala cabeza y poca voluntad.

El detonante que llegó a producir nuestro encuentro no fue otro que mi interés por comenzar a hablar bien el francés, un idioma que leía con bastante facilidad y que ahora también leo con mucha más soltura. Me dije que podía buscar una nativa con la que mantener conversaciones en francés, porque no me interesaba el estudio de la gramática y de las entrañas de aquel idioma, sino hablarlo con fluidez. Por aquel entonces se me ocurrieron un montón de cosas, a las que me apliqué con total interés y dedicación. Quise bajar de peso y lo conseguí. Quise encontrar grupos esotéricos y lo logré. Quise encontrar una profesora de francés… y la encontré, aunque más me hubiera valido no haberla encontrado.

Solo me quedaba aprender a socializar un poco, perdiendo mi timidez enfermiza y logrando comportarme en sociedad como una persona normal, algo que nunca creí lograr y supongo que no he conseguido del todo, aunque cuando pongo interés todo va bastante bien, aunque muy, muy forzado. Por suerte en la piscina me encontré con dos mujeres que iban a hacer natación a la misma hora que yo y que, con muchísima insistencia, especialmente de una, consiguieron que aceptara tomar algo en la cafetería del hotel y luego quedar con ellas algunas tardes. Estas historias las cuento en la serie de mis relatos de mujeres, aunque aún no he subido ningún capítulo de esta historia a Internet. Puede que lo haga, o no, dependerá mucho de hasta dónde quiera llegar narrando mis años juveniles. Así pues, por un lado, socializaba en el entorno laboral, con mucho sufrimiento por mi parte, eso es cierto, pero a rastras me iban llevando a tomar un café con ellos o un vino con tapa. Esto unido a las constantes visitas del hijo del jefe y sus presiones para salir con su grupo de amigos o ir de pubs y discotecas, acabé socializando, si así puede llamarse con un grupo de jóvenes de mi edad muy típicos de la época, incluido el consumo de hachís que me perjudicó al mezclarlo con la medicación para mi enfermedad mental que seguía tomando. Por otro lado, el grupo rosacruz, aunque cerrado a influencias externas -cada uno personalmente tenía sus amigos y su entorno, pero como tal grupo nos relacionábamos muy poco con otras personas o grupos- también me ayudó a socializar. Recuerdo muy bien que en un cumpleaños que quise celebrar en casa me di cuenta de las muchas personas que conocía, lo suficiente, para que las invitara a mi diminuta casa y más diminuto salón. Debí de haberlo celebrado  en algún bar o cafetería, pero se me metió en la chola que tenía que ser en casa, y como me ha sucedido siempre que se me mete algo en la chola, lo llevo a cabo aunque las cosas salgan muy mal, la mayoría de las veces.

Allí, ante unas patatas fritas, aceitunas y otras cosillas para picas y beber había gente tan dispar como un mago profesional al que había conocido no sé cómo -debió de presentármelo alguien que le conocía- algunas chicas de aquí y de allá, imagino que las mujeres de la piscina y su círculo piscinil y algunos más que no recuerdo, ni nombres, ni caras ni otras circunstancias. Mi madre que había estado muy preocupada tras mi regreso de Madrid por mi nula sociabilidad y las consecuencias de mi aparición en televisión, se puso muy contenta, asombrada de que hubiera hecho tantos amigos en tan poco tiempo. Yo también lo estaba. Es cierto que tengo una cultura que sería tonto negar, que poseo una labia atractiva cuando me esfuerzo en ello, y que superados los primeros pasos que mi timidez convierte en auténticos abismos, puedo manejarme bastante bien en sociedad. Inicié una etapa que a mi me pareció una nueva vida, como en otras muchas ocasiones, incluida esta. Debo acabar con mis conductas patológicas y vivir una vida lo mejor posible. Al fin y al cabo, se me ha concedido una nueva vida. Eso decía entonces y digo ahora. Entonces porque los intentos de suicidio, terribles, no llegaron a obligarme a cruzar la línea del más allá. Y ahora porque la vida me ha concedido una nueva vida al no permitir que la muerte me haya llevado tras un gravísimo incidente de salud. Solo que esta vez tengo ya edad suficiente para saber que los pocos años que me quedan, muy pocos, deben de ser aprovechados al máximo.

En el próximo capítulo seguiré estas historias paralelas, algunas convergentes, y me centraré en la historia de la rubia alcoholizada, reflexionando sobre el imán que soy para atraer personas marginales que nunca se hubieran encontrado conmigo de no ser por las trampas del destino. En ese sentido estoy bastante de acuerdo con el personaje de mi novela “El buscador del destino”. El destino cabrón que me ha llevado a encrucijadas que nunca debí haber pisado si no hubiera sido con su ayuda y sus trampas.





CITAS DE KRISHNAMURTI IX

8 04 2024

La comprensión es precepción,, no es algo impuesto, ni externa ni internamente…Tenemos ideales externos impuestos sobre nosotros por la educación,, la política, las influencias sociales, el medio. Entonces sentimos que restringen, limitan, controlan, dominan, usurpan nuestro pensamiento individual de modo que desarrollamos nuestros propios ideales -pensamos que desarrollamos nuestros propios ideales, nuestras propias creencias, a las que tratamos de amoldarnos-. Eso es lo que hemos hecho habiendo rechazado lo externo, obedecemos el ideal interno que hemos establecido para nosotros mismos, pensando que así hemos logrado un progreso tremendo. Lo que hemos hecho es rechazar meramente lo externo y establecer nuestras propias creencias; entonces tratamos de imitar, de seguir esas creencias.

Y bien, entiendo que esta idea de seguir, de imitar, de ser guiado, controlado, dominado, es el primer verdadero obstáculo que impide la clara percepción de cualquier experiencia, o impide esa realización plena que hay en la perfecta comprensión, porque toda nuestra mente, cuando obedece, cuando es controlada, se halla dominada por esta idea de la ganancia. Cuando pensamos en la sabiduría, en la comprensión, en la plenitud, lo hacemos en términos de acumulación, no de una flexibilidad infinita y, por lo tanto, eterna. Aquello que es flexible, es perdurable pero lo que esta cargado es la consecuencia de muchas, muchas acumulaciones, por lo tanto, es susceptible de resistencia, es transitorio y no puede comprender.

Lo que genera comprensión no es el escuchar, el mero escuchar, sino más bien el tratar de realizarlo en la acción. Expongámoslo de otra manera. La mente y el corazón son el resultado del medio en que viven, y entonces ese medio controla la manera cómo piensan y sienten, No digan ¿Es eso todo, solo mente? Tiene que haber algo más, algo mucho más duradero. Dije que para descubrir eso debemos comenzar con las cosas que conocemos; debemos partir desde ahí, no desde una cosa misteriosa que no conocemos y acerca de la cual no podemos sino entregarnos a fantasías. Por lo tanto, la mente y el corazón, el pensamiento y el sentimiento son el resultado de nuestro medio, y mientras seamos esclavos de ese medio, no puede haber comprensión, no podremos vencer al medio vencer al medio es comprenderlo.

O sea, el medio es, después de todo, el sistema social y ese sistema que llamamos religión, compuesto de numerosas doctrinas, creencias, dogmas, innumerables prejuicios, y la mente es esclava de este medio. Por ejemplo, si uno depende de la mente para su subsistencia, como ocurre con la mayoría, está controlada en gran medida por las creencias que sustenta.

Krishnamurti, Jiddu, Obras completas. Conferencias y charlas dadas por todo el mundo.





ALGUNAS HISTORIAS SÓRDIDAS XXVII

26 03 2024

                                        

ALGUNAS HISTORIAS SÓRDIDAS XXVII

                       EL SEGUNDO CÍRCULO DEL INFIERNO/CONTINUACIÓN

El cambio que se produjo tras la muerte de mi padre fue muy importante. Para empezar, no podíamos continuar en el piso porque los propietarios tenían firmado un contrato de alquiler con mi padre, no con mi madre ni con el resto de la familia. Por lo visto la ley estaba así en aquel momento. Teniendo en cuenta que yo trabajaba en un juzgado y tenía algún conocimiento legal y que podía consultarlo con el propio juez o los compañeros, sin duda que lo mejor era buscar otra casa y marcharse. Tal vez hubiéramos podido tener alguna opción de quedarnos si nos hubiéramos metido en un pleito, pero gastar dinero en abogados y meterme en líos justo después de mi apoteósica llegada al juzgado, no debió parecerme el mejor camino. Me resulta complicado diseñar una cronología que me permita situar cada uno de los acontecimientos que se fueron sucediendo en su verdadero contexto. No recuerdo cuánto tiempo estuve en aquel piso hasta la muerte de mi padre y me resulta imposible acoplar lo que iba ocurriendo en mi vida laboral con el transcurso de su enfermedad. Cuando tomé posesión de mi nuevo puesto en el juzgado había un juez ya mayor que debió jubilarse al poco de llegar yo, o tal vez ascendiera a la audiencia provincial. Era un hombre serio, al menos así lo recuerdo, con el que no tuve ningún trato. Si recuerdo bien al resto de los compañeros con los que conviviría bastantes años. Mi superior inmediato en la sección de civil era un oficial muy competente que llevaba en aquel juzgado mucho tiempo, junto con otros compañeros de la sección penal, dirigida por un oficial un poco mayor que él, un gallego de trato agradable y una auxiliar también de su edad o un poco más joven. El agente judicial era un hombre de buen trato de la edad de los demás. Los únicos jóvenes, que acabábamos de tomar posesión era mi compañera a la que dictaba el oficial de lo civil, que estaba muy cerca de mí, al que habían adjudicado una mesa y una máquina de escribir. Esta chica que me resultaba muy atractiva aparece en mi novela El Loco de Ciudadfría, tan autobiográfica como ficticia, puede que a un cincuenta por ciento. Me resulta ahora bastante incomprensible que la sección civil tuviera un oficial y dos auxiliares y la penal solo un oficial y una auxiliar, no parece que la plantilla estuviera muy equilibrada, salvo que hubiera una plaza sin cubrir, algo muy probable puesto que pronto llegaría otra chica, también muy atractiva que se unió a la sección penal. Con estos compañeros comenzaría mi andadura laboral que tantas complicaciones tuvo y en la que se incrustó mi etapa infernal de telépata loco, que es el núcleo de este segundo circulo del infierno dantesco.

Recuerdo muy bien que al llegar los nuevos auxiliares tuvo que cesar un interino que resultó ser el hijo del oficial de lo civil y con el que luego mantendría una relación amistosa muy peculiar y algo toxica, al menos para mí. Ahora, desde la distancia, puedo ver con bastante objetividad todo lo que ocurriría durante aquellos años y encontrar una línea, sino cronológica, si bastante lógica y racional. Entonces no era muy consciente de que el trato que se me dispensaba tenía que estar necesariamente muy relacionado con el conocimiento que todos ellos tenían de mi aparición en televisión. Aunque yo lo negara en aquel episodio que ya he relatado más arriba cuando un compañero de otro juzgado me preguntó si yo era el mismo que había salido en el programa de Ïñigo, lo cierto es que no debió de creérselo, ni él ni nadie, puesto que tenía el mismo aspecto y llevaba la misma ropa con la que aparecí en aquel programa televisivo que de alguna manera marcaría mi vida, a veces sin yo saberlo, otras sabiéndolo pero tratando de no ser consciente de ello. Es evidente que el comportamiento de mis compañeros de juzgado, de otros juzgados y en general de todo el mundo judicial de aquella capital de provincia se vio muy influido por el conocimiento de que yo era, sin duda, el famoso loco que había salido en un programa de gran audiencia para defender como lo más racional del mundo, su deseo de abandonar esta vida, de suicidarse de una vez, o al menos de intentarlo hasta conseguirlo. Nadie me dijo nunca nada al respecto, hicieron como que aceptaban mi deseo de no recordar aquello y de pasar lo más desapercibido posible. Sin embargo su comportamiento hubiera sido cristalino para cualquiera que no fuera tonto de remate, y yo no lo era, aunque el bloqueo que puse a mi mente a la que ordené que escondiera bajo tierra, en lo más profundo, aquella época de mi vida, así pudiera hacerlo parecer a los testigos de mis andanzas, Notaba una compasión excesiva, molesta, asfixiante. A lo largo de mi vida sabría muy bien cómo se siente alguien que se considera igual que los demás o incluso superior en algunos temas, como el intelectual o cultural, por ejemplo, y que sin embargo es tratado como un disminuido psíquico o como se denominaba en aquellos tiempos, un subnormal. Así, en efecto, me sentía yo, se tenía conmigo un exquisito cuidado al decirme las cosas, al proponerme esto o aquello, al protegerme de situaciones que ellos consideraban iban a afectarme. Eran malos tiempos para la enfermedad mental, para la psiquiatría, para los enfermos mentales, para sus familiares y para la sociedad que tenía que enfrentarse a este problema sin saber de la misa a la media y sin querer saber nada. Una hipocresía ridícula y mezquina, lo inundaba todo. Lo políticamente correcto era un valor superior a cualquier otro. Así pues, si en un principio fui aceptado con reticencia, como a un loco al que no se le podía privar de su condición de funcionario y ciudadano, pronto comprendieron que yo era una buena persona que intentaba ser amable con todo el mundo, que procuraba hacer favores a todo el que me los pidiera y alcanzar casi la condición de santo católico en su exacerbado comportamiento que deseaba alcanzar las cumbres más altas de la bondad. En esto tenía una parte muy importante de culpa la formación religiosa que había recibido y la lectura casi patológica de las vidas y hagiografías de santos católicos.

Este comportamiento me crearía muchos problemas, y unido a una timidez enfermiza y malsana que me impedía ser asertivo, incapaz de decir “no” a cualquier cosa que se me dijera o propusiera, convertiría aquella etapa de mi vida en un auténtico infierno, en el segundo círculo del infierno, para ser más exactos. No me apetecía nada salir con el hijo del jefe a tomar un vino tras el horario de la mañana. Yo era un ser asocial y más después de mi etapa madrileña, el primer círculo del infierno. En aquellos momentos aún seguíamos teniendo el horario laboral partido, mañana y tarde. Aunque puede ser que no fuera así y que hubieran puesto un horario intensivo durante mi última etapa laboral en Madrid. Lo cierto es que, en aquel juzgado, como en otros muchos, se funcionaba un poco al margen de las reformas que se iban haciendo en el mundo de la Justicia. El juez pasaba bastante olímpicamente de lo que se hiciera en los negociados de su juzgado mixto, civil y penal, la separación vendría después, al menos en las ciudades pequeñas, mientras los asuntos se tramitaran bien y llegaran a sentencia con las mínimas garantías. Muchos secretarios se conformaban con sacarse un sobresueldo con las tasas, que existían entonces, y procurando llevar al día, en lo posible, la sección de civil, con sus correspondientes embargos y demás diligencias, por las que cobraban una parte de la correspondiente tasa. Entonces muchos secretarios se hicieron de oro y dejaban en manos de los oficiales más carismáticos el funcionamiento de los correspondientes negociados. Eso explica que mi jefe pudiera decidir que fuéramos a trabajar también unas horas por la tarde, que se compensaban saliendo antes de trabajar por las mañanas y entrando también más tarde. No existía el famoso horario intensivo de 8,30 a 15 horas que vendría ya con los correspondientes controles de entrada y salida, al principio firmando solo en el correspondiente libro. Es imposible que recuerde si a mí se me pidió opinión o parecer, porque ha transcurrido demasiado tiempo y aunque se me hubiera pedido yo hubiera dicho que sí, como una oveja a la que le pesara demasiado la cabeza, incluso puede que no pronunciara ni palabra, el simple gesto de dar una cabezada era suficiente para mí y también para ellos. Decía que sí a todo el mundo, a mi madre, al resto de la familia, amigos y conocidos, a cualquiera que se cruzara en mi camino. Si a todo sin excepciones. Si alguien me hubiera dicho que saliera corriendo y me tirara por un puente, yo hubiera cabeceado y lo habría hecho. Desde luego que esto que estoy diciendo es un poco exagerado, aunque les aseguro que no mucho.

De esta forma me vi trabajando por las tardes y saliendo por las mañanas a la hora del vino con el hijo del jefe, que muy sonriente me llevaba a un bar donde conocía y era amigo de un camarero que nos sonreía y nos trataba como a príncipes, poniendo alguna tapa de más con el vino o lo que fuera e incluso no cobrándonos alguna que otra consumición cuando su jefe no estaba a la vista y podía enmascarar la contabilidad que no debía de ser muy estricta. Sería injusto y mezquino si no admitiera que aquellas escapadas diarias me venían bien, para ir socializando poco a poco, más bien muy poco a poco, y que aquel hijo de mi jefe, con el que luego establecería una relación amistosa y de confianza muy estrecha, tuvo un peso importante y positivo en la conformación de un carácter más sociable, aunque lo cierto es que en toda relación en la que uno es incapaz de decir que no a nada, en la que no hay ninguna asertividad por una de las partes, no deja de ser una relación tóxica y dañina para el más débil. Yo debí haber dicho que no a muchas cosas, por ejemplo, a beber vinos o cervezas, puesto que continuaba con la medicación para mi enfermedad mental y el alcohol era veneno, mucho más mezclado con una medicación terrible, de antipsicóticos y antidepresivos, entre otros. Eso me hacía mucho daño. Es cierto que alguna que otra ve lograba imponerme y pedía un biter Kas o algo por el estilo, pero siempre acababa bebiendo demasiado alcohol. Pero lo que peor me venía eran los porros. Ya en Madrid había sufrido experiencias nefastas, como el mal viaje que relato en uno de los libros anteriores de esta larga historia. Aquí comprobé dolorosamente que yo era un tipo raro, muy rarito, puesto que toda la juventud fumaba hachís o marihuana, sino comenzaba ya a caer en las drogas duras, la heroína, luego vendría la cocaína, que recuerde. El que el hijo de mi jefe, mi amigo, fumara porros de hachís fue para mí una pésima noticia, puesto que me presionaba demasiado para que yo pudiera resistirme. Ya en Madrid había comprobado lo mal que sentaba a los miembros de un grupo que uno de ellos se negara a fumar, porque no soportaban reírse de cualquier tontería a mandíbula batiente mientras tú permanecías serio, porque maldita la gracia que tenían sus chistes y bromitas. Ellos estaban en sus mundos de colorines, donde todo era divertido y alucinante, y tú, que seguías en una realidad chata y gris, desentonabas completamente. Por eso era preciso dejar el grupo o fumar. En este caso si yo seguía persistiendo en mi negativa tendría que romper brusca y coléricamente la relación, con las consecuencias, no solo de perder la única relación social que tenía sino de enemistarme seriamente con el jefe convirtiendo mi vida laboral en un infierno mayor. Con el tiempo el padre de mi amigo, mi jefe, me pediría que vigilara a su hijo y le contara si le daba a la droga, especialmente a la dura. Esto me complicó aún más las cosas.

La mayoría de las personas de las que hablaré en esta narración de mi etapa en el segundo círculo del infierno están muertas, con toda seguridad, puesto que me llevaban varias décadas y yo ahora soy un viejales, o casi, como lo prueba el hecho de que esté en una residencia de ancianos, aunque solo sea temporalmente. A pesar de ello no voy a hablar de ellos sino lo estrictamente imprescindible para que el decorado en el que me voy mover no sea incomprensible y falso. No se trata de la mezquina venganza tras muchos años, cuando aquellos a los que vas a poner a caer de un burro están muertos. El resto de “personajes”, llamémoslos así, de mi edad o mi generación, pueden que estén en una situación parecida a la mía, mejor o peor, deslizándose por el último tramo del tobogán de la vida. No, no voy a cebarme en ellos, sino en mí, porque me merezco todo lo malo que diga de mí mismo, me merezco todas y cada una de las consecuencias kármicas que se han derivado de mis actos. A pesar de ello los “secundarios” de lujo de esta historia tendrán que aceptar su responsabilidad y culpabilidad en muchos episodios de mi vida, porque así es y de nada sirve ocultar, medir, matizar, suavizar, comportamientos que fueron los que fueron. Después de haber estado al borde de la muerte una vez más, después de haber sufrido todas las consecuencias que tiene una experiencia cercana a la muerte, con sus efectos postraumáticos, algunos realmente dolorosos y molestos, y otros, como la exacerbación de la libido, hasta divertidos, siempre que controles lo suficiente para no meterte en un lío o no hacer daño, por poco que sea a otros que no tienen la culpa de nada, no puedo seguir viviendo como antes, ni mucho menos puedo seguir dejando en la niebla del pasado episodios de mi vida que exigen ser contados. Por varias razones, la primera porque necesito hacer una especie de psicoanálisis terapeútico para ver si puedo dejar de lado de una puñetera vez todos los traumas y problemas mentales que convirtieron mi vida en un infierno. La segunda porque si la venganza es siempre mala, nefasta, la justicia es algo imprescindible, en la vida de cada quisque y en la de toda una sociedad. Por último, porque no creo que me quede mucho tiempo de vida, porque mi salud se ha resentido y cualquier día me puede dar un susto, y sino me lo da mi salud me lo dará Putin o tantos y tantos depredadores, auténticos demonios, que han convertido en un infierno la vida sobre este planeta. Porque ahora soy plenamente consciente de lo contradictorio y ridículo que es hablar de círculos del infierno, referidos a mi propia vida, cuando yo y todo el mundo está inmerso de lleno en un maldito infierno del que parece nunca vamos a salir.

Y puesto en este capítulo el contrapunto a lo que sería mi vida privada en aquella etapa, la relación con mi madre, mis hermanos y todo lo que iría sucediendo fuera del mundo laboral donde el infierno sería más visible, dejaremos para el siguiente el avanzar un poco en el camino familiar y personal. Seré muy, muy discreto en lo que se refiere a mi familia y a todas las personas que tuvieron la desgracia de conocerme, pero no podré evitar referirme a ellos en algunos episodios concretos y muy importantes.





CARTAS SOBRE EL ENFERMO MENTAL XXXIV

25 03 2024

Soria 5 de enero 2018

Hola amigo: Espero que hayas pasado unas felices fiestas dentro de lo posible, yo he estado solo con mis gatitos pero he procurado disfrutar en lo posible, me gusta cocinar y disfrutar de la comida. Mis mejores deseos para el nuevo año, aunque la situación no sea la mejor.

     En cuanto a lo que me dices de sus delirios ella necesita fugarse de la realidad porque no es capaz de afrontarla, eso nos pasa a todos de una u otra manera, en mi caso los aprovecho como escritor para conseguir excelente material para mis novelas que acaban resultando muy creíbles e intensas porque yo mismo he vivido esas historias en mi mente. Ella no tiene capacidad para instrumentalizar esos delirios de forma creativa, escribiendo, pintando o en cualquier otra tarea creativa, pero si puedes ayudarla a representar esos delirios de forma teatral, como si estuvierais representando una obra de teatro. No me parece mal tu actuación ante el espejo, es como si representaras una obra de teatro improvisada y así debes de tomártela, pero intenta que ella participe también, que saque el exterior sus miedos y paranoias, si es preciso que insulte al FBI o le saque la lengua, es muy importante que vaya logrando tomarse con humor esos delirios. En el libro de Jodorowsky, Psicomagia, se habla de estos rituales o teatralizaciones y se apuesta, en el caso de los delirios, por trabajarlos en lugar de tratar de bloquearlos o eliminarlos. De alguna manera es lo que he hecho yo con los míos, los he convertido en novelas que puedo leer, repasar y me doy cuenta de que aunque sea una fuga de la realidad la ficción también lo es y acaba siendo un excelente entretenimiento. Seguirle la corriente y convertir la vida cotidiana en una fantástica obra de teatro improvisada puede dar buenos resultados y hasta resultar divertido si eres capaz de tomártelo con humor. Tu verás cuándo puedes introducir un toque de realidad, como unas gotas de una medicina amarga en la infusión que se va a tomar. Para el delirante no hay nada más doloroso que salir de su mundo de colorines y caminar tocando suelo, por eso hay que llevarle de la mano y hacerle caminar poco a poco, como a alguien que ha tenido un serio accidente y debe seguir un proceso de rehabilitación con mucha prudencia y precauciones.

     Conseguir los papeles y un trabajo la ayudaría mucho, se sentiría más segura y podría tener menos miedo a tocar tierra. Espero que tengáis suerte. La vida es así de frágil y tornadiza, un día eres alguien importante que ayuda a abrir sucursales bancarias en N. Y. y al día siguiente estás sin papeles, presa de la paranoia y lo que fuiste es apenas un sueño. Por eso un guerrero impecable no se apega a nada, sabe que todo acaba desapareciendo, que la realidad es como un río, siempre en movimiento, y el agua que tienes ahora en las manos se te escurrirá poco a poco hasta no quedar nada. Es la filosofía del TAO, el taoísmo, debemos fluir como fluye la realidad. Un guerrero impecable sabe que la vida es un misterio y que está vendido porque hay fuerzas poderosas invisibles que lo controlan todo y contra las que no se puede hacer nada, por eso con infinita dignidad e impecabilidad hace a cada momento lo que tiene que hacer, esa es la tarea que le da dignidad y le hace inquebrantable y diamantino. 

     No es fácil convivir con un enfermo mental, además en pleno delirio, solo lo puede hacer quien ama mucho y por eso tiene una infinita paciencia y es capaz de luchar todos los días sin desfallecer. Lo que no puedes hacer es dejarte atrapar en sus delirios, paranoias y oscuridades. Seguirle la corriente haciendo de sus delirios una divertida representación teatral puede ayudar mucho, tomártelo todo con humor, convencerla de que cuando está mal la mejor medicina es el cariño y que te permita abrazarla durante un tiempo más o menos mayor según la oscuridad que haya en su mente. Se trata también de regresar a la infancia y convertir la vida en un juego. De niños éramos capaces de jugar con cualquier cosa y de convertir los momentos más aburridos en cuentos de hadas. Uno de esos juegos podría ser el de los abrazos, cuando se sienta celosa de la salvadoreña puedes invitarla a que te castigue con diez minutos de un fuerte abrazo, cada momento de celos debe ser pagado con besos y abrazos, pronto esos ataques celotípicos dejarán de ser dramas terribles para transformarse en un divertido y cariñoso juego.

     Desde luego algo hay que hacer. Tengo una amiga enferma mental, a la que trato desde hace más de cinco años y en todo ese tiempo raro ha sido el día en el que no ha repetido su mantra de quiero-morir-quiero-morir. Acostumbra a contarme episodios de su pasado una y otra vez, como si no recordara habérmelos contado. Una conversación de media hora con ella puede ser como una noche de absoluta oscuridad en el campo, intentando que los monstruos invisibles no se apoderen de tu mente. Pues bien, le dije claramente que cada vez que me repitiera el mantra del quiero morir o me volviera a contar por milésima vez ese episodio oscuro de su pasado, yo le iba a hablar de sexo. Parece una tontería, pero es que ella tiene unas ideas muy conservadoras y le repugna todo lo relacionado con el sexo. Mi intención era hacerle ver cómo podían sentirse los demás al escuchar su mantra de quiero-morir y escuchar cómo cuenta los mismos episodios hasta la sociedad. Se podía hacer una idea aproximada de cómo nos sentíamos nosotros al escucharla teniendo que escuchar ella cómo yo la hablaba de sexo con absoluta naturalidad y durante un tiempo tan largo como el que ella utilizaba en contar sus oscuridades. De alguna manera esto era un acto de psicomagia, un libro que te recomiendo. Cuando un enfermo es incapaz de ponerse en la piel del que le está escuchando, ha ido perdiendo empatía, es conveniente utilizar estas estrategias para que acabe dándose cuenta de que los otros existen y no son una prolongación de su mente. También tiene un serio trastorno de alimentación, no come nada. He inventado el juego de describirle cómo me siento comiendo tal o cual alimento, preparando algún plato especial y luego desgustándolo. También trato de conseguir que vea la fantasía como algo positivo que puede utilizar para combatir la oscuridad de su vida. Su argumento es que su vida es así, eso es real, y lo demás es pura fantasía que no sirve de nada. Yo la digo que en mi jardín, que ella conoce porque pasó aquí una semana tras la muerte de su madre, hay un muro que rodea toda la casa y eso es real, absolutamente real, pero también hay dos puertas que se pueden abrir y cerrar y por las que uno puede entrar y salir, y eso también es real, absolutamente real, la realidad es cuestión de perspectiva, si te fijas en el muro te sientes prisionero, si te fijas en las puertas te sientes libre porque puedes entrar y salir. Todas estrategias y juegos exigen mucha paciencia y a veces sus resultados son muy pobres. He tenido que dejar el juego del sexo porque acabó tomándoselo a mal, como si yo quisiera utilizarla como el teléfono caliente, para ponerme yo cachondo. Aparte de todo esto sufre también una fobia a ducharse desnuda y sola y no soporta ver su cuerpo desnudo o que se le hable de las partes anatómicas de su cuerpo. Yo utilizaba un pequeño diccionario de términos que hacían referencia a la anatomía de su cuerpo e iba viendo la intensidad de su rechazo. La sugerí que al ducharse empezara por los dedos de los pies y pensara qué podían tener de repugnantes y así iba subiendo por su anatomía y dejaba las partes más íntimas y que más repugnancia podían darle para el final. Todo iba bien, consiguió ducharse sola, aceptaba bastante bien las conversaciones sobre sexo hasta que una palabra concreta la molestó tanto que he tenido que eliminar ese juego. Es increíble porque esa palabra es perfectamente normal pero para ella tiene una terrible intensidad. El juego de la alimentación tampoco funciona y aunque en general ha tenido algún progreso, tras cinco años, es descorazonante.

     Te cuento todo esto porque vas a tener que plantearte la relación con tu esposa en esos términos, como un juego, como una estrategia, buscando la mayor creatividad, intentando ver lo que le llega y lo que no le llega, lo que da mejores resultados. El cariño, el humor, todo el aspecto lúdico de la vida, la psicomagia, la ritualización de la vida cotidina, pueden dar buenos resultados, aunque hay que tener mucha paciencia porque esto funciona a largo plazo y a veces no funciona. Los niños pueden ayudar mucho si se les involucra en el juego y son capaces de olvidarse de la tragedia de su madre para jugar con ella.

     Espero que poco a poco todo vaya mejorando. Un abrazo fraternal y mis mejores deseos.





CITAS DE LIBROS DE AUTOAYUDA I

12 03 2024

NEVILLE GODDARD

Escritor, orador y místico inglés. Pueden leer su biografía en la wikipedia.

https://en.wikipedia.org/wiki/Neville_Lancelot_Goddard

DE SU LIBRO SENTIR ES EL SECRETO

-El conocimiento de la ley de la conciencia y el método de operar esta ley te permitirá lograr todo lo que desees en la vida…La conciencia es la única y sola realidad, no figurativamente sino realmente. Para explicarlo más claro, esta realidad puede ser comparada con un flujo que se divide en dos partes, el consciente y el subconsciente.

-Lo consciente es personal y selectivo; lo subconsciente es impersonal y no selectivo. Lo consciente es el reino del efecto, lo subconsciente es el reino de la causa. Estos dos aspectos son las divisiones masculina y femenina de la conciencia. El consciente es masculino; el subconsciente es femenino. El consciente genera ideas e imprime estas ideas en el subconsciente; el subconsciente recibe ideas y les da forma y expresión. Por esta ley – primero concibiendo una idea y luego imprimiendo la idea concebida en el subconsciente – todas las cosas evolucionan de la conciencia; y sin esta secuencia no hay nada hecho que sea hecho. El consciente imprime en el subconsciente mientras el subconsciente expresa todo lo que se le imprime. El subconsciente no origina ideas pero acepta como verdaderas aquellas que la mente consciente siente como verdaderas y de una manera que sólo el subconsciente conoce éste objetiva las ideas aceptadas. Por lo tanto, a través de su poder para imaginar y sentir y su libertad para elegir la idea que abrigará, el hombre tiene control sobre su creación. El control del subconsciente se logra a través del control de tus ideas y sentimientos.

-El mecanismo de creación está escondido en la misma profundidad del subconsciente, el aspecto femenino o la matriz de la creación. El subconsciente trasciende la razón y es independiente de la inducción. Contempla un sentimiento como un hecho existiendo dentro de sí mismo y al asumir esto procede para darle expresión. El proceso creativo comienza con una idea y su ciclo corre su curso como sentimiento y termina en una voluntad de actuar. Las ideas son impresas en el subconsciente a través del medio del sentimiento. Ninguna idea puede ser impresa en el subconsciente hasta que es sentida, pero una vez que es sentida – sea buena, mala o indiferente – debe ser expresada. Sentir es la única y sola manera a través de la cual las ideas son expresadas al subconsciente. Por lo tanto, el hombre que no controla sus sentimientos puede imprimir fácilmente al subconsciente con estados indeseados. Por controlar los sentimientos no quiero decir reprimir o suprimir los sentimientos, sino más bien disciplinarse a uno mismo para imaginar y abrigar sólo tales sentimientos que contribuyan a su felicidad. El control de los sentimientos es muy importante para una vida plena y feliz. Nunca abrigues un sentimiento indeseado ni apoyes ningún perjuicio de ninguna forma. No te concentres en tus imperfecciones o en las de los demás. De otra manera estarás imprimiendo al subconsciente con estas limitaciones. Lo que no quieres que te hagan, no sientas que te lo hacen a ti o a otro. Esta es la ley completa de (para) una vida plena y feliz. Todo lo demás es palabrería.

-Cada sentimiento hace una impresión subconsciente que debe ser expresada, a menos que sea contrarrestada por un sentimiento más poderoso de una naturaleza opuesta. El que domina de dos sentimientos es el que se expresa. Soy sano es un sentimiento más fuerte que seré sano. Sentir que seré es confesar que no lo soy; Yo soy es más fuerte que no lo soy. Lo que sientes que eres siempre domina lo que sientes que te gustaría ser; por lo tanto, para que el deseo se realice debe sentirse como un estado donde ya es [una realidad], en lugar de un estado donde no lo es. La sensación precede a la manifestación y es la fundación sobre la cual toda manifestación descansa. Se cuidadoso de tus estados de ánimo y sentimientos, porque hay una conexión irrompible entre tus sentimientos y tu mundo visible. Tu cuerpo es un filtro emocional y soporta las marcas inconfundibles de tus emociones predominantes. Los disturbios emocionales, especialmente las emociones suprimidas, son las causas de toda enfermedad. El sentimiento intenso con respecto a algún perjuicio sin verbalizarse o expresarse, es el comienzo de las enfermedades tanto en el cuerpo como en el ambiente. No abrigues el sentimiento de arrepentimiento o fracaso porque la frustración o desapego de tu objetivo resulta en enfermedad.

-Piensa sintiendo solo en el estado que deseas realizar. Sentir la realidad del estado buscado y vivir y actuar desde esa convicción es la manera de todos los aparentes milagros. Todos los cambios de expresión se traen a través del cambio de sentimiento. Un cambio de sentimiento es un cambio de destino. Toda creación ocurre en el dominio del subconsciente. Lo que debes adquirir, entonces, es un control reflexivo del funcionamiento del subconsciente, es decir, el control de tus ideas y sentimientos. El azar o accidente no es responsable por las cosas que te ocurren, ni el destino predestinado es el autor de tu fortuna o tu desgracia. Las impresiones de tu subconsciente determinan las condiciones de tu mundo. El subconsciente no es selectivo; es impersonal y no respeta a las personas. El subconsciente no se preocupa por la verdad o falsedad de tu sentimiento. Siempre acepta como cierto aquello que tú sientes como verdadero. El sentimiento es el consentimiento del subconsciente respecto a la verdad de aquello que es declarado verdadero. Por esta cualidad del subconsciente no hay nada imposible para el hombre. Lo que sea que la mente de un hombre pueda concebir y sentir como verdadero, el subconsciente puede y debe objetivar. Tus sentimientos crean el patrón desde el cual tu mundo es creado y un cambio de sentimiento es un cambio de patrón.





DEDICADO A LAS MUJERES

8 03 2024

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           DEDICADO A LAS MUJERES

Ayer nuestras madres

Hoy nuestras esposas

Mañana nuestras hijas.

Siempre compañeras

Siempre luchadoras.

Hoy discriminadas

Mañana iguales

Hoy maltratadas

Mañana amadas.

Que mañana sea hoy

Tenemos que lograrlo

Tenemos que conseguirlo.

Son nuestras madres

Son nuestras esposas

Son nuestras hijas

Son nuestras hermanas

Son nuestras almas.

Son iguales a nosotros

Son los genes del universo.

Son lo que amamos

Son lo que somos

Son lo que seremos.

Son los espejos de la vida.

Están maltratadas

Están discriminadas.

Son humilladas.

Son asesinadas.

Que sean amadas.

Que siempre sean amadas.

Nuestras compañeras.

Nuestras iguales.

Nuestras hermanas.





CARTAS SOBRE EL ENFERMO MENTAL XXXIII

2 03 2024

Querido amigo: Siento de corazón que estéis pasando unos momentos tan duros, la vida a veces se pone muy cuesta arriba y hay que sacar todas las fuerzas de que disponemos. Si necesitas hablar puedo llamarte, tengo mucho tiempo libre. En cuanto a tu esposa es normal que con problemas de salud tan serios, la pandemia y vuestro hijo el ánimo se desplome. La etapa por la que pasa tu hijo es muy frecuente en las personas con enfermedad mental que toman medicación, todos quieren dejarla en cuanto se sienten mejor, por desgracia los efectos secundarios de la medicación siguen siendo muy fuertes y todos sueñan con poder prescindir de ella, pero en su caso sería muy grave, primero por la enfermedad que tiene, imposible de controlar sin medicación, y segundo porque son tiempos muy complicados para un enfermo mental. Todo se desmorona a su alrededor y sin la medicación pueden caer fácilmente en los estados psíquicos que ya conocen muy bien. Imagino que su psiquiatra estará intentando quitarle esa idea de la cabeza, lo único que podéis hacer vosotros es decirle la verdad, con respeto y cariño. Que no va a poder seguir como hasta ahora si abandona la medicación. Me acaban de comunicar que uno de mis amigos está internado. Lo esperaba porque estaba muy delirante, para mí que estaba atravesando un brote psicótico con ideas muy delirantes y peligrosas. El problema es que cuando salga volverá a las andadas porque no soporta la medicación y pone muy poco de su parte para dejar de fumar marihuana y enfrentarse al problema con realismo. Si por desgracia tomara la decisión de abandonar la medicación no quedaría otra que buscar fórmulas para que tuviera un seguimiento médico y siguieran poniéndole la inyección. El deterioro en estos casos suele ser bastante rápido y muy difícil convencerles de que vuelvan a medicarse cuando estando más o menos bien no lo han aceptado. Si la situación se deteriora tanto que hubiera que tomar decisiones no debéis sentiros culpables si os veis precisados a un internamiento.

 Los valores espirituales son imprescindibles para afrontar momentos como estos. Sin ellos yo me habría derrumbado ya. No se trata de creer a pies juntillas dogmas que la razón rechaza pero sí encontrar valores que nos permitan seguir de pie cuando todo se desmorona a nuestro alrededor. Sin ellos soportar el sufrimiento y ver cómo la vida se convierte en una pesadilla es casi imposible. Es normal que no te sientas inspirado para pintar, a mi también me pasa a veces con mi escritura, no intento forzarme, gastar fuerzas en hacer algo que se te niega solo te quita fuerzas, pero sí te sugeriría que intentaras algún tipo de actividad, aparte de la de amo de casa, que te permitiera tener ocupada la mente.

     Yo estoy bien, también dentro de lo que cabe porque paso momentos complicados, he dormido muy poco durante una temporada, he tenido problemas de salud, en verano el estómago se rebela y a veces caigo en depresiones que me vuelven muy apático, pero no me preocupo, sé que siempre salgo de ellas y procuro dejar que pase el tiempo, intentando ocupar mi mente con la lectura, escribiendo si me siento con ganas, viendo series o películas. Por suerte también tengo a los gatitos que me obligan a levantarme de la cama y cuidar de ellos. Estuvo aquí mi hermana y mi sobrino, comimos en el jardín y al final hablamos de lo ocurrido. Son casi treinta años sin vernos. Tuve que sacar yo el tema porque mi hermana parecía no estar interesada. Al final descubrí que al parecer sabía muy poco de lo ocurrido ya me mi madre no le comentó nada. No me lo creo del todo, pero se sorprendió mucho al enterarse de ciertas cosas. Por aquí el calor a veces es insoportable para mí, que no soporto las altas temperaturas pero por suerte aquí se lleva mucho mejor el calor. A veces me invita algún vecino a comer en su jardín y una vecina se empeñó en que fuera a su jardín a escribir sus novelas, y allí estuve, creo que necesitaba hablar. El futuro me deprime un poco porque no se ven horizontes claros, pero intento vivir lo mejor posible. Llevo un tiempo catalogando los libros de mi biblioteca, un entretenimiento que no me exige mucho esfuerzo y me ocupa bastante tiempo. 

     No te cortes si quieres escribirme o hablar conmigo, no me molestas en absoluto y tampoco me deprimes, estos temas ya no me afectan como antes. Me ha gustado mucho el cuadro que me has mandado y espero me permitas usarlo en el blog. Hablo de vez en cuando con mi hija que está en Rumanía, donde parece que están tan mal como nosotros, con mi hijo que está bien, lo mismo que su abuelo. Mi ex me llamó hace unos días y estuvimos hablando largo rato. Me alegra ver que las personas a las que quiero están bien y quieren hablar conmigo. Confío en que tu hijo reflexione y trate de llevar la medicación lo mejor posible. Un abrazo y mucha suerte. 





CARTAS SOBRE EL ENFERMO MENTAL XXXII

24 02 2024

SORIA 31 DE AGOSTO 2017

Querido amigo: No es ningún abuso por tu parte, cuando me ofrecí en mi
blog a intentar ayudar con mi experiencia a enfermos mentales y
familiares no puse ninguna condición en el tiempo ni en la extensión
de mi ayuda, siempre que esté en mi mano.

      Es muy buena noticia de que haya dado negativo en drogas, eso
hubiera complicado las cosas hasta el extremo. Si tampoco bebe solo hay
que enfrentarse a la enfermedad, que ya es bastante.

     En cuanto a lo que me dices de utilizar spray de pimienta o
pistola taser, te copio un párrafo de un artículo del periódico de La
Razón.

     En España, las pistolas eléctricas son armas exclusivas para uso
policial y militar. Se encuentran reguladas por el artículo 5.1. del
Reglamento de Armas, junto con las semiautomáticas y los sprays de
defensa. No las pueden comprar ni civiles, ni policías o militares por
su cuenta: solo los cuerpos policiales o militares.

     Como ves, eso está descartado. Por otro lado eso sería considerar
la relación con el enfermo como una guerra en toda regla, y así se lo
tomaría él, te lo aseguro. Todo el mundo tiene derecho a defender su
integridad física y por supuesto,su vida, pero antes de llegar a un
extremo semejante con una persona con la que se convive en un
domicilio, enfermo mental o no, hay que plantearse otras alternativas.
En este caso siempre sería preferible intentar un internamiento
judicial forzoso, por ejemplo cuando vuelva a ponerse tan agresivo que
golpee puertas o paredes o rompa objetos. Es preferible llamar a la
policía y que ellos se encarguen de ponerle a disposición judicial. En
este caso el juez, previo informe del médico forense, puede considerar
que su comportamiento se debe a una enfermedad mental y acordar su
internamiento forzoso por el tiempo que se estime conveniente.

    Entiendo que la convivencia en estas condiciones no es posible y
puede convertirse en un infierno, pero cualquier actuación defensiva
puede generar graves problemas legales. Las condiciones de la defensa
propia están reguladas por la ley y la utilización de medios
defensivos como la pistola eléctrica, no solo es ilegal, sino que se
ha comprobado que puede generar serios problemas, incluso la muerte,
como se ha visto en numerosos casos en USA e Inglaterra. Cuando se
llega al extremo de empezar a medir cómo debo enfrentarme a una
persona que me puede agredir físicamente, midiendo lo que dice la ley
y las consecuencias, lo mejor es tomar ya decisiones drásticas, como
puede ser poner en conocimiento de la fiscalía correspondiente la
situación en la que se está viviendo y que no se puede seguir así
durante más tiempo. Ellos se encargarían, o bien del internamiento
forzoso, o bien, si así lo considera conveniente el médico forense, ir
directamente a la incapacitación del enfermo y su tutela por parte de
alguna administración pública.

      Te sugiero que leas estas historias que aparecen en la sección
correspondiente de mi blog. En ellas mi amigo Bautista, un gran
luchador por los enfermos mentales y familiares en España y precursor
del asociacionismo de los familiares de enfermos mentales, me contó
cómo se enfrentó él a la enfermedad mental de dos primos,
esquizofrénicos paranoides, cómo tuvo que enfrentarse a la violencia
de uno de ellos, lo que le llevó a preguntarse por qué un enfermo
mental puede llegar a la violencia con otras personas y de ahí sacó
toda una filosofía de la conducta que debe seguirse con el enfermo
mental que actúa violentamente. Según él me aseguró, y le creo, tras
un par de enfrentamientos violentos con su primo, cambió radicalmente
la forma de tratar a los enfermos mentales y desde ese momento no
volvió a tener el menor problema de agresión física con ningún
enfermo, a pesar de que trató con centenares de ellos durante su vida.
Estos relatos se titulan «Las historias de Bautista» y te paso el
enlace. Te sugiero que comiences desde el capítulo primero, que está
al final de todo y vayas subiendo, capítulo a capítulo, hacia arriba.

       Un enfermo mental no suele llegar nunca a la violencia física
si no se le falta al respeto, se le insulta, se le humilla, se le
contradice sistemáticamente, como si fuera tonto. El miedo es libre,
pero cuando uno no puede convivir con un enfermo sin cerrar las
puertas con llave, y se está siempre atento a la posibilidad de que
pueda atacar por sorpresa, por ejemplo estando dormidos, algo que es
rarísimo que ocurra, lo mejor es tomar otras medidas drásticas, como
estas de las que te he hablado más arriba.

        Un abrazo





LOCOS EGREGIOS XI

17 02 2024

      LOCOS EGREGIOS

OSKAR KOKOSCHKA

…sobre escollos negruzcos

Se precipita ebrio de muerte

El temporal abrasador…

LA NOCHE

TRAKL ANTE EL CUADRO DE OSKAR AL QUE LLAMÓ LA NOVIA DEL VIENTO

Leyendo el libro de Andrea Camilleri, La criatura del deseo, sobre la relación entre Oskar y Alma Mahler, he recordado cómo hace años oí hablar de este pintor sin dar el paso de intentar conocer su vida y obra. Tal vez se debiera a que su fama de excéntrico, pervertido, raro, me hiciera pensar en que se trataba de un enfermo mental, uno más, y a pesar de lo mucho que he escrito en este blog sobre enfermedad mental, ya me sentía un poco harto de tanto escritor, artista, músico, intelectual con claros rasgos de enfermo mental. Sigo estando convencido de que la enfermedad mental poco tiene que ver con un desarrollo extremo de la creatividad. A lo largo de mi vida como enfermo mental he conocido a muchos enfermos que poco o nada tenían de genios, ni siquiera de creadores o autores en el terreno de la cultura. El hecho de que haya muchos escritores, músicos, artistas, con claros signos de enfermedad mental, diagnosticados o no, poco o nada tiene que ver con una supuesta exacerbación de la creatividad debido a la aparición de la enfermedad mental. Mi experiencia como enfermo mental y escritor, creador, me dice que ambas condiciones no tienen que ir necesariamente unidas. Lo mismo que en el difuso terreno de la normalidad hay toda clase de personas (hay gente pa tó, como dijo aquel torero cuando le presentaron a un escritor), en el mundo de la enfermedad mental hay toda clase de personas, buenas, malas, regulares, creativas, menos creativas, nulidades, altas, bajas etc etc, por lo que no es de extrañar que también nos encontremos con creativos y artistas de toda clase y condición. Sería interesante conocer una estadística a fondo sobre el grado de genialidad y creatividad entre las consideradas personas normales y los que sufren alguna enfermedad mental. Sería interesante, pero no conozco ninguna estadística, ni creo que exista. En el supuesto de que algún día se lleve a cabo esta curiosa experiencia, no creo que en el mundo de la enfermedad haya una gran desproporción respecto a la genialidad y la creatividad con el mundo de la normalidad.

Dicho esto, una posible disculpa tonta por mi desconocimiento de este genio de la pintura, debo decir que no he encontrado ningún trabajo sobre la posible patología o enfermedad mental que pudo haber sufrido Oskar, no al menos en Internet, por lo que me limitaré a un análisis nada profesional de su vida y su conducta respecto a la posible existencia de una enfermedad mental. Empezando por lo que más me ha llamado la atención, la existencia de una madre al parecer muy controladora y autoritaria, en el libro de Camilleri se mencionan detalles tan reveladores como que Oskar buscara estudios lejos de la casa de su madre para evitar que ésta conociera a su amante, y cuando la pareja de amantes rompió, se cuenta cómo la madre de Oskar paseaba frente a la casa de Alma con una mano en el bolsillo de su abrigo, como si portara una pistola, como intentando sugestionarla con la macabra idea de que si volvía con su hijo, sería capaz de pegarle un tiro.

Esto me hace recordar lo que un psiquiatra me dijo un día cuando me propuso llevar a cabo un psicoanálisis en profundidad, es decir durante muchos años o toda la vida. Después de una consulta rápida que me hizo pensar que prefería buscarme otro porque aquel parecía seguir a rajatabla el popular dicho de que un psiquiatra suele estar más “tocado” que sus pacientes, intentó convencerme de que iniciara el psicoanálisis con él, puesto que sin duda me iba a curar. Estaba convencido de que la causa de todos mis problemas mentales estaba en la relación con mi madre. Sin perjuicio de que esto pudiera ser muy freudiano o muy junguiano, o muy psicoanalítico, siempre he creído que no deja de ser un lugar común sin más verosimilitud que la que uno quiera darle. La relación con la madre, especialmente con una madre controladora y autoritaria, no deja de ser una buena razón para pensar en que determinada patología puede tener relación con ello, pero una enfermedad mental no tiene una única causa ni una causa básica, en ella hay de todo, desde algo de genética, algo del ambiente familiar y cultural donde se ha desarrollado el enfermo y de otros desencadenantes que hayan podido hacer aflorar el trauma o la enfermedad. Sin embargo, este dato me parece bastante relevante a la hora de analizar la personalidad y la patología del ilustre genio. Una madre dominante y controladora y un hijo que la deja hacer, sin oponerse férreamente a ello, y tomar las medidas oportunas, ya es de por sí bastante indicativo de una enfermedad mental, como las manchas rojas lo son del sarampión. El hecho de que en un hospital militar de Viena fuera sometido cada dos semanas a descargas eléctricas para provocarle artificialmente espasmos cerebrales como cuenta en su biografía, tampoco parece un hecho de una relevancia absoluta. Yo mismo fui sometido a electroshock durante mi juventud, pero eso no confirmó ningún diagnóstico de enfermedad mental, simplemente experimentaron conmigo como con una cobaya. Las autoridades sanitarias del ejército deciden mandarlo a Estocolmo para ser paciente del profesor Barany, un estudioso de los trastornos cerebrales que en 1914 había recibido el premio Nobel.  Allí lo tratan, pero él solo recuerda las para él torturas del sillón giratorio del profesor. Finalmente lo declaran curado y mentalmente sano, lo devuelven y se le concede la licencia en su condición militar. Esto solo indica lo excéntricos que pueden ser a veces los estudiosos de los trastornos mentales. Lo que sí me parece un indicativo sólido de enfermedad mental fue su enrolamiento en el ejército, tras su ruptura sentimental con Alma, buscando en la guerra un suicidio sobrevenido y muy fácil, porque nada es más probable que la muerte en una guerra. La elección del suicidio como salida a un trauma sentimental ya habla con claridad de enfermedad mental. Tal vez sea el suicidio el indicio más claro de un trastorno mental severo. Y la forma en que Oskar lo busca no deja de ser tan sencilla como sutil y rebuscada para la mente de un enfermo mental.

Hay otros detalles típicos de la patología de un enfermo mental, tales como la patología celotípica, que, dejando aparte la época y la situación de la mujer, nos sitúan a Oskar en el terreno de la enfermedad mental. Camilleri cita un párrafo del diario de Alma que es muy sintomático en este terreno. “No tenía permiso para mirar a nadie ni para hablar con nadie. Insultaba a todas mis visitas y siempre estaba esperándome, al acecho. La ropa tenía que cubrirme hasta el cuello y las muñecas. No podía cruzar las piernas al sentarme. Todo aquello era completamente absurdo”. Los extremos a los que llegó Oskar en su celotipia superan ya los linderos de este terreno tan desagradable y tan doloroso para el que se ve atrapado por una de las peores obsesiones que se pueden tener, la de los celos, para convertirse en un signo muy claro de enfermedad mental. Oskar llegó a sentir celos del fallecido marido de Alma, Gustav Mahler, no soportando que tuviera un busto del músico con ella.

El colmo de los colmos de la patología de KOKOSCHKA fue sin duda el de la muñeca de Alma que mando fabricar a una artista de las muñecas Hermine Moos, quien debió de soportar la intransigencia de Oskar respecto a la perfecta similitud de la muñeca con su modelo, Alma Mahler. Andrea Camilleri lo describe muy bien con citas de las cartas que dirigió a Hermine. Todos sabemos como funcionan estas cosas en el mundo del erotismo y de las extrañas vivencias de la sexualidad, tales como el fetichismo, que unos consideran perfectamente normales y llaman pacatos y ñoños a los demás y otros como auténticas patologías. Lo cierto es que la historia de Kokoschka y su muñeca rompe todos los moldes a los que estamos acostumbrados. En el libro de Camilleri se describe muy bien, incluso se pasa al terreno de la ficción narrando lo que pudo haber ocurrido con la famosa historia de la muerte de la muñeca por descabezamiento. Uno, acostumbrado a los delirios y demás patologías del enfermo mental, no puede por menos que asombrarse de hasta qué extremos llegó nuestro buen amigo Oskar. Hay que estar muy delirante para vivir con una muñeca, por muy parecida que sea al original, hablar con ella, presentarla a sus amigos, llevarla a la ópera, pasearla en carruaje por Viena, para que todo el mundo la vea y se pregunte si es una mujer o una muñeca. Alguno podrá pensar que los artistas son así y no hay que tenérselo en cuenta. Por muy excéntrico que sea un artista, hay claros linderos con la enfermedad mental, que una vez que se pasan ya quedan pocas dudas de a qué  nos estamos enfrentando. El caso de Dali es muy paradigmático en este sentido. Por mucho que uno intente creer en su famosa frase, la única diferencia entre un loco y yo es que yo no estoy loco, resulta en extremo trabajoso y sin resultados prácticos pensar que personas así no sean enfermos mentales, como otros anónimos que no pueden buscar en la excentricidad del arte y de los artistas una adecuada disculpa a su patología mental. La historia que cuenta Camilleri sobre las posibles versiones de la muerte de la muñeca y la supuesta intervención de la policía sería tan verosímil tanto en el campo de la ficción como de la enfermedad mental. Semejantes delirios no son raros en la enfermedad mental, lo mismo que la lucidez con que se disculpan, buscando un poco de racionalidad de cara a los demás.

Remito al lector curioso al libro de Andrea Camilleri, La criatura del deseo, y debo cerrar este nuevo capítulo de locos egregios o enfermos mentales famosos, diciendo que a mí no me cabe la menor duda de que OSKAR KOKOSCHKA fue un enfermo mental que pudo llevar una vida más que aceptable para cualquier enfermo mental. La creatividad a veces nos ayuda a soportar una vida que para cualquier otro enfermo mental sin estas fabulosas herramientas sería tan sórdida y dolorosa como miserable e infernal.  No siempre es así porque en la historia abundan ejemplos de escritores, artistas, personajes famosos, ricos, que sufrieron lo que sufren otros enfermos mentales sin estas circunstancias favorables. Seguiremos viendo otros ejemplos conforme me vayan llamando la atención las vidas y milagros de enfermos mentales puestos bajo la lupa o en el candelero por circunstancias artísticas o históricas.





CARTAS SOBRE EL ENFERMO MENTAL XXXI

2 02 2024

SORIA 17 DE AGOSTO DE 2016

Hola amigo: Veo que te ha llamado la atención mi metáfora, porque no
es otra cosa, de la bula papal. Permíteme que profundice un poco más
en ella. Podría haber empleado otra metáfora como la del salvoconducto
o la del ticket que nos permite acceder a sitios a los que no pueden
entrar quienes no lo tienen o incluso podría haber utilizado la farsa
de control, un concepto muy interesante que encontré en los libros de
James Fenfield, creo que fue en la Novena revelación. Como ocurre en
las metáforas nunca se adaptan por completo a lo que se pretende
expresar pero sí son muy plásticas y llamativas y por eso las utilizo.
Tal vez el concepto de farsa de control se adopte mejor a lo que
quiero expresar pero debido a mi formación religiosa (estudié en un
colegio religioso) y a mi conocimiento de las bulas papales me llamó
mucho la atención el concepto dado que el mecanismo de la bula y el de
la conducta del enfermo mental tienen mucho en común. En los tiempos
de degeneración del papado muchos ricos utilizaron las bulas papales
para conseguir privilegios a los que podían acceder por su dinero. Lo
honrado hubiera sido que las bulas se concedieran a los más
necesitados, a las víctimas, pero como ocurre con tanta frecuencia en
nuestra sociedad es el dinero el que genera privilegios y no la
condición humana. Muchos sacerdotes, obispos e incluso los mismos
Papas acabaron vendiendo las bulas papales, con lo que un rico podía
comer carne en cuaresma porque tenía bula papal y en cambio los
enfermos o los desposeídos no podían hacerlo porque no tenían dinero
para comprar una bula. Digamos que incluso antes de «pecar» los ricos
podían plantearse romper con las normas y reglas a las que estaban
sometidos los demás porque el papa había otorgado una bula que ellos
habían comprado y que les permitían conductas que a los demás les eran
negadas, podían comer carne en cuaresma, podían saber con antelación
que determinados pecados les serían perdonados antes de ser cometidos
porque en sus manos tenían una bula papal.

      En el caso del enfermo mental la bula se la otorga él, no el
Papa y no compran esa bula con dinero u otros materiales de
intercambio sino con su enfermedad y su dolor. Suena muy mezquino este
comportamiento, cambiar enfermedad y dolor por privilegios de conducta
pero el enfermo mental está tan desesperado, tiene tal concepto de su
sufrimiento y sobre todo, no tiene otra cosa para el intercambio, que
esta mezquindad a veces resulta hasta comprensible y aceptable, de
hecho muchos familiares de enfermos caen en esta trampa. En una
sociedad muy avanzada espiritualmente la única moneda válida de
intercambio debería ser el amor, solo el amor debería servir para
conseguir cosas, pero curiosamente el amor es lo unico que no es
intercambiable. Alguien que ama lo da todo y no espera nada a cambio y
menos aún que le sea devuelto el amor en la misma cantidad, con la
misma generosidad. Todos dudaríamos de alguien que nos da su amor pero
a cambio pide y exige que le sea devuelto hasta el último céntimo que
ha invertido. Y esto es así porque el amor es generoso, desprendido,
no espera nada a cambio y se da sin medida a todo el mundo. Mal se
podría utilizar como moneda de cambio porque sería entregar todos los
bienes a cambio de nada, ni siquiera de un gesto del que lo recibe con
las manos vacías.

       Teniendo en cuenta que en nuestra sociedad todo es intercambio
y competitividad, que nadie da nada por nada y que todo el mundo
espera sacar un interés, un rendimiento a lo que da, que todo el mundo
espera recibir más de lo que da, los enfermos mentales estamos
vendidos porque tenemos muy poco que ofrecer. Debido a la enfermedad
nos resulta difícil encontrar trabajo y recibir a cambio un
estipendio, la gran mayoría de enfermos mentales pertenece a las
clases desfavorecidas y por lo tanto no pueden dar dinero a cambio de
atención. No solemos resultar simpáticos a los demás por motivos
obvios, no tenemos labia para convencer a nadie de nada, incluso
cuando somos creativos procuramos pasar desapercibidos por lo que no
exponemos las obras de nuestra creatividad al público, esperando ser
admiradas y recompensadas. Digamos que un enfermo mental es un paria
entre los parias, porque incluso un vagabundo con enfermedad física o
deformidad puede suscitar compasión, pero debido a los trastornos de
conducta el enfermo mental acaba siendo rechazado, despreciado,
marginado  y hasta siendo objeto de toda clase de malos deseos, «si se
muriera nos libraríamos de él, de su carga, de tener que soportarle el
resto de la vida» y es que además es manipulador, chantajista y
malvado, se merece todo lo que le ocurra. Así pues lo único que tiene
un enfermo mental para intercambiar y lo único que ha descubierto que
funciona es su dolor. Si mostramos nuestro sufrimiento, si contamos
cómo es nuestra vida, si ponemos en la balanza nuestros intentos de
suicidio, el sufrimiento constante durante años, la medicación, los
internamientos. podemos conmover hasta a una piedra, siempre que sea
mínimamente sensible. Nunca me he encontrado con un enfermo mental que
piense que su sufrimiento es inferior al de nadie y mucho menos al
común de los mortales, todavía podría regatear con enfermedades
físicas muy dolorosas y degenerativas, con sufrimientos morales
terribles como las víctimas de los campos de concentración, por poner
un ejemplo extremo, pero cuando se trata de comparar nuestro
sufrimiento con el del común de los mortales no hay color.

     Te puedo poner el ejemplo de una amiga enferma mental con la que
llevo tratando más de tres años.  Nada más conocerla ya hizo gala de
su sufrimiento, utilizó conmigo la farsa de control de la compasión,
es decir, vino a verme por motivos legales, para que la asesorara y
cuando mis consejos no le parecieron muy prácticos para solucionar sus
problemas se echó a llorar como una magdalena.  Enseguida noté que si
bien había mucho sufrimiento auténtico en ella y posiblemente un
pasado terrible, como así era puesto que al cabo del tiempo me fue
contando poco a poco su vida, sus lágrimas y aspavientos eran
exagerados, teatrales, y es que además era una mala actriz. Ante ello
tomé la decisión de tratarla como una hermana y decirle que yo también
era un enfermo mental y que a pesar de ello seguía luchando y no
lloraba por las esquinas buscando la compasión, mi dignidad como
persona y enfermo me impedían ya ese tipo de comportamientos. Para
rematar la abracé estrechamente, sin pedirle antes permiso, y
estuvimos así unos minutos. Eso la desarboló. A pesar de ello es
frecuente que siga utilizando su sufrimiento para justificar su falta
de voluntad, su apatía a la hora de tomar decisiones, su incapacidad
para vivir una vida que merezca la pena. En varias ocasiones decidí
seguirle el juego y puse sobre el platillo de la balanza mi propio
sufrimiento. ¿Que has intentado suicidarte? Yo más, una docena de
veces, y algunas terribles. Mi sufrimiento gana al tuyo. ¿Que has
estado internada? Yo más veces y durante más tiempo, y además mis
terapias fueron más terribles que las tuyas, electroschok, atado con
cadenas, con auténticas cadenas a una cama infecta, llena de orines,
en un sótano húmedo y tétrico. ¿Que tu….?  Objetivamente mi
sufrimiento era muy superior al suyo, por lo tanto no podía utilizar
conmigo esa farsa de control, buscar mi compasión, chantajearme
emocionalmente, manipularme. Digamos, utilizando un poco el humor, que
en esta partida de poker mis cartas eran muy superiores a las suyas,
ganadoras de todas todas. Por mucho que intentó hacerme ver que la
intensidad del sufrimiento a veces no tiene que ver con las
circunstancias objetivas eso no podía colar porque como le dije eso
significaría que yo era un bruto insensible, un pedrusco y ella la
mujer más sensible de la creación. Que no cuela, que no, le dije.
Entonces intentó convencerme de que mi caso era excepcional porque yo
tenia una gran voluntad de la que ella carecía. Falso, le dije, en mis
peores tiempos yo tenía menos voluntad que tú ahora y hubiera seguido
así de no haber entrenado la voluntad, de no haber decidido
convertirme en un guerrero impecable. La voluntad, le dije, es como un
músculo, se entrena en el gimnasio y quien no va nunca a entrenar no
puede echar la culpa al cielo de que no le ha dado ese don, porque no
cuela, si quieres músculo, vete al gimnasio, si quieres voluntad
trabaja con ella cada día. El entrenamiento de la voluntad también lo
saqué de los libros de Castaneda y de la filosofía del guerrero
impecable.

           Esta mujer, es cierto, tiene un pasado terrible en el que
hay un poco de todo, maltrato, matrimonio siendo muy joven con un
hombre que no quería y que era un bruto, una separación contenciosa y
dura, unos hijos que le han dado problemas, el mayor, tal vez también
un enfermo mental chantajeándola con intentar el suicidio, de hecho
hubo un episodio terrible, otro hijo que debido a su condición sexual
la hizo sentirse muy avergonzada en un pueblo muy conservador, etc
etc. Es un sufrimiento objetivo e innegable, ahora mismo su vida está
atada a una madre mayor y enferma que no soporta la soledad y la
quiere tener siempre a su lado, utilizando toda clase de chantajes
emocionales, incluso yo mismo presencié una «representación» digamos.
Pues bien, la utilización de este sufrimiento de forma constante ante
los demás, el manoseo permanente de esa farsa de control, la bula
papal que ella se ha extendido para llevar a cabo ciertos
comportamientos que sabe que no se le permitirían a nadie que no fuera
una enferme mental reconocida, le han llevado a resultar a veces
patética. Mis cartas en el póker del sufrimiento, ganadoras siempre,
no sirvieron de nada, no la convencieron de abandonar sus conductas
buscando compasión y exponiendo su sufrimiento para justificar ciertas
conductas, en cambio sí he observado que produce un gran efecto en
ella el cariño, la abrazo siempre que puedo y me deja, procuro
mostrarme cariñoso incluso cuando me molestan mucho sus conductas, el
cariño funciona, el la única medicina que siempre funcionará con un
enfermo mental, aunque para curar completamente a un enfermo no pueda
ni imaginar el cariño que sería necesario.

     Yo mismo utilicé en un tiempo mi bula papal, mis farsas de
control, para conseguir mis objetivos. Es cierto que la enfermedad no
es un privilegio, y yo tal vez lo sepa mejor que otros enfermos, a no
ser que lo miremos como lo hace el guerrero, como un desafío, o como
lo hace la persona espiritualmente avanzada, como una forma de ir más
deprisa en el camino del espíritu y de purificar lo peor de nosotros.
Ningún enfermo mental reconocerá nunca que su enfermedad es un
privilegio, un don del cielo, que no te diga que se cambiaría por
cualquiera, sin embargo sabe muy bien cómo dar la vuelta a la
tortilla, en expresión muy castellana, sabe cómo, al mismo tiempo que
lleva una mochila cargada de pedruscos a la espalda, poder
intercambiarlos como si fueran oro. Es capaz de hacer un pedrusco
moneda de cambio para intercambiar por lo que necesita. Esta sería una
facultad portentosa, una astucia que ni el mítico Ulises hubiera
podido manejar mejor, sino fuera porque no es otra cosa que un
mecanismo de supervivencia, el último esfuerzo de un desesperado antes
de arrojarse al abismo.

       Analizando mi comportamiento antes de convertirme en un
guerrero impecable observo que llevé al extremo esta farsa de control,
que me otorgué una bula papal con unas cláusulas terribles para mi
entorno. Es cierto que nunca amenacé con suicidarme para conseguir
nada, que mis intentos de suicidio fueron anónimos y discretos y nadie
se enteró hasta que los llevé a cabo; es cierto que rara vez me puse a
llorar por las esquinas buscando la compasión, pero dada mi condición
intelectual mis conductas fueron mucho más sutiles y difíciles de
combatir. Recuerdo cuando sufrí acoso en el trabajo y dada mi
condición de enfermo mental, por todos conocida, me encontré impotente
para salir de aquel infierno. Recuerdo cómo estudié detenidamente la
situación y tomé una decisión astuta. Sabía que mi prioridad era
conservar el trabajo y evitar cualquier situación que me llevara a un
expediente y a la expulsión del cuerpo. Conocedor de la ley sabía que
«el pensamiento no delinque», por lo que bien podía diseñar
estrategias que me permitieran defenderme y descargar mi cólera sin
sufrir luego severas consecuencias. Así, en lugar de responder a sus
insultos, menosprecios y abusos, fui adaptando poco a poco mi conducta
a mis pensamientos. Incapaz de expresarme con asertividad y claridad,
dejé que mi mente creara manías compulsivas que podían hacer mucho
daño pero que no iban a ser tenidas en cuenta en un juicio. Para que
te hagas una idea de esta sutileza te contaré que frente a las
compañeras utilicé una estrategia insólita, me otorgué la bula de
pensar en ellas eróticamente y desnudarlas con el pensamiento. Si esto
lo haces con discreción será difícil que puedan acusarte de nada y sin
embargo se darán cuenta de lo que está pasando. Así, por ejemplo,
miraba sus pechos y las imaginaba en toplés. Aparte de lo que pudiera
molestarlas y de la dificultad de probar en un juicio que yo las había
mirado libidinosamente a los pechos (un juez se troncharía de la risa)
yo encontraba una gran satisfacción en satisfacer mi libido con la
imaginación, hasta el punto de que llegué a conseguir orgasmos de esta
manera, algo realmente insólito pero perfectamente posible dado que en
el sexo, como dijo alguien, hay más de un cincuenta por ciento de
imaginación y se trata de un mecanismo nervioso en el que los nervios
traen y llevan estímulos. Mi bula papal decía: puesto que me estáis
destrozando la vida con este acaso, por otro lado muy mezquino y
miserable, sabiendo como sabéis que soy un enfermo mental, puesto que
sabéis que estáis creando las condiciones ideales para que yo intente
suicidarme de nuevo, sois unos asesinos en potencia, sois unos
malvados miserables y mezquinos, yo me arrogo el privilegio de
responderos como considere conveniente. Así podía desnudar mentalmente
a cuanta mujer me apeteciera, mirar sus pechos, cubiertos con la ropa,
como si estuvieran desnudos y lo más que podían hacer era insultarme o
agredirme, pero mi discreción era tal que les resultaba difícil probar
que yo estuviera haciendo algo así y no fuera una mezquina venganza
suya. Que esto era público me lo demostró un compañero de trabajo que
se atrevió a preguntarme si yo podía ver los pechos desnudos de las
mujeres bajo la ropa. Fue durante mi etapa que yo llamo de telépata
loco, puesto que escuchaba voces y estaba convencido de que tenía
facultades telepáticas. Sabedor de que mi condición de enfermo mental
me libraría de muchas cosas negativas si sabía actuar con astucia y
discreción, así lo hice durante un tiempo. Pero para que veas el
patético resultado que nos dan nuestras farsas de control y bulas
papales te contaré que acabé con una manía obsesivo-compulsiva con los
pechos de las mujeres que aún hoy en día me crea ciertos problemas.
También caí en otras manías aún peores que me causaron aún mayores
problemas. Utilizando el ejemplo humorístico que me gusta poner para
explicar esto, diría que la diferencia entre un corrupto y un enfermo
mental es la siguiente: el corrupto con gran astucia y discreción es
capaz de quedarse con el dinero ajeno, guardarlo allí donde pase
desapercibido y utilizarlo para darse la gran vida, él y los suyos, en
cambio el enfermo mental sería aquel que tras hacerse con una fortuna
inmensa, gracias a su astucia, luego fuera y tirara todos los billetes
al mar. Así somos los enfermos mentales y nuestras bulas papales,
chantajes, farsas de control, lo único que hacen es convertir nuestras
vidas en infiernos mayores de lo que serían si nos limitáramos a
soportar nuestra enfermedad en silencio, huyendo de hacer teatro
públicamente. Pero la necesidad de cariño es tan fuerte que nos lleva
a cualquier tipo de comportamiento que pueda traernos una pizca de
cariño, aunque sea algo tan complicado e hipotético como cambiar los
pedruscos de nuestro sufrimiento que llevamos a la espalda por
auténtico oro.

        Mi observación de este fenómeno en otros enfermos mentales es
amplia y profunda. De hecho yo mismo sufro los efectos de estas bulas
y farsas de control en mi persona de otros enfermos mentales. Hay
pocas cosas más negativas en el tratamiento con un enfermo mental como
permitirle sin más estas conductas y disculparlas. De hecho para mí
los dos pilares básicos de una buena terapia para la enfermedad mental
serían: trabajar por disuadirles de utilizar sus bulas papales y
farsas de control y darles todo el cariño posible y aún más. Estoy
convencido de que sin estos requisitos ninguna medicación será nunca
efectiva, ni aunque se encuentre el gen torcido que provoca este tipo
de trastornos, porque la enfermedad mental es sobre todo una
enfermedad del alma y las enfermedades del alma solo se curan con
cariño.

     Me he extendido en exceso pero quería expresar por escrito estas
ideas que utilizaré en algunos textos que subiré a mi blog. En cuanto
a los medios, tienes razón, no en vano se les llama el cuarto poder,
tienen el suficiente para cambiar la mentalidad de una sociedad y
dirigirla hacia donde ellos pretenden, pero mi experiencia me dice que
es un poder muy relativo. Te cuento que en España, cuando yo era
joven, se inició una campaña radiofónica, que luego pasó a la
televisión para hacer que se apreciara la música clásica. Sin duda que
algunos se «convertirían» pero los que apreciamos la música clásica
somos muy pocos. Otro ejemplo. En la actual situación política he
observado que muchos medios, con sus noticias y tertulias,
pretendieron poner de manifiesto la corrupción existente en el PP el
partido de derechas, algo que es absolutamente cierto y lo puede ver
hasta un ciego. Lo normal en este caso hubiera sido una vuelta en las
votaciones, puesto que los votantes deberían castigar al PP y premiar
a otros menos corruptos. Se habló de las estadísticas que decían que
el nuevo partido emergente Podemos, muy popular y populista, acabaría
dando un zarpazo al partido socialista. Pues bien en las últimas
elecciones el partido del PP subió, el partido de Podemos se quedó más
o menos como estaba, sino bajó un poco y el partido socialista sufrió
un ligero descalabro. Puedo asegurarte de que la campaña en algunos
medios fue como para convencernos a todos de que votar al PP era votar
a ladrones, chorizos y mangantes, era como vender nuestra alma al
diablo, y sin embargo la gente pensó que el puzzle sería aún peor si
tres partidos tuvieran casi los mismos votos y tuvieran que pactar
contra natura y también pensó que por muy corrupto que fuera el PP la
economía iría siempre mejor que si llevara las riendas un partido como
Podemos, muy populista, pero incapaz de enfrentarse a las represalias
del capitalismo internacional. Los medios fueron poderosos y la
campaña debió haber dado resultado, pero no fue así porque a pesar de
todo la multitud tiene su criterio y cuando le tocan lo más sagrado,
en este caso, el bolsillo, sabe oponerse a cualquier sugerencia de los
medios.

     En el caso del enfermo y la enfermedad mental una buena campaña
de los medios sería algo fantástico, pero me temo que mientras la
sociedad no cambie, mientras la inmensa mayoría nos siga viendo como
«no enfermos» que se aprovechan para ser vagos, para conseguir cosas
buscando la compasión, mientras nos vean como asesinos en potencia,
mientras desconozcan realmente cómo somos, ni la mejor campaña podría
cambiar el voto. A pesar de todo el esfuerzo en nuestra televisión
siguen triunfando los reality shows y aquel programa mítico para hacer
que la gente gustara de la música clásica ya no existe.

     Bien amigo, estaré encantado de seguir contestando a tus
preguntas y si este material te sirve miel sobre hojuelas, a mí me
viene de perlas poner por escrito ideas que me rondan la cabeza desde
hace años y que al escribirlas me ayudan a clarificarlas. Un abrazo.





AGENDA ONIRICA XXVIII

21 01 2024

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COMENTARIO PERSONAL

Cuando anoté la pesadilla de las cabezas de corderos estaba muy lejos de saber lo que me deparaba el futuro. Por eso la interpretación que hice en aquel momento tenía la lógica implacable de la actualidad. ¿A qué podía referirse aquella extraña metáfora onírica sino era a la guerra de Gaza, a la matanza de tantas victimas inocentes (corderos)? Los mensajes oníricos no pueden interpretarse únicamente con los datos del presente o del pasado, se necesitan también los del futuro, los de todos los futuros posibles, todos los datos del espacio-tiempo y de todas las dimensiones de la existencia. Por eso me fue imposible captar el terrible mensaje de aquel sueño, de aquella pesadilla. Cualquier interpretación que no tuviera en cuenta el trágico futuro que me esperaba no sería otra cosa que un delirante retorcer de imágenes oníricas.

No voy a hablar aquí de intimidades que no serían tales si solo me afectaran a mí, puesto que yo ya no tengo intimidad, ni secretos, ni nada tan oculto que no haya de desvelarse, en frase evangélica, pero afectan a otras personas muy queridas y por ello debo callarme. Baste decir que la metáfora de las cabezas cortadas era un nítido mensaje a la luz de un futuro muy próximo que cambiaría mi vida, pero que era impredecible en aquel momento.

Es increíble cómo aquella escena, aquel decorado, dijeran tantas cosas a la vez y tan distintas. Por un lado el mensaje básico de las cabezas, el núcleo dramático y pesadillesco del sueño y por otro la mezcla de mensajes, aunados en un decorado perfecto, porque la película tenía que ser rodada allí. Recuerdo muy bien que en el sueño sentía la contradicción de encontrarme en una especie de tienda donde vendían y arreglaban teléfonos móviles, pero donde nada encajaba. Allí había una limpieza de hospital. Sí, ahora puedo decirlo, aquello no era una tienda, era un hospital, aunque todo complotara para hacerme creer que había ido allí a arreglar mi móvil, al que no recordaba que le pasara nada. Lo del móvil tiene sentido, un sentido posterior en la cronología, pero perfectamente relacionado con las cabezas cortadas y con aquella tienda que en realidad era un hospital. Pues bien, tenemos el hospital, a donde iría a parar en un futuro más o menos cercano; tenemos las cabezas cortadas, cuyo sentido no voy a desvelar aquí; tenemos un móvil que no está estropeado pero que voy a cambiar por razones perfectamente lógicas ahora, no en el momento del sueño; tenemos las ganas de orinar y la busca del servicio que en el hospital alcanzaría un sentido pleno; sobre todo me tenemos a mí, personaje onírico, sentado, esperando que me atendieran, incapaz de moverme, con una tristeza tan brutal que ponía en segundo plano a la angustia. Era como si me fuera a morir y no lo supiera, como si me estuviera despidiendo de la vida sin dejar de estar vivo. Me pone el vello de punta una imagen onírica tan perfecta de cómo llegaría a sentirme viviendo la tragedia que me acechaba. Pero hay algo que no sale en el sueño y sin embargo es muy importante, mucho, no tanto como las cabezas cortadas, pero casi, casi. En el sueño no hay comida, ni falta de comida, ni hambre, ni alimentos, nada de todo esto, y sin embargo la trágica realidad que acabaría cayendo sobre mí tiene mucho que ver con la comida, con la falta de comida, con el complejo mundo de comer y no comer. Sí, eso puedo decirlo porque a no mucho tardar subiré a este blog un relato que está dedicado fraternamente a todos los diabéticos del mundo y especialmente a todo el personal sanitario que me atendió y me sigue atendiendo, especialmente a las enfermeras que me han dado un trato exquisito y a quienes he prometido dedicar ese relato que aún no está terminado. Sí, en efecto, soy diabético. Me lo descubrieron en el hospital, pero no voy hablar de ello aquí porque eso lo narro en el cuento que estoy escribiendo. Y sin embargo en la pesadilla no hay nada, ni una sola imagen, aunque fuera retorcida que me permitiera interpretar, entonces o ahora, una parte esencial del mensaje del sueño o más bien de la pesadilla. No acabo de entenderlo. Tal vez se deba a que he tenido muy pocos sueños sobre comida, alimentación, restaurantes, banquetes, hambre o cualquier otro detalle relacionado con la comida, a pesar de que ha conformado buena parte de mi vida. No encuentro otra explicación que la de la jerarquía de mis sentidos oníricos. Como le pasa a la mayoría de los soñadores, el sentido más despierto es la vista, aunque pasé por el despertar onírico de ver durante muchos años las cosas en sueños en blanco y negro hasta que comencé a verlas en color y ya no he dejado de verlas así, salvo en algunos momentos puntuales. La vista es el rey de nuestros sentidos y no deja de serlo en sueños. Luego van despertando el resto de sentidos, poco a poco y según el soñador y cómo de despiertos los tenga estando despiertos. En mi caso el oído ha tardado mucho en despertar, no solo no escuchaba música en sueños, es que ni siquiera oía los ruidos habituales y las conversaciones eran todas mentales, las escuchaba en mi cabeza, pero no en el espacio. El despertar de este sentido fue espectacular y casi místico, una especie de concierto en una granja onírica, donde una especie de comuna hippie me invitaba a participar y tocaba una flauta. Pero su desarrollo no ha sido progresivo, sino a saltos, algo ocurre en determinado momento y luego se para una larga temporada. En cambio el gusto, el paladar, a pesar de estar tan desarrollado estando despierto, apenas aparece en sueños. Sueño tan poco con comida que no hay ninguna temática en mis sueños dedicada a ello, comida, alimentos, restaurantes, gastronomía, vida de gourmet. Salvo momentos muy puntuales en que he soñado que estaba comiendo, debido sobre todo a que por algún motivo no había comido o cenado bien y sentía hambre, no me he visto en sueños disfrutando de la comida. A pesar de esta realidad no tiene explicación lógica que un mensaje onírico tan potente como el de las cabezas de cordero no tuviera al menos una mención, aunque fuera de pasada sobre una parte muy importante de la tragedia que se iba a abatir sobre mí. Porque ser diabético me ha cambiado la vida para siempre, aunque eso ya lo contaré en el relato que estoy escribiendo.

En el momento de anotar la pesadilla no podía ser interpretada de otra forma que como un aviso de lo que estaba ocurriendo en Gaza, de la posibilidad de que tuviera que cambiar el teléfono, lo más probable porque se me cayera o estropeara de otra forma o del problema de la orina que me estaba preocupando y que temía se agravara en el futuro. Todo lo demás era un sin sentido sino podía ser interpretado a la luz de un acontecimiento futuro que para mí era impredecible. Sin embargo el mensaje del sueño era claro y contundente, aunque utilizando imágenes del futuro que no podían ser bien interpretadas desde el presente. Ese es el gran problema de la interpretación de los sueños, que a menudo nuestro subconsciente utiliza datos e imágenes no solo del pasado y del presente, sino del futuro que nuestro ego actual es incapaz de comprender y asimilar. El mensaje del sueño era muy contundente, lo que unido al aviso de otra pesadilla que posiblemente suba en otro capítulo dedicado a las pesadillas, no podía ser más claro. En dicho sueño un círculo de entidades vestidas con capas negras, se juntaban alrededor de mi cama y sin moverse esperaban. El pánico fue tan grande que me desperté dando patadas, intentando alejar a aquellos seres malévolos. De poco me hubiera servido tomar buena nota de estas pesadillas puesto que llevaba años sin preocuparme de cambiar una realidad que estaba destrozando mi vida. Yo sabía muy bien que mi madre había sido diabética, lo mismo que mi abuelo materno y que mi sobrepeso y la forma de vivir que llevaba, comiendo demasiado y no haciendo ejercicio, un sedentarismo feroz, iban a darme un desagradable susto en cualquier momento. No hice caso y pasó lo que pasó. Esta ha sido la razón de desaparecer del blog durante todo este tiempo. En un próximo episodio seguiré comentado los sueños subidos en el capítulo anterior de Agenda onírica.





AGENDA ONÍRICA XXVII

25 11 2023

PESADILLAS, BUCLES Y SUEÑOS DE TERROR

Domingo 5-11-2023

PESADILLA EN UN TALLER DE ARREGLOS ELECTRÓNICOS

Hacia las siete de la mañana/ Luis onírica, diurna/ Interior de una gran sala que al parecer es un taller de reparación de móviles, de toda clase de artilugios electrónicos/ Han llegado allí para arreglar algo que en el sueño está claro pero que he olvidado/ Te sientas a esperar en la sala de espera/ Escuchas quejarse a alguien de un montón de cosas relacionadas con el consumo/ Puede que también sea una oficina de atención al consumidor/ Escuchas con atención las quejas/ No oyes sonidos físicos, pero lo entiendes todo muy bien, las voces son claras, pero más bien llegan a tu mente como en una extraña telepatía/ A tu lado se pone un niño que tal vez hayas visto en tv en las imágenes de la guerra de oriente medio/Trae algo de comer, muy elemental, currusco de pan duro, alguna pieza de fruta, frutos secos/  Lo miras y el niño interpreta que se lo quieres robar y se enfada mucho, le dices que no has hecho nada/ El niño se acaba marchando y tú te quedas sentado, como catatónico, incapaz de moverte. Enciendes la radio (al despertar te das cuenta de que has dejado el móvil encendido en la radio y llevas todo el sueño como escuchándola a lo lejos( Viene un chico joven, un empleado y le explicas lo que quieres arreglar/ Te atenderán luego, están muy ocupados/ Notas como si todos estuvieran atentos a lo que dices, pero no te puedes mover, te sientes deprimido, derrotado, como te sucedía en tus viejas depresiones, hace años, te ha ocurrido otras veces en otros sueños y es una experiencia terrible, angustiosa/ Al fin consigues  levantarte, no sabes cómo, para volver a levantarte en otra fila de asientos, al otro lado, junto a la pared/ Eso te da fuerzas para levantarte y marcharte/ Llevas unos auriculares raros, como los que viste en una entrevista radiofónica de hace muchos años/ Has dejado de escuchar la radio y ves un artilugio raro sobre una mesilla, como un cargador, pero no sabes si es tuyo o se lo ha dejado olvidado alguien/ No te lo llevas, buscas una puerta abierta, la encuentras, sales, parece el patio de un matadero, intentas encontrar la puerta de salida a la calle, un pasillo, otra puerta, aparecen cadáveres de ovejas, cabezas desprendidas (has visto la foto de la oveja que ha permanecido años sola en un acantilado) Te repugna lo que estás viendo, pero permaneces distanciado/ Sientes que necesitas mear, ya no aguantas más. Regresas a la oficina y buscas los servicios, al otro lado, los encuentras, son enormes, dos filas larguísimas, buscas en la fila de la izquierda uno que esté libre, aparecen varios, hay unos cuántos váteres sin las cabinas de madera, al aire libre, tienen pis en sus tazas, de un color rojizo como la sangre. Te urge tanto que intentas mear sin conseguirlo/ Te despiertas muy pillado y sales corriendo.

EXPLOSIÓN DE SINCERIDAD

Luz oníricas astral, León onírico, zona aledaña a la catedral, no se sabe. No se sabe si es de día o de noche, es difícil saberlo por la luz/ No sé qué hago allí, he olvidado cómo empezó el sueño, retazos confusos sobre que ha ocurrido algo, que has hecho algo que hace que todo se levante contra ti en tu círculo laboral, en tu entorno. Aparecen X y Z que formaron parte esencial de tu mundo laboral/ Es un sueño largo, muy vivo, como una larga secuencia de una película pero apenas recuerdas los detalles más relevantes/ Te ponen contra las cuerdas, te humillan/ Esto tiene que ver con la etapa de telépata loco que fue durísima y que narro en otro lugar/ No es la primera vez que ese tema aparece en mis sueños, con un final explosivo, de una sinceridad apabullante/ Esta vez explotas con una sinceridad, una intensidad demoledora, con unas consecuencias terribles, como una metafórica bomba atómica/ Decides que ya no importa nada de lo que ocurra, sea lo que sea/ No soy consciente de si estoy trabajando y podría perder el trabajo, de si estoy casado o divorciado, no importa ninguna consecuencia, sea la que sea, porque no quiero seguir vivo/ La explosión esta vez es aún más brutal que en otras pesadillas/ Buscas a quienes te han humillado en el sueño, no sabes muy bien qué has hecho tú y qué te han hecho, aunque luego, al despertar, parece claro que se trata de todo lo ocurrido en aquella etapa de telépata loco/ A cada uno le pones de chupa de dómine, aunque luego resaltas también sus buenas cualidades, la explosión de sinceridad tiene que ser total, no solo en lo que te beneficia a ti y les perjudica a ellos, sino al revés, el hecho de que te trataran como te trataron no te impide apreciar sus cualidades / Te interesa decir la verdad completa, sin dividirla ni manipularla/ Estás hablando en un tono de voz muy alto, casi gritando, aunque ocurre como en la mayoría de tus sueños, no escuchas tu voz física, es una voz mental, a pesar de ello funciona como si fuera física, te das cuenta de que has elevado demasiado la voz y tratas de calmarte y hablar con un tono de voz normal, calmado, se produce un silencio muy llamativo, es como si no te oyeran y tienes que volver a elevar la voz, te desgañitas, te duele le garganta/ Te encuentras con X ya fallecida hace años/ En el sueño la ves con el físico de entonces, aunque va vestida de forma extravagante, como una gitana de gala, una folclórica, como la cantante malinesa que has visto esta noche en la tv, la pones a caer de un burro para luego admitir sin tapujos sus cualidades, incluso te conmueves/ Te despiertas bruscamente, toda la adrenalina del sueño sigue aún en ti mientras caminas hacia el servicio/ Esa explosión se traslada a lo que está ocurriendo en Oriente Medio y te planteas utilizarla para una de tus cartas de Milarepa, ofrecer tu vida a cambio de los niños de ambas partes, te parece de lo más natural dar tu vida a cambio de la vida de las víctimas/ Decides con infinita rabia escribir esa carta y hacer un llamamiento a los suicidas para que entreguen su vida a cambio de la vida de las víctimas inocentes, te parece de lo más natural, no lo ves como un disparate, recuerdas aquel viejo sueño, de hace muchos años, un nuevo Cristo entregando su vida en el Gólgota para la redención de todos. Todo es tan intenso que los límites entre realidad y fantasía desaparecen, de alguna manera el sueño sigue vigente, es como si sueño y realidad fueran lo mismo, es una explosión de bomba atómica. Tardas un buen rato en pasar del sueño al despertar total. Entonces las fronteras entre sueño y realidad se amplían, son como un abismo infranqueable. Te quedas asombrado de la explosión onírica, no es la primera vez que te ocurre, pero nunca con tal intensidad. Ha sido brutal.

SÁBADO 4-11-2023

EL ALMANAQUE BAJO EL FREGADERO

León onírico, edificio  al comienzo del paseo Salamanca/ Luz diurna onírica/ Estoy con X, no está claro nuestra situación actual, de alguna manera me siento culpable y trato de resultar lo más agradable que pueda/ Comento lo que he encontrado, una especie de almanaque  en la madera o el plástico que separa los dos compartimentos del fregadero/ Es algo paradójico, contradictorio, surrealista y delirante, porque no está claro si se trata de un fregadero de un piso o de todos los fregaderos de todos los pisos/ Tampoco está claro si vivimos allí o no/ Si no vivo no se entendería que tuviera acceso al fregadero/ Le explico cómo funciona esa especie de almanaque/ Dos tablas, que al mirar veo que han sido puestas por el fabricante y tienen una especie de manual de instrucciones junto con espacios en blanco donde se pueden hacer anotaciones personales/ Me viene a la cabeza la palabra almanaque porque me hace recordar el almanaque que compraban mis padres cuando era niño, creo que era de los capuchinos y se iban quitando las hojas conforme pasaban los días. En cada hoja diario venían los santos del día, dichos, refranes y proverbios y otras curiosidades/ Este almanaque funciona de forma parecida, solo que es digital y las hojas se cambian conforme tocas/ Son 365 hojas, una por cada día del año/ Es confuso si estoy manipulando un almanaque de un piso concreto o de todos los pisos de la ciudad/ Veo una hoja de papel pegada a la tabla de separación del fregadero con letras grandes y legibles/Intento convencer a X de que deberíamos hacerlo, aprovecharlo e intentar sacar apartido de los espacios en blanco como una especie de agenda o diario, así mismo deberíamos convencer a todos los vecinos del edificio, de la calle o de la ciudad, algo que no tengo claro porque no sé si este almanaque está en todos los pisos del edificio o de la ciudad/ No me veo, no la veo a ella, es como si estuviera observándolo todo desde arriba/ Quito una hoja del almanaque e intento llenar los espacios en blanco/ Parece que está encajada y se quita con facilidad, tampoco está claro si es un almanaque digital o físico, porque si fuera físico ocuparía un gran espacio/ Comienzo a pasar hojas, entro en bucle, por suerte la escena cambia, caminamos con una amiga suya por la calle, a la que intento convencer de la importancia del almanaque como si fuera algo muy trascendente/ Me obsesiono con ese almanaque, me parece algo muy importante/ Ella y su marido no viven allí, en ese edificio, por lo que no tienen almanaque/ Todo es muy extraño y confuso, es una situación de bucle de la que parece no puedo salir/ Me despierto con ganas de orinar/ Ha sido un alivio, lo del almanaque no tenía mucha salida.

En el próximo capítulo analizaré y comentaré estos sueños, así como las diferentes temáticas de las pesadillas y cómo salir de ellas.





EL LOCO DE CIUDADFRÍA XLIII

11 11 2023

EL LOCO ERÓTICO V

Aquella noche Chonchi me contó muchas más cosas de las que hubiera contado a un amante muy querido y yo las escuché en respetuoso silencio, matizando algunas cosas y haciendo algunas preguntas. Cuando mi esposa regresó debió de notar algo raro pero se limitó a bromear preguntando si lo habíamos pasado bien en la cama. Chonchi me miró y yo me limité a encogerme de hombros, comentando que aquellas bromitas no me hacían gracia. Recordando aquel episodio comprendí el afán de mi esposa de presentar a Chonchi al loco, como si ella fuera el remedio de los males de aquel pobre hombre y éste tal vez el remedio de los de Chonchi, aunque lo dudaba.

No es que me diera tiempo a recordar con todo detalle estos episodios mientras me hundía en el sueño, pero fue como una película pasada a cámara rápida, como dicen que recordamos nuestras vidas cuando morimos. Los sueños que tuve tal vez tuvieran algo que ver con todo aquello, pero no pude recordarlos. Sin embargo antes de despertar noté cómo me pasaban la lengua por las mejillas. La fantasía onírica me llevó a pensar que ambas mujeres me estaban besando, la una desde mi costado izquierdo y la otra desde el derecho. Me dejé hacer porque en sueños, como bien sabía ahora, no tenemos las inhibiciones que nos atenazan estando despiertos. De alguna manera en mi subconsciente había anidado la idea de un trío que mi consciente bloqueaba con un gran muro estando despierto. Lo que ya no me pareció tan bien y fue lo que me despertó, el hecho de que me lamieran el cráneo, me hizo consciente de estar soñando. Desperté sobresaltado. Luarna, la perra labrador de Chonchi, era la que se afanaba en lamerme la cabeza, después de haberlo hecho con las mejillas. Escuché unas carcajadas estruendosas.

-Seguro que estaba pensando en nosotras, en un trío, y por eso se dejó lamer por Luarna de esa manera.

Era mi esposa. Miré en su dirección y noté en la mirada de Chonchi una gran tristeza. Ahora sabedor de que mi esposa conocía aquel episodio entre Chonchi y yo me pareció algo muy mezquino y vengativo. Sin embargo en la mirada de mi mujer no había la menor maldad, todo lo contrario, era un regocijo amistoso, como si se estuviera planteando la posibilidad de que en el caso de que el loco fracasara con Chonchi pudiera ofrecerle a su amigo aquel maldito trío.

-Lamento haber dejado libre a Luarna demasiado pronto, pero no dejaba de ladrar. No entiendo cómo los hombres habéis podido seguir durmiendo.

Era Chonchi. Y en ese momento, justo, apareció el loco en la puerta. Tuve la impresión de que había aparecido en ese momento y no llevaba allí más tiempo, aunque no lo hubiera podido asegurar porque mi mente, tras la siesta, no estaba demasiado lúcida y si llevara allí mucho tiempo tal vez no me hubiera dado cuenta. Me sorprendió su atuendo, un chándal de estreno, seguramente comprado para la ocasión, de color azul, tal vez más ajustado de lo que debiera, porque resaltaba su michelín en el bajo vientre. Sin saludar a nadie saltó el escalón del porche y se dirigió hacia la perra con palabras tan tiernas que no hubieran quedado mal si las hubiera empleado con su novia. Me pareció bastante ridículo, no así a Luarna que de inmediato se dirigió hacia él, moviendo el rabo como si sufriera un grave desequilibrio emocional. El loco se arrodilló en el césped, sin preocuparse lo más mínimo porque su recién estrenado pantalón de chándal se ensuciara con la hierba. En cuanto la perra llegó dejó que oliera sus manos, y luego, con mucho cuidado, le hizo una caricia tras las orejas. Luarna se puso a lamerle las manos con fruición, lo que me recordó la lamida que acababa de sufrir.

-Esta perra tiene una especial debilidad con los hombres. Debería sentirme celosa.

Era Chonchi que se rió con ganas. Como si el animal hubiera comprendido a su dueña se puso a lamer la cara del loco. Este se quitó las gafas y dejó que Luarna se explayara, hasta lamió casi con pasión la calva de aquel hombre. Las mujeres se rieron y yo no pude evitar soltar una risita, bastante tonta, por cierto. Era un espectáculo tierno y ridículo a un tiempo. Tuve que admitir que aquel hombre tenía un especial don con los animales, puede que también con las mujeres, a pesar de su nulo éxito sexual. Aquella noche me enteraría de lo ocurrido en la habitación de huéspedes y recordando el momento me sorprendió que Chonchi, aún teniendo en cuenta su peculiar carácter, hubiera dado aquel paso. Era algo extraordinario. El loco se hacía querer, mal que a mí me pesara. Me adelanto en la narración utilizando un típico recurso de novelista. Para el lector, si lo hubiere, estará claro que esto lo estoy escribiendo tiempo después de los hechos.

-Puedes llevarla a su caseta, donde tiene una pelota de tenis que la vuelve loca, o de lo contrario no te dejará en paz en toda la noche. Está tras la casa. Ya la verás.

Era Chonchi de nuevo que parecía sentirse un poco molesta porque su perra estuviera ensalivando al loco de una forma que hubiera repugnado incluso a los amantes de los animales. Observé que mi esposa también ponía un gesto que indicaba cierto malestar. Había algo de obsceno en aquella escena, como si la perra se hubiera enamorado realmente del loco, de una forma animal, tan natural como repelente. ¿Estaría la perra en celo? Recordé que Chonchi nos había dicho que la habían operado porque estaba harta de sus desapariciones en época de celo. De hecho había tenido unos preciosos cachorrillos que nuestra amiga había dado en adopción por Internet. Según ella no tenía tiempo para ocuparse de ellos. Incluso nos ofreció uno pero lo rechazamos, conscientes de que un piso no era el lugar adecuado para estos animales. El loco se levantó y con palabras que me sorprendió pudiera dirigir a un animal, hablando a la perra como si pudiera entenderle, salió corriendo y la perra le siguió ladrando jubilosamente. Desapareció de nuestra vista. Momento que aproveché para levantarme de la hamaca e irme a sentar al lado de mi esposa.

-¿Te apetece un café? Está frío, pero puedo calentarlo.

-No gracias, prefiero una cerveza.

Me levanté y me fui a la cocina, regresando con una cerveza de botella que había abierto allí. Volví a sentarme y eché un buen trago.

-Chonchi ha pensando en un plan para mañana. ¿A ver qué te parece? Cuando nos levantemos, sin prisa, nos vamos a la playa. Comemos una rica paella en el chiringuito, nos quedamos hasta que oscurezca y luego nos vamos a la ciudad, a un restaurante donde ha reservado mesa para una mariscada. ¿Qué te parece?

-Muy bien. Gracias Chonchi, pero nos gustaría aportar nuestra parte. Una mariscada es muy cara.  No sé si el…estará dispuesto a colaborar también. Espero que no te ofendas, pero eres demasiado generosa.

-No hay nada que hablar. Estáis en mi casa e invito yo. Si luego queréis hacerme un regalo, pues me vendría bien un perchero para la habitación de invitados.

Las mujeres volvieron a reírse. Estaban demasiado alegres para mi gusto. ¿De qué habrían hablado mientras yo dormía tan ricamente?

-Tras el ágape ellos se irán a dormir a un hotel de lujo. Chonchi ha reservado habitación.

-Chonchi. ¿Crees que es una buena idea?

-Por supuesto. Le llevaré aunque sea de las orejas.

-No será necesario. Seguro que no te dice que no.





LA NOVENA REVELACIÓN VI

4 11 2023

—EL PAPEL DEL AMOR FUE MAL INTERPRETADO DURANTE MUCHO TIEMPO. AMAR NO ES ALGO QUE DEBEMOS HACER PARA SER BUENOS O MEJORAR EL MUNDO A PARTIR DE UNA RESPONSABILIDAD MORAL ABSTRACTA, O PORQUE DEBEMOS DEJAR DE LADO NUESTRO HEDONISMO. CONECTARSE CON LA ENERGÍA ES SENTIR EXCITACIÓN, DESPUÉS EUFORIA Y DESPUÉS AMOR. ENCONTRAR SUFICIENTE ENERGÍA PARA MANTENER ESE ESTADO DE AMOR SIN DUDA AYUDA AL MUNDO, PERO NOS AYUDA MÁS DIRECTAMENTE A NOSOTROS. ES LA COSA MÁS HEDONISTA QUE PODEMOS HACER.

LOS SERES HUMANOS ESTÁN LLEVANDO ADELANTE LA EVOLUCIÓN DEL UNIVERSO HACIA UNA COMPLEJIDAD VIBRACIONAL CADA VEZ MÁS ALTA.

LA PRIMERA REVELACIÓN SE PRODUCE CUANDO TOMAMOS EN SERIO LAS COINCIDENCIAS. ESTAS COINCIDENCIAS NOS HACEN SENTIR QUE HAY ALGO MÁS, ALGO ESPIRITUAL, QUE OPERA DEBAJO DE TODO LO QUE HACEMOS.

«LA SEGUNDA REVELACIÓN ESTABLECE NUESTRA CONCIENCIA COMO ALGO REAL. VEMOS QUE NOS PREOCUPÓ LA SUPERVIVENCIA MATERIAL Y NOS CONCENTRAMOS EN CONTROLAR NUESTRA SITUACIÓN EN EL UNIVERSO BUSCANDO SEGURIDAD, Y SABEMOS QUE AHORA NUESTRA APERTURA REPRESENTA UNA ESPECIE DE DESPERTAR A LO QUE EN VERDAD OCURRE.

«LA TERCERA REVELACIÓN COMIENZA UNA NUEVA VISIÓN DE LA VIDA. DEFINE EL UNIVERSO FÍSICO COMO ENERGÍA PURA, UNA ENERGÍA QUE RESPONDE DE ALGUNA MANERA A LA FORMA EN QUE PENSAMOS.

«Y LA CUARTA EXPONE LA TENDENCIA HUMANA A ROBAR ENERGÍA A OTROS SERES HUMANOS CONTROLÁNDOLOS, APODERÁNDONOS DE SUS MENTES, UN DELITO QUE COMETEMOS PORQUE A MENUDO NOS SENTIMOS AISLADOS Y VACÍOS DE ENERGÍA. ESA FALTA DE ENERGÍA PUEDE REMEDIARSE, POR SUPUESTO, CUANDO NOS CONECTAMOS CON LA FUENTE MÁS ALTA. EL UNIVERSO PUEDE SUMINISTRAR TODO LO QUE NECESITAMOS, SI LOGRAMOS ABRIRNOS A ÉL. ESA ES LA QUINTA REVELACIÓN.

CUANDO ALGO SUCEDE MÁS ALLÁ DE LA CASUALIDAD PARA HACERNOS AVANZAR EN NUESTRA VIDA, NOS CONVERTIMOS EN PERSONAS REALIZADAS. SENTIMOS QUE ESTAMOS ALCANZANDO LO QUE EL DESTINO NOS LLEVA A SER. CUANDO ESTO SUCEDE, EL NIVEL DE ENERGÍA QUE PRODUJO LAS COINCIDENCIAS ESTÁ ESTABLECIDO EN NOSOTROS. PODEMOS VERNOS DESPOJADOS DE ÉL Y PERDER ENERGÍA CUANDO TENEMOS MIEDO, PERO ESE NIVEL SIRVE COMO NUEVO LÍMITE EXTERIOR QUE PUEDE RECUPERARSE MUY FÁCILMENTE. SOMOS UNA PERSONA NUEVA. EXISTIMOS EN UN NIVEL DE ENERGÍA MÁS ALTA, EN UN NIVEL DE VIBRACIÓN MÁS ALTA. Recuérdelo.

«¿VE EL PROCESO, AHORA? NOS LLENAMOS, CRECEMOS, NOS LLENAMOS Y VOLVEMOS A CRECER. DE ESA FORMA, COMO SERES HUMANOS, CONTINUAMOS LA EVOLUCIÓN DEL UNIVERSO HACIA UNA VIBRACIÓN CADA VEZ MÁS ALTA.

—ESTA EVOLUCIÓN SE HA IDO PRODUCIENDO EN FORMA INCONSCIENTE A LO LARGO DE LA HISTORIA HUMANA. ESO EXPLICA POR QUÉ PROGRESÓ LA CIVILIZACIÓN Y POR QUÉ LOS SERES HUMANOS AUMENTARON SU TAMAÑO, VIVEN MÁS, ETCÉTERA. SIN EMBARGO, AHORA ESTAMOS CONSCIENTIZANDO TODO EL PROCESO. ES LO QUE NOS DICE EL MANUSCRITO. EN ESO CONSISTE ESTE MOVIMIENTO HACIA UNA CONCIENCIA ESPIRITUAL MUNDIAL.

SUPERAR. La siguiente revelación, la Sexta, trata ese tema. —¿Cuál? Me miró a los ojos.

—DEBEMOS ENFRENTAR NUESTRA FORMA PARTICULAR DE CONTROLAR A LOS DEMÁS. RECUERDE, LA CUARTA REVELACIÓN AFIRMA QUE LOS SERES HUMANOS SIEMPRE SE SINTIERON FALTOS DE ENERGÍA E INTENTARON CONTROLARSE ENTRE SÍ PARA ADQUIRIR LA ENERGÍA QUE FLUYE ENTRE LAS PERSONAS. LA QUINTA NOS MUESTRA ENTONCES QUE EXISTE UNA FUENTE ALTERNATIVA, PERO NO PODEMOS MANTENERNOS REALMENTE CONECTADOS CON ELLA HASTA NO CONFRONTARNOS CON EL MÉTODO PARTICULAR QUE COMO INDIVIDUOS USAMOS EN NUESTRA ACTITUD DE CONTROLAR, Y DEJAR DE HACERLO… PORQUE CADA VEZ QUE VOLVEMOS A CAER EN ESE HÁBITO, NOS DESCONECTAMOS DE LA FUENTE.

«LIBERARSE DE ESE HÁBITO NO RESULTA FÁCIL, PUES AL PRINCIPIO SIEMPRE ES INCONSCIENTE. LA CLAVE PARA ABANDONARLO RESIDE EN TRAERLO TOTALMENTE A LA CONCIENCIA; ESO LO LOGRAMOS COMPRENDIENDO QUE NUESTRO ESTILO PARTICULAR DE CONTROLAR A LOS DEMÁS ES EL QUE APRENDIMOS EN LA INFANCIA PARA ATRAER LA ATENCIÓN, PARA LOGRAR QUE LA ENERGÍA SE MOVIERA A NUESTRO MODO, Y NOS QUEDAMOS ATADOS A ESO. ESTE ESTILO ES ALGO QUE REPETIMOS UNA Y OTRA VEZ. YO LO LLAMO NUESTRA DRAMATIZACIÓN INCONSCIENTE DEL CONTROL’.





LA ENFERMEDAD MENTAL VISTA POR ENFERMOS MENTALES

20 10 2023

Mis noches de insomnio a veces resultan entretenidas y aleccionadoras. No siempre es así. Pueden llegar a ser muy agobiantes. Me canso de leer, de escuchar música, de escuchar podcast sobre escritores, su biografía y sus obras, algunos realmente buenos, como Un libro una hora de la cadena SER. Me canso de escuchar grabaciones sobre lluvia, algo que me relaja mucho. Tengo mis listas en Spotify sobre el sonido de la lluvia que me resulta muy relajante, lo mismo que sobre mantras, cuencos tibetanos, canto gregoriano o toda la música de Bach, para mí la música más relajante y espiritual. Esta noche, en pleno insomnio se me ocurrió buscar podcast sobre enfermedad mental, algo que no había hecho hasta ahora, por alguna razón oculta, que tal vez tenga que ver con el bloqueo de mi mente para buscar información sobre la enfermedad mental. Confieso que a veces estoy bastante saturado y trato de no pensar en ello, de no informarme, salvo lo imprescindible. Recuerdo que hace unos meses leí el libro de Angel Martín, el humorista, sobre su experiencia en la enfermedad mental. Por si las voces vuelven me pareció un libro sincero y digno y me atrevo a recomendarlo. Decidí empezar por ahí en Spotify y me encontré con una serie de podcast en los que entrevista a personas que sufren una enfermedad mental, algunos de ellos famosos que se han atrevido a hablar de sus enfermedades mentales, una forma maravillosa de ayudarnos a los enfermos anónimos o del montón. En algún texto de este blog ya hablé de la necesidad de que esas personas famosas hablaran para ayudar a terminar de una vez por todas con el estigma que conlleva la enfermedad mental. Lo que ignoraba era que se estaba produciendo un movimiento muy generoso de famosos que daban la cara y se atrevían a hablar de sus enfermedades mentales. Desconozco si esto es muy nuevo o ya se estaba produciendo sin que yo me enterara. La impresión que tengo es que fue a raíz de la pandemia que se empezó a ver la enfermedad mental de otra manera y que muchos famosos decidieron que había llegado el momento de salir del armario como la mejor forma de intentar terminar de una vez por todas con el estigma social asociado a la enfermedad mental. He podido ver en los telediarios cómo algunos deportistas han dado el paso de asumir que tenían un problema de salud mental e incluso se han dado un tiempo para enfrentarse a ella, dejando en suspenso sus actividades deportivas, que en algunos casos le proporcionaban mucho dinero, aparte de fama. Como no puedo estar a todo, ni sería saludable para mí que lo estuviera, es posible que me haya perdido mucho de este movimiento contra el estigma social que sufrimos las personas que padecemos algún tipo de enfermedad mental. Tras escuchar en podcast la conversación entre Angel Martin y Mercedes Milá se me ocurrió que había llegado el momento de abrir este blog a otros testimonios de personas con enfermedad mental, algunas famosas y otras anónimas. En este primera entrega pongo el enlace al programa de Angel Martín. Yo lo escuché en Spotify, pero también está en otras plataformas. Como en la primera es necesario pagar y ser premium para poder escucharlo todo en su integridad, algo que sé porque hubo un tiempo en el que compartía con mis amigos algunas canciones que pensaba les iban a gustar, pero que luego me dijeron que las canciones se cortaban e invitaban a registrarse, pongo el enlace de la plataforma Ivox porque he podido escuchar los podcast sin necesidad de registrarme o pagar para hacerme premium. Si alguno tiene problemas seguro que encuentra otras formas de escucharlo, al menos yo he encontrado videos en yotube. Seguiré buscando y subiendo a este blog todo lo que encuentre sobre la enfermedad mental y las personas que la sufrimos.

ENLACE A LA CONVERSACIÓN ENTRE ANGEL MARTIN Y MERCEDES MILÁ EN IVOX

https://www.ivoox.com/podcast-por-si-voces-vuelven_sq_f11432206_1.html

ENLACE AL VIDEO SOBRE LA CONVERSACIÓN ENTRE ANGEL MARTIN Y MERCEDES MILÁ

En el programa de Por si las voces vuelven Angel Martin entrevista a muchas personas, solo hay que buscarlo en youtube.





CARTAS DE MILAREPA DESDE EL TIBET

18 10 2023

LIBRO III

             EL ODIO DEMONIACO

Querido amigo y hermano en el Todo: Llevas mucho tiempo sin querer escuchar mi voz. No tanto como tú pensabas. Al repasar nuestra correspondencia has comprobado que mi última carta fue contra Putin, al poco tiempo del comienzo de la invasión de Ucrania. No hace ni dos años de ello, cuando tú pensabas que ya llevabas años sin saber de mí. Te bloqueaste de tal manera que ni siquiera por tu mente pasó ni una sola vez mi nombre. Para justificarte decidiste que yo ya no te hablaba. No era culpa tuya. No te volvieron a ocurrir aquellas extrañas experiencias que tu asociabas con mi presencia. En plena noche, insomne, dando vueltas en la cama, te sucedía que de pronto llegaba a tu cabeza un pensamiento elevado, tan espiritual que no podías etiquetarlo como propio. La lucidez e intensidad de ese pensamiento te llevaba a imaginar que estabas en otra dimensión, o en la segunda atención, como dices tú, siguiendo la terminología del guerrero impecable de Castaneda. Es cierto que esas experiencias de la segunda atención llevan tiempo sin ocurrirte. No sabes a qué atribuirlo. Tal vez sea debido a tu mala salud o al impacto de dramáticos acontecimientos que han ido ocurriendo en tu vida estos últimos tiempos, tales como la muerte por cáncer de una querida amiga o el miedo a que ocurrieran determinadas cosas a las que tú temías especialmente y que no voy a desvelar porque forman parte de tu intimidad. Algunas de ellas se materializaron y otras temes mucho que se acabarán materializando también. Has cambiado mucho desde que el confinamiento de la pandemia te hizo temer por tu vida y te ayudó a meditar sobre la vida y las postrimerías. Cuando pensaste que el periodo de prueba había pasado, llegó la guerra de Ucrania, un durísimo golpe para ti. Luego las olas de calor y los desastres climáticos te hicieron recordar aquellas extrañas experiencias que viviste hace unos años, décadas, cuando en sueños, más bien pesadillas, o en delirios tan vívidos e intensos que te acogotaron de tal forma que rezaste porque ese supuesto don o castigo de la mediumnidad, te fuera retirado para siempre, se bloqueara con un muro de acero, insalvable para tu mente, cuando creíste que habías visto acontecimientos futuros que acabarían con la humanidad, es decir cuando te creíste un profeta del apocalipsis. Es cierto que en general aquellas visiones se han ido cumpliendo, aunque no concretamente en los tiempos y en las formas que tú creíste ver. Antes todo esto te afectaba mucho, tanto que la angustia y el terror eran insufribles y deseabas morir y que se acabara todo, porque no encontrabas otra forma de librarte de ese sufrimiento. En cambio, ahora ni piensas en ello, dejas que todo vaya fluyendo en el río del tiempo. Algo que sería maravilloso si fuera taoísmo, pero sabes muy bien que no lo es. Se trata de apatía, de la insensibilidad del pedrusco que ni siente ni padece. Hiciste una contabilidad del sufrimiento a lo largo de tu vida y decidiste que ya habías tenido bastante. Con esa expresión tan graciosa que en un tiempo usaste tanto, eso de que les ondulen con la permanén, que venga el puto apocalipsis, que se mueran todos de una puta vez y tú con ellos, porque la especie humana no merece sobrevivir, es un milagro que haya sobrevivido hasta ahora. Que se acaben los milagros, que venga el apocalipsis por fin y que la especie humana desaparezca del planeta, de la galaxia, del universo y que nunca más vuelva a resurgir.

Esta noche he tenido que traerte hasta el ordenador con mucha sutileza. Como no podías dormir y estás harto de tomar cápsulas de melanina para combatir el insomnio o de escuchar la lluvia en el móvil o de leer hasta la extenuación, te sugerí levantarte a escribir sobre tu vida, consciente de lo que aún te atrae narrar tu dramática vida, tal vez para justificar que no tuvieras tanta voluntad, tanta elevación espiritual, tanto valor como para permanecer en silencio, en el anonimato, de cara al viento, como dices en tu poema. No falló la insinuación. Como has visto soy un tentador muy bueno, mejor que bueno, bien podría ser un demonio si me lo propusiera. Me bastó con sugerirte una idea durante el escaso tiempo que tardaste en encender el ordenador. ¿Por qué no ponerte en modo pasivo y escuchar la voz de Milarepa? Como estás tan enfadado conmigo, porque crees que te he abandonado, porque ya no escuchas mi voz con la intensidad con que la escuchabas antes y ya no te sientes como con la cabeza volada, en otra dimensión, en la segunda atención, como te ocurría cuando pensabas que mi voz era inconfundible. Ahora ya no te sirve el ponerte en modo receptivo, como un instrumento, tienes que poner de tu parte, y eso te fastidia, te encoleriza. Que le ondulen con la pemanén a Milarepa, dices, si no quiere hablar conmigo, que hable con otro, o con nadie. Ya estoy harto de él.

Te llevas sintiendo raro mucho tiempo, no sabes si es porque tu salud no es buena y no quieres ir al médico y que te encuentre todos los males y te de todas las pastillas, o es porque cuando el sufrimiento es atroz y se prolonga en el tiempo, uno acaba por no sentir ni padecer, por convertirse en un pedrusco. Está claro que tú no lo eres, porque esta tarde, viendo el telediario se te saltaron unas lágrimas contemplando la terrible matanza del hospital en Palestina.  Ya cuando hace unos días se produjo el espantoso ataque terrorista a Israel sentiste cómo algo se revolvía en tus tripas, cómo algo pugnaba por salir de lo más profundo de ti mismo. Os habéis acostumbrado a tanta violencia, tanta muerte, tanta guerra, tanta pandemia, tanto desastre climático, que la saturación es tal que ni una sola gota de agua cabe en el vaso. Te preocupaste mucho y pensaste que estos son tiempos apocalípticos y que solo los milagros que hacen los que velan por vosotros han impedido hasta ahora que el apocalipsis tome forma. Si tú fueras un buda, un ángel, una mente cósmica universal, o lo que sea que esté velando por vosotros, ya estarías hasta las narices de dar tantas oportunidades desaprovechadas. Que les ondulen con la permanén, clamarías, la especie humana ha sido un error, borrémosla del mapa de la existencia y empecemos desde cero, tal vez por los gatos, por quienes sientes una adoración rayana en la patología.

Si no fuera porque ya no tienes claro que el más allá sea algo tan deseable como pensabas en tu juventud, te hubieras metido en la cama, te hubieras encamado como hacías antes y te habrías dejado morir. No merece la pena vivir en una sociedad de mierda donde todo son guerras, genocidios, terrorismo, muertes y más muertes, pandemias y catástrofes climáticas. Te habría gustado ser un agnóstico absoluto, porque así pasar de la muerte a la nada, no sería tan terrorífico como pasar de esta dimensión a otra donde las cosas podrían ser incluso peor que aquí. Los sueños te han hecho pensar que el más allá puede ser incluso mucho peor que esto. Por eso llevas una larga temporada sin recordar sueños, sin anotarlos. También te has hartado de los sueños, no te explican nada, no te responden a ninguna pregunta. Por eso pensaste que no merecía la pena seguir anotando sueños que no tienen el menor sentido. ¡Y cómo es el subconsciente! Parece que te escuchó porque llevas una larga temporada sin recordar sueños.

Creías estar ya próximo a la sensibilidad del pedrusco, y te felicitabas por ello. Pero hay algo que no puedes soportar, que nunca podrás soportar, aunque vivas toda la eternidad, y es el sufrimiento y la muerte de los niños. Los adultos, aunque sean víctimas inocentes, pueden haber merecido lo que les pasa, como consecuencias de su mal karma. ¡Pero los niños! ¡Qué han hecho estos angelitos! Niños destrozados por las bombas, llevados en brazos, intentando salvar sus vidas, secuestrados sin compasión por los demonios del infierno, convertidos en escudos humanos, siguiendo la camilla en la que va su madre al quirófano, niños traumatizados de por vida, si es que logran sobrevivir, niños que no tienen ni agua potable para beber, ni un mendrugo de pan para comer. A los adultos inocentes también les pasa lo mismo, ¡Pero los niños! No pudiste soportarlo y te derrumbaste. Lloraste hasta darte cuenta de que no servía de nada. Si las lágrimas sirvieran para redimir a la humanidad, ya viviríamos en un paraíso y no en el infierno. Hubo un momento en que te viste desde arriba, como un muñeco, como un pelele, era como una obra de teatro en la que tú eras un mal actor a punto de reír cuando tocaba llorar. Una risa histérica que hiciera explosión como una bomba nuclear. Eso pensaste, dejaste caer tu cabeza hacia atrás y que las lágrimas se secaran como un pozo en plena sequía. Has estado viendo las tertulias en las que unos defienden a unos, y otros a otros. En las que se discute sobre quién fue el primero, qué fue antes, el huevo o la gallina. Quién tiene más culpa. Se defienden ideologías, se defienden religiones, se defienden dogmatismos, se trata de parecer equidistante entre unos y otros. Como tú bien sabes, querido hermano, esta es la pirámide de valores al revés. Los valores que deberían estar arriba, están abajo, y los que deberían estar abajo están arriba. Y lo que debería estar fuera de la pirámide de valores, el odio, está en la cúspide, rezumando sangre negra. Así no vais a ninguna parte, salvo al abismo del apocalipsis. Se miden las palabras, se miden los pasos, se miden las miradas, se intenta quedar bien con uno y con otro. Tú solo ves los cuerpos de los niños destrozados, las víctimas inocentes, ves al palestino entrevistado en televisión, harto de tanto odio y tanto sufrimiento, clamando por la muerte como única solución, porque la vida que llevan es peor que la muerte. Aún te queda suficiente capacidad de empatía para ponerte en la piel de los que sufren, de un bando y de otro, de los que esperan el regreso de sus seres queridos, sabiendo que ya están muertos. Y cuando ves al pobre niño, como un gatito frágil, intentando seguir la camilla donde va su madre que tal vez no se salve, se te desgarra todo.

Y mientras tanto sigue la lucha de las ideologías, de las religiones, la lucha estratégica por el poder. Y vamos a ver si no se produce una escalada y acabamos en una guerra nuclear o en una masacre inimaginable. Se te cae el alma a los pies cuando ves cómo se rebuscan razones entre la basura para defender a unos o defender a otros. Cuando todos deberían estar llorando, con el alma desgarrada y clamando porque los líderes dejen de enfangarse en el odio y asuman que se puede vivir en un mundo fraternal, porque todos estamos aquí de alquiler y puede que nos quede ya poco tiempo para el desahucio. Mejor vivir el poco tiempo que nos queda como hermanos queridos y no como demonios odiadores. Porque si el amor es la luz, el odio son las tinieblas, y si el amor nos hace ángeles, el odio nos convierte en demonios.

Te dejo, querido amigo, querido hermano, porque se te ve agotado. Ya no es como antes, que ponías los ojos en blanco y te dejabas dictar como un instrumento, ahora tienes que poner de tu parte, y eso es doloroso y eso es agotador. Puede que esta noche no pegues ojo, pero créeme, el sacrificio que has hecho por escuchar a Milarepa no será en vano. Y aunque no te lo creas yo sigo a tu lado, aunque no me veas, aunque no me escuches, aunque no pienses en mí. Porque, y retomo tus palabras de aquella ceremonia que escribiste una vez, QUIEN AMÓ UNA VEZ EN EL TIEMPO AMARÁ DURANTE TODA LA ETERNIDAD.

Que la paz profunda esté contigo y con todos vosotros.





EL LOCO DE CIUDADFRÍA XLII (NOVELA)

17 10 2023

EL LOCO ERÓTICO IV

Creí notar unas voces a lo lejos. Estaba tan a gusto que no abrí los ojos, continué con el agradable duermevela. Al fin comprendí. Chonchi y mi esposa habían terminado de fregar la vajilla, de limpiar todo lo limpiable y ahora seguramente estaban tomándose un café con los típicos pastelillos con los que obsequiaba la gallega a su amiga. Conocía esa escena. Con el tiempo logré centrarme un poco en la conversación, lo suficiente para advertir que no hablaban del loco, ni tampoco de mí, como me hubiera gustado. Sorprender una conversación de otros sobre uno mismo es un privilegio que a pocos les es dado. Puede acabar con la más sólida relación pero también nos da una perspectiva sobre nosotros impagable. Mala suerte. Ya deberían haberse dado cuenta de que yo dormía profundamente, incluso puede que hasta estuviera roncando. No sabía el tiempo transcurrido, hasta es posible que hubieran hablado de mí al principio, y tal vez también del loco. ¡Cuánto hubiera dado por sorprender esa conversación! Ahora se contaban las típicas cosas que se cuenta una amiga a otra tras un largo periodo de separación. No es que no fueran interesantes, pero no lo suficientes para hacer un esfuerzo para mantener un atisbo de consciencia. Mientras volvía a caer hacia el sueño, a cámara lenta, recordé cómo se habían conocido. Nuestras primeras vacaciones en Galicia. Forcé a mi esposa a una cena a base de marisco. Bebí mucho. Todo iba bien hasta que ella se indispuso. Me preocupé mucho, tal vez demasiado, con tanto alcohol en el cuerpo es difícil mantener la ecuanimidad. Como no podía conducir yo nuestro coche pedí a un camarero que llamaran a una ambulancia. Apareció con luces y sirenas. Mi esposa se burlaría de aquello durante muchos años, pero en aquel momento estaba pálida, se sentía muy mal y agradeció que la llevaran al hospital en volandas. En urgencias estaba Chonchi, enfermera diplomada, y una verdadera aparición para mí. No sabía si era una gnomita de carácter indomable o una demonia que iba por libre. Se hizo cargo de todo. Me llevó a que tomaran datos de nuestro seguro y se libró de mí y de mis angustiosas preguntas con un simple, parece una intoxicación, y no me dejó hacer más preguntas. Cuando me acerqué a la camilla donde mi esposa permanecía con los ojos cerrados y quejándose, me tomó de la mano y me arrastró a la sala de espera que permanecía vacía. Me amenazó con expulsarme si salía de allí. Así era Chonchi. Para alejar la angustia e impedir que los vapores etílicos me llevaran por delirios dramáticos, me puse a pensar en ella. Me sorprendí pensando que bien podría tratarse de la diosa Venus para dioses diminutos, un Olimpo de dioses diminutos. Me hubiera reído de no ser por la sincera preocupación que sentía por mi esposa, no parecía ser grave, pero uno nunca sabe lo que sucederá cuando el cuerpo deja de seguir sus ritmos habituales. Me sorprendió aún más que comenzara a pensar en Chonchi con verdadera lujuria. Imaginé cómo sería un polvo con aquella Venus diminuta y hasta me puse cachondo. Luego me disculparía atribuyendo todo aquel desvarío al alcohol ingerido. Pero él no tenía toda la culpa, con el tiempo llegaría a sufrir lo que acabaría llamando el síndrome Chonchi. Mi fantasía me llevaba a imaginarla desnuda en la cama, sufría una erección y me veía obligado a escapar con cualquier disculpa o a iniciar una actividad desaforada, impropia de mí, hasta que se calmaran los primeros efectos y me acostumbrara a su presencia.

Permanecí toda la noche en la sala de espera. A punto estuve de levantarme, a pesar de la prohibición de Chonchi, y de reclamar información. Pero el alcohol pudo conmigo y me quedé dormido. Una mano pequeña pero muy fuerte me sacudió del hombro. Era Chonchi. Me recriminó haberme dormido mientras mi esposa podía estar agonizando. Así era ella, de humor rudo y sin contemplaciones. Me sobresalté y al intentar ponerme de pie caí de culo. Ella no se rió. Dejó que me levantara como pudiera y de sopetón me dijo que mi esposa permanecería allí al menos un par de días. Ya la habían subido a la habitación, tras realizarle algunas pruebas. No era una intoxicación, tampoco estaba embarazada (me lo soltó sin inmutarse), los médicos no encontraban el quid de la cuestión y habían decidido hacer una batería de pruebas al día siguiente. Podía subir con ella, si quería. Y aquí me miró de arriba abajo como si el demonio fuera yo. O podía ir a dormir al hotel, dejando mi número de teléfono. Lo dijo como si me creyera capaz de hacer algo así.

Así era mi Chonchi, como llegaría a saber con el tiempo. Tras muchas pruebas y muchas preguntas para el historial clínico, un lumbreras descubrió que podía tratarse de un exceso de azúcar en sangre. La idea le vino después de que mi esposa le hablara del abuelo, diabético, y de su muerte apacible, en un taxi en el que un hijo le llevaba al hospital más cercano. No era diabética, al menos no aún, pero aquel episodio transformó a mi esposa en una obsesiva de la dieta. No probaba el dulce, salvo cuando visitaba a Chonchi, entonces se resarcía de su dura abstinencia. A pesar de que aquella simpática enfermera con un carácter endiablado estaba entonces en urgencias, no dejaba de visitar a mi esposa en sus ratos libres a lo largo de los dos días que permanecimos en el hospital, porque yo decidí acompañarla constantemente, e incluso dormir a su lado, un privilegio que luego sabría me consiguió Chonchi, porque estaba prohibido a los familiares estar con los enfermos salvo durante las horas destinadas al efecto. Curiosamente cuando llegaba ella mi esposa me mandaba a la cafetería a por algo, sin azúcar, por supuesto. De esta manera tan peregrina se hicieron amigas. Fue una amistad a primera vista, se cayeron bien desde el principio y desde aquel momento nunca dejaron de estar en contacto, cuando no llamaba una llamaba la otra y cuando no íbamos nosotros a visitarla, por invitación insistente, venía ella a vernos por invitación insistente de mi esposa. Era una relación curiosa, como creo que solo se puede dar en las mujeres. No podían estar la una sin la otra, o al menos sin saber la una de la otra, y cuando se juntaban se producía una especie de explosión psicológica, como dos elementos químicos que no pueden estar juntos sin encenderse o explotar.

Cuando mi esposa recibió el alta y se recuperó totalmente seguimos nuestro viaje vacacional, pero unos días más tarde apareció Chonchi por la playa donde estábamos. Ninguna de las dos intentó disimular, sencillamente la enfermera había cambiado turnos y conseguido un par de días de permiso y podía acompañarnos, encantada el resto de nuestras vacaciones. Para mí no fue muy agradable, pero ellas adelantaron tanto en su amistad en aquellos días que se hicieron inseparables. Con muy mala baba yo pensaba para mí coleto que también Chonchi se podía apuntar a dormir con nosotros y así podríamos hacer un trío. Nunca se lo dije a mi esposa pero ella notó mi desasosiego y por las noches me premió con mucho cariño y me agradeció el sacrificio. Para ella la amistad de Chonchi era muy importante y esperaba que con el tiempo también nosotros nos haríamos buenos amigos. Su confianza en ella era absoluta, como lo demostró cuando nos dejó solos en el chalet de Chonchi para ir a ver a sus padres que habían decidido pasar allí sus vacaciones, aprovechando que estábamos también nosotros. Sabedora de que yo me quedaría a poco que me lo sugiriera, lo hizo, y también insinuó a Chonchi que no la quería comprometer y que si prefería quedarse, que no tuviera el menor reparo. Y su amiga no lo tuvo. Así nos quedamos los dos solos en su casa. Durante algún tiempo llegué a pensar en un complot entre las dos, una especie de cesión del marido a la mejor amiga.

Dada la profunda amistad entre ambas ni se me pasó por la cabeza la posibilidad de que Chonchi fuera a insinuarse como se insinuó. En realidad todo lo que ocurrió fue bastante extraño e inesperado. La primera noche nos quedamos en el porche hablando, ella era muy habladora, tenía una labia impresionante y seductora. Debía de sentirse un tanto nerviosa porque me ofreció orujo gallego, sacó la botella y dos vasos y bebió más que yo. No creo que lo hiciera como una estrategia para justificar lo que iba a hacer, ni siquiera creo que lo tuviera pensado. El caso es que terminamos la botella, sacó otra y ella comenzó a ponerse nerviosa y yo más, porque me estaba oliendo algo. De pronto, sin preámbulos, me soltó lo mucho que yo le gustaba y lo bien que lo pasaríamos aquella noche si nos íbamos juntos a la cama. Mi esposa, su amiga, no tenía por qué enterarse, son cosas que pasan una vez en la vida y luego se olvidan. Me quedé pasmado, de una pieza. Estaba casi al límite, unos tragos más y no respondería de mí mismo, por lo que dejé de beber e hice un gran esfuerzo de voluntad. Chonchi me gustaba y con el alcohol que llevaba en el cuerpo, una noche de lujuria con aquella extraordinaria mujer, una Venus diminuta para dioses diminutos (aquella metáfora se me ocurrió precisamente en aquel momento) me apetecía mucho. Le dije con suavidad, pero con contundencia, que yo estaba muy enamorado de mi esposa y que no comprendía cómo su mejor amiga era capaz de traicionarla de aquella manera. No, no se lo contaría a mi mujer, pero con la condición de que ella no volviera a intentarlo.

Entonces ella se vino totalmente abajo, lo que sin duda era signo evidente de lo mucho que se había pasado con el orujo. Comenzó a llorar a lágrima viva, me suplicó de rodillas que no se lo dijera y no se levantó hasta que se lo juré. Volvió a sentarse y su aspecto me dio tanta pena que tomé su mano y la consolé como pude. Me explicó, con lágrimas en los ojos, lo mucho que mi esposa significaba para ella, que lo ocurrido tenía que achacarlo al exceso de alcohol. Dicen que de la boca de los niños, los locos y los borrachos nace la sinceridad. Así ocurrió aquella noche, porque comenzó una confesión que me trastornó. Me dijo que ella no era una ninfómana, no creía en esas tonterías, pero sí sentía un fuerte deseo sexual que la llevaba a ofrecerse, con discreción y prudencia, a los hombres que la gustaban. Y aquí comenzó a utilizar su lenguaje, libre, sin tapujos, hasta un poco chabacano. Las mujeres sentían tanto deseo sexual como los hombres, o más, y por cierto, estaban mejor preparadas por la naturaleza para su satisfacción, salvo por el tema del embarazo, que ahora se podía obviar perfectamente con las medidas contraceptivas y con un poco de mano izquierda para que sus amantes utilizaran el preservativo. Era todo cuestión de machismo, vivían en una sociedad machista y represiva que permitía a los hombres hacer lo que les viniera en gana, perseguir a cualquier mujer, incluso hasta el abuso, y jactarse luego de sus conquistas, que eso solo les daba un aura de machos y sementales, envidiados por los otros hombres. En cambio una mujer que hiciera lo mismo era considerada una puta redomada. Las cosas estaban cambiando, pero tardarían mucho tiempo en igualarse. Ella no podía esperar tanto tiempo. Necesitaba del sexo, no podía pasar mucho tiempo sin él o se ponía mala. No es que eso les sucediera a todas las mujeres, que se limitaban a disimular, lo mismo que no todos los hombres tenían un apetito sexual tan voraz, simplemente algunos eran golosos hasta convertirse en tragones sin tino y otros disfrutaban de la comida lo justo. Lo mismo ocurría con el sexo. Para algunos era una necesidad mínima, de la que se podía prescindir mucho mejor que de la comida.

Y aquí me contó algunos líos en los que se había metido a pesar de su discreción y prudencia. Utilizó una expresión muy masculina para darme a entender que sus aventuras con algunos médicos y personal masculino del hospital le habían traído terribles complicaciones, razón por la cual comenzó a buscar amantes fuera del trabajo. Este cambio de estrategia le había creado también algún que otro problema, alguno grave, pero ella era muy “bragada” y acostumbraba a llevar una navaja en su bolso. En alguna ocasión la tuvo que exhibir y el hombre, cobarde, salió por piernas, tras un acoso brutal, cercano a la violación. A ella le gustaba el sexo, pero no con cualquiera y solo cuando daba un sí rotundo, incluso entonces exigía un mínimo de respeto y sensibilidad. Se hubiera planteado la monogamia y la vida en pareja de haber encontrado un hombre que mereciera la pena, pero hasta el momento no lo había encontrado. Yo hubiera podido ser ese hombre de no haber estado casado.

Agradecí su halago y ella volvió a llorar a lágrima viva. Cuando se calmó retomó su historia. Llevaba un tiempo sin sexo, tras una mala experiencia, y con el exceso de orujo no había podido controlarse. Me pedía perdón. No lo había planeado. Sabía que quedarse a solas conmigo en la casa iba a ser una tentación muy fuerte para ella, pero estaba segura de que la iba a vencer. Sabía a través de mi esposa lo enamorados que estábamos, a pesar de que ella a veces bromeara cuando Chonchi mostraba su envidia, diciéndole que se lo dejaba por una temporada, a ver si luego pensaba lo mismo. Pero solo eran bromas de mujeres. Mi esposa era para ella la única verdadera amiga que tenía, a pesar de su fama de poseer una labia irresistible, la verdad es que solo tenía conocidas, no auténticas amigas. Y en cuanto a los hombres, era muy consciente del morbo que despertaba entre mis congéneres, por su estatura y porque su cuerpo era despampanante y bien proporcionado, a pesar de su escasa estatura. Eso hacía que tuviera muchos moscones a su alrededor, pero pocos auténticos hombres que merecieran la pena. No podía privarla de la amistad de mi esposa, no podía, sería terrible para ella y era algo que no se merecía, solo por un error puntual.

De nuevo se desmoronó y volvió a ponerse de rodillas. Yo me sentí muy trastornado, la levanté, se lo juré y ella se arrojó en mis brazos. Hundió su cabeza en mi pecho, o más bien en mi ombligo, y allí los sollozos rebotaron por todo mi cuerpo. A punto estuvo de aceptar su ofrecimiento y dejar que aquello fuera un episodio del que ninguno de los dos volvería a hablar nunca. Por suerte me había despejado un poco y comprendí que eso solo sería una mezquina disculpa por mi parte, para llevarme a la cama a una mujer a la que deseaba y en el momento más vulnerable de su vida. Además si mi esposa llegara a enterarse la perdería y eso era inaceptable, ni por Chonchi ni por un harén de hermosas mujeres.

Se repuso y me dijo que iba a hacer café bien cargado. Necesitaba seguir hablando conmigo. Yo era el único hombre con el que ella se iba a permitir la debilidad de contar su secreto. Regresó con una cafetera repleta y continuamos la conversación. Para mí fue una de las experiencias más insólitas y conmovedoras de mi vida. Desde aquella noche mi respeto hacia ella fue inquebrantable. Nunca le conté a mi esposa nada de aquello, aunque con el tiempo llegaría a saber que Chonchi si lo había hecho y mi esposa la perdonó de corazón, bromeando con que tal vez si se hubiera acostado conmigo se le hubiera pasado todo aquel desvarío, porque yo era un amante del montón, nada especial. Lo cierto es que, sin yo saberlo, ella me premió sobradamente por aquel gesto que le indicaba muy claramente que yo seguía muy enamorado de ella. Algo que debería haber sabido sin necesidad de enterarse de aquella historia.





DIA MUNDIAL DE LA SALUD MENTAL 2023

9 10 2023

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MÁXIMAS DEL GUERRERO IMPECABLE XXV

9 10 2023

LOS SERES INORGÁNICOS

-Cosas que por, ahora resultarían difíciles, aun imposibles de explicarte -dijo-. No tienes energía sobrante como para entrar a lo desconocido y encontrarle sentido. Cuando los nuevos videntes arreglaron el orden de las verdades de la conciencia de ser, vieron que la primera atención consume todo el resplandor de la conciencia del hombre, y que no queda libre ni un ápice de energía. Ese es tu problema, y el problema de todos los guerreros. De modo que los nuevos videntes propusieron que si los guerreros quieren penetrar en lo desconocido tienen que conservar su energía. Pero, ¿de dónde van a conseguir energía, si toda ella ya está usada? La conseguirán, dicen los nuevos videntes, destruyendo hábitos innecesarios.

Dejó de hablar y me pidió preguntas. Le pregunté qué le hacía al resplandor de la conciencia el destruir hábitos innecesarios. Contestó que destruir hábitos desprende a la conciencia de la absorción en sí misma y le permite libertad al resplandor para enfocarse en otras cosas.

-Lo desconocido esta eternamente presente – prosiguió-, pero queda fuera de nuestro alcance normal. Lo desconocido es la parte superflua del hombre común. Y es superflua porque el hombre común no tiene suficiente energía libre para comprenderlo. «Puesto que has pasado años enteros en el camino del guerrero, ahora tienes suficiente energía libre para captar lo desconocido; pero no la suficiente como para entenderlo o siquiera para recordarlo.

Me explicó que en el sitio ése de la roca plana yo había entrado muy profundamente en lo desconocido. Pero como yo estaba dado al vicio de la exageración, hice lo peor que uno puede hacer, me había aterrado desmedidamente. Por eso salí del lado izquierdo, con la prisa del alma que lleva el diablo, desafortunadamente llevando conmigo una legión de seres extraños. Le dije a don Juan que no se andara por las ramas, que me dijera exacta y directamente qué quería decir con una legión de seres extraños.

-¿Qué es esa fuerza misteriosa?-pregunté. -Es una fuerza que se encuentra presente en todo lo que existe -dijo-. Los antiguos videntes jamás se propusieron desentrañar el misterio de la fuerza que los hizo crear sus prácticas secretas; simplemente lo aceptaron como algo sagrado. Pero los nuevos videntes lo observaron de cerca y lo llamaron voluntad, la voluntad de las emanaciones del Águila, o el intento.

Don Juan siguió explicando que los antiguos toltecas habían dividido su conocimiento secreto en cinco grupos de dos categorías cada uno: la tierra y las regiones de tinieblas, el fuego y el agua, lo de arriba y lo de abajo, el ruido y el silencio, lo móvil y lo estacionario. Especuló que debieron existir miles de técnicas diferentes que se volvieron más y más intricadas conforme pasó el tiempo.

«El conocimiento secreto de la tierra -prosiguió- tenía que ver con todo lo que se encuentra en el suelo. Había series particulares de movimientos, palabras, ungüentos, pociones que se aplicaban a personas, animales, insectos, árboles, plantas pequeñas, piedras y todo lo demás. «Estas eran técnicas que convirtieron a los antiguos videntes en seres horrendos.Y las usaban ya fuera para cuidar o para destruir a cualquier ser animado o cosa inanimada.

«La contraparte de la tierra era lo que conocían como las regiones de tinieblas. Definitivamente, estas prácticas eran las más peligrosas. Trataban con entidades sin vida orgánica. Criaturas vivientes que se encuentran presentes en la tierra y que la habitan junto con todos los seres orgánicos.

«Sin duda alguna, uno de los hallazgos más valiosos de los antiguos videntes, al menos para ellos, fue el descubrimiento de que la vida orgánica no es la única forma de vida presente en esta tierra.

-Los seres orgánicos no son las únicas criaturas que tienen vida -dijo; haciendo otra pausa, como dándome tiempo para evaluar sus afirmaciones.

-Para los videntes, el estar vivo significa tener conciencia -contestó-. Para el hombre común, tener conciencia significa ser un organismo. Ahí es donde difieren los videntes. Para ellos, tener conciencia significa que las emanaciones que crean la conciencia están encajonadas dentro de un receptáculo. «Los seres orgánicos vivientes tienen un capullo que encierra las emanaciones. Pero hay otras criaturas, seres inorgánicos cuyos receptáculos no parecen capullos para el vidente. Pero sí contienen las emanaciones de la conciencia y muestran características de vida que no son la reproducción y el metabolismo.

-¿Cómo cuáles, don Juan? -Como las emociones desgarradoras, la tristeza, la alegría, la ira y etcétera, etcétera. Y que no se me olvide la mejor: el amor; un tipo de amor que el hombre ni siquiera puede concebir. -¿A lo serio, don Juan?-le pregunté con sinceridad. -A lo inorgánicamente serio -contestó sin expresión alguna y después comenzó a reírse. -Si consideramos como clave lo que los videntes ven -continuó-, la vida es en verdad extraordinaria. -Si esos seres están vivos, ¿por qué no se dejan conocer por el hombre? -Lo hacen, todo el tiempo. Y no sólo se dejan conocer por los videntes sino también por el hombre común. El problema es que toda nuestra energía utilizable es consumida por la primera atención. El inventario del hombre no sólo la usa toda, también endurece al capullo al grado de volverlo inflexible. Bajo esas circunstancias no hay interacción posible.

CARLOS CASTANEDA

EL FUEGO INTERNO





ALGUNAS HISTORIAS SÓRDIDAS XXVI

2 10 2023

EL SEGUNDO CÍRCULO DEL INFIERNO / CONTINUACIÓN

La experiencia que había vivido como personaje famoso fue tan dramática y humillante que regresé al anonimato con una inmensa sensación de alivio, consciente de que debería de librar una pertinaz batalla para conservar aquella condición. Ahora sé muy bien que en mi entorno yo no podía ser el personaje anónimo que intentaba crear, porque si no muchos, sí los suficientes, me habían reconocido como aquel extraño loco que se había exhibido en un programa de televisión confesando sin tapujos sus miserias de enfermo mental, y sin duda habrían expandido ese rumor en sus entornos con la cadencia tranquila con que sucedían las cosas en un tiempo en el que aún no existían los teléfonos móviles, ni Internet, ni los instrumentos mediáticos que hoy forman parte consustancial de nuestras vidas, transformándolo todo en oleajes tan persistentes como veloces. Me cuesta retomar, aunque sea por un instante, aquella vida que transcurría a ritmo de tortuga, con una placidez que hoy resulta inimaginable. A pesar de ello, alguna experiencia posterior, me desveló el poder del rumor, del boca a boca, de los comentarios aparentemente inocuos, que se utilizaban para llenar los ratos muertos, que eran muchos. Si hasta entonces había creído que mi sensación de que era observado y reconocido en lugares y entornos donde no me conocían de nada formaba parte de mi calenturienta imaginación o de mis constantes delirios sobre mi condición de monstruito, a partir de aquel momento se convirtió en una certeza tan esperpéntica como sólida. El episodio tuvo lugar algunos años más tarde, ya casado y con familia. Habíamos ido a pasar las vacaciones de verano a Santander. Me acerqué a la recepción de un camping donde nos íbamos a instalar para ahorrarnos el gasto que suponía pasar una semana en un hotel. Ya entonces atravesaba mi etapa de telépata loco. Así la llamo por lo que en su momento narraré con pelos y señales. Se podría decir que había entrado en el tercer círculo del infierno, siempre acosado por la angustia, siempre atento a las reacciones de las personas de mi entorno, ya sufriendo las consecuencias de una fobia social que no sabía que se llamara así, ni siquiera creo que existiera ese término, al menos yo no lo había oído nunca. Pues bien, como tuve que esperar un buen rato a que me atendieran, puesto que había mucha cola, me vi asaltado por esa fobia social y sobre todo por las manías obsesivas que en mi condición de telépata loco eran algo cotidiano y muy notorio para los que me rodeaban. Debo adelantarme mucho en mi narración para dar un detalle que resulta imprescindible para que se comprenda lo que allí sucedió. Como contaré largamente en su momento, mi convencimiento de que era telépata y podía percibir los pensamientos ajenos, me llevó a un ritual tan extraño como efectivo. Cuando creía percibir pensamientos y sentimientos muy malévolos hacia mí, utilizaba una especie de lenguaje de signos, para hacer comprender a los demás que estaba leyendo sus mentes. Hubiera sido muy sencillo hablar con claridad del tema, no me tomarían por más loco de lo que aquel lenguaje de signos ya me había hecho. Para que se entienda mi elección debo añadir algo de lo que ya hablaré en profundidad en su momento. No solo me había convencido de que podía leer los pensamientos ajenos, también me creía capaz de matar con mi pensamiento.

Para evitar estas supuestas muertes, que se podían producir si yo lanzaba mis pensamientos asesinos hacia los que se burlaban de mí, ideé este lenguaje de signos de la siguiente manera: me tocaba repetidamente la punta de la nariz, o me acariciaba el mentón con mi mano o miraba implorando que me hicieran caso, entre otras cosas. Y esto es lo que hice en aquel lugar cuando me convencí de que las dos chicas que atendían la recepción tenían pensamientos malévolos hacia mí. Es una posibilidad, aunque remota, que me hubieran reconocido como el loco que salió en televisión. Digo remota, porque ya habían transcurrido bastantes años, no sé cuántos, y todos sabemos lo poco que duran en la memoria estos acontecimientos. En cambio, lo que estaba haciendo y que desencadenó todo, era más reciente. En León yo llevaba algún tiempo. Puede que bastante, comportándome como telépata loco y hablando este curioso lenguaje de signos todos los días, o casi todos. Las chicas no tardaron en reaccionar. Hablaron entre ellas, no en bisbiseos para que no las oyera, sino de forma perfectamente audible. Una le comentaba a la otra lo raro que era yo, y la otra le respondió con una frase lapidaria que me hizo comprender de una vez por todas hasta dónde estaban llegando los rumores sobre mi locura. ¿No lo has reconocido? Es el loco de León.

Cuando regresé a León y sucedió el episodio que ya he relatado más arriba, intenté por todos los medios huir de algo que no iba a poder superar, a pesar de todos mis esfuerzos. Me fugué de la realidad con tal intensidad que hasta llegué a convencerme, con el tiempo, de que la gente se había olvidado por completo de mi aparición en televisión y de mis conductas esperpénticas. Analizo esta fuga de la realidad en el relato del búnker, en mi blog del guerrero impecable. Los enfermos mentales nos fugamos de la realidad, cuando no podemos enfrentarnos a ella, y si la intensidad de esta fuga es muy elevada, alcanzamos el delirio. La locura ya es cruzar la línea roja, algo que como me dijo una psiquiatra a la que le comenté mi pánico a la locura, no es tan fácil como podemos pensar. Tenía mucha razón. Porque a pesar de mi paso por los diferentes círculos del infierno, nunca pasé esta línea roja, siempre fui consciente de la realidad cotidiana y ahora, décadas más tarde, puedo analizar todo aquello con fría objetividad.

En aquella primera etapa de mi paso por el segundo círculo del infierno, dos obsesiones se convirtieron en mis perros guardianes desde que despertaba por la mañana hasta que me dormía por la noche. Por un lado la evolución del cáncer que sufría mi padre, deseando y rezando para que sufriera lo menos posible, y por el otro la necesidad imperiosa de que todo fuera lo mejor posible en el trabajo. Era muy consciente de que una incapacidad o la pérdida de mi condición de funcionario serían algo irremediable. No podría seguir viviendo sin una independencia económica. Por ello me apliqué con una voluntad férrea a hacer mi trabajo. Consciente de que un trabajo bien hecho, concienzudo y rápido, sería una poderosa barrera para que quienes podían tomar decisiones sobre mi futuro económico, se lo pensaran dos veces, visto el buen trabajo que realizaba. Por eso consultaba los libros de leyes que había en el juzgado cuando tenía que redactar una sentencia, un auto, o lo que fuera en cualquier procedimiento que estuviera tramitando. Procuraba escribir rápido e ir sacando los asuntos que se apilaban sobre mi mesa de despacho. Creo que lo hice bien y debí adquirir un cierto prestigio de funcionario trabajador y fiable. En cambio con mi padre nada podía hacer, salvo rezar y decirle alguna frase cariñosa cuando llegaba a casa y me encerraba en mi habitación.

No recuerdo cuánto tiempo tardó mi padre en morir. La idea que tengo es la de que su enfermedad evolucionó durante unos cuatro años. Como ya llevaba unos tres años con ella cuando yo regresé a casa, calculo que como mucho yo presencié su larga agonía durante menos de un año. Ya le habían operado varias veces, mi memoria me dice que ya tenía la bolsita cuando yo llegué a casa. Debieron operarlo una vez más, creo que más por su insistencia que porque consideraran que iba a servirle de algo. Lo que nunca olvidaré fue aquella tarde en la que yo estaba velándole en su habitación en el hospital. Nos íbamos turnando para estar acompañándole todo el día y toda la noche. Creo recordar que mi madre estaba por las noches, mi hermano por la mañana y yo por las tardes, hasta que llegaba mi madre. No puedo tener la seguridad al cien por cien de que mi recuerdo sea absolutamente fiable, pero en mi memoria me veo leyendo un libro, sentado en una silla, cerca de su cama. El libro era El tercer ojo de Lobsang Rampa. Ya en Madrid había iniciado mis lecturas sobre yoga y otros temas esotéricos y había comprado varios libros de Rampa. Mi padre estaba cada vez peor, algunos días permanecía dormido bajo los efectos de la morfina o en una especie de coma, no sé si inducido. Puede que me equivoque, los médicos nos habían anunciado que podía morir en cualquier momento, pero había que seguir con la vida, yo iba a trabajar y mi madre, que estaba con él por las noches, tenía que comprar y hacer las comidas. En el recuerdo de aquella escena me veo solo, aunque puede que no lo estuviera. Era por la tarde, tal vez a la puesta de sol. Yo había dejado de leer porque la respiración de mi padre era muy ruidosa y difícil, le costaba mucho respirar. Temía que muriera en cualquier momento. Intentaba rezar, y sugerido por la temática del libro de Rampa, me preparaba para ayudarle y acompañarle en su tránsito. No sé si había leído ya el libro tibetano de los muertos o se hablara de ello en el libro que estaba leyendo, sí recuerdo que yo intentaba hablar con su mente y prepararle para el paso que iba a dar. La respiración era ya un agónico estertor. De pronto dio una gran bocanada muy ruidosa y se quedó en absoluto silencio. Estaba muerto. Yo intentaba hablar con él y hacerle ver que estaba pasando al otro lado y lo que se iba a encontrar. De pronto se escuchó en el aire, llenando toda la habitación, una especie de suspiro de infinito alivio. Lo que más me llamó la atención fue que aquel sonido no parecía venir de ninguna parte y al mismo tiempo de todas. Era como si llegara de otra dimensión. Aquella fue una experiencia que ha permanecido en lo más profundo de mi mente todos estos años. Nunca hablé con mi madre de aquello. Es posible que no estuviera solo, que también estuviera ella, aunque dado que se reservaba las noches, no me parece muy verosímil, salvo que los médicos le hubieran dado un plazo concreto, veinticuatro, cuarenta y ocho horas. La memoria nos juega malas pasadas, crea situaciones que no hemos vivido y transforma otras que sabemos con certeza que sí las hemos experimentado. Fuera como fuera, solo o en compañía, aquella vivencia del suspiro de alivio no puede ser falsa porque ha marcado mi vida. Con el tiempo leería sobre psicofonías e incluso intentaría grabaciones en mi radiocassette pero nunca llegaría a escuchar un sonido como aquel que parecía venir del más allá, de otra dimensión. No recuerdo más detalles, de si llamé al timbre y llegaron para certificar su muerte, si luego llamé desde una cabina a casa para decírselo a mi madre, todo estaba confuso, borrado, como en una niebla espesa. Pero aquellos detalles del libro de Lobsang Rampa, de su respiración forzada, angustiosa (estaba en su habitación, no en reanimación) y sobre todo de aquel infinito suspiro de alivio que me hizo comprender hasta qué punto la muerte puede ser una liberación, nunca se han desdibujado en mi memoria. Tampoco recuerdo el velatorio, el entierro, es como si aquel suspiro hubiera borrado todo lo demás en mi memoria.





LA NOVENA REVELACIÓN V

29 09 2023

DESCRIBÍA UNA NUEVA COMPRENSIÓN DE LO QUE DURANTE MUCHO TIEMPO HA SIDO DENOMINADO «CONCIENCIA MÍSTICA». DECÍA QUE EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS DEL SIGLO XX ESTA CONCIENCIA SE DIFUNDIRÍA COMO UNA FORMA DE SER REALMENTE ASEQUIBLE, UNA FORMA QUE HA SIDO DEMOSTRADA POR PRACTICANTES MÁS ESOTÉRICOS DE MUCHAS RELIGIONES. PARA LA MAYORÍA DE ELLOS, ESTA CONCIENCIA SEGUIRÍA SIENDO UN CONCEPTO INTELECTUAL, SUSCEPTIBLE ÚNICAMENTE DE SER TRATADO Y DEBATIDO. PERO PARA UN NÚMERO CADA VEZ MAYOR DE SERES HUMANOS, ESTA CONCIENCIA PASARÍA A SER EXPERIMENTALMENTE REAL, EN RAZÓN DE QUE ESTOS INDIVIDUOS EXPERIMENTARÍAN CHISPAZOS O DESTELLOS DE ESE ESTADO MENTAL EN EL TRANSCURSO DE SUS VIDAS. EL MANUSCRITO DECÍA QUE ESTA EXPERIENCIA ERA ESENCIAL PARA PONER FIN AL CONFLICTO HUMANO EN EL MUNDO, YA QUE MIENTRAS LA EXPERIMENTAMOS RECIBIMOS ENERGÍA DE OTRA FUENTE: UNA FUENTE QUE A LA LARGA APRENDEREMOS A APROVECHAR A VOLUNTAD.

—LA COMIDA ES LA PRIMERA FORMA DE GANAR ENERGÍA — dijo.

—PERO PARA ABSORBER TOTALMENTE LA ENERGÍA DE LOS ALIMENTOS, LA COMIDA DEBE APRECIARSE,

—SABOREARSE —dijo al final—. EL GUSTO ES LA PUERTA DE ENTRADA. HAY QUE VALORAR EL GUSTO. POR ESA RAZÓN SE REZA ANTES DE COMER. NO SOLAMENTE PARA AGRADECER, SINO PARA QUE COMER SEA UNA EXPERIENCIA SANTA Y ASÍ EL ALIMENTO PUEDA ENTRAR EN EL CUERPO.

—Pero ingerir alimentos es solamente el primer paso —continuó—. UNA VEZ QUE LA ENERGÍA PERSONAL AUMENTA DE ESTA FORMA, NOS VOLVEMOS MÁS SENSIBLES A LA ENERGÍA DE TODAS LAS COSAS Y DESPUÉS APRENDEMOS A INCORPORAR ESA ENERGÍA SIN COMER.

—TODO LO QUE NOS RODEA TIENE ENERGÍA —prosiguió—. SIN EMBARGO, CADA COSA TIENE SU TIPO ESPECIAL. POR ESO HAY LUGARES QUE AUMENTAN LA ENERGÍA MÁS QUE OTROS. DEPENDE DE CÓMO ENCAJA NUESTRA FORMA CON LA ENERGÍA DE CADA UNO.

—¿ESO ES LO QUE ESTABA HACIENDO ANTES ALLÁ? — PREGUNTÉ—. ¿AUMENTAR SU ENERGÍA? —SÍ. —¿Cómo lo hace? —pregunté. —HAY QUE ABRIRSE, CONECTARSE, USAR EL SENTIDO DE LA APRECIACIÓN, COMO PARA VER LOS CAMPOS. PERO SE LO LLEVA UN POCO MÁS LEJOS, PARA TENER LA SENSACIÓN DE SER COLMADO.

—USTED NO SE OBLIGA A AMAR —replicó—. DEJA QUE EL AMOR ENTRE EN USTED. PERO PARA HACERLO DEBE DISPONER SU MENTE RECORDANDO QUÉ SENTÍA Y TRATAR DE SENTIRLO DE NUEVO.

Miré el árbol y traté de recordar la emoción que experimenté en la montaña. POCO A POCO, EMPECÉ A ADMIRAR SU FORMA Y SU PRESENCIA. MI APRECIACIÓN AUMENTÓ HASTA QUE EN VERDAD SENTÍ UNA EMOCIÓN DE AMOR.

—CUANDO APRECIAMOS LA BELLEZA Y LA SINGULARIDAD DE LAS COSAS RECIBIMOS ENERGÍA —explicó—. CUANDO ALCANZAMOS UN NIVEL EN EL QUE SENTIMOS AMOR, PODEMOS ENVIAR LA ENERGÍA DE VUELTA CON SÓLO DESEARLO.





EL LOCO DE CIUDADFRÍA XLI (NOVELA)

19 09 2023

EL LOCO ERÓTICO III

Al principio no ocurrió nada especial, las dos mujeres hablaban y comían. Pero a mi esposa se le ocurrió mirar al loco y enseguida apreció su problema. Chonchi siguió la mirada de su amiga y no tardó ni unos segundos en comprenderlo también. Ambas intercambiaron una mirada extraña, que supongo yo no supe interpretar, aunque hubiera jurado que había mucho entendimiento en aquella mirada. Durante un par de minutos, tal vez algo más, siguió la comida a su propio ritmo, entre el hambre de los comensales y la tragedia que se mascaba en el aire. Yo al menos la estaba mascando y por eso no me atrevía a servirme vino, cualquier movimiento no controlado podía llevarme a perder lo mejor de lo que iba a ocurrir. Hice muy bien, porque de pronto, sin avisar, Chonchi se bajó de su silla especial con tanto ímpetu que la derribó, generándose un ruido bastante más aparatoso de lo que era su causa. Sin dudarlo un instante se dirigió, al galope, diría yo, hacia el loco. Este se había puesto rojo y creo que esperaba una sonora bofetada, sino varias, en sus castas mejillas, porque no habían sido ellas las culpables, sino los ojos. Pero se equivocaba de medio a medio, porque Chonchi le tomó de la mano y le arrastró, una vez en pie, hacia el dormitorio de invitados. Allí entraron, primero el loco, empujado por detrás por Chonchi, y luego ésta, quien cerró la puerta dando un portazo, no sé si adrede o llevada por el genio que la embargaba.

Eso fue todo lo que vi, lo que me imaginé fue bastante más, hasta el punto de representarme un polvo rapidito como grabado por la cámara de las películas mudas, a aquella velocidad que hacía que uno viera todo como si estuviera tronchándose de risa o estuviera a punto de hacerlo.  Como luego me contaría mi esposa por la noche, en la cama, antes de las carantoñas, lo que ocurrió fue escuetamente lo siguiente: Una vez en el dormitorio Chonchi se quitó la blusa, se quitó el sujetador y mirando al loco con ojos llameantes, al tiempo que regocijados y yo diría que bastante libidinosos –aunque todo esto me lo estoy inventando yo, aunque basado en la narración de mi mujer- le ordenó que le tocara los pechos. El loco –es un suponer por mi parte- debió de quedarse pasmado e incapaz de reaccionar. Entonces Chonchi le tomó una mano, supongo que la derecha, y se la llevó a un pecho, supongo que el izquierdo, porque si se ponen en posición, ustedes con la mano derecha mirando a los pechos de su partenaire, lo lógico es que la mano derecha se dirija al pecho izquierdo. Digo yo, que no lo he probado, pero lo imagino. Por lo visto la timidez del loco dejó paso a un ansia libidinosa que le llevó a bajar la boca y cebarse en los pechos de Chonchi. Su lengua lamió sus pezones, con un deseo que me imagino. Según la versión de mi esposa Chonchi a punto estuvo de desnudarse e invitarle a continuar en la cama. No fue la elemental cortesía hacia unos huéspedes que eran de confianza, ni tampoco el pudor de realizar el acto a pocos pasos de nosotros, porque la puerta estaba cerrada, sino el miedo a una mala reacción por parte de aquel hombre. Creo más bien que debió influir más la sensación molesta de apresuramiento que forma parte de la psicología de algunas mujeres.

No tardaron mucho en regresar. Calculo que unos cinco minutos. No se me ocurrió mirar el reloj de pulsera porque aunque mi esposa continuaba comiendo como si nada, yo sabía que no quitaba su atención de mis posibles reacciones. Chonchi parecía un tanto sofocada, eso es cierto, aunque sus ropas no mostraban el menor signo de lo sucedido. Dejó que el loco se sentara y ella trepó a su silla y tras una disculpa poco convincente continuó comiendo y hablando con mi esposa. El loco y yo parecíamos invitados de piedra y ambos creo que lo agradecimos. Acabamos la fuente de ensaladilla y Chonchi se sintió obligada a preguntar si alguien quería más, quedaba otra fuente en el frigorífico. Yo decidí que el aspecto de los filetes en su salsa, con los pimientos de padrón, excitaban más mi gula. Agradecí a la cocinera la exquisitez de la ensaladilla, y con permiso me serví un par de filetes con abundante guarnición. Las mujeres se miraron y sonrieron. El loco se centraba en terminar con los restos de ensaladilla en su plato. Me sorprendió su aparente tranquilidad. Tras aquel episodio yo hubiera esperado una huida cobarde. No fue así, no miró a Chonchi, no miró a nadie, pero su parsimonia me indicaba que de alguna manera ya había superado su crisis y no esperaba ningún incidente más, como si el temor a disgustar a Chonchi seriamente hubiera desaparecido por completo. No me sorprendía.

Yo, por mi parte, comenzaba a sentirme raro, de una manera difícil de catalogar. Me preguntaba si el loco que estaba allí en más carne que hueso podía ser el mismo loco onírico al que había acompañado en sueños o ni siquiera el loco que había sufrido aquella extraña crisis a la entrada del pueblo fantasma. No quería admitir que de alguna manera estaba aceptando que el loco onírico era real y muy diferente al loco real. Para librarme de aquellos molestos pensamientos me dediqué a trasegar y a beber sin la menor discreción. El vino de Chonchi siempre me había gustado, no era el típico blanco gallego sino un tinto muy agradable que no había conseguido saber dónde lo conseguía, al parecer era un vino ecológico de alguna bodega cercana, según logré sacarle a mi esposa. Las mujeres continuaban hablando de sus cosas como si necesitaran con urgencia ponerse al día. Algo que me pareció curioso porque intuía que ya deberían haberlo hecho en conversaciones telefónicas. Por su parte el loco se sirvió otros dos filetes sin decir nada a nadie y trasegó con mayor gula que la mía.

Las mujeres se levantaron antes de terminar sus filetes y regresaron con platillos con sendos flanes que imaginé había hecho Chonchi. Ésta también llevaba bajo un sobaco una botella de orujo gallego. Colocó un flan frente al loco, le sirvió orujo en su copita y aprovechó para susurrarle algo a la oreja. Vi la sonrisa de oreja a oreja que esbozó el loco y eso me lo dijo todo. Por su parte mi esposa le dio un codazo a su amiga al pasar a su lado y luego, como si tal cosa, puso un flan delante de mí y otro delante de su plato. Al poco vino el café que era de pote y que Chonchi debió de poner a calentar en algún momento de su itinerario que yo me perdí. Al sentarse sirvió orujo en mi copita que yo me eché al coleto sin más ceremonias. Sirvió más y pude escuchar la risa estridente de las mujeres.

Poco más puedo contar de aquella gloriosa comida. Comí el flan, eché un poco de orujo al café y me serví otra copita. Notaba un sopor muy agradable, que no lo fue tanto cuando pedí permiso para salir al jardín y echarme un pitillo. Tuve que controlarme para no hacer eses. Mientras iba de camino pude escuchar las risas de las mujeres al tiempo que la disculpa del loco que se retiraba a su habitación. Como pude me acerqué a la tumbona que solía utilizar siempre que visitábamos a Chonchi. Estaba bajo un árbol frondoso, no podría decir si era un castaño porque no entiendo de árboles. Era cómoda y sobre ella estaba una almohadilla para la nuca que resultaba muy cómoda para la siesta. Llevaba el pitillo encendido, atrapé un cenicero sobre una mesita baja de madera y lo coloqué en mi regazo. De tal guisa fumé con miedo a quedarme dormido antes de terminar el pitillo. Lo logré, coloqué la colilla en el cenicero y sin más me quedé dormido.





DÍA MUNDIAL DE LA PREVENCIÓN DEL SUICIDIO

10 09 2023

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ALGUNAS HISTORIAS SÓRDIDAS XXV

6 09 2023

No había cambiado mi aspecto físico. ¡Qué me importaba mi aspecto físico, qué me importaba nada! No puedo recordar cómo se comportó mi madre conmigo, yo estaba centrado en el sufrimiento de mi padre, y eso es lo que mejor recuerdo. No puedo imaginar a mi madre sin decir nada sobre mi aspecto físico, que no intentara que me afeitara aquella barba de patriarca bíblico, tan descuidada, tan hirsuta. Que no me hablara de mi vestimenta, que no me dijera algo, lo que fuera, respecto al aspecto que debería tener alguien que iba a ver a todo un señor juez. Tal vez lo hiciera, o tal vez no. Desde que la escuchara gritar, con aquellos gritos horrísonos que partían el alma, tras mi intento de suicidio lanzándome por la ventana, unos años antes, no era capaz de arrancarme del alma aquella frase que me hizo sentirme menos que un ser humano, una especie de monstruo, de bestia que nunca mereció venir a la vida. Aún la recuerdo, tantos años después. ¡Dios mío, qué hemos hecho nosotros para merecer esto! Puedo ponerme en su piel, una madre que contempla a su hijo tirado sobre el cemento de un patio, sin saber si yo estaba vivo o muerto. Pero clamar a Dios acusándole de haberle dado un hijo semejante que estaba destrozando su vida con aquellos comportamientos bestiales, fue algo que superaba mi capacidad de empatía, que me hizo ver cómo me veía mi madre. Es cierto que en aquellos tiempos ni se hablaba de enfermedad mental y muy pocos o nadie, poseía un mínimo conocimiento de lo que era la enfermedad mental. Simplemente estabas loco y en ello, de alguna manera, existía una parte importante de culpa y responsabilidad por tu parte. No se trataba de la locura absoluta que te exime de la menor responsabilidad. Claro que yo actuaba como una persona normal, buena parte del tiempo, no era el típico loco que dice sandeces todo el tiempo y se comporta como si hubiera perdido por completo la razón. Como enfermo mental, que ha vivido en este infierno la mayor parte de su vida, era muy consciente de cómo me miraban los demás, de la expresión de sus rostros, de sus palabras susurradas en voz baja y que ellos creían que yo no podía oír, de ese comportamiento tan típico de darte siempre la razón, de procurar no enfadarte con nada, de procurar actuar, sobreactuar como si realmente te consideraran una persona perfectamente normal con la que se podía hacer y decir las mismas cosas que se hacían y decían con cualquier otra persona. Ante estos comportamientos yo reaccionaba de dos formas muy distintas, por un lado. montaba en santa cólera y tenía que controlarme para no hacer una locura, y por otro lado me sentía tan culpable que procuraba llevar al extremo un comportamiento tan bondadoso, tan “santo”, que les obligara a perdonarme por una culpa que yo jamás acepté fuera mía, al menos al ciento por ciento.

Un recuerdo asoma su cabecita desde la negrura del olvido. Aquel miedo que podía ver en sus ojos, como si temiera que en cualquier momento perdiera el poco control que aún tenía sobre mis actos y acabara matándola. Más que miedo aquello era auténtico terror, como el que expresan las víctimas cuando son atacadas por los monstruos en el cine. Por eso no puedo estar seguro de que me dijera algo respecto a mi vestimenta y aspecto físico para ir un juzgado y ver a todo un señor juez. Lo cierto es que fui tal como me vestía en Madrid, aunque sin duda con la ropa limpia, no imagino a mi madre haciendo otra cosa que lavar toda la ropa que había traído en las maletas y planchando la que llevaría a mi toma de posesión. Sin duda también fui en playeras porque odiaba los zapatos y no había comprado ninguno. Lo que sí recuerdo bien es llevar aquella gabardina que había comprado en el Corte Inglés de Madrid. Y también la mariconera de cuero con la que me desplazaba siempre en el metro, fuera a trabajar o a cualquier otro sitio. Sin duda no era consciente de que ya no estaba en la gran capital y de que en aquellos tiempos aquellos bolsos que llevábamos los hombres para portar de forma cómoda pequeñas cosas que íbamos a necesitar en nuestras jornadas, tal como una novela negra de Bruguera, una libreta y un bolígrafo para escribir poemas o anotar ideas para relatos o novelas, o algunos adminículos muy prácticos en una gran ciudad pero que en una pequeña capital de provincias no tenían el menor sentido. Solo el automatismo propio de mi carácter y el típico despiste extremado del enfermo mental me hizo actuar como lo hacía en Madrid, donde nadie se asombraba de nada, hicieras lo que hicieras. Se me ocurre ahora que tal vez tuviera que llevar papeles para la toma de posesión o pensara que me darían otros que tendría que llevar a las consiguientes oficinas burocráticas donde se me daría de alta. Seguro que también había pensado en abrir una cuenta bancaria para que me pudieran ingresar la nómina. Aquella mariconera, como se llamaba entonces, me iba a ser muy práctica para no tener que andar con carpetas en la mano que de forma bastante habitual me dejaba en cualquier sitio, algo tan propio de mi condición de despistado como de enfermo mental que drogado por la medicación era incapaz de centrarse en nada de lo que estuviera haciendo. Porque, aunque no lo recuerdo, seguro que había traído mi medicación y la había tomado religiosamente.

De esta guisa entré al palacio de justicia. La primera en la frente. Un compañero de otro juzgado, al que no conocía de nada, pero que luego conocería muy bien, me paró en el vestíbulo y con todo desparpajo quiso saber si yo era el que había salido en televisión. No creo que llevara nada preparado ante un incidente que era previsible, porque ya había pasado un tiempo, demasiado para que creyera que alguien pudiera recordar aquel patético episodio de mi aparición en un programa de televisión. A pesar de que por entonces la caída desde la fama al absoluto anonimato no era algo tan visceral como ahora, que puedes ser portada de telediario un par de días y luego ya nadie se acuerda de ti, no me entraba en la cabeza la posibilidad de que pasados muchos meses un espectador que no me conocía de nada, se acordara de mí. Solo después fui consciente de que si bien solo una memoria prodigiosa podía recordar mi rostro, llevaba la misma pinta que entonces, la barba patriarcal, descuidada e hirsuta, las mismas gafas, la misma gabardina, y sobre todo la mariconera. En aquellos tiempos los homosexuales no habían salido del armario y todo el mundo los despreciaba llamándoles maricones. Si alguien me hubiera narrado lo que iba a suceder en el futuro, no me lo hubiera creído. Era una sociedad homófoba hasta el tuétano de los huesos, machista y tan conservadora que los diplodocus se habrían sentido muy a gusto, eso sí, vestidos como todo el mundo y haciendo las mismas tonterías que la mayoría.

No iba preparado, pero lo sucedido en Madrid me había predispuesto para cualquier cosa. Como los gatos primero saldría corriendo y luego miraría para atrás por si me seguían. Esto me permitió reaccionar muy bien y con mucho aplomo. ¿Yo? ¿Pero qué dices? No sé de qué me hablas. Mi actuación debió de ser tan impresionante que el pobre muchacho se quedó cortado. Me miró y remiró, dudando, y luego me pidió disculpas. Nunca le confirmaría que su intuición fue la correcta aquel día. Si por un milagro leyera ahora esto y recordara algo tan lejano, seguro que se felicitaría. En efecto, era calcado al que salió en televisión, tenía que ser él, no creo en los clones.

Cuando entré en el juzgado y me presenté al agente judicial, que tan bien conocería luego, éste debió mirarme con una cierta sorpresa, pero lo disimuló. Estando allí hablando con mis nuevos compañeros, mientras se preparaba mi toma de posesión, entró un profesional, al que luego, con el tiempo, años, llegaría a conocer lo suficiente para saber que su reacción aquel primer día no fue debida a la sorpresa, él era así, mal hablado, malhumorado, como si todo le fuera mal y tuviera que pagarlo todo el mundo, hasta el novato o el mensajero. Hace años que falleció y aquella reacción, aunque nunca he podido olvidarla, fue perdonada y procuré tratarle siempre con respeto y con una amabilidad muy propia del santurrón que yo quería ser y del enfermo mental que pretendía ser disculpado con un comportamiento ejemplar. Lo cierto es que me miró con cara de pasmo, se fijó en todo, en mi aspecto, vestimenta, pero sobre todo en la mariconera. No procuró ocultar su risita ni bajó el tono de voz para que no le oyera. El comentario lo hizo en voz alta, demasiado alta. Así descubrí que en aquella ciudad provinciana llevar una mariconera era peligro de muerte. Yo era heterosexual pero respetaba a los homosexuales, como no podía ser de otra forma siendo un enfermo mental, los que aún permanecemos en el armario y saldremos mucho tiempo después que los homosexuales y otros marginados en esta sociedad. Pero no solo por esa condición. Hacía algunos años que había abjurado del dogmatismo religioso y tenía una mentalidad abierta, progresista, donde no cabían los pecados, y el vive y deja vivir ya era para mí algo tan elemental que me repugnaban aquellos que pretendían imponer sus ideas o sus conductas a los demás. Con el tiempo leería en los diarios de Anais Nin una versión de esta frase que me llamó mucho la atención. No puedo citarla de memoria, pero decía algo así como los que no son capaces de dejar vivir su vida a los demás es porque son incapaces de vivir la suya. Años atrás había visto a un pobre muchacho en mi barrio que se comportaba como una “loca”, como lo llamaban entonces, espero que no ahora. Es decir. mostraba su condición homosexual de forma estridente y vestía como una mujer. Las burlas e incluso el acoso y la agresividad con que algunas pandillas de machitos repugnantes le habían tratado delante de mis narices me hizo comprender hasta qué punto estábamos viviendo en la época de las cavernas.

La actitud de aquel profesional conmigo me hizo reflexionar, hasta el punto de que ya no volví a llevar la mariconera al trabajo. Tampoco es que me resultara muy práctica en una ciudad provinciana. Pensé que bastante tendría con sobrellevar las consecuencias de mi aparición en televisión como para buscarme más problemas y enfrentarme a todo el mundo. Porque desde luego, a pesar de mi portentosa actuación, no había convencido al compañero que debió de comentarlo con otros y los que vieron aquel programa en la 2 –entonces solo había dos cadenas televisivas, algo que no creerían las generaciones que no vivieron aquellos tiempos- seguro que estuvieron de acuerdo con él, me parecía al de la tele como un clon. Comprendí que no me iba a ser fácil adaptarme al nuevo trabajo y hacer como si mi pasado no existiera y nadie lo conociera. Yo era un loco, y además famoso, mucho tendría que trabajar para convencer a todo el mundo de que en realidad era una equivocación, yo era tan normal como el que más. ¡Santa ingenuidad! Creo que mi ingenuidad en aquellos tiempos era tanta como mi bondad, o al menos como el deseo de ser la persona más bondadosa del mundo.





EL LOCO DE CIUDADFRÍA XL (NOVELA)

3 09 2023

EL LOCO ERÓTICO II

Entramos todos a la casa y Chonchi se disculpó, subió a su habitación en el segundo piso para cambiarse. Todo tiene un límite, ella como mi esposa estaban disfrutando tanto como yo o más del azoramiento del loco, pero uno no se pone a cocinar en bikini por una elemental precaución, el aceite puede saltar y la piel es muy delicada. Mientras su amiga desaparecía de la escena mi mujer se dedicó a enseñarle el salón, la cocina, separada por un murete de madera, el dormitorio de invitados, donde dormiría él, porque nosotros éramos de la casa y el servicio de la planta baja. Observé relamiéndome la cara del loco, imaginando que su timidez patológica tal vez le llevara a renunciar a una necesidad perentoria, como era la mía, pero en mi caso existía una poderosa razón para no desaparecer de escena. Me equivoqué, se disculpó y entró con un apresuramiento poco digno de aquel corpachón obeso. Entonces mi esposa se acercó con una sonrisa de oreja a oreja y me susurró.

-Te conozco. Sé que harás todo lo que esté en tu mano para dejarlo en ridículo, pero Chonchi ya sabe lo que tiene que saber y yo la apoyaré. Estás perdido.

-Pero bueno. Te prometo que no haré nada de lo que no te sientas orgullosa. Estoy portándome como un caballero.

-Ya lo veo, ya. Espero que cumplas tu promesa o te quedarás sin postre.

Sonrió de oreja a oreja y me dio un meloso piquito en los labios. Me sentí desarmado, pero no tanto como para subir las maletas y aprovechar para un pis apremiante. Cuando el loco salió parecía tan aliviado que me llamé idiota por dejarme llevar por mi mezquino afán de venganza. Chonchi No tardó en bajar, vestida con unos vaqueros y una blusa muy ajustada que resaltaba sus poderosos y apreciados pechos. Me froté las manos mentalmente, pero debí poner cara de niño malo, porque mi esposa me miró con recochineo y se llevó las manos a sus pechos, como si quisiera colocárselos bien. No tuve tiempo de guiñarle un ojo porque Chonchi, el ciclón gallego, se puso en marcha. Abrió un armarito y sacó un mandil de cocina muy llamativo. Dibujado en él un gran culo, que bien podría ser el suyo y debajo un letrero en gallego muy picante que yo había tenido que traducir por mi cuenta en Internet porque ella se negó en redondo a hacerlo. Por suerte el loco estaba demasiado ocupado hurtando la mirada que se le iba a sus pechos y también a los de mi esposa, observé, un poco pasmado, la verdad sea dicha. También buscaba una posición y una mirada diagonal que impidiera a sus ojos apreciar el movimiento cadencioso de Chonchi hacia la vitro, donde reposaba una sartén con aceite. Aquella danza parecía más propia de un gag de cine mudo que de una película en color como aquella, sino fuera porque a pesar de la aparente gazmoñería de aquellas comedias victorianas había más chicha de la que se apreciaba a simple vista, como lo probó el desastroso final de aquel actor gordo del que yo en aquel momento no recordaba el nombre. Comparado con él, nuestro loco particular era una ursulina.

La galleguiña se acercó a nuestro hombre y le puso en las manos un recipiente de plástico con agujeros lleno de pimientos. Repitió una vez más la coletilla, sonrió al loco y le llevó de la manita hasta el fregadero.

-Lávalos bien y cuando acabes tendrás que pelar patatas, como hiciste en la mili.

-Yo no hice la mili. Me libré.

Fue todo lo que acertó a decir. Permaneció largo rato lavando y lavando, como si aquello fuera una vajilla grasosa. Yo mientras tanto me había acomodado en el murete, los codos sobre la madera y las piernas separadas, como si el espectáculo fuera a durar un tiempo más que prudencial. Aproveché para mirar sin azoramiento la popa de Chonchi, eso sí, muy atento a cualquier movimiento de cabeza de mi esposa que pudiera pillarme in fraganti. Ambas mujeres iniciaron una conversación trepidante al tiempo que mi mujer se hizo con otro mandil, menos llamativo y se dispuso a freír los filetes mientras su amiga la contemplaba con los brazos en jarras. La galleguiña enseguida se dio cuenta del azoramiento del loco y se le acercó. Le dio un buen pescozón en un brazo mientras le decía.

-Ya está, ya está. Que los pimientos no son pechos. Qué hombre, se podría tirar así hasta que nos dieran las uvas.

Esa era mi Chonchi. Pero su frase no fue muy afortunada porque al loco se le cayeron los pimientos al suelo, se arrodilló y los recogió apresuradamente. Luego volvió a lavarlos. Cuando terminó la mujer le obligó a dejarlos en la encimera y le llevó, como a un niño tonto, hasta la mesa de madera de la cocina. Allí le sentó con tanta brusquedad que el pobre hombre a punto estuvo de lamer con su trasero el suelo. Yo me llevé la mano a la boca para bloquear una carcajada. Chonchi enseguida le trajo un cuenco con patatas y un recipiente de plástico para las mondas. Le dio con cuidado un pequeño cuchillo curvo y le dijo que pelara deprisa porque los filetes estarían enseguida y quería hacer las patatas antes que los pimientos.

El loco se puso a ello casi con desesperación, mirando las patatas como si fueran los pechos de su anfitriona. Se había puesto muy colorado y su vista adquirió una fijeza propia de un demente. La cocina hervía de agitación y de cháchara. El único que no hacía ni decía nada era yo. Me pregunté cuánto tardaría Chonchi en darse cuenta y ponerme a caer de un burro por machista que no echa una mano en tareas domésticas ni aunque le vaya en ello la vida. Por suerte la conversación debió parecerle mucho más interesante. Los filetes estuvieron en las dos fuentes en un plis plás y mi esposa se puso con los pimientos, temiendo, con razón, que las patatas iban a tardar. Me fijé en que el loco debía de estar pensando lo mismo, porque se apresuró de tal forma que pronto el cuenco estuvo repleto de patatas bien cortadas. Sin duda aquel sí era un hombre de hogar, un animal doméstico bien entrenado y solo su nerviosismo le hacía parecer un zoquete. Le vi apretar los dientes, se levantó con cuidado y la preocupación porque no se le cayeran al suelo no le impidió llegar hasta las mujeres y entregar el cuenco con su contenido. Chonchi tiró de sus manos, una vez libres, y poniéndose de puntillas le plantó un beso en la boca. Las risas de las mujeres esta vez no azoraron al loco quien debía de haber hecho el propósito de convertirse en estatua de sal, pasara lo que pasara.

-Si tiras las mondaduras a la basura te ganas otro beso.

Nuevas risas. El hombre de sal preguntó dónde estaba el cubo de la basura y Chonchi se inclinó delante de él, abrió una puerta en los armaritos de madera que ocupaban toda la pared y se lo enseñó. El loco no pudo evitar que su mirada fuera al pan y creo que a punto estuvo de pedir perdón por haberle mirado el culo. Recogió las mondas y las tiró a la basura y cuando ya se retiraba casi corriendo para evitar el beso, Chonchi le hizo una especie de llave que le obligó a inclinarse y ponerse a su disposición. Esta vez el beso fue más largo. Mi esposa miraba y su regocijo no tenía límites. Nuestro hombre en la Habana se retiró como un espía pillado en alguna fechoría y se sentó de nuevo a la mesa. Esta vez hizo como que su móvil había vibrado con algún mensaje y ya no despegó los ojos de la pantalla.

Por desgracia para él todo estuvo listo y Chonchi, tras sacar una gran bandeja de ensaladilla rusa del frigorífico, nos anunció a todos que la comida estaba servida. Me apresuré a sentarme a la mesa del comedor, donde la vajilla y todos los aditamentos estaban ya preparados, y tomando un tenedor en mi mano me preparé para devorar todo lo que se me pusiera delante, tenía un hambre de lobo. Al loco tuvo que traerlo mi esposa casi a rastras y lo sentó en un extremo de la mesa, justo enfrente de Chonchi que se sentó en el otro. Me pasaron la fuente y me serví una copiosa ración. Observé que mi esposa estaba más atenta al loco que a mí, por suerte. Este había guardado el móvil, haciendo un gran esfuerzo de voluntad y procuraba no mirar hacia Chonchi, quien sentada en su silla especial, que le permitía colocar los brazos y los pechos por encima del tablero, parecía disfrutar del momento como una reina. Ella y mi esposa siguieron con la cháchara, donde la habían dejado, supongo, porque yo me había perdido hacía ya un buen rato. El darle al diente no me impidió estar muy atento a todo lo que el loco estuviera haciendo o fuera a hacer en un futuro más o menos inmediato.

Aunque apenas miraba hacia mi esposa sí pude observar una miradita traviesa a sus pechos, como si los estuviera mostrando con todo descaro y él aprovechara el momento para disfrutar sin que le pillaran, si eso fuera posible. Pero con quien no pudo fue con Chonchi. Su descontrol era tan patético como ridículo. Intentaba mirar a su anfitriona a los ojos, o como mucho del cuello para arriba, pero como todos sabemos, eso es imposible, si bien podemos centrar la mirada en un punto concreto del paisaje que tenemos delante, el resto de la mirada lo abarca todo, al menos lo que tenemos al frente, no digo nada de lo que hay detrás de nuestras espaldas, no tenemos ojos en la nuca y tampoco de lo que sobrepasa una determinada diagonal en los extremos. La mirada tiende ir al centro-centro, tanto en horizontal como en vertical. Me resultó curioso y sorprendente que él intentara enseñar a sus ojos a mirar solo lo que le permitía su mente, aprisionada por ideas obsesivo-compulsivas, o en bucle como decía él. Lo cierto es que como consecuencia de su lucha la mirada se acababa centrando allí precisamente donde su mente le había prohibido ir. Los ojos van al pan o a la carne, o en este caso a los hermosos pechos de Chonchi. Allí quedaban atrapados como si fueran limaduras de hierro atraídas por un poderoso electroimán. La impresión que sacaba un observador objetivo era la de que el loco estaba realmente viendo lo que los demás no éramos capaces de ver, es decir, los pechos de Chonchi desnudos. Uno podía apreciar su volumen, su redondez, su sensualidad, pero era imposible que los viera desnudos porque no lo estaban. Aquel hombre, en cambio, parecía tener rayos X en los ojos, desnudaban todo cuerpo femenino que se le pusiera delante. Y no era una interpretación teatral de un buen actor, cualquiera podía apreciar que si le afectaban tanto era porque realmente los veía desnudos y no porque así se los imaginara. Aunque bien pudiera ocurrir que su imaginación fuera tan viva que llegara a donde todos los demás mortales no somos capaces de llegar.





MÁXIMAS DEL GUERRERO IMPECABLE XXIV

24 08 2023

LOS PARÁSITOS

Los Parásitos se alimentan de las Emociones Humanas Al constantemente enfrentar los desafíos que se presentan es que tiene posibilidad de Ser Impecable. Diferentes parásitos desean diferentes emociones – algunos desean sexualidad, algunos desean cólera, algunos desean preocupación, algunos desean vergüenza, algunos desean miedo, algunos desean hambre o dolor. Cada de estas emociones tiene su propia línea de pensamiento y su propia trayectoria que conduce a un punto culminante emocional y físico, la cual libera el sustento para el parásito.

La Energía es consumida por el parásito desde la Capa Luminosa de Conciencia que en un principio cubre la Esfera de Energía del Hombre; la energía impulsado hacia afuera desde los Centros Vitales hacia la periferia de la Esfera de Energía.

Las opciones son, Intentar el movimiento del Punto de Encaje hacia el Centro de la Sobriedad, o dejarlo quedarse en el borde lateral de la Banda del Hombre, y fijarlo allí en su trayectoria emocional. Sólo lo primero es una opción para un Guerrero, y sólo lo segundo es una opción para el Hombre promedio.

Este Conocimiento es sólo la mitad. Lo otro, mucho más importante, es Hacerlo. Hacerlo es Intento, un Comando que cambia el Punto de Encaje. Es, en efecto, un Comando al Punto de Encaje. La Posición del Punto de Encaje dictamina sentimientos y conducta. Tiene que ser centralizada desde su movimiento lateral. Allí se encuentra el desafío, y el desafío se enfrenta de un modo u otro, por lo qué el guerrero siente y hace – es decir, en donde el Punto de Encaje termina su posición.

Disciplina significa de hecho Hacer, para que Mágicamente complete la Decisión del Poder con su Acción. La Mágica Mano de Hierro de la Disciplina es inflexible, Intento Inflexible. Solamente puede tener éxito. El Parásito seguirá insistiendo y mientras lo haga la Energía puede ahorrarse. Como pronto como el Guerrero decide abstenerse de la emoción, él ha puesto su Importancia Personal a un lado y alcanzado el Centro de la Sobriedad.

Separando el Ser Social de nuestra Energía Básica por medio de la Disciplina

Para facilitar esta clase de disciplina que es el medio hacia la libertad del Depredador Parásito, las Artes Toltecas que se emplean son: 1. La Recapitulación 2. Tensegridad 3. Acecho o Controlando la Locura 4. Utilizar al Tirano 5. Silencio Interior, y Tolerar el sentimiento de morir que sucede cuando uno entra en el Silencio Interno.

TOLTECA EL CAMINO DEL GUERRERO VIDENTE





DICCIONARIO CHAMÁNICO XXIII

13 08 2023

“El ensueño debilita y hace compulsivos y caprichosos a los guerreros.

“Para contrarrestar el otro efecto del ensueño los nuevos videntes desarrollaron un magnífico sistema de comportamiento llamado el camino o la senda del guerrero. Con este sistema se fortificaron y adquirieron la fuerza interna que necesitaban para fijar en sueños el movimiento del punto de encaje…la fuerza no era solamente la convicción…Tener fuerza interna significa poseer un sentido de ecuanimidad, casi de indiferencia, un sentimiento de sosiego, de holgura…Tener una inclinación natural y profunda por el examen, por la comprensión. Los nuevos videntes llamaron sobriedad a todos estos rasgos del carácter.

“Una vida de impecabilidad lleva de por sí, inevitablemente, a un sentido de sobriedad, y eso a su vez hace moverse el punto de encaje.

“Los hombre impecables no necesitan que alguien los guie, por sí solos, mediante el ahorro de energía, pueden hacer todo lo que hacen los videntes, lo único que necesitan es una oportunidad mínima.

“Todo lo que se requiere es impecabilidad, eso es energía. Todo comienza con un solo acto que tiene que ser premeditado, preciso y continuo… Intento inflexible. La sobriedad puede mover el punto de encaje a la comprensión. El capricho puede moverlo a un punto que aumenta la importancia personal.

“Al ensoñar juntos algo en nosotros toma la iniciativa y de pronto nos encontramos compartiendo la misma vista con otros ensoñadores. Lo que pasa es que automáticamente nuestra condición humana nos hace enfocar el resplandor de la conciencia en las mismas emanaciones que otros seres humanos están usando. Nosotros continuamente ajustamos la posición de nuestros puntos de encaje para cuadrar con la de los que nos rodean. En nuestra percepción ordinaria lo hacemos con el lado derecho de la conciencia, pero también lo podemos hacer con el lado izquierdo al ensoñar juntos.

Carlos Castaneda/ El fuego interno

UNA RECOMENDACIÓN

Habrán observado que no hay citas del Arte de ensoñar. La recomendación es que lean este libro de Castaneda de principio a fin, sin saltarse nada, porque es el perfecto manual sobre el arte de ensoñar.

         COMENTARIO PERSONAL

Cuando me encontré con lo que don Juan le dice a Castaneda sobre los sueños ordinarios, algo así como que son pura basurilla (no cito literalmente) me llevé una gran sorpresa y me sentí descorazonado, porque yo llevaba años, décadas, anotando mis sueños ordinarios al despertar. ¿Había estado perdiendo el tiempo miserablemente? Por mi condición de escritor aficionado todo material que me sirva para mis relatos y novelas es importante y digno de tenerse en cuenta. No soy el único escritor que utiliza sus sueños como material para la ficción. Entre ellos, por ejemplo, está Graham Greene, uno de mis escritores favoritos, del que he leído hace no muchos meses Un mundo propio, diario de sueños. Es una pena que este libro sea tan limitado ya que el escritor le pidió a su ex mujer que publicara solo los sueños que él había escogido previamente, que son pocos y no muy significativos para alguien interesado en el arte de ensoñar, aunque sí lo son para un escritor. Sus técnicas para recordarlos y anotarlos no coinciden mucho con las mías, al servicio del recuerdo preciso y de la distinción entre sueño normal y ensoñación.

Debo confesar que el exhaustivo trabajo de anotar sueños normales no me ha servido de mucho, dejando de lado el aprovechamiento del material para mis relatos y novelas, que en algunas ocasiones ha sido muy relevante. No he conseguido encontrar un hilo conductor en mi vida onírica, ni la menor lógica, ni un atisbo siquiera de algo que tenga el menor sentido en el mundo de los sueños. Es cierto que hay temáticas que se repiten y tienen claros hilos conductores, como es el caso, por ejemplo, de mis sueños y pesadillas sobre el mobbing laboral que sufrí durante años, también la temática de personajes famosos que han aparecido en mis sueños, especialmente escritores, al hilo de noticias, programas de radio o de televisión o de lecturas de sus obras, pero esto no deja de ser un hilo muy delgado, una conexión evidente, aunque poco aprovechable puesto que ni siquiera la cronología tiene el menor sentido. Lo tendría si los sueños se produjeran al poco de producirse el evento en el mundo de la vigilia, tal como el soñar con estar buscando un retrete donde orinar, sin conseguirlo debido a las dificultades y obstáculos que no dejan de acumularse hasta que al despertar eres consciencia de tener la vejiga llena y el sueño no era otra cosa que una clara conexión entre el cuerpo físico y el sueño. En raras ocasiones un acontecimiento que se acaba de producir en el mundo real genera un sueño o pesadilla esa misma noche o en noches sucesivas. La cronología no parece tener una base clara sobre la que esquematizar los sueños. Así por ejemplo llevo años teniendo pesadillas sobre el mobbing sufrido en el trabajo hace ya muchos años sin que le encuentre el menor sentido ya que ahora llevo años jubilado y prácticamente nunca pienso  o recuerdo lo sucedido en aquella época. En sentido práctico mis sueños no sirven de mucho salvo como material para mis historias y últimamente para solucionar problemas en el mundo real o como divertidos juegos en lo que he denominado mis sueños creativos.

Por eso voy a dejar de lado los sueños “normales” para centrarme en las ensoñaciones. Lo que resulta en extremo dificultoso porque en muy raras ocasiones no he tenido dudas de que un determinado sueño haya sido en realidad una ensoñación. Normalmente me veo y me las deseo para distinguir algunas ensoñaciones de sueños normales. El color de los sueños a veces ayuda, pero no es un signo evidente de estar viviendo una ensoñación. Tampoco las características que ya hemos visto sobre la ensoñación me han ayudado mucho a la hora de saber si estaba ensoñando o simplemente soñando. En algunos sueños que califico de “esotéricos” es más fácil saber que estás ensoñando, pero aun así no siempre me atrevería a calificarlos de ensoñaciones con total seguridad. Ni siquiera los sueños lúcidos, en los que eres consciente de estar soñando, podrían ser etiquetados siempre como ensoñaciones.

Tal vez el sueño que considero más claro sobre una posible ensoñación, aunque no podría asegurarlo del todo, fue una especie de comienzo de viaje astral. Apenas me había dormido, aunque no hay reloj que mida eso, cuando noté que salía del cuerpo, o era mi consciencia la que se elevaba del cuerpo físico, hacia arriba. Podía ver cómo el techo de mi dormitorio se iba acercando. Me había programado para recordar el comienzo de mis sueños, tal como aconseja don Juan a Castaneda, cuando le dice que lo importante de un sueño es recordar el sueño desde el principio. Aquel sueño era claramente un éxito de semejante programación, puesto que no puede haber otro comienzo de un sueño que ser consciente de que te acabas de dormir y lucidamente observar los pasos que comienzas a dar en el mundo onírico. Al llegar al techo con la cabeza –si bien había ascendido horizontalmente, ahora había conseguido, de alguna manera, ponerme en pie- dudé un instante. No era posible atravesar un elemento sólido, como es una pared, no al menos en el mundo de la vigilia, de ahí mi duda. Aunque ya en otros sueños, que también me atrevería a calificar de ensoñaciones, había llegado a hacerlo, como en una ocasión en la que me había enfrentado, en el sueño, a la pared de mi dormitorio, que no era como en la realidad es la pared, sino que la estaba percibiendo como una sorprendente pared de puntitos luminosos, algo así como se supone debería ser una pared física en el mundo cuántico, y que con mucho miedo y dudas había dado el paso hacia adelante, notando como mi supuesto cuerpo, o más bien la consciencia de ese cuerpo, atravesaba hasta el otro lado, no sin antes notar una especie de extraña desgarradura que me hacía sentir la solidez real de aquella pared de puntos, lo cierto es que era la primera vez que nada más dormirme iba siendo consciente de todo el proceso del desprendimiento de mi consciencia o cuerpo astral del cuerpo físico, y la primera vez que me enfrentaba a un techo físico, real, nada de puntitos luminosos. Consciente de lo que estaba haciendo, dudé sobre el paso que iba a dar. Al final me decidí y mi cabeza atravesó limpiamente aquel obstáculo. Pude ver que había accedido, no a la habitación física y real que hay sobre mi dormitorio, sino a otra habitación desconocida. En ese momento me paralicé, con la mitad del cuerpo por encima del techo y la otra mitad aún en mi dormitorio, sin haber atravesado aquella pared, observé con mucho miedo lo que me esperaba si me atrevía a colocar todo mi cuerpo en aquel lugar desconocido. Aunque aquella habitación se parecía mucho a cualquier otra, en el mundo físico, había algo que me aterrorizó. No existía pared de fondo. Más allá podía percibirse una especie de llanura negra, que en el sueño lúcido recordé haber leído en algún libro, tal vez no en los libros de Castaneda. Pasar todo el cuerpo y caminar por aquella habitación hasta adentrarme en la llanura oscura me pareció una aventura demasiado arriesgada, hasta para un sueño. La angustia me pudo y sin pensar en ello mi cuerpo volvió a mi dormitorio y me desperté con brusquedad.

Aparte de este sueño, que catalogo como ensoñación con pocas dudas, y los de las paredes formadas por infinitos puntitos de luz, como si estuviera viendo la solidez de la materia desde el mundo cuántico, hay otros sueños lúcidos más difíciles de clasificar como ensoñación. El recordar en el sueño lo que eres estando despierto no me parece ensoñar, aunque sea el resultado de una programación, como es mi caso. Después de observar que en mis sueños rara vez recordaba con claridad cómo era y qué hacía estando despierto, me programé para moverme en sueños con la memoria que tenía estando despierto. La sensación de engañarme en sueños viéndome como no era me resultó muy impactante. Nuestra identidad se conforma básicamente con la memoria, si no recordamos no somos. No podía soportar el ser una persona estando despierto y otra en sueños. Necesitaba que hubiera una continuidad. A esto don Juan lo llama estar completo. Un guerrero está completo cuando ha desarrollado su lado izquierdo y su lado derecho, cuando hay una continuidad entre el estar despierto o primera atención y el ensoñar o segunda atención. Cuando la puerta se abre por completo y dejas de olvidar lo que eres a este lado cuando estás allá y lo que eres allá cuando estás acá, adquieres la plenitud del guerrero, estás completo. Si no has adquirido este estado cuando pasas al otro lado la puerta se cierra, no hay comunicación. Eso es lo que me pasaba a mí. Tengo anotados muchos sueños en los que no tengo claro si estoy divorciado o no, si sigo trabajando o me he jubilado, entre otros detalles importantes. Quería a toda costa que mi memoria recordara lo que era cuando estaba despierto, sobre todo los detalles más importantes. Por eso me programé y poco a poco en los sueños se fueron colando detalles sobre mi vida estando despierto, al principio fueron detalles poco importantes, como saber la marca de mi coche actual y no dudar entre los coches que he tenido y el actual. Luego pude recordar, haciendo un esfuerzo, cómo era mi vida en el presente. En realidad, todo esto no es otra cosa que el sueño lúcido. Cuando recuerdas cómo eres y lo que has vivido mientras sueñas estás teniendo un sueño lúcido. Vives determinadas experiencias oníricas, pero al mismo tiempo sabes cuál es tu personalidad en el mundo de la vigilia. El soñador que está soñando sabe que está soñando y trata de encajar esas experiencias oníricas en su personalidad despierta. Cuando el guerrero está completo no hay dos mundos, uno estando despierto y otro dormido. La puerta se abre de par en par y la primera y segunda atención se convierten en un continuum. Ahí ya no hay dudas sobre si estás o no ensoñando. Algo que no ocurre en los sueños normales. Por eso no catalogo como ensoñaciones mis sueños sobre determinadas temáticas. Mis sueños laborales, como los llamo, no pueden ser ensoñaciones porque vuelvo a aquella época de mi vida en la que sufrí un mobbing en el trabajo y durante quince años me vi obligado a una concentración exhaustiva para no ser “pillado” por el jefe y sufrir un nuevo expediente. Esto se convierte en estos sueños en pesadillas terribles de las que no soy capaz de salir hasta que se rompe el bucle y me despierto. Despertar es la única forma de librarme de la pesadilla. No he encontrado la explicación a la reiteración de estos sueños laborales, puesto que, aunque fue una etapa durísima de mi vida, hay otras, sin ir más lejos, mi etapa de intentos de suicidio seguidos y a cuál más angustioso y espantoso, fue mucho peor, y sin embargo no sueño con ello. El tiempo transcurrido no es una explicación, ya que mi etapa laboral también sucedió hace mucho tiempo. Tal vez mi subconsciente, o mi doble, intenta que aprenda las lecciones que no aprendí cuando sufrí el acoso, pero también debería hacerme aprender las lecciones que me quedan por asimilar en el tema de suicidio, y sin embargo no ocurre así. Podría seguir enumerando temas que pueblan mis sueños y a los que no puedo considerar como ensoñaciones.

Recuerdo lo que narra Castaneda en su libro El arte de ensoñar cuando comenzó a trabajar con la Gorda compartiendo sueños. A veces se despertaban y recordaban cosas que hasta ese momento habían permanecido completamente olvidadas. Y no solo eran acontecimientos vividos en la ensoñación o segunda atención, también sucesos ocurridos en la primera atención y que permanecían olvidados. Cuando eres un guerrero completo tu vida es un continuum ya no hay horas de vigilia y horas de sueño, no hay abismos entre las horas que estás despierto y las que estás dormido. Si nos fijamos. cada día está dividido en dos por un abismo, tu vida cuando estás despierto y tu vida cuando estás dormido. Se podría decir que nuestras vidas están salpicadas de abismos que no recordamos haber saltado. Vivimos las horas en las que estamos despiertos con lo que suponemos es nuestra memoria completa. Recordamos quiénes somos, los años que hemos vivido, los principales acontecimientos que nos han marcado, y todo ello conforma nuestra identidad, nuestra personalidad. De pronto nos vamos a dormir y durante unas horas es como si estuviéramos muertos, como si hubiéramos desaparecido de la existencia. No es una broma, porque de nuestras cortas vidas, hay un tercio o más que estamos muertos, desaparecidos, olvidados. Si acumulamos las horas de sueño nos damos cuenta de que es también toda una vida y sabemos muy bien lo que se puede vivir en toda una vida. Es como tener dos vidas sin que el sujeto de cada una sepa del otro.

Cuando don Juan habla de que es el ensueño el que crea el doble nos está dando una pauta muy interesante a la hora de distinguir los sueños normales del ensueño. Con la palabra crear no creo que don Juan se refiera a sacar algo de la nada, a nacer, yo lo veo más bien como el paso a la autoconsciencia del doble. Existía antes del ensueño, pero como un cuerpo embotado, como un cuerpo en estado catatónico. Conforme le vamos insuflando consciencia el doble sale de la UVI y comienza a actuar, a vivir. A partir de ahí todo es un progreso, como lo es la vida del bebé. Se aprende a caminar, a hablar, a pensar…Cuando el doble llega a la edad adulta es capaz de hacer cosas inimaginables en un bebé. Don Juan da especial importancia al “ver”, no es lo mismo ser zarandeado de acá para allá sin saber por quién y con qué fines, que ver lo que está ocurriendo, quién está detrás de cada cosa que nos sucede y cómo nuestras vidas están marcadas por las emanaciones del Águila, que veremos en el siguiente capítulo de este diccionario, y por entidades invisibles para el ojo físico que utilizamos en la primera atención. Todo lo que nos ayude a despertar al doble y hacerlo evolucionar es un ensueño, no un sueño normal y corriente, por eso este debe ser el baremo que nos ayude a distinguir un sueño de un ensueño. Cada avance en el mundo onírico es conseguido a través del doble, del ensueño. En eso me baso, sobre todo, a la hora de distinguir un sueño normal de un ensueño, los efectos que un ensueño produce en nuestra vida física y onírica son claramente palpables. Los sueños apenas generan otros efectos que la diversión o estados de pesadilla y angustia. La mayoría de los sueños no nos hacen evolucionar, son los que sí lo consiguen los que hay que calificar de ensueños.





PARA DESCARGAR LA NOVELA EL LOCO DE CIUDADFRÍA EN PDF

6 08 2023

ENLACES

LIBRO I

https://drive.google.com/open?id=11C6duG8egirbpX5PrHtTHPyNRFlWLqhg

LIBRO II EL LOCO ESOTÉRICO

https://drive.google.com/open?id=1Z7qQNeEfN5oP7C5oWjdk5PTuislr01R5

LIBRO III EL SUEÑO INICIÁTICO

https://drive.google.com/open?id=14nhf0APhdLhbMRdU8ps-442fm6P8wBXS

LIBRO IV EL LOCO Y EL UNIVERSO DE LOS SUEÑOS

https://drive.google.com/open?id=1_s7J37kluSNIxQF2DY8yeeoTYkVhB-RT





EL LOCO DE CIUDADFRÍA XXXIX (NOVELA)

6 08 2023

EL LOCO DE CIUDADFRIA

LIBRO V

EL LOCO ERÓTICO

Estaba preocupado por hacer una buena interpretación ante mi esposa de mi nulo interés porque el loco viajara o no con nosotros. Hasta ensayé el movimiento de los hombros en el ascensor. Abrí la puerta de casa y enseguida escuché a mi mujer hablando con alguien por el teléfono móvil. Me temí lo peor y no me equivoqué. Llegué al salón, besé castamente a mi esposa que estaba sentada en el sofá y ésta no tardó ni un minuto en pasarme el teléfono.

-Habla con Chonchi.

Tan pronto coloqué el artilugio en mi oreja escuché la voz exaltada, tal vez un poco histérica de aquella mujer.

-Eres un cabronazo. ¿Puede saberse por qué no quieres que os acompañe ese hombre?

-Oye, que yo no me opongo…

Fue inútil, me soltó una retahíla de improperios como si no me hubiese escuchado. Insistí.

-¿Quieres decirme que ahora no te opones?

-Bueno, en realidad nunca me opuse, solo que pienso que va a ser problemático tratar con el loco…

-¿El loco? ¿El loco? Tú sí que estás majara. Mira como te sigas oponiendo soy capaz de ir a buscarlo y traerlo aquí. Luego vosotros veréis si queréis venir o no.

-Vale, vale, vosotras veréis, yo solo aviso.

-Pásame a tu santa, que es una santa para seguir aguantándote…

Y así continuó mientras yo me deshacía de aquella patata caliente que me estaba quemando las manos y la cabeza. Pensé con malevolencia que este cabronazo había tenido que resistir sus insinuaciones unos años atrás para que me acostara con ella, cuando la santa a la que ella tanto defendía ahora tuvo que viajar para saludar a su familia que habían decidido pasar unos días de vacaciones en la isla de La Toja. Yo simulé una intoxicación alimentaria, que resultó muy verosímil puesto que la noche anterior nos habíamos metido una mariscada entre pecho y espalda y todos anduvimos flojos de vientre, especialmente yo, que era el que más había comido. No es que el marisco estuviera malo, que estaba muy bueno, sino que nos habíamos pasado tres pueblos y luego nos tomamos varias infusiones para hacer la digestión. Lo cierto es que aquella noche nos pasamos más tiempo yendo al servicio que durmiendo. Mi santa dijo que a pesar de todo ella iba a ir y nos disculpó si nosotros nos echábamos atrás. Lo que hice yo, encantado, porque no me apetecía aguantar la verborrea de mis suegros y cuñados, y Chonchi se apuntó, poniendo una cara tan compungida que a punto estuve de sugerir llevarla en el coche a urgencias. En realidad, como luego supe, fue una cochina trampa para pasar esos dos días, con sus correspondientes noches, a solas conmigo. Nunca supe cómo logré resistir su asedio. Ahora me preguntaba si ella se lo había contado a mi esposa y pedido el correspondiente perdón. Su relación era muy estrecha, pero bastante rara, si se me permite decirlo. Parecían como la pólvora y el fuego, en cuanto se juntaban todo comenzaba a chisporrotear a su alrededor. Por supuesto que no le hablé de ello a mi mujer, temiendo que una amistad tan estrecha y de tantos años acabara con brusquedad y malos modos. Además aquello nunca se volvió a repetir. Mi esposa nunca me comentó nada al respecto, aunque a veces tenía dudas debido a sus insinuaciones, un tanto crípticas. A lo mejor hasta Chonchi se había atrevido a echarme a mí la culpa de aquel episodio tan extraño. Me parecía una buena mujer, lo que no era óbice para que viviera su vida sexual como le parecía oportuno. No me atrevería a hablar de promiscuidad o tendría que emplear el mismo término para los donjuanes que pululan por esta sociedad como peces en el agua, moviéndose a toda velocidad de un lugar a otro de la pecera, dando bocanadas en cuanto percibían una hembra, por muy lejos que estuviera. La sexualidad no era lo único atípico en aquella mujer, toda su personalidad parecía estará conformada como si intentara llevar la contraria a los tópicos y a todas las normas políticamente correctas que agotan el oxígeno de nuestras peceras individuales.

Mientras pensaba todo esto mi esposa terminó de hablar con Chonchi y todo quedó hecho. Esperarían lo que fuera preciso hasta que el loco obtuviera sus quince días de vacaciones y ella cuidaría de que aquel hombre subiera a su coche y nos siguiera como si le fuera en ello la vida. Cuando me lo comentó, por si no me había enterado, me encogí de hombros y esto no fue una interpretación sino algo que me salió del alma. A continuación me dijo que los pequeños ya estaban en la cama, dormiditos, y que mañana hablaría con sus padres para que se quedaran con ellos hasta la finalización del curso. Me preguntó sobre mi conversación con el loco y por qué habíamos tardado tanto y yo me fui por peteneras. Eso sí, le dije que me había soltado un rollo macabeo sobre los sueños. Con muy mala baba intenté saber si ella soñaba mucho y específicamente si había soñado con el loco. Me sorprendió su respuesta. En efecto, no hacía mucho tuvo un sueño extraño, que apenas recordaba, bastante confuso y con algún tinte erótico que ella achacó a su subconsciente. Las miradas del loco a sus pechos bien habrían podido desencadenar aquel sueño o pesadilla, como ella lo calificaba. Me preguntó si quería que nos fuéramos a la cama, con una sonrisita que me apercibió de lo que podía ocurrir, como en efecto, así sucedió.

El loco llamó a mi esposa al cabo de una semana para confirmar que iría, pero habría que esperar otra semana, porque hasta entonces no comenzaría sus vacaciones, que había partido en dos, sin mucha oposición del jefe y los compañeros, con los que andaba enfrascado de una especie de guerra psicológica o mobbing. Mi esposa parecía saber bastante más que yo del tema, algo que el loco solo me había comentado muy de pasada. Aproveché aquellos quince días para hilvanar una estructura narrativa para mis relatos urbanitas. Prescindiría de la historia del loco, aunque bien podría meterlo como personaje de pasada. Me serviría de un pordiosero que recorrería la ciudad desde una perspectiva muy a ras de tierra, pero que avenía perfectamente con mis recuerdos y emociones de la vida urbanita, desde la primera vez que pisé aquella ciudad hasta el presente. Con eso ya tenía material para los primeros capítulos. Luego vería qué historias y personajes iba introduciendo, con aquel maldito loco de fondo, como una figura estrafalaria que aparecería aquí y allá, dando un toque de humor más bien negro, sarcástico y por supuesto vengativo.

Una mañana me encontré bajando el equipaje al coche, mientras mi esposa hablaba con el loco, insistiendo una y otra vez en que se pegara al culo de nuestro coche y no lo abandonara, porque nosotros conocíamos muy bien el recorrido. Me dije que el loco no lo estaría tanto como para dejar de ser prudente y guardar al menos la distancia de seguridad, incluso dejando un hueco para que los que quisieran adelantar pudieran hacerlo sin riesgo, aunque una vez tomada la autovía eso ya no importaría tanto. Mi mujer insistió en que conduciría ella, me limité a encogerme de hombros. No me dijo nada, pero yo olisqueé lo que podía estar pensando. Que si conducía yo bien podía llevar a cabo alguna treta para que se perdiera y acabara encolerizado y regresando a casita, donde estaría muy bien. Me dije que estaba llevando a cabo todo lo que el loco me había sugerido. Mi esposa tomó el volante o las riendas. Yo me apoltroné en el asiento del copiloto dejando que Dios lo organizara todo como él quisiera. Algo que encajaba perfectamente con la filosofía del loco y sus fuerzas poderosas que controlan el universo.

El viaje fue largo, pero sin incidentes. Paramos un par de veces para tomar un café y estirar las piernas. El loco no quiso acompañarnos, alegando que prefería fumarse un pitillo. Mi esposa condujo con mucha parsimonia, tanta que a punto estuve de abrir la boca para decirle que el loco no era mal conductor y podía ir más deprisa. Habíamos salido temprano, pero aún así llegamos bastante tarde a comer en casa de Chonchi. Esta nos esperaba en el jardín, en bikini, tomando el sol. En cuanto nos vio llegar salió corriendo para abrir la cancela y dejarnos pasar. Yo me apeé el primero y busqué una buena posición para no perderme nada de lo que iba a ocurrir.

Fue un buen espectáculo. El loco a punto estuvo de embestirnos por detrás y yo sabía muy bien por qué. Chonchi es una mujer especial en todos los sentidos, incluido el físico. Es muy bajita, no tanto como para que se la pueda considerar una enana o como quiera que se diga la palabra técnica, sin embargo las proporciones de su cuerpo son perfectas y yo diría que espléndidas, todo acorde con su estatura. Buenos pechos, buen culo, buenas caderas, un rostro muy agradable y una sonrisa acogedora y hasta deslumbrante. Pero nada de eso se lo esperaba el loco que tardó en bajar del coche. Cuando lo hizo mi esposa estaba ya al quite. Casi lo llevó de la mano hasta Chonchi. Los presentó con muchas zalamerías y el loco extendió la mano desde lejos y noté que su mirada se iba hacia los pechos, enseguida rectificó y se quedó mirando boquiabierto el jardín. No me engañó. Sabía muy bien que estaba disimulando para no apreciar aquella perla de cuerpo en bikini. Además su sorpresa ante lo reducido de la estatura de Chonchi le puso tan nervioso que apenas pudo balbucear algunas palabras de agradecimiento por la invitación. Aquí intervino la personalidad de aquella mujer que no se cortó ni un pelo. Se acercó al loco, le abrazó e intentó besarle en las mejillas, para lo que el loco tuvo que inclinarse un poco, no demasiado porque tampoco él era muy alto. Noté cómo el cuerpo, apenas cubierto por un escueto bikini negro, se restregaba contra el del loco, con un cierto disimulo, pero de forma evidente para mí. El loco no es precisamente un hombre de cuerpo seductor. Muy ancho de hombros, cabeza grande, piernas cortas, no mal formado, pero su barriga lo estropea todo. No hubiera sido mal parecido con treinta kilos menos, pero con aquellos michelines en barriga y bajo vientre da una impresión que imagino que incluso para una mujer maternal debe resultar un tanto repugnante. Al loco debió afectarle mucho aquel cuerpo tan cercano porque noté que se ponía rojo y que no sabía a dónde mirar ni qué decir. Intervino mi esposa para preguntar por la comida, todos estábamos hambrientos.

-Está hecha, o casi hecha. Previendo que podías llegar tarde no he querido hacer una paella. La ensaladilla se conserva bien en el frigo y para segundo hay unos filetes con pimientos de Padrón, que unos pican e outros non. Si me ayudas todo estará listo en unos minutos.

El tono meloso, muy galleguiño de Chonchi es otro de sus encantos. Voy a obviar las expresiones gallegas que utiliza mucho, traduciéndolas al castellano, así me evito líos y meteduras de pata. El loco quiso sacar el equipaje del maletero, imagino que para disimular su azoramiento, pero ellas no le dejaron. Primero comer y luego ya se vería. Yo ni siquiera lo había intentado para no perderme ni un detalle de aquel espectáculo del que estaba disfrutando mucho y más que iba a disfrutar.





LA NOVENA REVELACIÓN IV

29 07 2023

No se diferencia de la mayoría de las personas. Simplemente HACE LO QUE LO HACE SENTIR EL MÁS FUERTE.

LO ÚNICO QUE SABEMOS ES QUE NOS SENTIMOS DÉBILES Y CUANDO DOMINAMOS A OTROS NOS SENTIMOS MEJOR. NO NOS DAMOS CUENTA DE QUE ESA SENSACIÓN DE ESTAR MEJOR LE CUESTA CARO A LA OTRA PERSONA. LE ROBAMOS SU ENERGÍA. LA MAYORÍA DE LA GENTE VA POR LA VIDA BUSCANDO CONSTANTEMENTE LA ENERGÍA DE OTRO.

—DE VEZ EN CUANDO, OTRA PERSONA QUIERE QUE LE DEFINAMOS SU SITUACIÓN, ENTREGÁNDONOS SU ENERGÍA, tal como lo hizo Marjorie contigo. ESO NOS HACE SENTIR CON MÁS PODER, PERO VERÁS QUE ES UN REGALO QUE EN GENERAL NO DURA. LA MAYORÍA DE LAS PERSONAS, incluida Marjorie, NO SON LO BASTANTE FUERTES COMO PARA DAR ENERGÍA SIEMPRE. POR ESO GRAN PARTE DE LAS RELACIONES ACABAN CONVIRTIÉNDOSE EN LUCHAS DE PODER. LOS SERES HUMANOS SE CONECTAN POR LA ENERGÍA Y DESPUÉS SE PELEAN POR QUIÉN VA A CONTROLARLA. Y EL PERDEDOR ES EL QUE SIEMPRE PAGA EL PATO.

DOMINAR A OTROS HACE QUE EL DOMINADOR SE SIENTA PODEROSO E INTELIGENTE, PERO ABSORBE LA ENERGÍA VITAL DE QUIENES SON DOMINADOS. NO IMPORTA QUE PENSEMOS QUE LO HACEMOS POR EL BIEN DE LA PERSONA, O QUE SON NUESTROS HIJOS Y QUE POR LO TANTO DEBERÍAMOS CONTROLARLOS TODO EL TIEMPO. EL DAÑO SE PRODUCE IGUAL.

CUANDO ALGUIEN TE DOMINA FÍSICAMENTE, EN REALIDAD SE APODERA DE TU MENTE.

POR DESGRACIA, ESTA CLASE DE VIOLENCIA PSÍQUICA SE PRODUCE CONSTANTEMENTE EN LA CULTURA HUMANA, A MENUDO EN PERSONAS QUE EN OTRAS CIRCUNSTANCIAS SON PERSONAS DE Bien.

—Trata de integrar totalmente la Cuarta Revelación —continuó Wil—. Observa cómo encaja con lo que ya sabes. LA TERCERA REVELACIÓN TE MOSTRÓ QUE EL MUNDO FÍSICO ES EN REALIDAD UN VASTO SISTEMA DE ENERGÍA. Y AHORA LA CUARTA SEÑALA QUE POR LARGO TIEMPO LOS SERES HUMANOS HEMOS COMPETIDO DE MANERA INCONSCIENTE POR LA ÚNICA PARTE DE ESA ENERGÍA A LA QUE HEMOS ESTADO ABIERTOS: LA PARTE QUE SE MUEVE ENTRE LAS PERSONAS. ÉSE HA SIDO SIEMPRE EL CONFLICTO HUMANO, EN TODOS LOS NIVELES: DESDE EL CONFLICTO POR PEQUEÑECES EN LA FAMILIA O EL AMBIENTE DE TRABAJO, HASTA LAS GUERRAS ENTRE PAÍSES. ES CONSECUENCIA DE SENTIRSE INSEGURO Y DÉBIL Y TENER QUE ROBARLE LA ENERGÍA A OTRO PARA SENTIRSE BIEN.

COMPRENDER LA CUARTA REVELACIÓN, LEÍ, SIGNIFICABA VER EL MUNDO HUMANO COMO UNA VASTA COMPETENCIA POR LA ENERGÍA, Y DE ESE MODO, POR EL PODER. SIN EMBARGO, UNA VEZ QUE LOS HUMANOS COMPRENDEMOS LA LUCHA —continuaba el texto—, DE INMEDIATO EMPEZAMOS A TRASCENDER ESE CONFLICTO. EMPEZAMOS A LIBERARNOS DE LA COMPETENCIA POR LA SIMPLE ENERGÍA HUMANA… PORQUE AL FIN SOMOS CAPACES DE RECIBIR ENERGÍA DE OTRA FUENTE.





LA PREVENCIÓN DEL SUICIDIO IV

19 07 2023

EL DOGMATISMO O LA SEMILLA DEL SUICIDIO

La frase evangélica “quien escandalizare a uno de estos pequeñuelos…” es lo más contundente que se ha dicho nunca sobre la mala educación, las malas influencias, que destrozaran a un niño para toda la vida. El dogmatismo, religioso, ideológico o de cualquier otra clase es la lóbrega prisión en que es encerrado un niño para que aprenda que la libertad solo trae malas consecuencias. La semilla del dogmatismo crecerá hasta convertirse en un árbol sólido que el suicida acabará utilizando para suicidarse. Hablando metafóricamente.

Mi educación en el dogmatismo comenzó muy pronto, antes de los siete años. En aquel tiempo y en aquel entorno franquista hubiera sido inaudito rebelarse contra la educación religiosa, concretamente católica, apostólica y romana. No se podía destacar, negándose a que los hijos recibieran la primera comunión o no asistiendo a misa los domingos y fiestas de guardar. Por eso yo tuve que estudiar el catecismo como todos los niños que iban a recibir la primera comunión a la edad establecida. El párroco del pueblo nos reunía en la iglesia y machaconamente nos hacía repetir aquel catecismo tan ingenuo como insidioso. ¿Qué es ser cristiano? Yo soy cristiano por la gracia de Dios, etc. Creo que se trataba del catecismo del padre Astete, modernizado, porque me acabo de enterar en la Wikipedia de que el primer catecismo del padre Astete es de 1593. Eran preguntas y respuestas que uno se veía obligado a memorizar como un lorito. Estudiar el catecismo durante el tiempo establecido era una condición imprescindible para poder hacer la primera comunión y resultaba imaginable que un solo niño del pueblo no llegara a hacerla.

Lo que más impactó al niño de siete años, enclenque, enfermizamente tímido, que era yo, fue el concepto de Dios, no como padre amoroso, sino como terrible juez que te podía castigar por nada, una mentirijilla, al pavoroso infierno. No se nos presentó a Dios como a un padre amoroso, sino como a un poderoso juez, omnipotente, que lo sabía todo y miraba en nuestro interior como en un libro abierto. Si los estúpidos cuentos del “hombre del saco”, el sacamantecas y otros semejantes, aterrorizaron las infancias de los niños de mi generación, para mí el mayor terror de todos fue saber que existía un Dios, todopoderoso, omnisapiente, que sabía de todos y cada uno de nuestros pecados, incluso los veniales menos graves, como las mentirijillas y que tenía el poder de castigarnos a un infierno eterno donde seríamos arrojados a calderas de pez hirviendo en las que permaneceríamos por toda una eternidad, sin posibilidad de remisión. No voy a negar que yo fui un niño hipersensible, de una timidez enfermiza y patológica, que además era un comistrajo, que comía muy poco y mal. Tampoco niego la posibilidad de una herencia genética que me predispuso para la enfermedad mental, así como un entorno familiar en el que faltaba cariño y sobraban amenazas para que me comportara bien, donde permanecer quieto y sin abrir la boca era la mejor forma de conseguir fama de “buenín” y evitar los castigos. Pero la aparición en mi vida, tras el catecismo, del peor sacamantecas que yo hubiera podido imaginar, un Dios, anciano barbudo, con un ojo que lo veía todo y tan duro de corazón que era capaz de castigar a un niño al infierno por toda la eternidad, fue algo que destrozó mi vida, convirtiéndola en un terror constante y tan intenso que temblaba y daba diente con diente a escondidas.

Puede que para los otros niños aquellas horas de aburrimiento, repitiendo como loritos frases que no significaban nada, no tuvieran más importancia que unos momentos malos a cambio de poder vestir luego un trajecito de marinero, los niños, y un vestidito de novia, las niñas, pero para mí fue la apertura del libro oscuro, plagado de monstruos que te iban a devorar las entrañas al menor descuido. Mi imaginación ya era entonces muy viva y la representación del gran monstruo barbudo, vigilándome día y noche, a todas horas, para pillarme en el menor renuncio y así castigarme, se convirtió en una realidad incontrovertible y tan angustiosa, que si ya estaba predispuesto a problemas nerviosos, aquello fue el martillazo que me descoyuntó. Memorizar aquellas preguntas y respuestas no fue difícil, lo insoportable era pasarme el día vigilando, angustiado, para no cometer ni un solo pecado, ni el más venial de todos. Las normas sobre el pecado, vistas con la perspectiva del tiempo, se me parecen extraordinariamente a la estúpida y delirante regulación que establecen algunos libros del Antiguo testamente, como el Levítico, el Deuteronomio y otros que no recuerdo. Si bien las mentirijillas eran pecados veniales, su acumulación podía acabar por convertirlas en pecado mortal y de esta manera las puertas del infierno se abrían ante ti. Esto me producía una angustia constante que tensaba mis nervios durante todo el día, hasta el punto de que recuerdo muy vivamente cómo antes de comulgar quise confesarme una vez más para evitar el sacrilegio de comulgar en pecado mortal. Y todo ello por una mentirijilla de última hora. Lo de las mentirijillas me traía frito. Si decía siempre la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, los castigos iban a menudear tanto que se harían insoportables, Pero, por otro lado, decir mentirijillas, para librarte del castigo suponía estar confesándote todos los días y a todas las horas, para evitar que se transformaran en pecado mortal, y de esta manera sufrir el peor de los castigos, el infierno eterno.

No sé cómo pudieron convencerme de que si Dios era un padre infinitamente bondadoso, al mismo tiempo podía llegar a castigarnos de una forma espantosa, impropia de un padre amoroso. Conciliar ambas facetas en una misma persona o ser, ya fuera divino o humano, era totalmente imposible, una de las dos debía de prevalecer. No es que eligiera la del juez terrible, se me impuso de una forma que aún hoy soy incapaz de analizar y comprender. El dogma se filtra en los niños como un caramelo que no podemos rechazar. Incapaces de asimilar el concepto de maldad, no somos capaces ni de imaginar que un caramelo pueda estar envenenado. El dogma en las religiones brota, como de una fuente ponzoñosa, de un axioma que nadie pone en duda y de ahí, con una lógica aplastante, se deduce todo lo demás. Basta con mentar que algo es palabra de Dios, te alabamos señor, para que nos resulte imposible poner en duda lo que se nos diga, sea lo que sea. La palabra de Dios puede estar contenida en un libro, como la Biblia, en una pomposa manifestación ex cathedra, como cuando supuestamente el Papa habla para solventar algún tema espinoso y lo hace con un ceremonial, con un ritual predeterminado. Se convierte en la boca de Dios y nadie analiza ni pone en duda nada de lo que diga, aunque sea una estupidez. Otras religiones utilizan otros libros u otros profetas o supuestas revelaciones. No importa el medio o instrumento, mientras esté revestido con la vestimenta de la divinidad. El concepto de Dios era para aquel niño que fui algo tan infinito, tan incomprensible, que no me atrevía ni a dudar. También me fiaba de lo que me dijeran los adultos, fuera lo que fuera, porque los adultos no podían mentir, ni existía maldad en ellos, un concepto que siempre me abrumó, hasta que descubrí sus mentiras y sus maldades.

Con el tiempo llegaría a leer y a saberme de memoria los evangelios, y allí, a pesar de algunas manifestaciones inadmisibles, comprendí que el Dios evangélico sí era aceptable, era el padre amoroso, el que perdona, el que no puede condenar al infierno, porque el infierno no existe. Tardé tantos años en librarme de este concepto, de este dogma dantesco, que mi sistema nervioso se resintió para siempre. Analizando las razones por las que a mí me afectaron tanto estas cosas, mientras otros niños se limitaban a cumplir con las obligaciones que les imponían y luego se olvidaban de ello, he llegado a la conclusión de que mi especial sensibilidad hacia lo invisible, hacia la existencia de todo un universo que no podían ver nuestros ojos de carne, me hizo especialmente vulnerable. Nunca me costó asumir la posibilidad de la existencia de algo que no vieran mis ojos, ni palparan mis manos, ni escucharan mis oídos. Al fin y al cabo todo el mundo parecía creer en cosas que nunca había visto, ni palpado, ya fueran ciudades desconocidas, países remotos, gentes variopintas. Hay que tener en cuenta que en mi infancia no existía la televisión y las fotografías eran algo tan inusual que solo los acontecimientos muy especiales quedaban reflejados en esas cartulinas que entregaba el fotógrafo de turno, porque el que alguien poseyera una cámara, no siendo fotógrafo, era de todo punto impensable. Entonces no existía la televisión, para contrastar ciertas informaciones, al menos para los niños pobres, porque los papás de los niños ricos pronto irían comprando los primeros televisores que llegaron. A los niños de mi generación era fácil convencerlos de que existía el hombre del saco, el sacamantecas o cualquier monstruito de chichinabo, como decía mi padre. Poblaban tu imaginación con toda clase de criaturas espantosas e inverosímiles, solo para que tuvieras miedo y no anduvieras de noche por el pueblo o no fueras a sitios a los que no se podía ir. ¿Cómo no te iban a convencer de que existía Dios? Más si te lo decía un señor vestido de forma estrafalaria que decía ser el representante de aquel Dios en la Tierra. Por otra parte. tú ibas viendo que todo lo que existía era porque había surgido de algo. Aunque no acababas de comprender cómo a los niños los podía traer la cigüeña. Aún recuerdo con viveza la angustia que sufrí cuando mis padres me dijeron que a mi hermanito lo iba a traer pronto una cigüeña. Yo había visto cómo eran las cigüeñas y no me entraba en la cabeza que a un bebé –ya había visto alguno- lo pudiera traer un animalito tan pequeño, y menos en el pico. Los traían de París, un lugar que debía de estar muy, muy lejos. Me angustiaba pensando que a aquel pájaro se le podía cansar la cabeza de pujar por algo que casi pesaba más que ella. En algún momento se le podía caer el bebé del pico, y dada la altura a la que volaba, el niño quedaría aplastado, muerto. Y todo porque los adultos no te podían hablar de cómo se hacían realmente los niños. Un acto tan guarro, no se les podía contar a unos niños tan inocentes.

Eran tiempos difíciles, en los que casi todo estaba prohibido, casi todo era malo o vergonzoso. Las autoridades obligaban a seguir rígidos protocolos para todo lo que se hacía o se decía. Los gobiernos dictatoriales necesitaban del dogma como del agua en el desierto. Si el dictador de turno había sido elegido por Dios, nunca se equivocaba y permanecería en el poder hasta su muerte. Las autoridades más altas eran elegidas por Dios, y las menos altas eran elegidas por alguien elegido por Dios, por lo que a todos les rodeaba un aura de divinidad que no podía ser puesta en solfa. Te dijeran lo que te dijeran los supuestos elegidos por Dios, había que creerlo y decir amén. Si el cura te decía que ibas al infierno por un solo pecado mortal, te lo creías; si te decía que Dios podía verte, estuvieras donde estuvieras, incluso encerrado entre cuatro paredes, y que incluso leía tus pensamientos y sabía todo lo que habías hecho, te lo creías. Vivir constantemente vigilado por un ojo que lo veía todo, por un ser que lo sabía todo, por un juez implacable que te condenaría por pecados mortales tan graves como la reiteración de mentiras o porque había empujado a un niño que había caído al suelo y se había hecho daño, es un tormento que solo los que lo hemos vivido sabemos hasta qué punto puede desencadenar una enfermedad mental, a poco que los genes acompañen. De ahí al suicidio solo hay un corto trecho de unos años. Porque cuando creces y crece tu capacidad de razonar, acabas viendo los dogmas como paparruchas estúpidas en las que creíste cuando eras un niño indefenso. Ahora dejas de creer y tu destrozado sistema nervioso te hace sufrir tanto que buscas el suicidio como una forma de acabar con el dolor. Ya no crees que suicidarse sea un espantoso pecado mortal que no se perdona y vas al infierno de cabeza, además de que no te enterrarán en tierra sagrada. ¡Vaya por Dios!

Ser un niño hipersensible tiene sus desventajas, lo mismo que un exceso de imaginación, o incluso el deseo de ser tan buenín, tan buenín, que todos te den golpecitos en la cabeza y te digan que vas a ir al cielo. En aquellos tiempos la educación que recibías era una clara preparación para el suicidio. Entre los dogmas que te metían en la cabeza a martillazos, las mentiras que te soltaban a cada paso, porque no se podía hablar de ciertas cosas, y los monstruos que poblaban tu imaginación, sin contar, claro, que para algunos niños hipersensibles como yo el que existiera un Dios que te veía de continuo y que acabaría condenándote al infierno, eso seguro, porque nadie podía ser tan santo que no pecara nunca, y si no te confesabas a tiempo, ¡zás!, al infierno de cabeza, la vida de un niño de mi generación, tan sensible como lo fui yo, era ya un infierno, debí haberlo pensado para dejar de sentirme aterrorizado por el dicho infierno. Pero como veo que esto se está prolongando mucho y no quiero dejar de lado ciertas cuestiones importantes, seguiremos en el próximo capítulo.





ALGUNAS HISTORIAS SÓRDIDAS XXIV

10 07 2023

ALGUNAS HISTORIAS SÓRDIDAS LVI

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Me resultó muy delirante encontrarme con que la vida me había reservado una de sus extrañas e incomprensibles jugarretas. Quien había intentado suicidarse de todas las formas posibles y a veces con un salvajismo irracional, ahora se encontraba con que su propio padre iba a morir, se estaba muriendo, padeciendo un sufrimiento atroz. Lo lógico hubiera sido conceder a quien deseaba morir el cumplimiento de su deseo, aunque fuera con un sufrimiento largo y espantoso y no matar de aquella forma terrible, casi un castigo kármico, a quien deseaba vivir unos años más. Me hubiera cambiado por él sin dudarlo. El hecho de haber abandonado el primer círculo del infierno no significaba que yo hubiera olvidado por completo mi deseo de morir. No tenía previsto volver a intentar el suicidio, al menos me iba a dar un tiempo hasta ver si el regreso al hogar podía mejorar mi vida, al menos un poco. El intercambio de destinos no era algo ajeno a mí, incluso se repetiría en el futuro, en momentos concretos de mi vida. Pero no fue hasta años más tarde, tras la lectura de algunos libros esotéricos, que intuí que esa posibilidad no era solo una más de mis ideas delirantes. De hecho, el evangelio me había preparado para la aceptación de un término tan incomprensible como cierto, al parecer: la redención. Jesús había aceptado la muerte en la cruz, con todos los terribles pasos previos, para la redención de la humanidad. Es decir, cambiaba el castigo merecido de los seres humanos, por el suyo propio, como una forma de alcanzar el perdón para ellos. Claro que él era hijo de Dios, un Dios también, y ese intercambio podía ser posible desde el plano de la divinidad. El intercambio de mi vida por la de mi padre no era precisamente una redención, pero sí había interiorizado otro concepto que me resultaba más razonable: el sacrificio. Creo que fue un uno de los libros de Annie Besant, ahora no recuerdo cuál, donde encontré este concepto explicado a fondo. Según ella la vida en el universo, desde los seres menos conscientes a los más, en la cúspide de la pirámide jerarquizada de entidades cada vez más conscientes y poderosas, según se ascendía en la escala, solo podía funcionar gracias al sacrificio. Tal como lo explicaba ella era un concepto terrible, espantoso, al tiempo que esperanzador.

Venía a decir que era imprescindible el sacrificio para que el resto de seres vivos pudiera seguir viviendo, aunque fuera un tiempo breve, el tiempo asignado a cada entidad. Las plantas se alimentaban de los minerales; los animales de las plantas; los seres humanos de plantas y animales y supuestamente las entidades por encima de los seres humanos se alimentaban de estos. Un concepto que para mi gran sorpresa encontraría en los libros de Castaneda, cuando don Juan habla de los voladores, depredadores y seres inorgánicos. Se supone que las entidades superiores a los humanos se alimentan de nuestra energía y no de nuestros cuerpos físicos, porque ellas no tienen forma física. La vida en el Cosmos, a todos los niveles, en todos los planos no deja de ser una forma de depredación, más sutil conforme se va ascendiendo en la escala. Pero Annie Besant no utiliza este término, depredación, si no otro mucho más espiritual, sacrificio. Es decir, todos nos sacrificamos, unos por otros, los de abajo por los de arriba y así sucesivamente. Se supone que incluso los dioses o las entidades más conscientes y poderosas también tienen que sacrificarse para conseguir que el Cosmos siga funcionando. Si nos negáramos al sacrificio otros seres no podrían seguir vivos el tiempo que les ha sido adjudicado. Y curiosamente el sacrificio perfecto sería el amor. Recuerdo bien la frase evangélica que memoricé para siempre. Nadie ama más que el que da su vida por los que ama. No es una cita literal. pero deja bien claro el profundo sentido del sacrificio. Quien ama, quien realmente ama, profunda y espiritualmente, está preparado de continuo para el sacrificio, la muestra de amor más perfecta. Todos los padres llevan en sus genes el instinto básico del sacrificio por sus hijos, y cuando esto no sucede, en casos terribles que suceden y siguen sucediendo, nos sentimos muy sorprendidos, abrumados, como algo que va contra natura. La meta del amor más espiritual no deja de ser un camino de redención, en el caso de la divinidad, y de sacrificio, en el caso del resto de criaturas. Tras leer esta profunda reflexión de Annie Besant medité mucho, porque me chocó, me sorprendió. ¿Cómo era posible que la existencia del Cosmos, en todas las dimensiones, en todos los planos, dependiera del sacrificio, en unos casos sin aceptación, como en el caso de las víctimas depredadas por los depredadores, y en otros casos con plena y consciente aceptación, voluntariamente, como ocurre con los seres más espirituales? Llegué a la conclusión que era algo perfectamente lógico, no solo en el terreno de la alimentación, imprescindible para la supervivencia, cuando la depredación se convierte en un axioma, si no depredamos a los que están por debajo en la cadena biotrófica, cuando es necesario la transferencia de sustancias nutritivas a través de las diferentes especies de una comunidad biológica, tal como acabo de leer en la definición de cadena biotrófica. Y no se trata solo de una transferencia inocua o aparentemente inocua, como podría ser el caso de la leche obtenida de la cabra o la vaca, que no mata a estos especímenes, pero sí privaría de la vida a los hijos de estos especímenes que no podrían vivir sin la leche materna, no existe nada inocuo en esta transferencia que va arrebatando vitalidad y posibilidades de superviencia a quienes se sacrifican y renuncian para que otros puedan vivir. Es cierto, por ejemplo, en el caso humano, que dar sangre a otros que lo necesitan o donar órganos, no supone la muerte del donante, que solo tiene que hacer un esfuerzo suplementario para recuperar la pérdida de sangre o simplemente no necesitas órganos de tu cuerpo cuando estás muerto. Pero siempre alguien en la cadena sufre, quien dona sangre necesita recuperarla aumentando el consumo de proteínas, vegetales u otro tipo de alimentación, con lo que mueren más vegetales o animales. Todo ser vivo depreda, de una manera o de otra. La depredación parece ser una ley básica en el universo. Si aceptamos, consciente, libre y voluntariamente, convertirnos en víctimas para que otros sobrevivan, el hecho de que esto sea una generosa decisión espiritual, no le quita su carga de depredación. Y esto desde las partículas más diminutas al macrocosmos más colosal. Una bacteria o virus necesita depredar para seguir vivo y multiplicándose. Una estrella necesita consumir infinidad de partículas para que pueda seguir viviendo como estrella. Por eso el deterioro, la erosión, son leyes básicas en la evolución del Cosmos, porque es preciso que alguien muera para que otros sigan vivos. De ahí también la necesidad de la dimensión temporal. Sin tiempo no podría existir el deterioro, la erosión, que no es otra cosa que la muerte de algunos para que otros nazcan, sobrevivan y evolucionen. No nos hagamos ilusiones, la inmortalidad no es posible, al menos en la dimensión temporal. ¿Qué sucede con las entidades superiores, inmateriales, energéticas, espirituales? Todo lo existente necesita alimentarse, si no es de minerales, es de plantas, o de animales, o de energía, no somos el Todo que no necesita depredar porque en él está ya todo, no puede depredar nada exterior a sí mismo y no se puede llamar depredación a que utilicemos nuestras propias células para seguir vivos, porque son “nuestras”. Si la idea de sacrificio en Annie Besant tiene un fuerte componente moral y espiritual, no deja de tener cierto parecido con la idea de don Juan sobre los voladores, depredadores y seres inorgánicos. El que ellos sean más conscientes, morales y espirituales que nosotros, está por ver. Lo mismo que el que los humanos no seamos conscientes de que al comer unos vegetales o carne animal estamos depredando, no quita que eso sea cierto. Otros se están sacrificando por nosotros, aunque no sean conscientes de ellos, y nosotros, ¿nos estamos sacrificando también por entidades superiores, invisibles, inmateriales, energéticas? Don Juan se rebelaba contra esto, calificando a los humanos como animales de granjas humaniformes para abastecer de energía a los voladores. Y aquí entramos en el terreno de la moralidad y espiritualidad más extremas. ¿Es aceptable sacrificarse para que entidades superiores a nosotros empleen nuestra energía para el mal, o la oscuridad? ¿No sería más moral y espiritual sacrificarse para que las entidades del bien o de la luz, puedan hacer su trabajo? ¿Y qué trabajo sería este sino el del amor? Recordemos que el amor más profundo y espiritual es el sacrificio por los que amamos. Esa sería la gran diferencia entre los seres de la luz y los de las tinieblas. Los primeros se sacrifican porque aman y los segundos depredan porque no aman y solo quieren alimentarse.

Mi idea de sacrificarme por mi padre no era una idea nacida del amor. Yo quería morir a toda costa, no era un acto de amor sino de suicidio. No había generosidad y amor espiritual en mí, solo la elección del camino en la encrucijada que yo estaba eligiendo desde hacía algunos años, el camino que conduce a la muerte de la forma más expeditiva y rápida posible. Lo que yo entonces ignoraba era que al parecer el sacrificarse por otros, por amor, era posible, y no solo desde la divinidad. Según pude leer en diversos textos, años más tarde, ese ofrecimiento de sacrificio para que otro pudiera seguir viviendo, era posible. Suena totalmente irracional, pero basta con ver la expresión del rostro de una madre con un hijo diagnosticado de una enfermedad incurable para saber que daría la vida a cambio de la de su hijo, si eso fuera posible, e incluso siendo imposible ese amor inmenso podría llegar a hacer posible el milagro. No era mi caso, aunque hubiera hecho la transferencia solo para evitar aquel dolor infernal que llegaría a percibir con absoluta intensidad empática en una escena que recordaré siempre. Fue una tarde. Mi padre se levantó de la cama porque no aguantaba más. Le vi caminar sosteniendo aquella bolsa de plástico con su correspondiente tubo de plástico que tenía que utilizar constantemente porque le habían extirpado parte del intestino y los desechos tenían que salir por el tubo para depositarse en la bolsa que había que vaciar cada ciertas horas.  El dolor tenía que ser tan infernal que su rostro estaba completamente desfigurado y su voz era como una especie de berrido salvaje de animal herido de muerte. Sus gritos espantaban el alma más templada. La morfina apenas le hacía efecto. Maldecía, blasfemaba, pedía a gritos la muerte. Aquello no era vida, aquello era el infierno. Yo sabía muy bien lo que uno siente cuanto está en el infierno, porque había vivido en el primer círculo infernal durante algunos años. Mi padre quería morir, necesitaba morir, para acabar con aquel dolor espantoso. Antes de que mi madre y yo reaccionáramos ya estaba corriendo con la dificultad que suponía desplazarse agotado por la enfermedad y sosteniendo aquella bolsa de desechos hacia la ventana del salón. Logró abrirla, pero antes de que consiguiera encaramarse para arrojarse al vacío, logramos sostenerle, cerrar la ventana y alejarlo de ella. Mi madre lloraba sin consuelo, yo por fin era consciente de a dónde había llegado: al segundo círculo del infierno.

Confiaba en que al ir a tomar posesión al juzgado, me encontraría con un entorno diferente al que había soportado en Madrid. Diferente sino era posible que fuera mejor. Una vez consciente de estar en el segundo círculo del infierno solo cabía esperar que los tormentos fueran distintos, aunque seguirían siendo tormentos infernales. Cuando estás en el infierno solo cabe esperar el tormento, el éxtasis pertenece al cielo… y yo dudaba de que tal lugar existiera.





ALGUNAS HISTORIAS SÓRDIDAS XXIII

28 06 2023

ALGUNAS HISTORIAS SÓRDIDAS

LIBRO IV

UNA RUBIA ALCOHOLIZADA

Debió de ser un viaje extraño. Por un lado, estaba saliendo del infierno, eso me animaba, me daba esperanzas. Por otro no imaginaba estar entrando en un nuevo círculo del infierno, aunque era evidente que nada me resultaría fácil en mi nuevo destino. Tal vez me consolara aquella idea fija que me acompañaba desde hacía algunos años: Nada puede ser peor que lo que acabo de vivir, por lo tanto cualquier cosa que me suceda es imposible que sea más trágica. Era la ingenuidad de la juventud, cuando se ha vivido poco y aún no se sabe que el dolor y el sufrimiento se intensifican, hasta el infinito si es preciso, no hay ley física o moral que lo impida. Es posible que entonces no lo pensara, pero lo pienso ahora. Lo peor de entrar en el infierno es no saber que lo estás haciendo. Si hubiera podido cambiarme por aquel joven que entraba en Madrid, sabiendo lo que sabía en ese momento, seguro que me hubiera dado la vuelta, que habría salido corriendo en dirección contraria, hacia cualquier parte. Lo realmente curioso es que también estaba entrando en un nuevo infierno y no lo sabía. ¿Me habría dado la vuelta, de haberlo sabido, y hubiera cambiado un infierno por otro? No lo sé. No puedo saberlo. El infierno que estaba abandonando había sido espantoso, nada, absolutamente nada, podría ser peor, y sin embargo… Y sin embargo lo fue, o por lo menos fue tan infernal como el primero, sino más.

Hoy me reiría de aquella escena. El tren era un tranvía con una especie de hall con puertas que se abrían y cerraban oprimiendo un botón. Allí se esperaba a que el tren entrara en la estación y entonces bajabas con la maleta, o subías con la maleta y buscabas tu asiento abriendo la puerta con picaporte que daba a un lado u otro, donde estaban los asientos. No era como los expresos. A la entrada de cada trozo de vagón ocupado por asientos,  existían unas estanterías donde se dejaban las maletas que no cabían en el portaequipajes que estaba cerca del techo y encima de los asientos. Teniendo en cuenta la cantidad de cajas de libros, además de las maletas con ropa, el tocadiscos, los discos, y el resto de mis enseres con los que estaba haciendo la mudanza, debí de llenar aquel pequeño espacio, por mucho que me esforzara en poner una caja sobre otra hasta llegar al techo. Las maletas estarían en las estanterías, al otro lado de la puerta. Conociéndome como me conozco y como recuerdo que era entonces, debí pasarme todo el viaje atento a que los que subían o bajaban no se llevaran una de mis maletas, porque las cajas pesaban demasiado para que alguien pudiera intentar llevarse alguna pasando desapercibido. También tuvo que ocurrir que muchos se quejaran de que mi equipaje entorpecía su bajada o subida. Aquello era de todos, no solo mío. Si se quejaron en voz alta imagino que me disculparía con el rostro sonrojado. Si me miraron sin decir nada, desviaría la vista. Y si alguno de los que subían al tren se quejó al revisor es posible que le explicara mi situación y le suplicara me dejara seguir el viaje sin poner trabas. Si fue así seguro que era un buen hombre al que le dio pena un joven tan apocado y en una situación tan apurada. Además, mi aspecto daba a entender con claridad que yo era un tipo raro, que estaba mal de la cabeza. Obeso, con barba patriarcal, desaliñado, tal como había salido en el programa de televisión. Incluso, estadísticamente, no era descabellado pensar que alguno de los viajeros, incluso el propio revisor, hubieran visto el programa o hubieran visto las fotos en el suplemente dominical de Diario 16. Aunque había pasado algún tiempo, mucha gente tiene mejor memoria que la mía, como se demostraría en León.

Puedo imaginar la escena sin mucha dificultad. Sentado sobre una caja de libros, mirando a través del cristal de la puerta, un paisaje que era otoñal, porque mi llegada se produjo tal vez un mes antes de la Navidad, con probabilidad en noviembre. Lo sé porque acababa de salir la ley del divorcio y yo me tendría que ocupar de la tramitación de separaciones y divorcios en el juzgado donde tomé posesión. Miraba hacia afuera para evitar pensar en lo que ocurría dentro del tren. A pesar de ello en cada estación estaría muy atento a las personas que bajaban y subían del tren, para que no se llevaran nada, no obstante la dificultad de que pudieran hacerlo. Al salir de la estación de Chamartín, seguramente rememoré los años que había pasado en Madrid, era inevitable y también fantasearía con lo mejor que podría ocurrirme en mi nuevo destino: encontrar una chica, casarme, bajar de peso, iniciar una nueva vida, completamente distinta a la que había vivido.

No, no debió ser un viaje fácil y agradable, angustiado por llegar cuanto antes, sin perder nada importante para mí. A pesar de ello el alivio tuvo que ser algo fantástico. Abandonar aquel círculo del infierno era casi como entrar en el paraíso. Solo la juventud sin experiencia puede llegar a pensar que una vez que abandonas el infierno estás entrando en el cielo, o al menos en el purgatorio, que tiene la gran ventaja de ser provisional, por duro que sea un purgatorio, saber que antes o después saldrás de él, lo hace muy llevadero. A pesar de haber leído La divina comedia de Dante, no era consciente de que el infierno está compuesto de muchos círculos, salir de uno solo significa que entras en otro. Una cosa es la teoría y otra la realidad. Dante tuvo una gran imaginación para describir los círculos del infierno, pero la realidad no era así, no podía ser así. ¡Qué equivocado estaba!

No recuerdo cómo me las arreglé al llegar a la estación de León. Me veo obligado a hacer deducciones. Mi padre no me ayudó, eso seguro. Apenas acababa de entrar en el nuevo círculo del infierno, cuando ya me esperaba la primera escena dantesca. Me habían ocultado la gran tragedia que estaba viviendo mi familia. Cuando llegué a casa no pudieron ocultármelo. Mi padre estaba enfermo de cáncer desde hacía algunos años, tal vez dos o tres, no muchos más porque murió a los cuatro años de haber sido diagnosticado. La única explicación que recibí fue la de que no querían que me deprimiera y volviera a intentar el suicidio. Como enfermo mental esa ha sido una constante en mi vida. A las personas que sufrimos cualquier clase de enfermedad mental se nos ocultan cosas, incluso importantes, incluso imprescindibles. Esa es una dura lección que todo enfermo aprende más bien antes que después. Ahora mirando con esta profunda perspectiva que da el tiempo, cuando miras el final del túnel desde su principio, puedo comprender la razón de estos ocultamientos tan pueriles e inútiles. Cuando me he visto en la misma situación, ocultando cosas a enfermos mentales, me he dado cuenta de que hasta parece razonable. Decir la verdad a una persona que sufre una enfermedad mental tiene sus consecuencias. Se lo tomará mal, seguro, se deprimirá, tendrá una crisis, antes o después, incluso puede que intente suicidarse. Es un cargo de conciencia no ocultar acontecimientos que pueden hacer tanto daño a una persona que sufre la enfermedad mental, pero resulta comprensible si puede retrasarse este momento, aunque nadie en su sano juicio puede pensar que se pueda ocultar algo para siempre, que los secretos nunca se desvelarán. Una de las grandes verdades que me enseñó el evangelio, cuando llegué a saberlo de memoria en el colegio religioso donde estudié, es que “nada hay tan oculto que no llegue a desvelarse”. Sí, me lo llevaban ocultando desde hacía años, creo que incluso cuando asistieron a la boda de mi amigo A. como cuento en el lugar correspondiente, mi padre ya estaba enfermo de cáncer.

Así pues, mi padre no pudo estar esperándome en la estación, porque creo recordar que ya llevaba aquella bolsa que les ponían a los operados para desviar la orina. Lo recuerdo con esa bolsa cuando se levantaba de la cama. Es un recuerdo seguro y vívido, aunque no sé si ya la tenía cuando llegué o fue tras una operación posterior a mi llegada. ¿Cómo me las arreglé para llevar todo mi equipaje hasta casa? Es cierto que la estación de trenes no estaba lejos de la casa de mis padres, de hecho, estaba bastante cerca, pero era imposible llevar todo en un solo viaje en taxi. No creo que pudiera guardar las cajas de libros en la consigna, por lo que alguien tuvo que ayudarme. Era impensable que yo dejara todo en la estación y fuera haciendo viajes en taxi hasta acabar el traslado de tanto equipaje. No puedo hacerme una idea de cómo solucioné el problema. Tampoco sé cómo lo subí todo al tercer piso sin ascensor, por unas escaleras estrechas y empinadas. Tuve que recibir ayuda, ¿pero de quién? No debieron de tardar mucho en hacerme saber la tragedia, porque si el recuerdo de la bolsa es cronológicamente exacto, me daría cuenta en cuanto fuera a abrazar a mi padre. No me resulta difícil imaginar el impacto que aquello supuso para mí. Si durante las horas que duró el viaje pude haberme hecho ilusiones sobre la salida del infierno y la entrada en el purgatorio, aquello las hizo explotar. Ya estaba en el segundo círculo del infierno, lo que ignoraba era aquel primer sufrimiento no iba a ser nada para mí, en comparación con lo que me esperaba.





MÁXIMAS DEL GUERRERO IMPECABALE XXIII

27 06 2023

PREDADORES, VOLADORES Y SERES INORGÁNICOS III

‑Tengo que insistir en que es una idea rara que encontrará en ti infinita resistencia ‑dijo‑. Debo advertirte que no la aceptarás con facilidad. Pero no por el hecho de que es rara debes rechazarla. Eres un científico social. Por lo tanto, tu mente está siempre abierta a la investigación, ¿verdad?

‑La idea rara ‑dijo lentamente, midiendo el efecto de sus palabras‑ es que todo ser humano en esta Tierra parece tener las mismas reacciones, los mismos pensamientos, los mismos sentimientos. Parecen responder de la misma manera a los mismos estímulos. Esas reacciones parecen estar en cierto modo nubladas por el lenguaje que hablan, pero si escarbamos esa superficie son exactamente las mismas reacciones que asedian a cada ser humano en la Tierra. Me gustaría que esto te causara curiosidad como científico social, por supuesto, y que veas si puedes explicar esta homogeneidad.

‑La tarea del día, para ti ‑dijo abruptamente, en tono de presagio‑, es una de las tareas más misteriosas de la brujería, algo que va más allá del lenguaje, más allá de las explicaciones. Hoy nos fuimos de caminata, hablamos, porque el misterio de la brujería debe ser amortiguado con lo mundano. Debe partir de la nada, y debe volver nuevamente a la nada. Ése es el arte del guerrero-viajero: pasar por el ojo de una aguja sin ser notado. Por tanto, prepárate acomodando tu espalda contra esta pared de roca, lo más lejos posible del borde. Estaré cerca de ti, en caso de que te desmayes o te caigas.

‑¿Quiero que cruces las piernas y entres en un estado de silencio interno ‑dijo‑. Digamos que quieres averiguar qué artículos podrías buscar para desacreditar o comprobar lo que te he pedido que hagas en tu medio académico. Entra en el silencio interno, pero no te duermas. Éste no es un viaje al oscuro mar de la conciencia. Esto es ver desde el silencio interno.

‑Son verdaderamente pesados ‑don Juan me dijo al oído. Me estaba agarrando del brazo izquierdo, lo más fuerte que podía.

Vi algo, como una sombra de barro meneándose en el suelo, y luego dio otro salto, quizá de unos quince metros, y volvió a aterrizar con el mismo silencioso golpe. Estaba aterrorizado más allá de todo lo que racionalmente pudiera usar como descripción. Mantuve mis ojos fijos en la sombra saltando en el fondo del valle. Luego escuché un zumbido peculiar, una mezcla entre el sonido de un batir de alas, y el sonido de una radio que no ha sintonizado la frecuencia de una estación, y el golpe que siguió fue algo inolvidable. Nos sacudió a don Juan y a mí hasta los huesos ‑una gigantesca sombra de barro negra acababa de aterrizar a nuestros pies.

‑No te asustes ‑dijo don Juan en tono imperativo‑. Mantén tu silencio interno y la sombra se irá.

-Jamás se me hubiera ocurrido que tomarías el ver a un volador tan a pecho ‑dijo.

El predador que don Juan había descrito no era benévolo. Era enormemente pesado, vulgar, indiferente. Sentí su despreocupación por nosotros. Sin duda, nos había aplastado épocas atrás, volviéndonos, como don Juan había dicho, débiles, vulnerables y dóciles. Me quité la ropa húmeda, me cubrí con un poncho, me senté en la cama, y lloré desconsoladamente, pero no por mí. Yo tenía mi ira, mi intento inflexible, para no dejarme comer. Lloré por mis semejantes, especialmente por mi padre. Nunca supe, hasta ese momento, que lo quería tanto.





LA NOVENA REVELACIÓN III

20 06 2023

Es bien sabido DESDE SIEMPRE QUE ESA VIOLENCIA PROVIENE DEL IMPULSO QUE SIENTEN LOS SERES HUMANOS POR CONTROLARSE Y DOMINARSE UNOS A OTROS, pero hace muy poco que estudiamos ese fenómeno desde adentro, desde el punto de vista de la conciencia del individuo. Nos preguntamos qué pasa dentro de un ser humano, qué es lo que lo lleva a querer controlar a otro. Descubrimos que CUANDO UN INDIVIDUO SE ACERCA A OTRA PERSONA Y ENTABLA CONVERSACIÓN, COSA QUE OCURRE MILES DE MILLONES DE VECES AL DÍA EN EL MUNDO, PUEDEN SUCEDER DOS COSAS. QUE EL INDIVIDUO SALGA SINTIÉNDOSE FUERTE O SINTIÉNDOSE DÉBIL, SEGÚN LO QUE OCURRA EN LA INTERACCIÓN.

SIEMPRE PARECE QUE LOS HUMANOS ASUMIMOS UNA POSTURA MANIPULADORA. INDEPENDIENTEMENTE DE LAS SINGULARIDADES DE LA SITUACIÓN O DEL ASUNTO, NOS PREPARAMOS PARA DECIR LO QUE HAGA FALTA CON TAL DE IMPONERNOS EN LA CONVERSACIÓN. CADA UNO DE NOSOTROS TRATA DE ENCONTRAR ALGUNA FORMA DE CONTROL PARA MANTENER ASÍ LA SUPERIORIDAD EN EL ENCUENTRO. SI LO LOGRAMOS, SI SE IMPONE NUESTRO PUNTO DE VISTA, EN LUGAR DE SENTIRNOS DÉBILES, RECIBIMOS UN ESTÍMULO PSICOLÓGICO. «EN OTRAS PALABRAS, LOS SERES HUMANOS TRATAMOS DE SUPERARNOS Y CONTROLARNOS UNOS A OTROS NO SIMPLEMENTE POR ALGÚN OBJETIVO TANGIBLE DEL MUNDO EXTERIOR QUE TRATAMOS DE LOGRAR, SINO POR EL EMPUJE QUE OBTENEMOS PSICOLÓGICAMENTE. ÉSE ES EL MOTIVO POR EL CUAL VEMOS TANTOS CONFLICTOS IRRACIONALES EN EL MUNDO, TANTO EN EL NIVEL INDIVIDUAL COMO EN EL NIVEL DE LOS PAÍSES.

ESTAMOS DÁNDONOS CUENTA DE LO MUCHO QUE NOS MANIPULAMOS ENTRE NOSOTROS, LO CUAL NOS LLEVA A REVALUAR NUESTRAS MOTIVACIONES. BUSCAMOS OTRA FORMA DE INTERACTUAR. CREO QUE ESTA REVALUACIÓN FORMARÁ PARTE DE LA NUEVA VISIÓN DEL MUNDO DE LA QUE HABLA EL MANUSCRITO.

Y DESDE EL PUNTO DE VISTA DE ELLA, NO TIENE MÁS REMEDIO QUE LIBERARSE CON VIOLENCIA. ES LA ÚNICA FORMA EN QUE PUEDE ADQUIRIR ALGO DE CONTROL PARA SÍ MISMA. DESGRACIADAMENTE, CUANDO CREZCA, DEBIDO A ESTE TRAUMA TEMPRANO, PENSARÁ QUE TIENE QUE CONTROLAR Y DOMINAR A LOS DEMÁS CON LA MISMA INTENSIDAD. ESTA CARACTERÍSTICA ESTARÁ MUY ARRAIGADA Y LA HARÁ TAN DOMINANTE COMO SON SUS PADRES AHORA, EN ESPECIAL CUANDO SE ENCUENTRE CON PERSONAS VULNERABLES, COMO LOS NIÑOS. EN REALIDAD, ES INDUDABLE QUE LOS PADRES SUFRIERON ESE MISMO TRAUMA. AHORA, TIENEN QUE DOMINAR, DEBIDO A LA FORMA EN QUE LOS PADRES LOS DOMINARON A ELLOS. ES ASÍ COMO LA VIOLENCIA PSICOLÓGICA PASA DE UNA GENERACIÓN A OTRA.

—Pero la revelación principal es más amplia —comentó, casi para sí mismo—. LA TERCERA REVELACIÓN INDICA QUE EL UNIVERSO EN SU CONJUNTO ESTÁ FORMADO POR ESA ENERGÍA Y QUE PODEMOS ACTUAR NO SÓLO SOBRE LAS PLANTAS SINO TAMBIÉN SOBRE OTRAS COSAS, SIMPLEMENTE POR LO QUE HACEMOS CON LA ENERGÍA QUE NOS PERTENECE, LA PARTE QUE PODEMOS CONTROLAR. —Hizo una pausa durante un minuto entero. — Me pregunto cómo obramos sobre los demás con nuestra energía.

TENEMOS A DOS PERSONAS DISCUTIENDO SOBRE QUIÉN POSEE LA VISIÓN CORRECTA DE UNA SITUACIÓN, SOBRE QUIÉN TIENE RAZÓN; CADA UNA TRATA DE IMPONERSE A LA OTRA, INCLUSO AL PUNTO DE INVALIDAR LA SEGURIDAD DE LA OTRA Y RECURRIR AL INSULTO LISO Y LLANO.

—EL MOVIMIENTO DE ESA ENERGÍA, SI PODEMOS OBSERVARLO, CONSTITUYE UNA FORMA DE COMPRENDER QUÉ RECIBIMOS LOS SERES HUMANOS CUANDO COMPETIMOS, DISCUTIMOS Y NOS HACEMOS DAÑO. CUANDO CONTROLAMOS A OTRO SER HUMANO RECIBIMOS SU ENERGÍA. NOS CARGAMOS A COSTA DE OTRO Y ESA CARGA ES LO QUE NOS MOTIVA.

LOS SERES HUMANOS TENDEMOS, SI BIEN DE MANERA INCONSCIENTE, A CONTROLAR Y DOMINAR A LOS DEMÁS. QUEREMOS GANAR LA ENERGÍA QUE EXISTE ENTRE LAS PERSONAS. DE ALGÚN MODO ESO NOS ESTRUCTURA, NOS HACE SENTIR MEJOR…

UNA DE LAS REVELACIONES TIENE QUE VER CON LA INTERPRETACIÓN DE LOS HECHOS DE LA VIDA PASADA. ES UN PROCESO QUE CONSISTE EN PONER EN CLARO LO QUE UNO ES Y QUÉ VINO A HACER A ESTE PLANETA.

LOS PICOS DE LAS MONTAÑAS SON LUGARES ESPECIALES QUE GENERAN ENERGÍA EN CUALQUIERA QUE SE INSTALE EN ELLOS.

—CUANDO UNA SELVA VIRGEN ESTÁ EN UNA MONTAÑA, LA ENERGÍA SE AMPLIFICA AÚN MÁS.

SI HUBIERAS PRESENCIADO CÓMO UNO DE ELLOS GANABA, CÓMO CONVENCÍA AL OTRO DE QUE TENÍA RAZÓN, HABRÍAS VISTO CÓMO LA ENERGÍA DEL PERDEDOR PASABA A LA DEL GANADOR DEJANDO AL PERDEDOR CON UNA SENSACIÓN DE AGOTAMIENTO Y CONFUSIÓN…

debe de ser realmente malvado. —En realidad no —replicó Wil—. ES PROBABLE QUE NO TENGA PLENA CONCIENCIA DE LO QUE ESTÁ HACIENDO. CREE QUE ES CORRECTO CONTROLAR LA SITUACIÓN, Y SIN DUDA HACE MUCHO TIEMPO APRENDIÓ QUE PODÍA CONTROLAR CON ÉXITO SIGUIENDO DETERMINADA ESTRATEGIA. PRIMERO PRETENDE SER TU AMIGO, DESPUÉS ENCUENTRA QUE HAY ALGO MALO EN LO QUE HACES; EN TU CASO, QUE TE HALLABAS EN PELIGRO. EN EFECTO, SOCAVA SUTILMENTE TU CONFIANZA EN EL CAMINO QUE ELEGISTE, Y EMPIEZAS A IDENTIFICARTE CON ÉL. EN CUANTO ESTO OCURRE, TE TIENE.

—ES SÓLO UNA DE MUCHAS ESTRATEGIAS QUE LA GENTE USA PARA SACARLES ENERGÍA A LOS DEMÁS. MÁS ADELANTE APRENDERÁS LAS OTRAS FORMAS, EN LA SEXTA REVELACIÓN.





RELATOS DE A.T. IV

7 06 2023

RELATOS DE A.T. IV

Aprovechando la circunstancia seguí aquella materia ectoplasmática, muy brillante debido a la intensidad del pensamiento de su proyectante, de regreso a su espacio físico y bruscamente me encontré en la cama con la viuda. Lo deduje porque su mirada recorría toda la habitación sobresaltada como si hubiera sido despertada repentinamente y luego volvía al blando lecho donde reposaba su cuerpo con gran placer. Seguí su mano hasta la mesita donde estaba el despertador, lo cogió y comprobó la hora. Era temprano para ella que no tenía que llevar niños al colegio. Su memoria se remontó unos años atrás cuando un aborto estuvo a punto de matarla dejándola estéril de por vida. Estaban pensando en adoptar un niño cuando su esposo se había ido tan repentinamente que ahora, unos meses más tarde, aún seguía alargando su mano hacia su cuerpo cuando se despertaba. Para mí era evidente lo mucho que le había amado, que aún le amaba, porque sus sentimientos me llegaban con absoluta nitidez. Aquella mujer sería una excelente médium si se dedicara a interpretar el tarot o simplemente al espiritismo desnudo. Mi pensamiento debió llegarle con nitidez porque inmediatamente pensó en la echadora de cartas que tenían en la comunidad. Vivía unos portales más allá en aquel monstruoso edificio, de tantos vecinos que temí perderme. Para los descarnados no existen paredes que delimiten los espacios o las personas; esto, muchachos, es como un inmenso y oscuro vacío donde solo la luz de la consciencia ilumina la noche como lejanas estrellitas, solo que no hay distancias entre estrellas, piensas en aquella y ya estás yendo hacia ella, lo malo es cuando no tienes una imagen precisa, si piensas sólo en un punto de luz puedes salir disparado hacia cualquiera de ellos, todos son iguales.

La mujer decidió asearse, vestirse, desayunar y acercarse un momento a ver a la echadora de cartas, necesitaba saber algo de su marido y de su futuro. Antes de llegar a ello tuvo que pasar por momentos escatológicos que tuve que soportar con paciencia, aunque esta vez derroché menos que con el zoquete que se había cargado a su marido, sus sensaciones me producían una estimulación erótica muy agradable. Aproveché esos momentos en que los humanos dejan su mente a su libre albedrío para sondear sus recuerdos sobre la muerte de su esposo. Sentía por él un gran cariño, le parecía un hombre bondadoso con todo el mundo y deseoso de ser padre para explayar su fuerte instinto paternal. Ambos habían decidido ponerse al gratificante trabajo de crear un hijo cuando la pesada insistencia del bruto de su amigo para que le acompañara a una cena de una peña futbolística precipitó su muerte.

Llevaba una temporada advirtiéndole sobre aquel viejo conocido de la infancia con quien se había reencontrado en una reunión de la comunidad al poco de llegar a vivir al nuevo piso. Él empezaba a huir con obstinación dándose cuenta de sus problemas matrimoniales y de su baja catadura moral pero aquel error aceptando la invitación que él se había tomado como una despedida del amigo no había podido ser enmendado. Su entierro pesaba en su recuerdo como la experiencia más angustiosa de su vida sobre la que se negaba a volver por lo que no pude sacar mucho en limpio. La acompañé hasta la casa de la médium curioso por  conocer los viejos trucos que empleaban los humanos para hacerse pasar por interlocutores de las mentes descarnadas. Su mente estaba ansiosa por encontrar un clavo ardiendo de esperanza al que asirse, cualquier signo de que su marido estaba en el más allá viviendo una vida cualquiera aunque ésta fuera dolorosa la consolaría y atenuaría su angustia. No podía imaginarse el fin de la consciencia, de la vida y si para conseguir una esperanza tenía que dejarse engañar estaba dispuesta aunque no se creía tan tonta como pare aceptar las tonterías de cualquier sacamuelas.Antes de que abriera la puerta la imagen de la mujer que estaba al otro lado me llegó con gran fuerza. Hubiera podido dejarme llevar por la fuerza de su mente que me atraía irresistiblemente pero preferí observarlo todo desde fuera, tanto como una mente descarnada puede hacerlo que no es mucho si el control emocional no es muy bueno y el mío aún deja mucho que desear. Ambas mujeres se saludaron con gran cordialidad y afecto, no era la primera vez que mi portadora visitaba a la médium buscando una rendija de luz en la oscuridad. La figura que apareció al otro lado de la puerta y que ahora observaba con los ojos de la viuda mientras aquella la precedía por el pasillo hacia el salón era una mujer pequeña con una gran joroba en su espalda, deformación que pensé la habría conducido hacia la profesión de médium como un cuerpo musculoso puede llevar a su portador hacia algún deporte; más tarde confirmaría esa apreciación. Cuando se sentaron a la mesa camilla, una enfrente de la otra y pude contemplarla a mi sabor la situé en la cincuentena de años según el cómputo humano aunque su cara arrugada y aquella joroba que la obligaba a inclinarse hacia delante como una abuela maltratada por la artritis me podrían haber equivocado fácilmente. Vestía un traje chaqueta con falta de buena factura que desentonaba dolorosamente con la percha que  lo sostenía., sus colores eran muy discretos pero ello no aminoraba mucho la impresión que producía puesto sobre un cuerpo tan deforme. Su rostro a pesar de todo era agradable, casi se podría decir que bonito a pesar de sus arrugas gracias a la sonrisa que no se borraba de sus labios finos en una boca pequeña. Era esta expresión de perpetua alegría lo que ayudaba mucho a olvidar su defecto físico que sin embargo ella parecía tener muy presente como podía deducirse de su mirada ligeramente a la defensiva desde unos ojos negros y brillantes con una luz atenuada de perpetua melancolía.Recapitulé todas las impresiones recibidas hasta el momento fijándome mucho en el espacio físico donde habitaba la buena señora. Por el pasillo mientras seguía a la viuda pude apreciar unos bonitos cuadros describiendo temas esotéricos, diversos signos astrológicos, pirámides sobre un hermosísimo desierto sobre el que caía la luz roja de la puesta de sol, un completo mapa astronómica que cubría una gran parte de pared a la derecha del pasillo antes de llegar a la puerta del salón y diversas figuras relacionadas con el esoterismo como triángulos o estrellas de cinco puntas. El salón estaba decorado con grandes cortinajes rojos en las paredes, numerosas lámparas de pie extendiendo una fuerte luz roja por todo el recinto, colgaduras y grandes cuadros imitando los arcanos mayores del tarot de Marsella hacían pensar en una llamativa barraca de feria cuando no en un extraño prostíbulo para clientes exquisitos o estrafalarios.

En el centro, sobre una mesa camilla tambien revestida con un suave tejido de color rojo, una gran bola de cristal destellaba reflejando la luz de las lámparas. Aquella decoración se aproximaba más  a lo que yo había conocido tiempo atrás que lo visto hasta ahora en las dos casas que me hacían comprender mejor que cualquier otra explicación el cambio de época. La viuda se sentó en una silla de madera frente a la pitonisa que ya había tomado asiento deseosa de terminar cuanto antes la sesión, no era una hora apropiada según  había comentado aunque ante la insistencia de la mujer aceptó llevarla a cabo por la amistad que las unía, aunque no tenía esperanzas de que saliera algo positivo de todo aquello. La pitonisa barajó las cartas que tenía preparadas sobre la mesa y pidió a la viuda que fuera escogiendo hasta que la mesa quedó llena de cartas boca arriba formando un peculiar diseño.Fue entonces cuando se me ocurrió una arriesgada idea que tal vez no hubiera llevado a cabo si hubiera dispuesto de algún tiempo para pensar en los pros y contras. No sé por qué sentí el deseo de comunicarme con los humanos, normalmente es una posibilidad que no interesa gran cosa a las mentes descarnadas, al contrario nada más fácil y cómodo que  manipular a un humano cuando se siente tan seguro de su inviolabilidad como si estuviera encerrado en un bunker subterráneo con mil medidas de seguridad. Por otro lado no disfrutaríamos de los pequeños placeres que nos depara el contacto con ellos, tales como la comida o el sexo si estuvieran siempre a la defensiva, pendientes de las mentes que pueden andar rondando a su alrededor. Lo cierto era que no se trataba de la primera vez que se me ocurría  semejante idea pero siempre la había descartado por inútil y peligrosa. Ahora decidí llevarla a buen término deseoso de experimentar un contacto más estrecho con los humanos después de tanto tiempo sumergido en el mundo caótico de la infinita flexibilidad mental. De buena gana hubiera dejado que la sesión discurriera por sus cauces lógicos, es decir que la angustiada viuda no sacara de ella mas que unas torpes frases de consuelo pero no podía desaprovechar la ocasión que se me presentaba para sorprender a la pitonisa y ponerla de mi parte.La presencia del difunto y alguna manifestación verídica de su presencia, tal como su voz encarnada a través de la médium, sería una experiencia que ninguna de las dos mujeres olvidaría y muy apropiada para llevar a cabo mis planes sin excesivas dificultades. Sugerí a la viuda pensara con fuerza en la imagen de su marido y yo reforcé ese pensamiento tratando de atraerle de forma irresistible. Mientras tanto la pitonisa comenzaba su interpretación, la muerte rondaba en el pasado, lo que sólo podía significar una cosa, todo el mundo en el barrio conocía su desgracia. Contacté suavemente con la mente de la pitonisa y la sugerí  una manifestación del difunto muy cercana en el tiempo. Al oír sus palabras la viuda se estremeció y la intensidad de la energía de su pensamiento aumentó con la intensidad de una fuerte carga explosiva. Ahora si estaba seguro de que el difunto no permanecería silencioso en su refugio, nadie podía ignorar aquella llamada angustiosa.Me preparé para un contacto que podía ser muy violento, desprendiéndome ligeramente de la mente de la viuda oteé en la oscuridad del más allá. A lo lejos un punto de luz se acercaba a la vertiginosa velocidad que ningún científico humano comprendería pero que para las mentes descarnadas es tan natural como para un humano un viaje en automóvil.  Ningún humano piensa que la velocidad con que su mente se traslada hacia el pasado o a un hipotético futuro en el tiempo por muy lejos que estén en el espacio o en el tiempo pueda ser algo más que la facilidad con que la memoria saca de su baúl mágico los recuerdos que desea. Si fueran conscientes de la facilidad con que la mente viaja en el espacio y en el tiempo se lo pensarían dos veces antes de dar rienda suelta a ese caballo desbocado.Conforme se acercaba un luminoso rostro humano distorsionado de una manera repugnante por la cólera y nimbado  por un gran halo de luz roja propia de estas emociones se fue haciendo más y más grande hasta convertirse en un gran ectoplasma luminoso. Reconoció rápidamente la mente de la mujer con la que había estado unido tan estrechamente en la carne y se disponía a juntarse con ella de la forma tan brutal y descuidada propia de los descarnados sin experiencia cuando notó mi presencia como un pensamiento que no encajaba en la mente de ella, sólo cuando formé un rostro sonriente comprendió de qué se trataba la forma parasitaria que tanto le sorprendía. Su pensamiento me llegó como una coz de mulo enfurecido. Quería saber quién era, qué hacía allí, que me marchara y dejara en paz a su viuda y todo a la vez como una apestosa bocanada de aire pútrido. Mantuve la sonrisa y me presenté como un colega descarnado en visita más o menos oficial. Había sido enviado para hacerle desistir de sus deseos de venganza y enseñarle un par de cosillas.El no admitió mi tono irónico le parecía completamente fuera de lugar y tampoco comprendía que alguien pudiera enviarme.





DICCIONARIO CHAMÁNICO XXII

21 05 2023

LETRA E

ENSOÑAR, EL

SACADO DE MI AGENDA DE NOTAS SOBRE LA LECTURA DE LOS LIBROS DE CARLOS CASTANEDA. LOS PÁRRAFOS ENTRECOMILLADOS SON LITERALES, EL RESTO SON NOTAS PROPIAS TRAS LA LECTURA.

“Es el no hacer del dormir…El ensueño permite al practicante el uso de esa porción de su vida que se pasa en el sopor. Es como si los ensoñadores no durmiesen y sin embargo esto no resulta en ninguna enfermedad. A los ensoñadores no les falta el sueño, pero el efecto de ensoñar parece ser un incremento del tiempo de vigilia debido al uso de un supuesto cuerpo extra, el cuerpo de ensueño.

“El cuerpo no tiene importancia, es solo un recuerdo que hace más lento al ensoñador, lo que cuenta es la voluntad.

“Si no fijas la atención en las cosas y solo las ojeas, tal como hacemos en nuestro mundo cotidiano, podemos ordenar la percepción.

“Muchos ensoñadores tienen tareas específicas a realizar en sueños.

Don del Aguila

ENSOÑAR JUNTOS

Mano izquierda sujeta fuertemente antebrazo del otro, a la altura del codo.

Cada soñador es singular e independiente. No existen procedimientos estándar.

ETAPAS

Vigilia en reposo, es el estado preliminar. Los sentidos se aletargan, pero uno permanece consciente.

Luz rojiza como cuando miras el sol con los párpados fuertemente cerrados.

Vigilia dinámica, segunda etapa.

Se disipa la luz rojiza, se desvanece la niebla.  Ver escena, cuadro estático.

Imagen tridimensional paisaje, rostro, etc.

Atestiguación pasiva. Tercer estado. Dejas de ver un aspecto congelado del mundo. Eres testigo ocular de un evento, tal como ocurre.

Iniciativa dinámica. Cuarto estado. Te sientes forzado a actuar, a no perder el tiempo.

               SOÑAR JUNTOS

Un ensoñador espera al otro, luego lo “jala”.

-Entrelazar los brazos.

    ENTORNOS ONÍRICOS

Luz rojiza.

-Para ensoñar es preciso detener el diálogo interno. El no hacer de hablarse a uno mismo.

PARA MOVERSE EN SUEÑOS

Concentrar la atención tres o cuatro centímetros por debajo del ombligo.

Se llama a esa energía voluntad o poder de seleccionar, de armar.

-En una mujer esa energía se origina en el vientre. El vientre es el centro energético de una mujer.

-Técnica de don Juan para las mujeres. Poner piedras del rio, frías y mojadas en esa zona. Cerrar los ojos y centrar la atención en el sitio donde se siente el peso. Es normal quedarse dormida.

-No importa lo que uno hace mientras la atención sigue ahí.

-Enseñanza del ensoñar. Ensoñador cuenta al brujo sus sueños y éste da consejos. Eso es todo.

                                                  POSICIÓN

Para una mujer: sentarse con las piernas cruzadas y dejar que el cuerpo caiga como pueda.

-Hombre: Esterilla. Plantas de los pies unidas. Muslos tocando la esterilla. Cuerpo cae hacia adelante y la frente toca los pies.

                                             HORAS

Para las mujeres; Las más avanzadas de la noche o primeras horas de la madrugada.

                                    TÉCNICA DEL ENSUEÑO

Solo la inmovilización de la atención puede convertir en ensueño un sueño ordinario.

-La atención que uno requiere en los inicios del ensoñar tiene que forzarse a permanecer en un determinado detalle de un sueño.

-Primera atención ha sido entrenada para enfocar los elementos del mundo compulsivamente y con gran fuerza, a fin de transformar el dominio caótico y amorfo de la percepción en el mundo ordenado de la conciencia.

DON DEL ÁGUILA

                  VOLAR EN SUEÑOS

Cambiar cuerpo físico a cuerpo de ensueño

-Tan pronto como uno aprende a ensoñar, cualquier sueño que uno pueda recordar ya no es un sueño, es un ensueño.

-En ensueños uno tiene que satisfacerse con ojeadas muy breves, con vislumbres pasajeros. Tan pronto como uno enfoca algo uno pierde el control.

-Se puede hablar en el ensueño, pero eso supone un intento, como volar.

-Te puedes fusionar con el otro en el ensueño, sin perder la individualidad.

               CARACTERÍSTICAS DEL ENSUEÑO

Sensación como si todas las funciones físicas se hubieran detenido.

-No sentir ninguna parte del cuerpo.

-No obstante uno puede moverse, caminar, extender los brazos, girar la cabeza.

-Te tocas con las manos una parte del cuerpo y no hay sensación, ni en las manos ni en el cuerpo.

-Protuberancias en el punto central del cuerpo, como tentáculos.

-Planicie desierta, obligatorio para todos los viajeros que se aventuran en el más allá.

-Ensoñar permite recordar acontecimientos a los que no podemos acceder a través de la memoria corriente.

-Lo mejor es hacerlo en la oscuridad total, estando uno acostado o sentado en una cama estrecha o mejor aún sentado en una cuna con forma de ataúd.

-En campo abierto, en la protección de una caverna, en las áreas arenosas de manantiales secos. sentados con la espalda contra una roca en las montañas. Jamás en el suelo plano de un valle, ni junto a ríos o lagos o el mar, ya que las zonas planas, al igual que el agua, son antitéticas a la segunda atención. El Don del Águila, página 82

           TECNICAS PARA APRENDER A ENSOÑAR A TODA PRISA

-Sentarse en una superficie dura, sobre un delgado cojín de piedras filosas. Sentarse en la superficie dura hasta que el cuerpo sienta que se halla en una situación normal.

-Memorizar todos los detalles que hay en el campo de visión.

-Que te hablen con entonación uniforme y muy suavemente.

-Fijar los ojos en un punto frente a sí. A la altura de los ojos. Punto se transforma de negrura a un agradable y brillante color rojo-naranja.

-Paso al ensoñar. Inusitada dificultad para respirar. El diafragma se mueve como un fuelle. Respirar hasta el fondo de los pulmones, parte inferior. Presión en los intestinos. No hay que pensar en controlar o dirigir el cuerpo.

                CURIOSIDADES DEL ENSOÑAR

Los ensoñadores pueden viajar a otros planetas. Cuanto más locos están, más lejos.

-El poder de los ensoñadores de concentrarse en la segunda atención les convierte en bandas vivientes de goma elástica. Mientras más fuertes e impecables más tiempo y más lejos pueden proyectar su segunda atención. El don del Águila.

                               CITAS

Una de las órdenes más estrictas de los nuevos videntes fue que los guerreros tienen que aprender a ensoñar mientras están en un estado de conciencia normal…Ensoñar es muy peligroso y los ensoñadores muy vulnerables. Es muy peligroso porque la fuerza del alineamiento es inconcebible y los ensoñadores son vulnerables porque el ensueño les deja a merced de esa fuerza.

“En nuestro estado de conciencia normal tenemos incontables defensas que pueden protegernos de la fuerza de las emanaciones que nunca son usadas y que repentinamente se alinean en el ensueño.

“En sueños el punto de encaje se mueve ligeramente al lado izquierdo de una manera muy natural. Aunque uno no sueñe el punto de encaje pierde algo de su fijeza mientras uno duerme y empieza a hacer resplandecer muchísimas emanaciones que nunca se usan. Trabajaron en un movimiento natural hasta que pudieron controlarlo. Llamaron a ese control ensoñar o el arte de manejar el cuerpo de ensueño.

-“Los ensoñadores tienen que llegar a un equilibrio muy sutil porque no pueden intervenir en los sueños, ni tampoco pueden imponer sus deseos en ellos y sin embargo el movimiento del punto de encaje debe obedecer la orden del ensoñador, una contradicción que no puede ser racionalizada, pero que debe resolverse en la práctica.

Carlos Castaneda Fuego Interno.

“-Cuanto más profundamente se mueve el punto de encaje en el lado izquierdo más vívido y extraño es el sueño.

“Los antiguos videntes podían despertar mientras mantenían el punto de ensueño.

“Te estoy previniendo de los impresionantes peligros que existen en el ensueño. Al ensoñar realmente no hay manera de dirigir el movimiento del punto de encaje; lo único que afecta a ese movimiento es la fuerza o la debilidad interna de los ensoñadores.





LAS ENSEÑANZAS DE DON JUAN XIX

11 05 2023

Antes de esbozar una ética completa del guerrero hay algo muy importante que he dejado de lado hasta ahora- Subiendo al blog citas sobre depredadores, voladores y seres inorgánicos del Lado activo del infinito de Castaneda me he dado cuenta de que es imprescindible tratar este tema antes de empezar siquiera a formular un esbozo de ética para el guerrero. Remito al lector a esa sección del blog, no obstante iré copiando citas conforme sean necesarias en mi explicación o elucubración. Empezaremos a situarnos con una:

‑Has llegado, a través de tu propio esfuerzo, a lo que los chamanes del México antiguo llamaban el tema de temas ‑dijo don Juan‑. Me anduve con rodeos todo este tiempo, insinuándote que algo nos tiene prisioneros. ¡Desde luego que algo nos tiene prisioneros! Esto era un hecho energético para los chamanes del México antiguo. ‑¿Pero, por qué este predador ha tomado posesión de la manera que usted describe, don Juan? ‑pregunté‑. Debe haber una explicación lógica. ‑Hay una explicación ‑replicó don Juan‑, y es la explicación más simple del mundo. Tomaron posesión porque para ellos somos comida, y nos exprimen sin compasión porque somos su sustento. Así como nosotros criamos gallinas en gallineros, así también ellos nos crían en humaneros. Por lo tanto, siempre tienen comida a su alcance.

El hecho de ser prisioneros, de ser comida para estos monstruitos incomprensibles, lo cambia todo. La ética del prisionero no es la ética del hombre libre, porque para el prisionero hay un valor supremo que ya lo posee el hombre libre: la libertad. Alcanzar la libertad es la prioridad absoluta del guerrero y por lo tanto debe ser el primer principio ético del guerrero en la segunda atención. Sin haber alcanzado esa libertad todos los principios éticos que nos ayudan a desenvolvernos en la segunda atención, son pura entelequia. Cuando uno es prisionero su libertad está férreamente coartada y por lo tanto su voluntad no le sirve de mucho, más cuando sus captores se dedican a ordeñar su energía, de la que se alimentan, privándole del combustible de la voluntad: la energía.

‑¿Qué descubrieron, don Juan? ‑pregunté. ‑Descubrieron que tenemos un compañero de por vida ‑dijo de la manera más clara que pudo‑. Tenemos un predador que vino desde las profundidades del cosmos y tomó control sobre nuestras vidas. Los seres humanos son sus prisioneros. El predador es nuestro amo y señor. Nos ha vuelto dóciles, indefensos. Si queremos protestar, suprime nuestras protestas. Si queremos actuar independientemente, nos ordena que no lo hagamos.

Para poder luchar contra nuestros captores, el primer paso es conocerlos, saber cómo son y cómo actúan. Lo peor que le puede ocurrir a un guerrero es no saber que está luchando con un enemigo, porque entonces ni siquiera se apresta al combate, no tiene sentido dar manotazos al aire si estamos convencidos de que el aire es el vacío. No se lucha contra el vacío, contra la nada. De ahí que las palabras de don Juan, al desvelarle la existencia de los voladores le afectaran de tal manera que se convirtieron en una de las principales fijaciones de su vida. Saber de pronto que estás prisionero, cuanto te creías libre, que eres comida para unas entidades incomprensible, no es moco de pavo. Con lo que no estoy completamente de acuerdo con Castaneda es cuando habla de que no ha encontrado en ninguna religión, en ningún mito o leyenda, nada parecido. Es cierto que los voladores como tales solo aparecen en las enseñanzas de don Juan, pero no podemos obviar otras entidades con las que tienen, a mi juicio un claro parecido. Los demonios de la religión católica se parecen, aunque la faceta principal del mito es la de ser “tentadores”. Nos tientan para “pecar”, para elegir el mal, pero en ningún momento se habla de que se alimenten de nosotros. Esa es la clara diferencia con los voladores de don Juan. Uno se pregunta si el fin de los ángeles caídos o demonios puede ser exclusivamente “hacernos malos” en clara rebelión con el Padre. Semejante actitud sería un tanto infantiloide, como cuando a un niño se le convence para que se rebele contra el papá o la mamá. Un niño no puede cambiar una supuesta guerra con entidades superiores y muy poderosas. Ahora bien, si las entidades que nos tientan se alimentan de nuestra energía eso es otro cantar muy diferente. Podemos pensar que si son tan superiores no necesitarían de granjas de gallinas para alimentarse o de humaneros, como dice don Juan. Solo tenemos que analizar un poco cómo nos alimentamos los humanos y cómo es la cadena alimentaria. Los más bajos en la escala o cadena se alimentan de sus inferiores o iguales, rara vez conseguirían alimentarse de alguien por encima de ellos en la cadena alimentaria. Conforme vamos subiendo el menú, digámoslo así, se hace más amplio, puesto que cuanto más alto estés más posibilidades tienes de alimentarte de los que están por debajo. Las plantas se alimentan de minerales, del agua, los animales herbívoros de las plantas, los animales carnívoros de los herbívoros y los carnívoros más poderosos de los menos poderosos. Mirado con frialdad y objetividad nadie puede sobrevivir si no se alimenta de algo o de alguien. Sería ideal que nos bastara con respirar para atender a todas las solicitudes de nuestro cuerpo. Suponiendo que el aire no tuviera la menor consciencia, como se supone que tampoco tienen los minerales, el alimentarse de ellos no supondría ninguna depredación ni causaría el menor dolor. Sin embargo, vemos que esto no es así. Que por debajo de los humanos la consciencia vaya descendiendo escalón a escalón no significa que no haya consciencia y donde hay consciencia hay dolor si se acaba con esa consciencia o con su soporte. Aunque nos cueste aceptarlo, parece que el universo está estructurado de tal manera que los de arriba se alimentan de los de abajo para poder sobrevivir y mantener la consciencia, que es la parte jerárquica más elevada entre los seres.

No se me ocurre una forma de supervivencia que no sea alimentarse de algo para dar a nuestros cuerpos o soportes, fueren como fueren, todo lo que necesitan para mantenerse cohesionados, que es lo básico de la existencia. Cuando algo se disgrega, la entidad que formaba, sea mineral, vegetal o animal muere o desaparece. De ahí que resulte inimaginable pensar en algo material que pueda sobrevivir sin dar a su suporte lo que necesita. Pero es que incluso en el plano no material, invisible o energético, tampoco resulta muy imaginable que las entidades puedan mantener su consciencia o individualidad sin alimentarse de algo, sea lo que fuere. Cuando en mi juventud esbocé una novela de ciencia ficción, imaginé un planeta de vampiros psíquicos. Su alimento era la energía que absorbían de los demás, emocional, mental, vital. Cuando años más tarde comencé a escribir relatos esotéricos, oníricos, sobre el más allá, tampoco pude librarme de una cuestión básica, todo ser existente tiene que alimentarse de una manera o de otra. En el mundo material el tiempo hace que todo se disgregue tras un periodo de erosión o deterioro. Mantener la cohesión implica mucha energía y esa energía hay que sacarla de alguna parte. En mis relatos se producían auténticas batallas campales entre entidades que necesitaban alimentarse, bien fuera de energía positiva o negativa. De ahí que los demonios, de los que hemos estado hablando más arriba, se deberían parecer a los voladores, alimentándose de la energía negativa que generan los humanos a los que tientan. De eso no se habla en la mitología demoniaca, pero parece mucho más lógico que la tentación para la rebelión contra entidades superiores, lo mismo que la rebeldía del niño contra sus papás es muy infantiloide, puesto que es totalmente inútil.

Tal vez en algún momento me dé por catalogar todas estas entidades invisibles, de otras dimensiones, energéticas, que pueblan las religiones, los mitos y leyendas y la imaginación del ser humano. Las hay bondadosas y malévolas, luminosas y oscuras, pero nada tendría sentido si no hubiera una necesidad básica de alimentación. Incluso las entidades bondadosas buscan generar amor, lo que no deja de ser una búsqueda de seres que se entregan. Quien ama trata de satisfacer al amado, dándole todo lo que necesita o se cree que necesita, pero sobre todo dándose a sí mismo. Es la entrega total. Aunque parezca blasfemo en el cristianismo Cristo se entrega como comida para los que ama, su cuerpo y sangre se convierten en el alimento de aquellos a quienes ama. En la filosofía del Todo las partes deben entregarse, vincularse, dejarse absorber para que el Todo exista, puesto que la disgregación de las partes lleva a la destrucción, a la aniquilación. Las partes se hacen temporales y se produce la erosión y el deterioro. Ninguna parte es eterna, mientras que el Todo sí lo es, puesto que el tiempo es cambio y en el Todo no puede haber cambio, ya que este es absoluto en sí mismo. El Todo no puede cambiar y transformarse en otro Todo, puesto que sería una petición de principio, si es todo no puede haber más todo que él. La alimentación, la depredación, solo pueden existir entre las partes, puesto que si uno es ya Todo no necesita alimentarse de las partes que ya forman parte de él.

Si admitimos que puede existir algo más que materia, podemos imaginar perfectamente mundos invisibles, energéticos, dimensionales, donde las entidades que los habitan son individuos, partes, y por lo tanto necesitan alimentarse. Que no lo hagan de minerales, de plantas o de animales, no significa que no lo hagan de consciencias, de energía, de la pura energía que es la consciencia. Y lo mismo que ocurre en el mundo material, donde hay una clara cadena alimentaria, muy jerarquizada, en el mundo invisible o energético esto debe funcionar igual. No nos olvidemos de uno de los principios del Kybalión, cómo es abajo es arriba y como es arriba es abajo. Aunque la alimentación de materia no es lo mismo que la alimentación de energía, sus principios básicos siguen ahí, inmutables. Los voladores de don Juan pueden tener “humaneros”, lo mismo que nosotros tenemos gallineros. Hay un problema que trataremos en el siguiente capítulo. Se supone que cuanto más elevada es la consciencia más tiene que comprender todo lo que está por debajo de ella. Lo mismo que entre los humanos hay quienes elevan su consciencia hasta percibir otras consciencias ajenas, por muy diminutas que sean, entre los seres más elevados debería suceder lo mismo. Deberían saber que los humanos somos conscientes y tratarnos como a tales. El problema reside en que si necesitamos alimentarnos, el dilema ético se hace dramático. Elegir entre dejar vivir a otros seres inferiores en la escala de consciencia o sacrificarnos y dejarnos morir no es moco de pavo. Los humanos seguimos teniendo gallineros o huertos y los voladores siguen teniendo “humaneros”.  Sobre ese dilema ético y otras cuestiones hablaremos en el capítulo siguiente.





MÁXIMAS DEL GUERRERO IMPECABLE XXII

7 05 2023

PREDADORES, VOLADORES Y SERES INORGÁNICOS II

‑La mente del volador huye para siempre cuando un chamán logra asirse a la fuerza vibradora que nos mantiene unidos como conglomerado de fibras energéticas. Si un chamán mantiene esa presión durante suficiente tiempo, la mente del volador huye derrotada. Y eso es exactamente lo que vas a hacer: agarrarte a la energía que te mantiene unido.

‑Temes la ira de Dios, ¿verdad? ‑dijo‑. Quédate tranquilo, ése no es tu miedo. Es el temor del volador, que sabe que harás exactamente como te digo.

‑No te preocupes ‑dijo don Juan de manera calma‑. Sé, de hecho, que esos ataques se extinguen de lo más pronto. La mente del volador no tiene concentración alguna.

‑Estás desgarrado por una lucha interna ‑dijo don Juan‑. Muy en lo profundo, sabes que eres incapaz de rechazar el acuerdo de que una parte indispensable de ti, tu capa brillante de conciencia, servirá de alimento incomprensible a unas entidades, naturalmente, también incomprensibles. Y otra parte de ti se opondrá a esta situación con toda su fuerza.

»La revolución de los chamanes ‑continuó‑, es que se rehúsan a honrar acuerdos en los que no han participado. Nadie me preguntó si consentía ser comido por seres de otra clase de conciencia. Mis padres me trajeron a este mundo para ser comida, sin más, como lo fueron ellos; fin de la historia.

Ya en casa, a medida que pasaba el tiempo, la idea de los voladores se volvió una de las principales fijaciones de mi vida. Llegué a pensar que don Juan tenía toda la razón. Por más que intentara, no podía rechazar su lógica. Mientras más lo pensaba, y mientras más me observaba y hablaba con mis prójimos, la convicción era más y más intensa de que algo nos impedía toda actividad o interacción o pensamiento que no tuviese como punto focal, el yo. Mi preocupación, como la preocupación de cualquiera que yo conociera o con el que yo hablara, era el yo. Como no encontraba explicación para tal homogeneidad universal, concluí que la línea de pensamiento de don Juan era la más apropiada para elucidar el fenómeno.

Me sumergí tanto como pude en lecturas de mitos y leyendas. Al leer, experimenté algo que nunca antes había sentido: cada uno de los libros que leí era una interpretación de mitos y leyendas. En cada uno de esos libros, una mente homogénea se hacía patente. Los estilos diferían, pero el impulso detrás de las palabras era homogéneamente el mismo: a pesar de ser el tema algo tan abstracto como los mitos y las leyendas, los autores se las arreglaban siempre para encajar afirmaciones acerca de ellos mismos. El impulso común detrás de cada uno de estos libros no era el tema que anunciaban; era, en su lugar, autoservicio. Nunca antes me había dado cuenta de esto.

Hice una gran cantidad de estudios antropológicos en el tema de los voladores en otras culturas, pero no encontré referencia alguna. Don Juan parecía ser la única fuente de información sobre el tema.

‑La mente del volador no te ha abandonado ‑dijo don Juan‑. Ha sido seriamente injuriada. Está haciendo lo posible por restablecer su relación contigo. Pero algo en ti se ha roto para siempre. El volador lo sabe. El verdadero peligro está en que la mente del volador te puede vencer agotándote y forzándote a abandonar jugando con la contradicción entre lo que ella te dice y lo que yo te digo.

»Te digo, la mente del volador no tiene competidores ‑continuó don Juan‑. Cuando propone algo, está de acuerdo con su propia proposición, y te hace creer que hiciste algo de valor. La mente del volador te dirá que lo que don Juan Matus te está diciendo es puro disparate, y luego la misma mente estará de acuerdo con su propia proposición. «Sí, por supuesto, es un disparate», dirás. Así nos vencen.

»Los voladores son una parte esencial del universo ‑continuó‑, y deben tomarse como lo que son realmente: asombrosos, monstruosos. Son el medio por el cual el universo nos pone a prueba.

»Somos sondas creadas por el universo ‑siguió, como si yo no estuviera presente‑, y es porque somos poseedores de energía con conciencia, que somos los medios por los que el universo se vuelve consciente de sí mismo. Los voladores son los desafiantes implacables. No pueden ser considerados de ninguna otra forma. Si lo logramos, el universo nos permite continuar.





RELATOS DE A.T. III

30 04 2023

RELATOS DE A.T. III

Terminó de desayunar y le acompañé hasta el servicio. A pesar de mi repulsión no podía dejar el contacto con su mente o terminaría perdiendo la vinculación con aquel lugar físico que necesitaba conocer como la palma de mi mano. Me alejé todo lo que pude para percibir lo más atenuado posible el placer que le producía el acto escatológico que estaba realizando, muy rápido por cierto, enseguida comprendí la razón. Empezó a pensar con toda la libidinosidad de que era capaz su imaginación en la viuda de su amigo y esta capacidad era mucha puedo asegurarlo. Su fantasía tenía mucho más de brutal violación que de agradable y fácil seducción. No pude evitar sentir asco a pesar de la atracción que empezaba ya a sentir por aquella mujer por lo que me alegré cuando terminó de masturbarse y dejó que cuerpo y mente se relajaran.

Esperé pacientemente a que decidiera afeitarse, pero como tardaba se lo sugerí muy sutilmente haciéndole ver lo feo que estaría si tuviera que ver luego a la viuda sin afeitarse. Este brevísimo pensamiento le catapultó hasta el armario de baño de donde cogió los utensilios necesarios para el afeitado y cuando por fin se enjabonó delante del espejo pude contemplar a placer su rostro. Su cabeza era redonda y grande, a pesar de su cuello de toro me pareció que pujar por aquel peso tenía que ser todo un deporte. Su rostro coloradote estaba erizado de agrestes cerdas que harían huir a la mujer más  necesitada de caricias. Pero lo que más llamó mi atención fueron sus ojos. Negros y duros, miraban con recelo y un odio difícil de ocultar. Aquel hombre odiaba a todo el mundo, odiaba la vida, la luz  la oscuridad, incluso se odiaba a sí mismo, bueno esta era la razón de que odiara tanto todo. Tan solo este odio se atenuaba frente a una mujer atractiva que pudiera darle placer.

Mi mente estaba tan concentrada en fijar sus facciones en mi consciencia que apenas tuve sensación alguna de su afeitado. Terminó y se acercó otra vez a la cocina para beber un trago de agua de una botella que tenía en el frigorífico. Debía haber cenado algo fuerte y salado porque hasta mí llegaba la frenética actividad de su estómago e intestinos, eructó con gran fuerza y su mujer, que aún seguía desayunando sin prisa, le llamó guarro a lo que el contestó con una fuerte ventosidad. Momento que aproveché para dejar su mente y quedarme en contacto con la de su mujer.

En mis anteriores vidas tuve un cuerpo del sexo masculino. En el más allá las mentes no tienen sexo, no obstante toda mente no es otra cosa que el conjunto de sus recuerdos por lo que quienes nos recordamos con cuerpos masculinos nos consideramos mentes macho y al contrario. Por eso el contacto con la mente de aquella mujer era una experiencia difícil, no me adaptaba a las sensaciones de su cuerpo y menos en aquellos momentos en que pude detectar un desarreglo hormonal propio del cuerpo femenino. No estaba de muy buen humor y mis pensamientos masculinos podían desequilibrarla más si no tenía cuidado así que tuve que inventar sobre la marcha, la sugerí que las ideas raras que comenzaban a asaltarla procedían de los desarreglos de la regla que aquel mes eran muy dolorosos. Ya más tranquila comencé a sugerirla pensamientos que me dieran la información que necesitaba.

La sugerí pensara en su marido y una oleada de repugnancia me invadió. Seguía con él por motivos económicos y por los niños, pero el odio que sentía hacia su persona se iba acrecentando día tras día. No le dejaba acercarse con intenciones sexuales y dormían separados desde el día del accidente en el que había muerto el amigo después de una noche loca en un prostíbulo. No se lo perdonaba y el frustrado deseo de que el muerto hubiera sido él aún la consumía. En cambio tenía buen concepto de su amigo e incluso se había sentido atraída por él. Trabajé esta idea hasta empezar a sentir cómo su imaginación se desbocaba, su fantasía la llevaba a acostarse con él, algo de lo que ahora se arrepentía no haber hecho o intentado por lo menos. Con un toque aquí y otro allá pude gozar de la excitación que le producía aquella fantasía. Llevaba mucho tiempo sin experimentar  estos orgasmos mentales con humanas que dicho sea de paso son más satisfactorios que los revolcones con mentes femeninas que van perdiendo la intensidad de estímulos que proporciona el cuerpo, muchas veces se pierden en sus recuerdos y se olvidan de lo que están haciendo. La mujer, asombrada pero excitada, se dejó llevar y juntando sus muslos se rozó suavemente hasta llegar al orgasmo. Luego se relajó y dejando caer su cabeza sobre los brazos apoyados en la mesa se quedó dormida.

Este es un momento delicado para las mentes descarnadas que estamos en contacto con las mentes humanas, a pesar de que no pueden vernos y su percepción de nuestra presencia es fácil de transmutar en sueños o pesadillas no me gustan mucho estos contactos. Su mente se sintió libre y alejándose un poco de su cuerpo empezó a jugar con la mía como si fuera un sueño, lo que aproveché para  hacerla revivir aquella noche y los acontecimientos posteriores.

Ya de madrugada recibió una llamada del hospital donde había sido internado su marido. La impresión había sido tan grande que no pudo reprimir sollozos histéricos que confundieron a la enfermera. La muerte de su marido era una noticia tan agradable que perfectamente consciente se hubiera visto obligado a un gran esfuerzo para disimular su alegría, la somnolencia la ayudó a reaccionar de una manera perfectamente normal. La voz de la enfermera la consoló rápidamente, no su marido no estaba muerto, saldría adelante, pero lamentaba decir que su acompañante que no estaba identificado porque salió despedido del coche y se perdió su documentación acababa de fallecer. Ella no sabía con quién había salido de jarana esa noche, cosa por otro lado muy habitual, pero lamentaba profundamente que no hubiera sido su marido el fallecido. Dio las gracias y se dispuso a vestirse sin ninguna prisa, tenía que hacer el paripé de la mujer desconsolada pero tampoco necesitaba correr.

Ya en el hospital la calmaron respecto a su marido, pequeñas lesiones en la cara y un brazo roto pero no parecía  tener lesiones internas aunque tendría que estar unos días en observación. La rogaron les ayudara a identificar a su acompañante. Tenía el cuerpo destrozado y apenas le miró unos segundos, suficientes para que su rostro magullado le resultara familiar. Era el marido de una vecina de su mismo edificio, un hombre agradable y cortés a quien ella saludaba siempre con suave dulzura imaginando que era con él con quien se había casado y no con la bestia parda de su marido.

Decidió llamar ella a su vecina, era lo menos que podía hacer ya que según informaron  su marido era el conductor y la causa del accidente se debía al alto grado de alcohol en su sangre. Tuvo que hacer de tripas corazón para abrazar a su vecina que se desmoronó en sus brazos como un muñeco roto. La acompañó al cementerio consolándola lo mejor que pudo y cuando su marido volvió a casa le obligo a trasladarse a otra habitación y no volvió a dirigirle la palabra.

Aprovechando la imagen de la viuda sugerí siguiera pensando en ella hasta hacerme una imagen bastante precisa de su físico, luego la desperté para que me mostrara el resto de la casa, quería contactar con la viuda pero no podía hacerlo hasta conocer bien aquel piso,a donde tendría que volver con frecuencia ya que al parecer el fantasma campaba allí sin respeto alguno. Tardó en levantarse dándole vueltas al sueño que acababa de tener, solo pudo recordar que se trataba de una pesadilla referente a la muerte de aquel hombre. La acompañé a su habitación, luego al servicio de donde acababa de salir su marido que se estaba vistiendo en su habitación, finalmente a la habitación de los niños a quienes tenía que despertar para llevarles al colegio. Durante estos traslados conseguí que pensara en los extraños fenómenos que venían ocurriendo en el piso desde el accidente, ella no les daba ninguna importancia aunque empezaban a ser preocupantes para su marido que había presenciado en solitario algunos fenómenos sumamente extraños de los que se había visto obligado a hablar con ella para no volverse loco según decía. Ambos habían presenciado juntos algún fenómeno telequinésico muy fuerte.

Decidí dejarla, ya tendría tiempo de volver al tema aquella noche, si aún no había aparecido mi fantasma, que no asomaba su invisible morro por ninguna parte. Quería conocer a la viuda que sería  el principal instrumento que utilizaría para intentar controlar a aquel nuevo descarnado descontrolado. Di un toque a mi portadora para que pensara un buen rato en su vecina y lo hizo con tal intensidad que la viuda proyectó su mente hasta allí sobresaltada por la intensidad del pensamiento que percibía como una obsesión de su mente.





LA NOVENA REVELACIÓN II

12 04 2023

QUE LA PERCEPCIÓN HUMANA DE ESA ENERGÍA EMPIEZA PRIMERO CON UNA SENSIBILIDAD ACENTUADA RESPECTO DE LA BELLEZA. LA PERCEPCIÓN DE LA BELLEZA ES UNA ESPECIE DE BARÓMETRO QUE NOS INDICA CUÁN CERCA NOS HALLAMOS DE PERCIBIR REALMENTE LA ENERGÍA. ES ALGO EVIDENTE PORQUE, UNA VEZ QUE OBSERVAMOS ESA ENERGÍA, NOS DAMOS CUENTA DE QUE ESTÁ EN EL MISMO CONTINUUM QUE LA BELLEZA.

—TAL VEZ LAS COSAS QUE PERCIBIMOS COMO BELLAS SEAN DIFERENTES, PERO LAS CARACTERÍSTICAS REALES QUE ADJUDICAMOS A LOS OBJETOS BELLOS SON SIMILARES. PIÉNSALO. CUANDO ALGO TE PARECE HERMOSO, EXHIBE UNA MAYOR PRESENCIA Y PRECISIÓN DE FORMA E INTENSIDAD DE COLOR, ¿NO ES CIERTO? SE DESTACA. BRILLA. PARECE CASI IRIDISCENTE COMPARADO CON LA OPACIDAD DE OTROS OBJETOS MENOS ATRACTIVOS.

CREEMOS QUE ES ABSURDO AFIRMAR QUE AHORA SE PUEDE VER CIERTA ENERGÍA MISTERIOSA CUANDO NUNCA ANTES FUE OBSERVADA.

LA VIEJA ACTITUD ESCÉPTICA RESULTABA MUY ÚTIL CUANDO SE TRATABA DE EXPLORAR LOS FENÓMENOS MÁS VISIBLES Y OBVIOS DEL UNIVERSO, COMO LOS ÁRBOLES O EL SOL O LAS TORMENTAS ELÉCTRICAS. PERO HAY OTRO GRUPO DE FENÓMENOS OBSERVABLES, MÁS SUTILES, QUE NO SE PUEDEN ESTUDIAR, QUE NI SIQUIERA PUEDE AFIRMARSE QUE EXISTAN, A MENOS QUE DEJEMOS DE LADO O PONGAMOS ENTRE PARÉNTESIS NUESTRO ESCEPTICISMO Y TRATEMOS A TODA COSTA DE PERCIBIRLOS. UNA VEZ QUE LO LOGRAMOS, VOLVEMOS AL ESTUDIO RIGUROSO.

DESCUBRIMOS QUE LAS PLANTAS QUE RECIBÍAN ATENCIÓN HUMANA MÁS DIRECTA ERAN AÚN MÁS POTENTES.

—EN EL CAMPO ENERGÉTICO ALREDEDOR DE TU CUERPO. LA MAYORÍA DE NOSOTROS HEMOS APRENDIDO A VERLOS, AL MENOS CON CIERTA LUZ. CUANDO UNA PERSONA TIENE PENSAMIENTOS SEXUALES, LA ENERGÍA DE LA PERSONA SE ARREMOLINA DE ALGUNA MANERA Y SE PROYECTA REALMENTE HACIA LA PERSONA QUE ES OBJETO DE LA ATRACCIÓN.

LAS PERSONAS DE AQUÍ QUE VEN CON FACILIDAD ESOS CAMPOS ENERGÉTICOS COMEN SOBRE TODO VEGETALES. Y EN GENERAL, SÓLO ESTAS

—SÍ, PIENSA EN LOS HECHOS DE TU VIDA. LA VIEJA IDEA NEWTONIANA ES QUE TODO OCURRE POR CASUALIDAD, QUE UNO PUEDE TOMAR LAS DECISIONES ACERTADAS Y ESTAR PREPARADO, PERO QUE CADA HECHO TIENE SU PROPIA LÍNEA DE CAUSALIDAD INDEPENDIENTE DE NUESTRA ACTITUD. «DESPUÉS DE LOS RECIENTES DESCUBRIMIENTOS DE LA FÍSICA MODERNA, PODEMOS PREGUNTARNOS CON TODA LEGITIMIDAD SI EL UNIVERSO ES MÁS DINÁMICO QUE ESO. TAL VEZ EL UNIVERSO DIRIGE TODO DE UNA MANERA MECANICISTA COMO OPERACIÓN BÁSICA, PERO AL MISMO TIEMPO RESPONDE SUTILMENTE A LA ENERGÍA MENTAL QUE PROYECTAMOS HACIA ÉL. QUIERO DECIR, ¿POR QUÉ NO? SI PODEMOS HACER CRECER LAS PLANTAS MÁS RÁPIDO, TAL VEZ LOGREMOS QUE ALGUNOS HECHOS SE PRODUZCAN MÁS RÁPIDO, O CON MÁS LENTITUD, SEGÚN LA FORMA EN QUE PENSEMOS.

DE INMEDIATO, SUS CAMPOS DE ENERGÍA PARECIERON VOLVERSE MÁS DENSOS Y DE ALGUNA MANERA AGITADOS, COMO POR UNA VIBRACIÓN INTERIOR. A MEDIDA QUE LA CONVERSACIÓN AVANZABA, SUS CAMPOS EMPEZARON A MEZCLARSE. CUANDO UNO DE LOS DOS SEÑALABA ALGO, SU CAMPO CREABA UN MOVIMIENTO QUE PARECÍA ABSORBER EL DEL OTRO COMO EN UNA ESPECIE DE MANIOBRA DE VACIADO. PERO CUANDO LA OTRA PERSONA HACÍA SU REFUTACIÓN, LA ENERGÍA REGRESABA A ELLA. EN TÉRMINOS DE LA DINÁMICA DE LOS CAMPOS DE ENERGÍA, IMPONER UN ARGUMENTO PARECÍA SIGNIFICAR CAPTURAR PARTE DEL CAMPO DEL OPONENTE Y ATRAERLO HACIA SÍ.

—VER LA ENERGÍA, CAPTAR ESTA NUEVA FORMA DE PERCIBIR EL MUNDO FÍSICO, ES ALGO QUE FUNCIONA COMO UNA ESPECIE DE CONTAGIO. NO LO ENTENDEMOS, PERO CUANDO UNA PERSONA FRECUENTA A OTRAS QUE VEN ESA ENERGÍA, POR LO GENERAL EMPIEZA A VERLA ELLA TAMBIÉN. ASÍ QUE MUÉSTRASELA A OTROS.

A PARTIR DE AHÍ, LA TERCERA REVELACIÓN SE REFERÍA A LA NATURALEZA DE LA BELLEZA Y DESCRIBÍA QUE A TRAVÉS DE ELLA LOS SERES HUMANOS APRENDERÍAN A OBSERVAR LOS CAMPOS DE ENERGÍA. UNA VEZ QUE ESTO OCURRIERA, DECÍA, NUESTRA COMPRENSIÓN DEL UNIVERSO FÍSICO SE TRANSFORMARÍA CON RAPIDEZ. POR EJEMPLO, EMPEZARÍAMOS A COMER MÁS ALIMENTOS TODAVÍA LLENOS DE ESA ENERGÍA, Y TOMARÍAMOS CONCIENCIA DE QUE CIERTAS LOCALIDADES IRRADIAN MÁS ENERGÍA QUE OTRAS, SIENDO LOS MEDIOS NATURALES MÁS VIEJOS, EN ESPECIAL LAS SELVAS, LOS DE MAYOR IRRADIACIÓN.

FINALMENTE LOS HOMBRES VERÍAN EL UNIVERSO CONTENIDO EN UNA ENERGÍA DINÁMICA ÚNICA, UNA ENERGÍA QUE PUEDE SOSTENERNOS Y RESPONDER A NUESTRAS EXPECTATIVAS. SIN EMBARGO, TAMBIÉN VERÍAMOS QUE HEMOS SIDO DESCONECTADOS DE LA FUENTE DE ENERGÍA MÁS AMPLIA, QUE NOS HEMOS DESENCHUFADO Y QUE POR ESO NOS SENTIMOS DÉBILES, INSEGUROS Y CARENTES. FRENTE A ESTA DEFICIENCIA, LOS SERES HUMANOS SIEMPRE HEMOS TRATADO DE AUMENTAR NUESTRA ENERGÍA PERSONAL DE LA ÚNICA MANERA QUE CONOCEMOS: INTENTANDO ROBARLA PSICOLÓGICAMENTE A LOS OTROS; UNA COMPETENCIA INCONSCIENTE QUE SE HALLA IMPLÍCITA EN CUALQUIER CONFLICTO HUMANO EN EL MUNDO.





TÉCNICA DE MINDFULNESS

29 03 2023

NOTA: El programa de esta semana de Erase una voz está dedicado Mindfulness, lo pueden escuchar en este enlace.

https://www.radioturia.es/programs/erase-una-voz/radioturia_podcast_658?ref=wa

Pueden saber antes qué es esta técnica en este otro enlace.

https://www.psicologia-online.com/mindfulness-que-es-y-como-se-practica-4616.html





LA PREVENCIÓN DEL SUICIDIO III

29 03 2023

Ya hemos visto en capítulos anteriores que la vida no es precisamente un estado de felicidad plena. No es de extrañar que muchas personas deseen la muerte para librarse de ella. El sufrimiento físico o psíquico, o ambos, forma parte inextricable de la vida. El dolor de la enfermedad, la soledad, la depredación, el maltrato moral, son circunstancias de las que uno no se puede esconder, ni siquiera los que se consideran más afortunados. Vivimos en una sociedad que es una auténtica selva, donde los depredadores están al acecho, donde cuando crees haberte librado de una buena, la naturaleza se encarga de recordarte, con sus explosiones caóticas, que si esto no es el infierno, al menos se le parece mucho. En estas condiciones que alguien desee la muerte no parece una patología incomprensible. El instinto de supervivencia es tan poderoso que incluso en los momentos más terribles de la vida pugnamos, aún en contra de nuestra voluntad, por continuar viviendo un poco más, aunque solo sea un poco. Este instinto de supervivencia lleva a la gran mayoría de personas a superar las circunstancias más adversas, lo que no implica que en algún momento no piensen en la muerte y la deseen, lo que ocurre es que el instinto de supervivencia es más fuerte que el deseo de morir. Teniendo en cuenta que no hay otra vida, ni mejor ni peor, ni un más allá donde uno pueda descansar de la vida y plantearse otras cosas, o al menos eso es lo que piensa y cree la mayoría de las personas, el instinto de supervivencia se intensifica hasta extremos en algunos casos patológicos. Porque la fugacidad y fragilidad de la vida es otra de las poderosas razones para desear morir, especialmente si lo que nos está ofreciendo la vida no es gran cosa. Si antes o después regresaremos a la nada, de donde nacimos, el que esto sea un poco antes o un poco después no es importante.

Y aquí es cuando entra un factor decisivo: la enfermedad mental. Si una persona está deseando la muerte, intentando el suicidio, y no sufre una grave incapacidad física debido a un accidente o enfermedad incurable e irreversible, o ha sufrido una tragedia, un gravísimo trauma debido a la muerte de un ser muy querido, a una violación, a la tortura o cualquier otra circunstancia que ahora no se me ocurre, hay que plantearse de inmediato la posibilidad de que esa persona sufra una enfermedad mental. Esta es la causa más frecuente en los intentos de suicidio. Lo que para la gran mayoría serían circunstancias duras o menos duras y habituales en el camino de la vida pero que no le hacen plantearse la posibilidad de buscar la muerte, para alguien que sufre una depresión profunda u otras enfermedades mentales cualquier circunstancia, incluso las positivas, le hacen pensar en el suicidio, sin saber por qué, simplemente quiere morir porque sufre, porque no encuentra alicientes, porque no es feliz, ni siquiera con esa felicidad nimia y vacía que acompaña a muchas personas en el camino de la vida.

Voy a ejemplificar al suicida tipo narrando mi propia experiencia vital y comentando cómo hubiera sido posible ayudarme, no digo evitar mis intentos de suicidio porque cuando hay una enfermedad mental de por medio a lo más que uno puede aspirar es a minimizar sus efectos. Para ello retrocedo a la infancia, porque es en esta etapa de la vida donde se forma el carácter y donde se producen los traumas, las heridas invisibles que nos acompañarán el resto de nuestro camino vital. Hay un acontecimiento ocurrido a los cinco o seis años que me marcaría profundamente, como lo prueba el hecho de que lo recuerde con mucha viveza, como si hubiera sido ayer mismo. Una vecina del pueblecito donde vivíamos acudió corriendo a nuestra casa y habló rápidamente con mi madre. Esta me tomó de la mano y salimos corriendo hacia la carretera. Mi padre solía llegar en el autobús de la empresa de carbón donde trabajaba por la mañana o por la tarde, según el turno que tuviera. Esta vez al bajar del autobús cayó al suelo y quedó inconsciente. No recuerdo la ambulancia ni que yo le llegara a ver. Es muy posible que mi madre me dejara a cargo de alguien, quien me apartaría del grupo de personas que lo rodeaban. O tal vez ya lo hubieran evacuado al hospital, aunque lo dudo, la ambulancia no podía haber llegado tan pronto. Luego me enteraría de lo básico, tal vez mi madre me lo contara ante mi insistencia, los niños son muy preguntones porque necesitan saber. Mi padre había sufrido una hemorragia interna debido a una úlcera del duodeno que tal vez llevara tiempo sin hacerle caso. No me sorprendería lo más mínimo, porque con el tiempo yo también sufriría esa hemorragia debido a otra úlcera del duodeno y recuerdo muy bien cómo me lo fui ocultando, sugestionándome cómo no sería nada y al final tuvo que ser también una pérdida de consciencia tras un dolor terrible lo que me llevó al hospital.

Unos días más tarde me acercaría al pequeño cementerio del pueblo y sentado sobre una piedra miraría la blanca tapia durante mucho tiempo. Suficiente para hacerme una idea de lo que sería mi vida de huérfano de padre y para meditar sobre las postrimerías. Sabía que en el cementerio se enterraban los muertos y allí se pudrían sus cuerpos hasta quedar en los huesos. Me imaginé aquel suelo repleto de huesos de personas que una vez estuvieron vivas, que se movieron en la vida como hacía yo y como hacían todos los vivos. No podía entender cómo se podía pasar de sentir el propio cuerpo como lo sentía yo en aquel momento, de estar vivo, sintiendo todo lo que componía la vida, la solidez de un cuerpo, la realidad material e incontrovertible que me rodeaba, las rocas, la tierra, los árboles, todo aquello que podía ser tocado y a través de lo cual mi mano no era capaz de pasar. Todo aquello que yo percibía como de una solidez apabullante y para siempre, iba a desaparecer antes o después. Los cuerpos porque crecían, evolucionaban y se deterioraban hasta la muerte. Las rocas, las montañas, los árboles, también acabarían desapareciendo, tras un tiempo mucho más largo, casi inimaginable para el niño que yo era, pero nada es para siempre. Allí sentado en la piedra capté por primera vez las grandes verdades de la vida. La angustia se apoderó de mí, no podía soportarla. Por eso me dije que debería haber otra vida tras la muerte. No era aceptable que todo terminara allí, en el cementerio, que la consciencia que fuimos una vez quedara en eso, en huesos en el subsuelo. Sin duda aquel momento marcaría mi vida ya que nunca podría dejar de creer en otra vida más allá de la material, ni siquiera en mis años de agnosticismo o ateísmo tras abandonar el colegio religioso donde me preparaba para ser fraile. Ni la aparente lógica, ni la aparente solidez de la ciencia, ni cualquier razonamiento, por muy contundente que pareciera, pudieron nunca arrebatarme aquella absoluta certeza de que una consciencia no muere, por mucho que el cuerpo físico se convierta en polvo.

Tal vez yo fuera un niño sensible en exceso, de forma patológica. Tal vez allí estaba, a una edad tan temprana, la semilla de la enfermedad mental, pero no creo que aquella experiencia fuera solo producto de una hipersensibilidad, de la vivísima imaginación que me ha acompañado toda mi vida, estoy convencido de que aquel niño vivió una especie de experiencia mística que le puso en contacto con las grandes preguntas de la vida y las posibles respuestas. Aquel acontecimiento era inevitable y nada hubiera podido prevenirlo por mucho que con el tiempo pudiera llegar a influir en mis intentos de suicidio. No se pueden prevenir estas cosas, aunque sí puede disminuir mucho el trauma y aliviar sus consecuencias con la única medicina que cura el alma, la psiquis, la consciencia, o como se la quiera llamar. El cariño, el afecto, el amor, es el único bálsamo para estas heridas profundas de la vida. No hay otro. Por desgracia aquel niño estaba viviendo en una dictadura donde las expresiones de cariño se consideraban blandengues y su manifestación en público, inmorales. La falta de cariño sería algo en lo que ni pensaríamos los niños de nuestra generación, era tan habitual como la dificultad para llegar a fin de mes, como los cachetes y castigos físicos que en aquella época eran tan frecuentes como infrecuentes los abrazos y los besos.

El niño que fui vivió aquella tragedia en silencio, en su interior, sin encontrar, no ya una explicación, ni siquiera un abrazo para enjugar aquellas lágrimas, externas e internas, a las que me acostumbre enseguida, como me acostumbraría a aceptar que la muerte llegaría en cualquier momento, cuando menos lo esperara. Nadie puede evitar la experiencia de la muerte, no digo ya la propia, me refiero a los muertos que se producen en nuestro entorno, conforme el tiempo pasa y los acontecimientos vitales nos van arrebatando seres queridos, amigos, personas a las que conocemos, desconocidos que aparecen en la prensa o en cualquier medio de comunicación porque eran famosos o porque tuvieron una muerte violenta o traumática o simplemente porque hemos leído una esquela en un periódico. Nos acabamos acostumbrando a estas muertes como a los cambios climatológicos, solo nos afectan cuando nos golpean directamente. Utilizamos la fuga mental para evitar el sufrimiento insoportable. Renunciamos a la empatía como una forma de filtrar lo que nos llega y que no podemos asimilar y mucho menos aceptar. Se va haciendo cayo en nuestra sensibilidad, hasta que un día nos hacemos conscientes de que determinadas reacciones ya no son “normales”, son patológicas, como no sentir nada cuando vemos la muerte de otros seres humanos en la televisión, especialmente de los niños. La experiencia de la muerte de un bebé es también uno de los traumas más terribles de mi infancia. En aquellos tiempos las enfermedades infecciosas eran muy frecuentes y apenas existían remedios. Los niños morían de un día para otro y el que no te tocara a ti era a veces cuestión de pura estadística. Mi amigo Luisito me habló de unos vecinos que habían tenido un bebé y me invitó a conocerlo. Luisito era mucho más atrevido que yo, llamó a la puerta, nos hicieron pasar y vimos al bebé. Un tiempo después mi amigo me dijo que el bebé había muerto y me pidió que fuéramos a verlo. Yo no quería, pero como me ocurriría muchas veces a lo largo de la vida, mi timidez, falta de carácter o como se le quiera llamar, me llevaría a ceder ante las presiones de otras personas. El bebé estaba en un diminuto ataúd abierto. Pude ver el rostro de la muerte cuando aún el rostro de la vida no se había terminado de formar. Aquello me mantuvo totalmente angustiado durante muchos días. Con los años llegaría a saber que el tiempo que permanecen en nosotros estas emociones son signos claros de enfermedad mental. Según la sensibilidad o falta de ella, el tiempo se alarga o se acorta, pero cuando  supera una determinada línea roja entramos en el terreno de la enfermedad mental, la depresión, en mi caso, se caracterizaba, además de por ser muy profunda, por mantenerse en el tiempo durante meses, hasta años. La sensibilidad de mi amigo Luisito no era la mía, yo era un niño hipersensible, patológicamente hipersensible, me atrevería a decir. Con los años descubriría que a mí las cosas me afectaban mucho más que a los demás. Cuando fui conociendo personas que sufrían algún tipo de enfermedad mental, descubrí que todos tenían una conducta tipo que también era la mía. Todos huíamos de experiencias emocionales muy fuertes. Muchos, casi todos, incluido yo, procurábamos evitarlas, como la dificultad de ver los telediarios, porque en todos ellos aparecían noticias que nos afectaban. En algunos depresivos esto llegaba a ser patológico y llamativo. Muchos de los depresivos que he conocido rara vez veían los telediarios y procuraban estar muy poco informados de lo que sucedía en el mundo. Con el tiempo he ido superando esta especie de fobia que en algunas etapas de mi vida fue muy intensa. Aunque sigo sufriendo conductas, que si no son patológicas, están muy cerca. No puedo leer una novela dramática con continuidad, porque la emoción me hace sufrir y debo parar la lectura. De ahí que lea muchos libros a la vez y salte de uno a otro cuando está narrando un momento que me afecta. Lo mismo me ocurre con las películas y las series. Si son muy intensas debo parar y seguir al día siguiente, por ejemplo. Las personas que sufrimos enfermedades mentales somos tan hipersensibles que debemos protegernos de momentos o circunstancias que sabemos que nos van a afectar. No es que ser en exceso sensible sea malo de por sí, pero no se puede vivir así. Los que se consideran personas “normales” son capaces de bloquear estímulos que les podrían hacer sufrir en exceso. Cuando este bloqueo pasa una línea roja, se convierte en patología y podría terminar en la absoluta falta de sensibilidad de un asesino en serie, por ejemplo. La empatía es imprescindible para ser humano, como lo es también cierto arte del “bloqueo”, sin el cual no es posible seguir siendo cuerdo en una sociedad, en una vida que nos golpea a cada instante.

La muerte estuvo muy presente en mi infancia. Como lo estuvo también la religión, algo que me marcaría de forma muy negativa porque el dogmatismo, la represión, la credulidad patológica no son buenos y mucho menos para un niño indefenso. Pero de ello hablaremos en el próximo capítulo.





RELATOS DE A.T. II

21 03 2023

RELATOS DE A.T. II

RELATOS DE A.T. II

Viajar por el más allá no es fácil de describir. No se trata de subirse a un soporte físico, pongamos un tren, y con la nariz pegada a la ventanilla contemplar un paisaje que va cambiando al ritmo del movimiento que impone la locomotora al vagón donde tú vas sintiendo tu cuerpo físico y todo tu entorno a través de los sentidos. En el más allá se viaja con la mente. Si es poderosa como la de un maestro el viaje no tiene más dificultad que la de guiar tu pensamiento hacia el espacio-tiempo deseado o hacia la entidad incorpórea que ya conoces o deseas conocer. Si tu mente no es la de un gran maestro debes luchar como un neófito contra el oleaje de tus pensamientos para evitar ser trasladado a donde tu voluntad no desea ir.

En el más allá no existe un paisaje al que aferrarse ni llevas un reloj de pulsera en tu muñeca para saber el tiempo que transcurre mientras recorres el entorno físico con el movimiento de tus pies o del soporte técnico que has elegido. El más allá es la oscuridad absoluta, la noche perpetua, y la pequeña luz de tu consciencia deslizándose en el tiempo interior. Tan solo el encuentro con otras entidades da un poco de luminosidad a tu entorno. Como farolas en la infinita avenida de la noche eterna eres consciente de que deben de estar ahí en alguna parte. No las ves, no las percibes hasta que se establece el contacto. Un punto de luz aparece frente a tus ojos, surgido de la oscuridad, y te dispones al contacto con lo desconocido. Eso es todo.

Todos los desencarnados sabemos que allá abajo, por poner un punto en un espacio inexistente, está el mundo material donde habitan los encarnados en un espacio físico concreto moviéndose al lento ritmo que su consciencia ha elegido para percibir las cosas. Te lo imaginas como una gran cúpula de baja vibración energética en la que no puedes entrar si no te has encarnado en un cuerpo físico o tu mente contacta con la de un corpóreo. Ves a través de los ojos del cuerpo y sientes el entorno al contacto de esa envoltura material con lo que la rodea. No hay otra forma por eso los incorpóreos somos tan reacios a descender al mundo material. Sabes que reencarnarte es sufrir la fragilidad y caducidad de la materia y conoces perfectamente las molestas sensaciones que conlleva el contacto próximo con una mente corpórea. No es agradable dejar la cálida oscuridad donde tu mente vive al compás de tus ideas y sentimientos sin miedo al dolor físico o el temor a la muerte. Por eso dicen que los muertos no regresan para anunciar a los vivos la existencia de otra vida, para consolarles de su desgraciado caminar por la materia. Los pocos que lo han hecho alguna vez recordarán para siempre la desesperación que les invade cuando sus comunicaciones telepáticas con los seres queridos aún corpóreos son rechazadas como pensamientos ajenos generados por la tristeza de haber perdido a un ser querido. Los fantasmas asustan y son relegados a la leyenda, los sonidos físicos emitidos por el incorpóreo con grandes dificultades son calificados de psicofonías con una explicación tan razonable como sonidos producidos por extraños fenómenos físicos que nadie se atreve a explicar. No es sorprendente que los incorpóreos se desesperen de la incredulidad de los encarnados y se alejen para vivir sus vidas en el más allá de la forma más agradable posible. Al fin y al cabo todos los mortales sabrán algún día qué hay al pasar la línea. Saberlo mientras se afanan en sus estúpidos quehaceres materiales no les ayudará mucho a ser mejores, que es de lo que se trata porque en el más allá lo único que cuenta es lo que piensas, lo que sientes, lo que eres.

El maestro me iba a llevar con el difunto que por lo visto estaba causando tanto alboroto. No esperaba que fuera un viaje largo teniendo en cuenta que los maestros que se ocupan de estas cosas conocen muy bien la mente de los recién fallecidos pero como en algo hay que ocupar el pensamiento reflexioné con mucho cuidado sobre la tarea que me aguardaba. A pesar de la discreción del maestro uno está ya muy acostumbrado a sus calambrazos mentales cuando tu pensamiento se ocupa en cosas desagradables. La elevada tasa vibratoria de su consciencia rechaza automáticamente los pensamientos bajos. Ni siquiera influye en ello su voluntad, sencillamente la alta vibración no puede mezclarse fácilmente con la baja y la rechaza con tal intensidad que aprendes rápidamente a no provocar a los maestros.

De su círculo de intensa luminosidad sale una especie de ectoplasma en forma de brazo que contacta con el mío. Es una concesión del maestro a nuestro apego a los cuerpos que tuvimos una vez. A los neófitos nos gusta pensar que aún seguimos teniendo cuerpo por eso de nuestro círculo de consciencia a veces salen brazos o piernas o se forman los rostros que fueron nuestros en el pasado. La sensación de estar siendo llevado por el aire agarrado a la férrea mano del maestro es inevitable para lo que aún no hemos sido capaces de renunciar a nuestras reencarnaciones. En realidad lo único que ocurre es que dos consciencias que se comunican están siguiendo una misma línea de pensamiento. Esa es la única forma de viajar por estos pagos.

Los maestros sienten una repugnancia, que calificaría de patológica si este viejo concepto corpóreo tuviera aquí algún significado, a contactar de alguna manera con el mundo físico. En el fondo creo que temen volver a sentirse atraídos por esa orgía perpetua de estímulos sin control que resulta tan fácil de aceptar para el vacío de la mente y tan difícil de depurar que una vez lograda esta meta solo los tontos como esta especie de Angel Tontorrón en que me he convertido somos capaces de desear alguna vez. Por esta mezquina razón nos utilizan a nosotros, los impuros, para las tareas que requieren contacto físico con ese mundo material que ellos saben ofrece tan poco y genera tanto sufrimiento. A.T. también lo sabe pero no puede evitar sentirse atraído por placeres ya casi olvidados. Por eso y no por otra razón acepto de vez en cuando estas misiones. Me imagino ser un detective incorpóreo investigando algún caso enrevesado. Otros se divierten comiendo piedras como solía decir cuando era corpóreo para disculpar las extravagancias ajenas. Supongo que cada uno se divierte como puede o quiere, incluso en el más allá. Algún día no muy lejano dejaré de sentirme atraído por estas tonterías. Entonces me transformaré en un Gran Maestro y viviré en una de esas hermosas ciudades de luz que espero, esta vez sí, me permitirá visitar el maestro como premio a esta misión verdaderamente repugnante si bien se piensa. Creo que ya me he merecido conocer de pasada esas ciudades de las que tanto se habla por aquí cuando te encuentras con otro neófito. Sí amigos, hasta en el más allá se actúa por motivos espúrios, por la mezquindad de la zanahoria delante del burro que en este caso soy yo para mi desgracia.

La llegada a las vibraciones materiales suele ser muy dolorosa, algo así como si en pelota picada te restregaras entre las ortigas. El maestro tuvo la delicadeza de atenuar con su poderoso pensamiento este contacto. El rechazo que experimenté no pasó de un cosquilleo molesto. Allá a lo lejos pude contemplar la inconfundible forma ectoplasmática de una mente corpórea agitándose en emociones violentas o pensamientos nada equilibrados. Su color rojo intenso me produjo un fuerte rechazo que compararía a un vómito ante un alimento en malas condiciones. El maestro se acercó, es un decir, con mucho cuidado y rozó con mucha suavidad aquella mente descontrolada. No sé qué le sugirió exactamente al corpóreo pero su rostro físico se me hizo presente con gran intensidad, rojiza por supuesto. El ectoplasma que era su mente era más lechoso de lo habitual y sus rasgos eran realmente repugnantes. Parecía estar disfrutando de algo pero a un nivel muy material, no sé si ustedes me entienden. Tal vez fuera un pensamiento tan bajo que su rostro ectoplasmático se distorsionaba en una expresión feroz y muy, muy desagradable.

El maestro me hizo saber que aquel encarnado era la llave que me permitiría contactar con el difunto. En el tiempo físico fueron amigos y su deleznable conducta atraía ahora la venganza del recién fallecido. Lo demás quedaba de mi cuenta. El maestro me recomendó mucha prudencia y toda la paciencia que fuera necesaria. El estaría atento por si las dificultades se me hacían insalvables. Me deseaba una feliz misión y su expresión de intenso afecto y paz profunda me calmó lo suficiente para no salir corriendo. Pude intuir que mi escondido deseo de visitar una ciudad de luz se vería satisfecho sino me dejaba enredar por los degradantes placeres de la materia. Era un aviso conociendo como conocía mi tendencia a dejarme enredar en estas cosas. Reconozco humildemente que hecho de menos muchas cosas del mundo físico, el alimento, el sexo, esa sensación de no tener mente que tanto echamos de menos los incorpóreos agobiados por pensamientos constantes que nos vemos obligados a controlar para no caer en mundos demoniacos como los califican los encarnados y no sin razón.

El maestro aceptó mi humilde respuesta de que haría lo que pudiera y una especie de risita cantarina me cosquilleó la consciencia. No se fía mucho de mi y no se lo reprocho. Soy más bien propenso a caer en la tentación. Me aferré con repugnancia a la mente rojiza y deformada del hombre, porque era del sexo masculino, y me dispuso a recibir una vaharada de intensas y malolientes sensaciones materiales. Con suavidad, como un parásito bien entrenado, dejé que mi mente viera por sus ojos físicos.

El hombre se encontraba en lo que parecía una cocina a juzgar por la mesa, las sillas y allá al fondo un perol de comida sobre una superficie metálica. Estaba comiendo y no era malo el guiso a juzgar por los estímulos que me llegaban desde su paladar. Me dispuse a disfrutar de su comida ya que no tenía otro remedio. Mientras llegaba mi difunto rememoraría viejas y casi olvidadas sensaciones. Me rogué a mi mismo que las tentaciones no fueran tan fuertes que me impulsaran a buscar una nueva reencarnación. En varias ocasiones estuve a punto de dejarme llevar pero pude resistirme a tiempo. Aún queda algo de voluntad en este pellejo de consciencia llamado A.T.





TERAPIAS ALTERNATIVAS

16 03 2023

El nuevo programa de Erase una voz está dedicado a las terapias alternativas. Pueden escucharlo en este enlace.

https://www.radioturia.es/programs/erase-una-voz/radioturia_podcast_631?ref=waHola





LA NOVENA REVELACIÓN

12 03 2023

LA NOVENA REVELACIÓN DE JAMES REDFIELD

CITAS

LA PRIMERA REVELACIÓN SE PRODUCE CUANDO TOMAMOS CONCIENCIA DE LAS COINCIDENCIAS QUE HAY EN NUESTRA VIDA. ¿ALGUNA VEZ TUVISTE UN PRESENTIMIENTO O CIERTA INTUICIÓN EN CUANTO A ALGO QUE QUERÍAS HACER, O A UNA MEDIDA QUE QUISIERAS TOMAR EN TU VIDA? ¿Y TE PREGUNTASTE CÓMO PODÍA OCURRIR? ¿Y DESPUÉS DE HABERLO CASI OLVIDADO PARA CONCENTRARTE EN OTRAS COSAS, DE REPENTE TE ENCONTRASTE CON ALGUIEN O LEÍSTE ALGO O FUISTE A ALGUNA PARTE QUE LLEVABA PRECISAMENTE A LA OPORTUNIDAD QUE BUSCABAS? ESAS COINCIDENCIAS SE PRODUCEN CADA VEZ CON MAYOR FRECUENCIA Y, CUANDO ESO OCURRE, NOS DA LA IMPRESIÓN DE QUE ES ALGO QUE ESTÁ MÁS ALLÁ DE LO QUE PODRÍA ESPERARSE POR PURA CASUALIDAD. ES UNA EXPERIENCIA QUE PROVOCA UNA SENSACIÓN DE MISTERIO Y EXCITACIÓN Y, POR CONSIGUIENTE, NOS SENTIMOS MÁS VIVOS. ÉSA ES LA EXPERIENCIA QUE HEMOS VISLUMBRADO Y QUE AHORA TRATAMOS DE MANIFESTAR TODO EL TIEMPO. CADA DÍA SON MÁS LAS PERSONAS CONVENCIDAS DE QUE ESTE MOVIMIENTO MISTERIOSO ES REAL Y QUE SIGNIFICA ALGO; DE QUE, POR DEBAJO DE LA VIDA COTIDIANA, ESTÁ SUCEDIENDO OTRA COSA. ESTA CONCIENCIA ES LA PRIMERA REVELACIÓN.

LA PRIMERA REVELACIÓN ES UNA RECONSIDERACIÓN DEL MISTERIO INHERENTE QUE RODEA NUESTRA VIDA INDIVIDUAL EN EL PLANETA. EXPERIMENTAMOS ESAS MISTERIOSAS COINCIDENCIAS, Y AUNQUE TODAVÍA NO LAS ENTENDAMOS, SABEMOS QUE SON REALES. ESTAMOS VOLVIENDO A SENTIR, COMO EN LA INFANCIA, QUE HAY OTRO LADO DE LA VIDA QUE TODAVÍA TENEMOS QUE DESCUBRIR, ALGÚN OTRO PROCESO QUE OPERA ENTRE BAMBALINAS.

LA SEGUNDA REVELACIÓN. ES UNA INTERPRETACIÓN MÁS CORRECTA DE LA HISTORIA RECIENTE, QUE EXPLICA CON MAYOR PROFUNDIDAD LA TRANSFORMACIÓN.

SI BIEN CADA TANTO TENEMOS LA PERCEPCIÓN NÍTIDA DE QUE HAY ALGO MÁS EN LA VIDA, NUESTRA FORMA HABITUAL DE PENSAR CONSISTE EN CONSIDERAR QUE ESAS IDEAS NO SON COGNOSCIBLES, Y ENSEGUIDA DESDEÑAMOS ESA CONCIENCIA. POR ESO ES NECESARIA LA SEGUNDA REVELACIÓN. UNA VEZ QUE VEMOS EL ANTECEDENTE HISTÓRICO DE NUESTRA CONCIENCIA, PARECE MÁS VÁLIDA.

NOS QUITAMOS DE ENCIMA LA SENSACIÓN DE ESTAR PERDIDOS, TOMAMOS LAS COSAS EN NUESTRAS MANOS Y NOS CONCENTRAMOS EN CONQUISTAR LA TIERRA Y USAR SUS RECURSOS PARA MEJORAR NUESTRA SITUACIÓN, Y RECIÉN AHORA, CUANDO NOS ACERCAMOS AL FIN DEL MILENIO, PODEMOS VER QUÉ PASÓ. NUESTRO OBJETIVO SE CONVIRTIÓ POCO A POCO EN UNA PREOCUPACIÓN. NOS PERDIMOS POR COMPLETO A NOSOTROS MISMOS AL CREAR UNA SEGURIDAD SECULAR, UNA SEGURIDAD ECONÓMICA, PARA REEMPLAZAR LA SEGURIDAD ESPIRITUAL QUE HABÍAMOS PERDIDO. LENTAMENTE DEJAMOS DE LADO, Y EN DEFINITIVA SUPRIMIMOS, EL INTERROGANTE REFERIDO A POR QUÉ ESTAMOS VIVOS, QUÉ SUCEDE AQUÍ REALMENTE DESDE EL PUNTO DE VISTA ESPIRITUAL.

—TRABAJAR PARA ESTABLECER UN ESTILO DE SUPERVIVENCIA MÁS CÓMODO PASÓ A SER EN SÍ MISMO UNA RAZÓN PARA VIVIR, Y GRADUAL Y METÓDICAMENTE OLVIDAMOS NUESTRA PREGUNTA ORIGINAL… OLVIDAMOS QUE TODAVÍA NO SABEMOS PARA QUÉ SOBREVIVIMOS.

YA HEMOS PASADO EL TIEMPO SUFICIENTE ESTABLECIÉNDONOS EN EL MUNDO. ES HORA DE DESPERTAR DE LA PREOCUPACIÓN Y RECONSIDERAR NUESTRA PREGUNTA ORIGINAL. ¿QUÉ HAY DETRÁS DE LA VIDA EN EL PLANETA? ¿POR QUÉ ESTAMOS AQUÍ?

TODO FUE PROPULSADO POR LA LLAMADA DEL PROGRESO, EL DESEO DEL INDIVIDUO DE PROVEER A SU SEGURIDAD, A SU PROPÓSITO, MIENTRAS ESPERABA LA VERDAD. DECIDIMOS CREAR UNA VIDA MÁS CÓMODA Y PLACENTERA PARA NOSOTROS Y NUESTROS HIJOS, Y EN APENAS CUATROCIENTOS AÑOS NUESTRA PREOCUPACIÓN CREÓ UN MUNDO HUMANO DONDE AHORA PUEDEN PRODUCIRSE TODAS LA COMODIDADES DE LA VIDA. EL PROBLEMA FUE QUE NUESTRO IMPULSO OBSESIVAMENTE CONCENTRADO EN CONQUISTAR LA NATURALEZA Y VIVIR MÁS CÓMODOS CONTAMINÓ LOS SISTEMAS NATURALES DEL PLANETA Y LOS DEJÓ AL BORDE DEL COLAPSO. NO PODÍAMOS SEGUIR ASÍ.

SI UNO PUEDE CONECTARSE Y GENERAR SUFICIENTE ENERGÍA, EMPIEZAN A OCURRIR HECHOS COINCIDENTES CON REGULARIDAD.

LAS REVELACIONES RESTANTES REPRESENTAN LAS RESPUESTAS QUE LLEGAN AL FIN. SIN EMBARGO, NO PROVIENEN SOLAMENTE DE LA CIENCIA INSTITUCIONAL. LAS RESPUESTAS A LAS QUE ME REFIERO VIENEN DE MUCHAS ÁREAS DISTINTAS DE INVESTIGACIÓN. LOS HALLAZGOS DE LA FÍSICA, LA PSICOLOGÍA, EL MISTICISMO Y LA RELIGIÓN LLEGAN JUNTOS A UNA NUEVA SÍNTESIS BASADA EN UNA PERCEPCIÓN DE LAS COINCIDENCIAS. ESTAMOS APRENDIENDO LOS DETALLES DE LO QUE SIGNIFICAN LAS COINCIDENCIAS, CÓMO FUNCIONAN Y, AL HACERLO, CONSTRUIMOS UNA VISIÓN DE LA VIDA TOTALMENTE NUEVA, UN REVELACIÓN TRAS OTRA.

LA TERCERA REVELACIÓN DESCRIBE UNA NUEVA COMPRENSIÓN DEL MUNDO FÍSICO. DICE QUE NOSOTROS, LOS SERES HUMANOS, APRENDEREMOS A PERCIBIR LO QUE ANTES ERA UN TIPO DE ENERGÍA INVISIBLE.

LA MATERIA BÁSICA DEL UNIVERSO, EN SU NÚCLEO, VA PARECIÉNDOSE A UNA ESPECIE DE ENERGÍA PURA, MALEABLE A LA INTENCIÓN Y LA EXPECTATIVA HUMANAS HASTA UN PUNTO QUE PONE EN DUDA NUESTRO VIEJO MODELO MECANICISTA DEL UNIVERSO… COMO SI NUESTRA EXPECTATIVA MISMA HICIERA FLUIR NUESTRA ENERGÍA EN EL MUNDO Y AFECTARA OTROS SISTEMAS DE ENERGÍA. LO CUAL, POR SUPUESTO, ES EXACTAMENTE LO QUE NOS LLEVARÍA A CREER LA TERCERA REVELACIÓN.





RELATOS DE A.T.

3 03 2023

RELATOS DE A.T. (RELATOS ESOTÉRICOS) I

   relatos-de-a-t

RELATOS DE A.T.

I
UNA VISITA INTEMPESTIVA

Aquella noche, siguiendo una inveterada costumbre que nada ha podido cambiar, me encontraba reposando mi cuerpo en el amplio lecho de mi habitación –me sigue gustando la amplitud, esa sensación de libertad con espacio suficiente para expandirse- con la espalda apoyada en un mullido cojín, mi postura favorita para leer. Y eso estaba haciendo en aquel momento, leyendo una novela de la que rezumaba toda la melancolía de un pasado muerto –esa melancolía que nada puede curar- ; mientras sostenía el libro de bolsillo con mi mano izquierda, con la derecha no cesaba de rascarme el cuero cabelludo –los picores me han acompañado siempre como un placentero estigma que nunca he repudiado- cuando recibí un gran sobresalto al escuchar un sonido no programado, tardé algún tiempo en comprender que se trataba del timbre de la puerta.

Puede que ya llevara un buen rato sonando sin que me hubiera apercibido de ello, siempre me he preciado de una gran capacidad de concentración pero últimamente ésta ha crecido tanto que se necesita bastante más que una simple llamada de atención para volverme receptivo. El timbre está graduado de tal manera que apenas es pulsado un leve susurro musical se expande por toda la casa como una suave brisa. Si la insistencia o nerviosismo del visitante se agudizan la fuerza con que lo va pulsando transforma el sonido en una perfecta gradación de ruidos naturales hasta llegar al último escalón: un agudo y estridente sonido que aumenta hasta hacerse irresistible.

Sin duda el visitante debía llevar largo rato llamando porque la agudeza del sonido había conseguido llamar mi atención. A pesar de ello decidí dejar que siguiera llamando, si la causa que lo atraía hasta mi puerta no era bastante urgente terminaría por cansarse y dejarme en paz. Cerré el libro y me volví hacia uno y otro lado buscando una postura más cómoda, mi espalda empezaba a sentir las molestias que conlleva una posición largo rato mantenida. Coloqué el libro sobre la mesita y apagué la luz intentando olvidarme de lo que estaba pasando fuera de mi morada. Todo resultó inútil, el timbre llegó al grado de histerismo que mis nervios no pueden soportar. Decidí que si el visitante no se iba a marchar me convenía más abrir y escuchar lo que tuviera que decirme, ni la peor noticia conseguiría privarme de los brazos dulces de la Venus del sueño.

Encendí la luz, acaricié con nostalgia la suavidad aterciopelada de las sábanas recién puestas como si éstas fueran a diluirse en cualquier momento; miré hacia la pared frontal donde el hermoso cuadro de un paisaje de montaña nevada me obligó a suspirar con tristeza; finalmente alcé la vista hacia el techo para contemplar la pintura fosforescente imitando un despejado y bellísimo trozo de cielo nocturno. Solo después de cumplir este ritual puse mis pies en el suelo y busqué con ellos la presencia de las cómodas chanclas. Me puse en pie y acercándome al vestidor me coloqué la preciosa bata azul con dibujos de dragones rojos lanzando fuego. Traspasé la puerta y ya en el pasillo encendí la luz. Caminé sin prisas por el largo pasillo decorado con intrincados cuadros abstractos que acostumbro a intentar comprender, analizando una y otra vez sus dibujos geométricos colocados unos encima de otros sin ningún orden como planos reflejando mundos sin sentido.

Llegué a la puerta y la abrí bruscamente como queriendo dar a entender al visitante lo molesto que me sentía por su intolerable intromisión. En lugar del rostro impaciente del visitante me quedé paralizado ante una brillante luz que me deslumbró obligándome a cerrar los ojos. Cuando volví a abrirlos ya me había hecho una idea de lo que tenía delante de mis narices. En el centro del gran círculo de luz se estaba formando un rostro que no tardó mucho en adquirir su forma plena. Me resultaba totalmente desconocido, sin duda no lo había visto nunca, de ser así no lo habría olvidado porque aquel rostro de anciano con su larga barba blanca, sus ojos profundos y brillantes y la pequeña boca sonriente desprendía una gran paz que cosquilleaba mi plexo solar con una suave y placentera energía. Nada en el universo sería capaz de descontrolar aquella expresión de paz profunda que emanaba de lo profundo de aquel rostro. Sin embargo el timbre había sonado con gran estridencia, semejante control sobre sus emociones no era muy común.

-Te saludo A.T., sin duda dormías profundamente para no oír mis insistentes llamadas. Me has obligado a esperar mucho más tiempo del que estoy acostumbrado a aguardar ante puertas más poderosas que la tuya.

La sospecha que había brotado en mi interior como un chispazo me obligó a cerrar los ojos otra vez buscando adaptarme a la conclusión que inevitablemente se presentaba a mi consciencia en estado de alerta. Al abrirlos mi mente dejó de percibir la estructura de la casa a mis espaldas, ésta se había diluido en el aire sin el menor ruido. Como siempre que me sucedía me sentí triste y humilde como un pajarillo en presencia de un halcón, mi mente aún no era suficientemente poderosa para mantener dos mundos opuestos a la vez dentro del invisible círculo de su poder. No me preocupaba mucho el hecho de haber perdido mi hogar, ya lo reconstruiría cuando terminara con aquella visita. Siempre soy muy respetuoso con mis semejantes pero el hecho de tener presente a un Gran Maestro me obligó a olvidarme de mi peculiar sentido del humor, mejor sería ver antes cómo respira un Gran Maestro.

-Vaya A.T., lo has hecho muy bien y con gran celeridad. Me sorprendes. Ahora que ya sabes quién está ante ti creo que podremos hablar del objeto de mi visita si no tienes inconveniente.

Inútil intentar engañarle, para saber mi nombre de guerra era preciso que me conociera muy bien. No puse ningún obstáculo a que dentro de mi círculo de energía se fuera formando mi rostro habitual, el de mi último cuerpo, el que mejor conozco y recuerdo. Intentando reconcentrarme en mi mismo para que la consciencia del Maestro no percibiera con demasiada intensidad mis pensamientos, analicé con mi peculiar astucia lo que me estaba sucediendo buscando las mejores soluciones. La visita de un “Gran Maestro” solo podía significar problemas, ninguno de ellos interviene en las modestas vidas de los novicios del más allá sin una causa importante.

El hecho de que se hubiera dirigido a mi por mi nombre de guerra debería tener algún significado. Recuerdo muy bien las estúpidas “hazañas” que me hicieron ganar a pulso este apodo tan idiota, A.T. –Angel Tontorrón- así me llamó alguien a quien intenté ayudar ingenuamente, este apodo hizo pronto furor y ya nadie me conocería desde entonces por otro nombre o apelativo. Cuando pasó el tiempo necesario para adaptarme al más allá luego de mi último tránsito emprendí un camino adecuado al carácter de que había hecho gala cuando estaba vivo en la carne. Orgulloso de mi bondad y de mis ansias de ayudar al próximo decidí que a falta de pan buenas son nueces; puesto que aquí, faltos de un cuerpo sometido a las leyes físicas, no tenemos otra diversión que la que nos buscamos, el deseo de convertirme en un ángel de bondad, ayudando a todo el que se me pusiera a tiro, era un ideal tan bueno como cualquier otro. Así inicié una larga carrera de despropósito e inútiles pérdidas de tiempo hasta que comprendí, trabajo me costó, que no hay mayor estúpido que quien intenta ayudar en contra de los deseos de la víctima. Me reciclé y de ángel tontorrón terminé en un tranquilo detective husmeando de vez en cuando aquí y allá por si pudiera descubrir algún misterio o solucionar algún enigma, en todo caso la aventura estaba asegurada. Pronto conseguí una cierta fama como sabueso pero no la suficiente para acabar con mi apodo que acabé aceptando e incluso disfrutando.

-A tu disposición, Maestro.

-Bien, veo que ya tienes una ligera idea de quién soy. De momento no necesitas saber más, ni siquiera mi nombre, si aceptas la misión que te voy a proponer llegaremos a conocernos mejor y entonces podrás hacerme cuantas preguntas pueblen tu fértil fantasía.

-Disculpa, Maestro, pero preferiría no saber nada de ninguna misión. El hecho de que me haga pasar por detective aficionado y acepte algunos encargos sin importancia es solo un juego para pasar el rato en este lugar sin tiempo donde podría acabar dormido por aburrimiento y despertar el día del juicio final sin haber notado nada. Las misiones de los Maestros sobrepasan mis facultades y deseos.

-Bien, A.T., no te voy a obligar a nada, sabes que toda violencia para conseguir algo es una pérdida de tiempo, después hay que volver a empezar desde el principio y con mayores dificultades. Solo te ruego tengas la cortesía de escucharme –asentí-. Tenemos un problema con un nuevo huésped. Acaba de entrar en nuestro mundo después de haber sufrido un accidente de automóvil y está tan desconcertado que actúa como si aún siguiese embutido en su endeble cuerpo de carne. No cesa de crear problemas en su antiguo entorno físico, tantos que ya se ha empezado a hablar de un fantasma. Sabes que no nos interesa que los vivos empiecen a pensar en nosotros como seres invisibles, eso solo nos crearía problemas. A los Maestros no nos haría ningún caso, aún suponiendo que lograra percibirnos; mandar a otro de su misma energía vibratoria sería peor remedio que la enfermedad, acabaría adquiriendo los peores vicios del mundo invisible y puede que su condición de fantasma le acabase gustando tanto que nos viéramos obligados a una dura sesión mental para convencerle de que no se puede jugar con estas cosas. Necesitamos acabar con el problema, que nuestro hermano se adapte lo mejor y lo antes posible a nuestro delicado mundo y creemos que tu eres el mejor candidato para ayudarle. Por otro lado conociéndote como te conocemos suponemos que una aventurilla como esta te vendrá muy bien A.T.; no puedes engañarnos, la sofisticada morada que acabas de destruir solo hubiera sido posible si alguien muy aburrido se dedica a ello con intensidad. Estamos seguros de que no rechazarás esta misión. ¿Qué me dices?

-Necesitaría pensarlo, no me gusta enredarme con los de abajo, siempre termino bastante chamuscado.

-Tendrás mi ayuda aunque creo que no la vas a necesitar. Mientras lo piensas podemos hacer un corto viaje, sobre el terreno podrás decidir con mejor conocimiento de causa.

Su energía se expandió acariciando la mía como un brazo físico de piel suave y cálida. Me sentí sujetado con gran fuerza a pesar de ello, como si una dulce y bella mujer de piel suave pero amante salvaje me hubiera estrechado entre sus brazos sin el menor deseo de dejarme marchar. La experiencia me pareció muy desagradable aunque nadie en su sano juicio espera nada placentero del contacto con un “Gran maestro”. Su energía es tan sutil y depurada que la nuestra siente su rechazo como una enorme bofetada.





TRASTORNO LÍMITE DE LA PERSONALIDAD

3 03 2023

NOTA/ El último programa de Erase una voz está dedicado al Trastorno Límite de la personalidad.

https://www.radioturia.es/programs/erase-una-voz/radioturia_podcast_606?ref=wa TRASTORNO LIMITE DE LA PERSONALIDAD O LA INUTILIDAD DE LOS MIERCOLES

Los interesados también pueden documentarse en wikipedia

https://es.wikipedia.org/wiki/Trastorno_l%C3%ADmite_de_la_personalidad