DICCIONARIO CHAMÁNICO XXIII

13 08 2023

“El ensueño debilita y hace compulsivos y caprichosos a los guerreros.

“Para contrarrestar el otro efecto del ensueño los nuevos videntes desarrollaron un magnífico sistema de comportamiento llamado el camino o la senda del guerrero. Con este sistema se fortificaron y adquirieron la fuerza interna que necesitaban para fijar en sueños el movimiento del punto de encaje…la fuerza no era solamente la convicción…Tener fuerza interna significa poseer un sentido de ecuanimidad, casi de indiferencia, un sentimiento de sosiego, de holgura…Tener una inclinación natural y profunda por el examen, por la comprensión. Los nuevos videntes llamaron sobriedad a todos estos rasgos del carácter.

“Una vida de impecabilidad lleva de por sí, inevitablemente, a un sentido de sobriedad, y eso a su vez hace moverse el punto de encaje.

“Los hombre impecables no necesitan que alguien los guie, por sí solos, mediante el ahorro de energía, pueden hacer todo lo que hacen los videntes, lo único que necesitan es una oportunidad mínima.

“Todo lo que se requiere es impecabilidad, eso es energía. Todo comienza con un solo acto que tiene que ser premeditado, preciso y continuo… Intento inflexible. La sobriedad puede mover el punto de encaje a la comprensión. El capricho puede moverlo a un punto que aumenta la importancia personal.

“Al ensoñar juntos algo en nosotros toma la iniciativa y de pronto nos encontramos compartiendo la misma vista con otros ensoñadores. Lo que pasa es que automáticamente nuestra condición humana nos hace enfocar el resplandor de la conciencia en las mismas emanaciones que otros seres humanos están usando. Nosotros continuamente ajustamos la posición de nuestros puntos de encaje para cuadrar con la de los que nos rodean. En nuestra percepción ordinaria lo hacemos con el lado derecho de la conciencia, pero también lo podemos hacer con el lado izquierdo al ensoñar juntos.

Carlos Castaneda/ El fuego interno

UNA RECOMENDACIÓN

Habrán observado que no hay citas del Arte de ensoñar. La recomendación es que lean este libro de Castaneda de principio a fin, sin saltarse nada, porque es el perfecto manual sobre el arte de ensoñar.

         COMENTARIO PERSONAL

Cuando me encontré con lo que don Juan le dice a Castaneda sobre los sueños ordinarios, algo así como que son pura basurilla (no cito literalmente) me llevé una gran sorpresa y me sentí descorazonado, porque yo llevaba años, décadas, anotando mis sueños ordinarios al despertar. ¿Había estado perdiendo el tiempo miserablemente? Por mi condición de escritor aficionado todo material que me sirva para mis relatos y novelas es importante y digno de tenerse en cuenta. No soy el único escritor que utiliza sus sueños como material para la ficción. Entre ellos, por ejemplo, está Graham Greene, uno de mis escritores favoritos, del que he leído hace no muchos meses Un mundo propio, diario de sueños. Es una pena que este libro sea tan limitado ya que el escritor le pidió a su ex mujer que publicara solo los sueños que él había escogido previamente, que son pocos y no muy significativos para alguien interesado en el arte de ensoñar, aunque sí lo son para un escritor. Sus técnicas para recordarlos y anotarlos no coinciden mucho con las mías, al servicio del recuerdo preciso y de la distinción entre sueño normal y ensoñación.

Debo confesar que el exhaustivo trabajo de anotar sueños normales no me ha servido de mucho, dejando de lado el aprovechamiento del material para mis relatos y novelas, que en algunas ocasiones ha sido muy relevante. No he conseguido encontrar un hilo conductor en mi vida onírica, ni la menor lógica, ni un atisbo siquiera de algo que tenga el menor sentido en el mundo de los sueños. Es cierto que hay temáticas que se repiten y tienen claros hilos conductores, como es el caso, por ejemplo, de mis sueños y pesadillas sobre el mobbing laboral que sufrí durante años, también la temática de personajes famosos que han aparecido en mis sueños, especialmente escritores, al hilo de noticias, programas de radio o de televisión o de lecturas de sus obras, pero esto no deja de ser un hilo muy delgado, una conexión evidente, aunque poco aprovechable puesto que ni siquiera la cronología tiene el menor sentido. Lo tendría si los sueños se produjeran al poco de producirse el evento en el mundo de la vigilia, tal como el soñar con estar buscando un retrete donde orinar, sin conseguirlo debido a las dificultades y obstáculos que no dejan de acumularse hasta que al despertar eres consciencia de tener la vejiga llena y el sueño no era otra cosa que una clara conexión entre el cuerpo físico y el sueño. En raras ocasiones un acontecimiento que se acaba de producir en el mundo real genera un sueño o pesadilla esa misma noche o en noches sucesivas. La cronología no parece tener una base clara sobre la que esquematizar los sueños. Así por ejemplo llevo años teniendo pesadillas sobre el mobbing sufrido en el trabajo hace ya muchos años sin que le encuentre el menor sentido ya que ahora llevo años jubilado y prácticamente nunca pienso  o recuerdo lo sucedido en aquella época. En sentido práctico mis sueños no sirven de mucho salvo como material para mis historias y últimamente para solucionar problemas en el mundo real o como divertidos juegos en lo que he denominado mis sueños creativos.

Por eso voy a dejar de lado los sueños “normales” para centrarme en las ensoñaciones. Lo que resulta en extremo dificultoso porque en muy raras ocasiones no he tenido dudas de que un determinado sueño haya sido en realidad una ensoñación. Normalmente me veo y me las deseo para distinguir algunas ensoñaciones de sueños normales. El color de los sueños a veces ayuda, pero no es un signo evidente de estar viviendo una ensoñación. Tampoco las características que ya hemos visto sobre la ensoñación me han ayudado mucho a la hora de saber si estaba ensoñando o simplemente soñando. En algunos sueños que califico de “esotéricos” es más fácil saber que estás ensoñando, pero aun así no siempre me atrevería a calificarlos de ensoñaciones con total seguridad. Ni siquiera los sueños lúcidos, en los que eres consciente de estar soñando, podrían ser etiquetados siempre como ensoñaciones.

Tal vez el sueño que considero más claro sobre una posible ensoñación, aunque no podría asegurarlo del todo, fue una especie de comienzo de viaje astral. Apenas me había dormido, aunque no hay reloj que mida eso, cuando noté que salía del cuerpo, o era mi consciencia la que se elevaba del cuerpo físico, hacia arriba. Podía ver cómo el techo de mi dormitorio se iba acercando. Me había programado para recordar el comienzo de mis sueños, tal como aconseja don Juan a Castaneda, cuando le dice que lo importante de un sueño es recordar el sueño desde el principio. Aquel sueño era claramente un éxito de semejante programación, puesto que no puede haber otro comienzo de un sueño que ser consciente de que te acabas de dormir y lucidamente observar los pasos que comienzas a dar en el mundo onírico. Al llegar al techo con la cabeza –si bien había ascendido horizontalmente, ahora había conseguido, de alguna manera, ponerme en pie- dudé un instante. No era posible atravesar un elemento sólido, como es una pared, no al menos en el mundo de la vigilia, de ahí mi duda. Aunque ya en otros sueños, que también me atrevería a calificar de ensoñaciones, había llegado a hacerlo, como en una ocasión en la que me había enfrentado, en el sueño, a la pared de mi dormitorio, que no era como en la realidad es la pared, sino que la estaba percibiendo como una sorprendente pared de puntitos luminosos, algo así como se supone debería ser una pared física en el mundo cuántico, y que con mucho miedo y dudas había dado el paso hacia adelante, notando como mi supuesto cuerpo, o más bien la consciencia de ese cuerpo, atravesaba hasta el otro lado, no sin antes notar una especie de extraña desgarradura que me hacía sentir la solidez real de aquella pared de puntos, lo cierto es que era la primera vez que nada más dormirme iba siendo consciente de todo el proceso del desprendimiento de mi consciencia o cuerpo astral del cuerpo físico, y la primera vez que me enfrentaba a un techo físico, real, nada de puntitos luminosos. Consciente de lo que estaba haciendo, dudé sobre el paso que iba a dar. Al final me decidí y mi cabeza atravesó limpiamente aquel obstáculo. Pude ver que había accedido, no a la habitación física y real que hay sobre mi dormitorio, sino a otra habitación desconocida. En ese momento me paralicé, con la mitad del cuerpo por encima del techo y la otra mitad aún en mi dormitorio, sin haber atravesado aquella pared, observé con mucho miedo lo que me esperaba si me atrevía a colocar todo mi cuerpo en aquel lugar desconocido. Aunque aquella habitación se parecía mucho a cualquier otra, en el mundo físico, había algo que me aterrorizó. No existía pared de fondo. Más allá podía percibirse una especie de llanura negra, que en el sueño lúcido recordé haber leído en algún libro, tal vez no en los libros de Castaneda. Pasar todo el cuerpo y caminar por aquella habitación hasta adentrarme en la llanura oscura me pareció una aventura demasiado arriesgada, hasta para un sueño. La angustia me pudo y sin pensar en ello mi cuerpo volvió a mi dormitorio y me desperté con brusquedad.

Aparte de este sueño, que catalogo como ensoñación con pocas dudas, y los de las paredes formadas por infinitos puntitos de luz, como si estuviera viendo la solidez de la materia desde el mundo cuántico, hay otros sueños lúcidos más difíciles de clasificar como ensoñación. El recordar en el sueño lo que eres estando despierto no me parece ensoñar, aunque sea el resultado de una programación, como es mi caso. Después de observar que en mis sueños rara vez recordaba con claridad cómo era y qué hacía estando despierto, me programé para moverme en sueños con la memoria que tenía estando despierto. La sensación de engañarme en sueños viéndome como no era me resultó muy impactante. Nuestra identidad se conforma básicamente con la memoria, si no recordamos no somos. No podía soportar el ser una persona estando despierto y otra en sueños. Necesitaba que hubiera una continuidad. A esto don Juan lo llama estar completo. Un guerrero está completo cuando ha desarrollado su lado izquierdo y su lado derecho, cuando hay una continuidad entre el estar despierto o primera atención y el ensoñar o segunda atención. Cuando la puerta se abre por completo y dejas de olvidar lo que eres a este lado cuando estás allá y lo que eres allá cuando estás acá, adquieres la plenitud del guerrero, estás completo. Si no has adquirido este estado cuando pasas al otro lado la puerta se cierra, no hay comunicación. Eso es lo que me pasaba a mí. Tengo anotados muchos sueños en los que no tengo claro si estoy divorciado o no, si sigo trabajando o me he jubilado, entre otros detalles importantes. Quería a toda costa que mi memoria recordara lo que era cuando estaba despierto, sobre todo los detalles más importantes. Por eso me programé y poco a poco en los sueños se fueron colando detalles sobre mi vida estando despierto, al principio fueron detalles poco importantes, como saber la marca de mi coche actual y no dudar entre los coches que he tenido y el actual. Luego pude recordar, haciendo un esfuerzo, cómo era mi vida en el presente. En realidad, todo esto no es otra cosa que el sueño lúcido. Cuando recuerdas cómo eres y lo que has vivido mientras sueñas estás teniendo un sueño lúcido. Vives determinadas experiencias oníricas, pero al mismo tiempo sabes cuál es tu personalidad en el mundo de la vigilia. El soñador que está soñando sabe que está soñando y trata de encajar esas experiencias oníricas en su personalidad despierta. Cuando el guerrero está completo no hay dos mundos, uno estando despierto y otro dormido. La puerta se abre de par en par y la primera y segunda atención se convierten en un continuum. Ahí ya no hay dudas sobre si estás o no ensoñando. Algo que no ocurre en los sueños normales. Por eso no catalogo como ensoñaciones mis sueños sobre determinadas temáticas. Mis sueños laborales, como los llamo, no pueden ser ensoñaciones porque vuelvo a aquella época de mi vida en la que sufrí un mobbing en el trabajo y durante quince años me vi obligado a una concentración exhaustiva para no ser “pillado” por el jefe y sufrir un nuevo expediente. Esto se convierte en estos sueños en pesadillas terribles de las que no soy capaz de salir hasta que se rompe el bucle y me despierto. Despertar es la única forma de librarme de la pesadilla. No he encontrado la explicación a la reiteración de estos sueños laborales, puesto que, aunque fue una etapa durísima de mi vida, hay otras, sin ir más lejos, mi etapa de intentos de suicidio seguidos y a cuál más angustioso y espantoso, fue mucho peor, y sin embargo no sueño con ello. El tiempo transcurrido no es una explicación, ya que mi etapa laboral también sucedió hace mucho tiempo. Tal vez mi subconsciente, o mi doble, intenta que aprenda las lecciones que no aprendí cuando sufrí el acoso, pero también debería hacerme aprender las lecciones que me quedan por asimilar en el tema de suicidio, y sin embargo no ocurre así. Podría seguir enumerando temas que pueblan mis sueños y a los que no puedo considerar como ensoñaciones.

Recuerdo lo que narra Castaneda en su libro El arte de ensoñar cuando comenzó a trabajar con la Gorda compartiendo sueños. A veces se despertaban y recordaban cosas que hasta ese momento habían permanecido completamente olvidadas. Y no solo eran acontecimientos vividos en la ensoñación o segunda atención, también sucesos ocurridos en la primera atención y que permanecían olvidados. Cuando eres un guerrero completo tu vida es un continuum ya no hay horas de vigilia y horas de sueño, no hay abismos entre las horas que estás despierto y las que estás dormido. Si nos fijamos. cada día está dividido en dos por un abismo, tu vida cuando estás despierto y tu vida cuando estás dormido. Se podría decir que nuestras vidas están salpicadas de abismos que no recordamos haber saltado. Vivimos las horas en las que estamos despiertos con lo que suponemos es nuestra memoria completa. Recordamos quiénes somos, los años que hemos vivido, los principales acontecimientos que nos han marcado, y todo ello conforma nuestra identidad, nuestra personalidad. De pronto nos vamos a dormir y durante unas horas es como si estuviéramos muertos, como si hubiéramos desaparecido de la existencia. No es una broma, porque de nuestras cortas vidas, hay un tercio o más que estamos muertos, desaparecidos, olvidados. Si acumulamos las horas de sueño nos damos cuenta de que es también toda una vida y sabemos muy bien lo que se puede vivir en toda una vida. Es como tener dos vidas sin que el sujeto de cada una sepa del otro.

Cuando don Juan habla de que es el ensueño el que crea el doble nos está dando una pauta muy interesante a la hora de distinguir los sueños normales del ensueño. Con la palabra crear no creo que don Juan se refiera a sacar algo de la nada, a nacer, yo lo veo más bien como el paso a la autoconsciencia del doble. Existía antes del ensueño, pero como un cuerpo embotado, como un cuerpo en estado catatónico. Conforme le vamos insuflando consciencia el doble sale de la UVI y comienza a actuar, a vivir. A partir de ahí todo es un progreso, como lo es la vida del bebé. Se aprende a caminar, a hablar, a pensar…Cuando el doble llega a la edad adulta es capaz de hacer cosas inimaginables en un bebé. Don Juan da especial importancia al “ver”, no es lo mismo ser zarandeado de acá para allá sin saber por quién y con qué fines, que ver lo que está ocurriendo, quién está detrás de cada cosa que nos sucede y cómo nuestras vidas están marcadas por las emanaciones del Águila, que veremos en el siguiente capítulo de este diccionario, y por entidades invisibles para el ojo físico que utilizamos en la primera atención. Todo lo que nos ayude a despertar al doble y hacerlo evolucionar es un ensueño, no un sueño normal y corriente, por eso este debe ser el baremo que nos ayude a distinguir un sueño de un ensueño. Cada avance en el mundo onírico es conseguido a través del doble, del ensueño. En eso me baso, sobre todo, a la hora de distinguir un sueño normal de un ensueño, los efectos que un ensueño produce en nuestra vida física y onírica son claramente palpables. Los sueños apenas generan otros efectos que la diversión o estados de pesadilla y angustia. La mayoría de los sueños no nos hacen evolucionar, son los que sí lo consiguen los que hay que calificar de ensueños.


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