LAS ENSEÑANZAS DE DON JUAN XIX

11 05 2023

Antes de esbozar una ética completa del guerrero hay algo muy importante que he dejado de lado hasta ahora- Subiendo al blog citas sobre depredadores, voladores y seres inorgánicos del Lado activo del infinito de Castaneda me he dado cuenta de que es imprescindible tratar este tema antes de empezar siquiera a formular un esbozo de ética para el guerrero. Remito al lector a esa sección del blog, no obstante iré copiando citas conforme sean necesarias en mi explicación o elucubración. Empezaremos a situarnos con una:

‑Has llegado, a través de tu propio esfuerzo, a lo que los chamanes del México antiguo llamaban el tema de temas ‑dijo don Juan‑. Me anduve con rodeos todo este tiempo, insinuándote que algo nos tiene prisioneros. ¡Desde luego que algo nos tiene prisioneros! Esto era un hecho energético para los chamanes del México antiguo. ‑¿Pero, por qué este predador ha tomado posesión de la manera que usted describe, don Juan? ‑pregunté‑. Debe haber una explicación lógica. ‑Hay una explicación ‑replicó don Juan‑, y es la explicación más simple del mundo. Tomaron posesión porque para ellos somos comida, y nos exprimen sin compasión porque somos su sustento. Así como nosotros criamos gallinas en gallineros, así también ellos nos crían en humaneros. Por lo tanto, siempre tienen comida a su alcance.

El hecho de ser prisioneros, de ser comida para estos monstruitos incomprensibles, lo cambia todo. La ética del prisionero no es la ética del hombre libre, porque para el prisionero hay un valor supremo que ya lo posee el hombre libre: la libertad. Alcanzar la libertad es la prioridad absoluta del guerrero y por lo tanto debe ser el primer principio ético del guerrero en la segunda atención. Sin haber alcanzado esa libertad todos los principios éticos que nos ayudan a desenvolvernos en la segunda atención, son pura entelequia. Cuando uno es prisionero su libertad está férreamente coartada y por lo tanto su voluntad no le sirve de mucho, más cuando sus captores se dedican a ordeñar su energía, de la que se alimentan, privándole del combustible de la voluntad: la energía.

‑¿Qué descubrieron, don Juan? ‑pregunté. ‑Descubrieron que tenemos un compañero de por vida ‑dijo de la manera más clara que pudo‑. Tenemos un predador que vino desde las profundidades del cosmos y tomó control sobre nuestras vidas. Los seres humanos son sus prisioneros. El predador es nuestro amo y señor. Nos ha vuelto dóciles, indefensos. Si queremos protestar, suprime nuestras protestas. Si queremos actuar independientemente, nos ordena que no lo hagamos.

Para poder luchar contra nuestros captores, el primer paso es conocerlos, saber cómo son y cómo actúan. Lo peor que le puede ocurrir a un guerrero es no saber que está luchando con un enemigo, porque entonces ni siquiera se apresta al combate, no tiene sentido dar manotazos al aire si estamos convencidos de que el aire es el vacío. No se lucha contra el vacío, contra la nada. De ahí que las palabras de don Juan, al desvelarle la existencia de los voladores le afectaran de tal manera que se convirtieron en una de las principales fijaciones de su vida. Saber de pronto que estás prisionero, cuanto te creías libre, que eres comida para unas entidades incomprensible, no es moco de pavo. Con lo que no estoy completamente de acuerdo con Castaneda es cuando habla de que no ha encontrado en ninguna religión, en ningún mito o leyenda, nada parecido. Es cierto que los voladores como tales solo aparecen en las enseñanzas de don Juan, pero no podemos obviar otras entidades con las que tienen, a mi juicio un claro parecido. Los demonios de la religión católica se parecen, aunque la faceta principal del mito es la de ser “tentadores”. Nos tientan para “pecar”, para elegir el mal, pero en ningún momento se habla de que se alimenten de nosotros. Esa es la clara diferencia con los voladores de don Juan. Uno se pregunta si el fin de los ángeles caídos o demonios puede ser exclusivamente “hacernos malos” en clara rebelión con el Padre. Semejante actitud sería un tanto infantiloide, como cuando a un niño se le convence para que se rebele contra el papá o la mamá. Un niño no puede cambiar una supuesta guerra con entidades superiores y muy poderosas. Ahora bien, si las entidades que nos tientan se alimentan de nuestra energía eso es otro cantar muy diferente. Podemos pensar que si son tan superiores no necesitarían de granjas de gallinas para alimentarse o de humaneros, como dice don Juan. Solo tenemos que analizar un poco cómo nos alimentamos los humanos y cómo es la cadena alimentaria. Los más bajos en la escala o cadena se alimentan de sus inferiores o iguales, rara vez conseguirían alimentarse de alguien por encima de ellos en la cadena alimentaria. Conforme vamos subiendo el menú, digámoslo así, se hace más amplio, puesto que cuanto más alto estés más posibilidades tienes de alimentarte de los que están por debajo. Las plantas se alimentan de minerales, del agua, los animales herbívoros de las plantas, los animales carnívoros de los herbívoros y los carnívoros más poderosos de los menos poderosos. Mirado con frialdad y objetividad nadie puede sobrevivir si no se alimenta de algo o de alguien. Sería ideal que nos bastara con respirar para atender a todas las solicitudes de nuestro cuerpo. Suponiendo que el aire no tuviera la menor consciencia, como se supone que tampoco tienen los minerales, el alimentarse de ellos no supondría ninguna depredación ni causaría el menor dolor. Sin embargo, vemos que esto no es así. Que por debajo de los humanos la consciencia vaya descendiendo escalón a escalón no significa que no haya consciencia y donde hay consciencia hay dolor si se acaba con esa consciencia o con su soporte. Aunque nos cueste aceptarlo, parece que el universo está estructurado de tal manera que los de arriba se alimentan de los de abajo para poder sobrevivir y mantener la consciencia, que es la parte jerárquica más elevada entre los seres.

No se me ocurre una forma de supervivencia que no sea alimentarse de algo para dar a nuestros cuerpos o soportes, fueren como fueren, todo lo que necesitan para mantenerse cohesionados, que es lo básico de la existencia. Cuando algo se disgrega, la entidad que formaba, sea mineral, vegetal o animal muere o desaparece. De ahí que resulte inimaginable pensar en algo material que pueda sobrevivir sin dar a su suporte lo que necesita. Pero es que incluso en el plano no material, invisible o energético, tampoco resulta muy imaginable que las entidades puedan mantener su consciencia o individualidad sin alimentarse de algo, sea lo que fuere. Cuando en mi juventud esbocé una novela de ciencia ficción, imaginé un planeta de vampiros psíquicos. Su alimento era la energía que absorbían de los demás, emocional, mental, vital. Cuando años más tarde comencé a escribir relatos esotéricos, oníricos, sobre el más allá, tampoco pude librarme de una cuestión básica, todo ser existente tiene que alimentarse de una manera o de otra. En el mundo material el tiempo hace que todo se disgregue tras un periodo de erosión o deterioro. Mantener la cohesión implica mucha energía y esa energía hay que sacarla de alguna parte. En mis relatos se producían auténticas batallas campales entre entidades que necesitaban alimentarse, bien fuera de energía positiva o negativa. De ahí que los demonios, de los que hemos estado hablando más arriba, se deberían parecer a los voladores, alimentándose de la energía negativa que generan los humanos a los que tientan. De eso no se habla en la mitología demoniaca, pero parece mucho más lógico que la tentación para la rebelión contra entidades superiores, lo mismo que la rebeldía del niño contra sus papás es muy infantiloide, puesto que es totalmente inútil.

Tal vez en algún momento me dé por catalogar todas estas entidades invisibles, de otras dimensiones, energéticas, que pueblan las religiones, los mitos y leyendas y la imaginación del ser humano. Las hay bondadosas y malévolas, luminosas y oscuras, pero nada tendría sentido si no hubiera una necesidad básica de alimentación. Incluso las entidades bondadosas buscan generar amor, lo que no deja de ser una búsqueda de seres que se entregan. Quien ama trata de satisfacer al amado, dándole todo lo que necesita o se cree que necesita, pero sobre todo dándose a sí mismo. Es la entrega total. Aunque parezca blasfemo en el cristianismo Cristo se entrega como comida para los que ama, su cuerpo y sangre se convierten en el alimento de aquellos a quienes ama. En la filosofía del Todo las partes deben entregarse, vincularse, dejarse absorber para que el Todo exista, puesto que la disgregación de las partes lleva a la destrucción, a la aniquilación. Las partes se hacen temporales y se produce la erosión y el deterioro. Ninguna parte es eterna, mientras que el Todo sí lo es, puesto que el tiempo es cambio y en el Todo no puede haber cambio, ya que este es absoluto en sí mismo. El Todo no puede cambiar y transformarse en otro Todo, puesto que sería una petición de principio, si es todo no puede haber más todo que él. La alimentación, la depredación, solo pueden existir entre las partes, puesto que si uno es ya Todo no necesita alimentarse de las partes que ya forman parte de él.

Si admitimos que puede existir algo más que materia, podemos imaginar perfectamente mundos invisibles, energéticos, dimensionales, donde las entidades que los habitan son individuos, partes, y por lo tanto necesitan alimentarse. Que no lo hagan de minerales, de plantas o de animales, no significa que no lo hagan de consciencias, de energía, de la pura energía que es la consciencia. Y lo mismo que ocurre en el mundo material, donde hay una clara cadena alimentaria, muy jerarquizada, en el mundo invisible o energético esto debe funcionar igual. No nos olvidemos de uno de los principios del Kybalión, cómo es abajo es arriba y como es arriba es abajo. Aunque la alimentación de materia no es lo mismo que la alimentación de energía, sus principios básicos siguen ahí, inmutables. Los voladores de don Juan pueden tener “humaneros”, lo mismo que nosotros tenemos gallineros. Hay un problema que trataremos en el siguiente capítulo. Se supone que cuanto más elevada es la consciencia más tiene que comprender todo lo que está por debajo de ella. Lo mismo que entre los humanos hay quienes elevan su consciencia hasta percibir otras consciencias ajenas, por muy diminutas que sean, entre los seres más elevados debería suceder lo mismo. Deberían saber que los humanos somos conscientes y tratarnos como a tales. El problema reside en que si necesitamos alimentarnos, el dilema ético se hace dramático. Elegir entre dejar vivir a otros seres inferiores en la escala de consciencia o sacrificarnos y dejarnos morir no es moco de pavo. Los humanos seguimos teniendo gallineros o huertos y los voladores siguen teniendo “humaneros”.  Sobre ese dilema ético y otras cuestiones hablaremos en el capítulo siguiente.


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